Los restos del día
Kazuo Ishiguro
Novela
Anagrama. Barcelona. 1994, 251 págs.
Kazuo Ishiguro
Novela
Anagrama. Barcelona. 1994, 251 págs.
Kazuo Ishiguro, de origen japonés, ha tenido una carrera brillante (Pálida luz en las colinas, Un artista del mundo flotante). Su tercer novela Los restos del día, fue galardonada en 1989 con el Brooker Prize, el premio literario más importante de Gran Bretaña y se llevó al cine («Lo que queda del día» interpretada por Emma Thompson y Anthony Hopkins) con notable maestría por James Ivory.
La trama del libro es extremadamente leve y en apariencia intrascendente. En 1956, Steveens, durante 30 años mayordomo de Darlington Hill, realiza, por primera vez en su vida, un viaje por Inglaterra. Jornada a jornada, entremezclados con la descripción de los paisajes y tipos humanos ingleses, Stevens irá haciendo partícipe al lector de sus recuerdos y su búsqueda de un sentido profundo a su trabajo.
Ishiguro es un autor muy meticuloso, que trabaja su prosa con esmero. El narrador es el propio mayordomo, e Ishiguro emplea con habilidad un estilo muy adecuado a la idiosincracia del personaje. A la vez, hay una tensión de fondo que no se manifiesta en grandes momentos dramáticos, sino en la sutil ironía, a veces cáustica, sobre los pequeños detalles que conforman la vida de los personajes.
De este modo Ishiguro resalta cómo malgastan la vida algunas personas, casi sin darse cuenta, engañándose con simples momentos superficiales. Toda la novela es un examen de conciencia del protagonista, un ser honesto y trabajador –sus reflexiones sobre la dignidad de su trabajo son magníficas–, que por una vez se enfrenta sinceramente a la realidad.
En este punto, la novela adquiere un valor metafórico sobre las relaciones entre el hombre de la calle y los diversos poderes establecidos. Sin estridencias, Los restos del día se convierte así en una sugerente declaración de principios de acción, en un toque de atención para que la gente corriente «no renuncie a ejercer la cuota de poder crítico que la propia democracia confiere», según expresión del autor.
La trama del libro es extremadamente leve y en apariencia intrascendente. En 1956, Steveens, durante 30 años mayordomo de Darlington Hill, realiza, por primera vez en su vida, un viaje por Inglaterra. Jornada a jornada, entremezclados con la descripción de los paisajes y tipos humanos ingleses, Stevens irá haciendo partícipe al lector de sus recuerdos y su búsqueda de un sentido profundo a su trabajo.
Ishiguro es un autor muy meticuloso, que trabaja su prosa con esmero. El narrador es el propio mayordomo, e Ishiguro emplea con habilidad un estilo muy adecuado a la idiosincracia del personaje. A la vez, hay una tensión de fondo que no se manifiesta en grandes momentos dramáticos, sino en la sutil ironía, a veces cáustica, sobre los pequeños detalles que conforman la vida de los personajes.
De este modo Ishiguro resalta cómo malgastan la vida algunas personas, casi sin darse cuenta, engañándose con simples momentos superficiales. Toda la novela es un examen de conciencia del protagonista, un ser honesto y trabajador –sus reflexiones sobre la dignidad de su trabajo son magníficas–, que por una vez se enfrenta sinceramente a la realidad.
En este punto, la novela adquiere un valor metafórico sobre las relaciones entre el hombre de la calle y los diversos poderes establecidos. Sin estridencias, Los restos del día se convierte así en una sugerente declaración de principios de acción, en un toque de atención para que la gente corriente «no renuncie a ejercer la cuota de poder crítico que la propia democracia confiere», según expresión del autor.
