Los que hablan de explosión demográfica –especialmente en países en vías de desarrollo– tienden a despreciar a la llamada «escuela revisionista y pro-natalidad». Cometen el burdo error de olvidar todos los aspectos positivos de una población en expansión, aspectos que han sido subrayados por expertos como Julian Simón: mayores mercados, más mano de obra productiva entre los quince y sesenta y cuatro años, mayor probabilidad de contar con personas creativas dotadas de iniciativa…
Una apuesta interesante
Afortunadamente, existen en los países en vías de desarrollo personas influyentes que rechazan de plano la actitud derrotista y anti-natalista de algunos intelectuales occidentales. En una reciente reunión en el Asian Institute of Management –la principal escuela de negocios del Sudeste Asiático–, L. Gordon Crovitz, editor de la prestigiosa revista Far Eastern Economic Review, de Hong Kong, rebatió el mito de la explosión demográfica y contó la apuesta entre Julian Simón y Paul Ehrlich, inventor de la frase bomba de la población: «Les contaré una anécdota que puede ayudarles a hacer dinero, si son aficionados al juego. En 1980, el conocido defensor del medio ambiente, Paul Ehrlich, autor del libro «El boom de la población», publicado en 1968, apostó mil dólares con Julian Simón, un economista norteamericano. Ehrlich estaba convencido de que para sobrevivir, deberíamos regular el desarrollo económico de forma draconiana. Simón le propuso lo siguiente: le apostaría mil dólares a que diez años después, en 1990, el precio de cinco metales, incluyendo el cobre y estaño, habría disminuido, en vez de subir, como había predicho Ehrlich en los 70. Se trataba de una apuesta entre dos actitudes contrapuestas: los que predicen catástrofes inevitables y los que admiten que la prosperidad es posible.
«En 1990, Ehrlich pagó. Los precios de los cinco metales habían bajado. Al dar cuenta de esta apuesta, el New York Times comentaba que los precios habían caído “por las mismas razones por las que han caído en décadas recientes: iniciativa empresarial y mejoras tecnológicas». Tras recibir sus mil dólares, Simón propuso repetir la apuesta durante el período 1990-2000 pero subiendo la apuesta a veinte mil dólares. No sé si Ehrlich aceptó, pero apostaría que no lo hizo».
Milagro en el Este asiático
Considerando la experiencia de los últimos treinta años, puedo pronosticar confiadamente que no habrá en el próximo siglo ninguna explosión de la población, ni límites en el crecimiento, ni hambre generalizada, mientras persistan las tendencias actuales hacia economías de mercado y actitudes más responsables hacia el medio ambiente; tendencias que se difunden por los cinco continentes.
En estos últimos treinta años, los países asiáticos se han desarrollado de forma más rápida (Taiwan, Corea del Sur, Hong Kong, China, Singapur, Tailandia y Malasia;ellos prueban que se pueden producir grandes mejoras en la calidad de vida de los países más pobres mediante: una política económica orientada hacia el mercado, orientación exterior de la economía, inversiones para mejorar la calidad de la educación primaria y secundaria, estabilidad política y movilización del ahorro familiar. El crecimiento de la población no ha sido un factor significativo –ni en contra, ni a favor– en el rápido desarrollo económico de estos países. Esas son las conclusiones de un estudio realizado para el Banco Mundial, publicado en el libro The East Asian Miracle (1).
Si varios países de América Latina y Africa se han hundido en la pobreza, las razones han sido el despreciar las fuerzas del mercado, una mentalidad mercantilista, política de intervencionismo y prioridades confusas en la inversión pública. Una vez más, las tendencias demográficas han influido poco o nada en el fracaso económico.
Sida y control natal
La población mundial creció de 3,010 millones en 1960 a 5,380 millones en 1991. El crecimiento mayor se dio en los países en vías de desarrollo: de 2,070 millones en 1960 a 4,160, en 1990; un crecimiento de más del 100%. A pesar de ello, se ha dado una mejora general en la calidad de vida de todas las gentes.
La población de los países desarrollados (Reino Unido, Francia, Suecia, Finlandia, Alemania, España, Italia…) se contrae y envejece desde los 60. La baja tasa de natalidad y la mayor esperanza de vida se combinan para producir naciones despobladas con un alto número de personas ancianas.
La estructura demográfica de estos países a principios de 1985 mostraba signos claros de envejecimiento y contracción. Las proyecciones demográficas de los próximos años ofrecen rasgos preocupantes, pues más y más personas se incorporan a la población jubilada y pasan a depender de un número cada vez menor de trabajadores activos.
Un pequeño grupo de países en vías de desarrollo puede encontrarse en la misma situación de envejecimiento, incluso antes de 50 años. Mechai Viravaidhya, el famoso político tailandés que se convirtió en sinónimo de control natal, se jacta de que «hemos conseguido en dieciocho años lo que costó más de ciento cincuenta a algunos países occidentales». Lo que no dice es que el programa masivo de control de la natalidad en Tailandia ha promovido un clima de permisividad sexual, ocasionando el número más alto de víctimas de sida en los países de Asia. Hasta ahora, sólo Singapur y Taiwan han lamentado su política anterior de control natal. A pesar del cambio, parece dudoso que vayan a funcionar las nuevas consignas pro-natalidad.
Los pesados viejitos europeos
La despoblación tiene efectos sobrecogedores en las áreas de economía y política. El impacto económico se nota ya claramente en los países industriales, especialmente en Europa. En un artículo titulado «Los pesados viejitos europeos» (The Economist, 10.IV.93) leemos: «Los franceses llaman “tercera edad” a la jubilación, denotando un período en teoría idílico en el cual los ciudadanos disponen de tiempo y dinero para sus ambiciones. Para la mayoría de los europeos el sueño puede convertirse en pesadilla. Presiones económicas convierten los tradicionalmente generosos planes estatales de jubilación, en sistemas más bien tacaños. El riesgo es particularmente serio en los países del sur de Europa, donde hay relativamente pocos fondos de pensiones privados que puedan complementar los del Estado. A pesar de eso, los gobiernos parecen ignorarlos».
Pero no por mucho tiempo. Poblaciones más canosas carcomen los planes de jubilación estatales. Estos fondos pagan a los jubilados usando las cuotas de los actuales trabajadores. Al crecer en toda Europa la proporción de personas mayores, estos planes se están quedando sin dinero a marchas aceleradas. Por ejemplo, se estima que en Italia la deuda del sistema estatal de pensiones de jubilación, que el año pasado era de unos 38 billones de liras (23 mil millones de dólares), podría triplicarse en el año 2010. En Francia, un reporte del gobierno estimaba que en el año 2010, el sistema estatal de pensiones tendrá un déficit de 300 mil millones de francos (55 mil millones de dólares), comparado con los actuales 20 mil millones de francos. El gobierno español, que este año pondrá un límite al sistema de pensiones estatales, también parece preocuparse por la desecación del capital.
Incluso si asumimos (sin conceder) que los costos para mantener a una persona mayor son los mismos que para sostener a un joven, los primeros son gastos de consumo que no darán ningún beneficio económico futuro, mientras que los segundos constituyen una inversión que producirá un beneficio social futuro.
Con dos ya no basta
La amenaza al sistema de seguridad social es sólo la punta del iceberg. La disminución de la población supone también escasez de mano de obra y contracción de mercados de bienes y servicios.
Veamos el ejemplo de Singapur. Este país depende en gran medida de las exportaciones, pues la economía local no es capaz de absorber sus productos. ¿Qué tiene de malo un invel alto de exportaciones? Nada, suponiendo que la economía local pueda absorber los saldos positivos. Si esto no ocurre, la divisa local se revalúa debido a los grandes saldos comerciales, y la inflación se dispara llegando a frenar el crecimiento económico (los productores, sabiendo que el consumidor tiene mayor poder adquisitivo, tratarán de vender a precios más altos).
Como el Japón, Singapur tiene también un problema de escasez de mano de obra. Pero sigue una política de apertura a la inmigración proveniente de países como Filipinas. El rápido envejecimiento de la población alarmó al gobierno hasta el punto de cambiar la campaña «Con dos basta» al nuevo eslogan «Cuatro o más». El gobierno ha llegado a institucionalizar un sistema de «emparejamiento» (match-marking), a través de una entidad estatal, la Social Development Unit. Todas estas medidas están tardando en dar fruto. La tasa de natalidad sigue cayendo. No resulta ya fácil convencer a las mujeres educadas de Singapur que tengan hijos.
La despoblación seca la vitalidad económica en un mundo que cambia constantemente y en el que cobran importancia la movilidad, flexibilidad y capacidad de adaptación. El envejecimiento de la población supone también un costo en el terreno político. Por ejemplo, la situación inestable de Rusia desde la caída del comunismo produce desasosiego en Finlandia, país que –con sus densos bosques, ricos lagos y un PNB per cápita de 22,120 dólares– teme que la historia de conflictos con Rusia se vuelva a repetir y los rusos opten por la salida fácil: la invasión de Finlandia. La amenaza se agrava considerando que los finlandeses son sólo 5 millones (1990), equivalente a una densidad de 163 habitantes por mil hectáreas. La despoblación hace que los países sean más vulnerables a invasiones extranjeras.
Hacia el tercer milenio
Al avanzar hacia el tercer milenio, encontramos tres categorías de países, en cuanto a transiciones demográficas, como indica Beyond the Limits (2):
– Algunos países menos industrializados –muchos en Africa– cuentan todavía con altos índices de mortalidad e índices de fertilidad más altos aún. La tasa anual de crecimiento de la población varía entre el 2 y el 3%, y puede incrementarse al disminuir la mortalidad.
– Países con un nivel medio de industrialización –como Brasil, Indonesia, Tailandia y Egipto– que suelen tener baja mortalidad y fertilidad alta, pero con tendencia a disminuir. Su población crece de forma moderada o rápida (1 a 4% anual).
– La mayoría de los países industrializados –Norteamérica, Japón, Europa– con mortalidad baja y bajas tasas de crecimiento (menos del 1% anual). Las tasas de natalidad de varios países europeos han caído recientemente por debajo de las tasas de mortalidad, por lo que sus poblaciones han empezado a disminuir lentamente.
Los países que todavía tienen un crecimiento rápido de población pueden mejorar el nivel de vida, si sus líderes siguen el ejemplo de países como China, México, Argentina y Vietnam: progresiva de-regulación, liberalización y privatización de la economía. La relación causal entre crecimiento de la población y desarrollo económico no es clara. Un crecimiento poblacional rápido puede acompañarse de crecimiento económico o de recesión, dependiendo de la política económica reinante. A largo plazo, el crecimiento económico produce una estabilización de la población, debido al mayor nivel de educación de las mujeres, su incorporación al mundo del trabajo, la demora en los casamientos y el menor número de hijos debido a la urbanización.
Veremos un crecimiento más lento de la población en los veinte primeros años del próximo siglo. En algunos países se impondrá una mentalidad contraceptiva, a consecuencia de un control agresivo de la población (Tailandia, Indonesia…) o debida a una actitud materialista. Esta mentalidad puede añadirse a la tendencia natural a una deceleración de las tasas de crecimiento de la población, produciendo una despoblación prematura (como Taiwan o Singapur).
Los países en vías de desarrollo deben seguir un modelo correcto al diseñar sus políticas económicas y de población. La calidad de vida, incluso en las naciones más pobres, puede mejorar si se adoptan y ponen en práctica de forma sistemática, políticas económicas favorables al mercado libre. Atacar directamente las tasas de natalidad mediante campañas contraceptivas puede ser contraproducente (Resumen de la conferencia pronunciada en el I Congreso Panamericano sobre Familia y Educación. Monterrey, 1994).