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Walt Disney. Un hombre con mucha animación

«¿Mi papel? Un día no supe qué decir cuando un muchachito me preguntó: “¿Usted dibuja al ratón Mickey?”. Tuve que confesarle que no dibujo. “Entonces, ¿piensa todos los chistes y todas las ideas?”. No –le dije–, tampoco hago eso. Finalmente levantó la vista y mirándome fijamente preguntó: “Señor Disney… entonces, ¿qué es lo que hace usted?”. Bueno –respondí–, a veces pienso que soy como una abejita. Voy de un estudio al otro, recogiendo el polen, o lo que sea, y más o menos estimulo a los demás. Creo que ése es el trabajo que hago» (1).
El mejor papel
El papel de Walt Disney fue el de hacernos soñar a todos. Sin ser buen dibujante, ni brillante guionista, poseía sensibilidad artística y sentido del humor. Poseía además una fuerte personalidad que imprimió a todas sus cintas. Una de sus cualidades era reconocer los talentos de las personas, encauzarlos y desarrollarlos. En cierto sentido, el fue para sus dibujantes y para aquellos que hemos gozado sus películas, como un mago, como la estrella de los deseos de «Pinocho» que logró dar vida a simples muñecos, para transformarlos en personajes con quienes hemos compartido un sinfín de aventuras.
Sabía qué necesitaban sus artistas –aun antes que ellos– y se los proporcionaba. Tenía una gran visión para saber qué funcionaría y qué no, tanto en el campo técnico como en el artístico; de hecho, a su Estudio se debe la promoción de algunos de los más significativos avances en el cine de dibujos animados, a pesar de que no fueron inventados ahí. De igual manera, sus películas a más de ser vistas y disfrutadas por millones de personas, tuvieron la fuerza para crear escuela.
Había otro importantísimo elemento que Walt Disney tenía a su favor: su hermano Roy, gran administrador, sin su genio financiero quizás Walt nunca hubiera logrado su gran imperio.

Alicia y un ratón

Walt Disney nació en Chicago en 1901 pero, al poco tiempo, su familia se trasladó a Marceline, Missouri, donde vivió parte de su niñez en una granja. Algunos biógrafos atribuyen a este período su gran afición por los animales.
Se inició en los dibujos animados cuando trabajaba para la Film Ad junto con Ub Iwerks a quien conoció anteriormente en una firma que producía rótulos y trabajos con aerógrafo. En la Film Ad, Walt consiguió una cámara para filmar cuadro por cuadro y comenzó a realizar trabajos sencillos de animación; sus caricaturas tuvieron relativo éxito y fundó, a mediados de 1922, la Laugh-O-Grams como sociedad anónima. Contrató personal e inició un plan ambicioso para su pequeña empresa: la serie animada de Alicia en el país de las maravillas, con una niña real en medio de dibujos. Tenía la esperanza de venderla a la distribuidora de Max Fleischer, pionero en el cine de animación a quien Disney admiraba. Pero la cinta se suspendió porque la Laugh-O-Grams no pudo sostenerse económicamente.
Walt viajó a California con la ilusión de hacerse director en Hollywood, pero no consiguió éste, ni otro trabajo. Escribió entonces a sus antiguos acreedores de Kansas convenciéndolos de que mandaran a la señorita Winkler (la distribuidora) el único medio rollo de Alicia. El material gustó y Walt pudo volver al trabajo.
Después de un inicio incierto, el Estudio Disney comenzó a crecer alrededor del ratón Mickey. Sobre el origen de este personaje no hay nada totalmente seguro; el propio Disney difundió una versión un tanto fantástica: que se le había aparecido en sueños. Como quiera que sea, nació Mickey –nombre propuesto por Lilly, esposa de Disney, desechando el de Mortimer–, con la inventiva de Walt y el dibujo de Ub Iwerks.
Pese a todo, Walt Disney sabía que no podía cantar victoria; tenía fuertes competidores en un mercado que apenas comenzaba a establecerse. Sin dejar de lado el desarrollo de su equipo de artistas, se lanzó en esta primer época tras los avances técnicos que le podrían dar ventaja. Se convirtió para sus colaboradores en algo así como el mayor de los tres cerditos, que ante las dificultades sobrepone el ingenio. Con el crecimiento asegurado, él y los suyos pudieron entonar más tarde, ¿quién teme al lobo feroz?

El primer Oscar de Walt

Cuando el sonido llegó al cine, las películas animadas seguían mudas ¿Qué efectos produciría ver «hablar» a los dibujos? Disney quiso aventurarse con Mickey; Ub Iwerks le dio vida con su pluma y Walt completó el trabajo prestando su voz. Finalmente, ver a un ratón hablar, cantar y silbar, no fue causa de ningún trauma para nadie del auditorio y sí en cambio resultó una experiencia bastante agradable.
En la biografía que de Walt Disney escribió Bob Thomas se reproducen las críticas de la época. «La revista Variety informó: “Es un excelente trabajo de sincronización en todos aspectos, brillante, vivaz y perfectamente adecuado a la situación… Cuando la mayoría de las caricaturas animadas no pasan de ser un fastidio, es un señalado honor ver ésta en particular… Recomendado sin reserva para todas las salas de proyección sonora”. Del Weekly Film Review: “Mantuvo al público entre risas y carcajadas desde el momento en que los títulos aparecieron en pantalla, y lo dejó aplaudiendo”. El Exhibitor’s Herald: “Es imposible describir este tumulto de alegría; a mí me sacó de la butaca”».
Otro avance técnico con que Disney tomó ventaja fue la inclusión del color. El nuevo proceso aún estaba en fase de experimentación y no se había usado en el cine de imagen real, pero era viable ensayar con películas animadas. Walt Disney aceptó el riesgo de invertir en este novedoso sistema, con la condición de tener la exclusiva del color por dos años. Por eso, si alguien le dice que la primer película parcialmente a color fue El mago de Oz, y la iniciadora del cine totalmente cromático Lo que el viento se llevó, puede responder ahora –con toda autoridad– que la primera cinta a colores fue Arboles y flores de Walt Disney, estrenada en 1932 y ganadora, ese año, de un premio Oscar otorgado por la Academia de Cinematografía.

De un molino a Blancanieves

Una nueva etapa se inició en los Estudios Disney, con la serie de cortometrajes a los que se conoció como Sinfonías simples. Cada uno con personajes diferentes, no como antes con Mickey, Donald y compañía, en cuyas cintas siempre figuraban como estrellas. Ahora los artistas de Walt ensayaron proyectos únicos: nuevos personajes, situaciones diversas, historias con un desarrollo dramático bien estructurado… Las Sinfonías simples fueron factor imprescindible para construir el camino que llevaría a los estudios Disney a sus mejores trabajos: los largometrajes.
La Sinfonía que precedió a Blancanieves (primer cinta de más de una hora), fue el Viejo molino, en ella se ensayó otro adelanto técnico: el multiplano (aparato que permitía dar una idea de profundidad colocando las micas transparentes, en donde se encuentran los dibujos, separadas por varios centímetros unas de otras). Este trabajo valió a Walt Disney un Oscar más.
Con los largometrajes animados, Disney encontró el medio de expresión más adecuado a su genialidad. Algunos críticos e historiadores de cine han reprobado a Disney, alegando que a pesar de ciertos momentos poéticos, sus películas son muy comerciales; hay que tener presente, sin embargo, que la aceptación generalizada no está peleada necesariamente con un producto de calidad. Ciertamente, las películas de Disney han tenido un recibimiento inigualable, pero también lo es que siempre alcanzan un alto nivel de calidad artística.

La «locura» de Disney

Disney tenía una visión muy clara de lo que quería, no siempre comprendida por otros pues, a menudo, les rebasaba. Los avances que propuso en su época de mayor desarrollo contribuyeron posteriormente al desenvolvimiento del cine en general.
«La locura de Disney» así fue como muchos calificaron a Blancanieves, aun antes de conocerla. Era muy difícil para la gente de la época concebir una cinta animada que no se redujera a la simple concatenación de chistes. No, Disney contó historias, desde entonces, en las que sus personajes se desenvolvían y desarrollaban, sufrían una transformación a lo largo de la trama manejando el tiempo y el espacio con toda la maleabilidad que permitía el dibujo animado. Y el resultado es que sus películas clásicas todavía tienen mucho qué decir.
La fórmula de su éxito es equilibrar calidad y preferencias del público. Algunos de estos factores se convierten en pautas que forman parte del estilo inconfundible de sus cintas. Encontramos como ejemplo, las figuras de ciertos personajes secundarios, que acompañan a los protagonistas centrales como amigos íntimos, les sirven de conciencia y suelen llevar el peso de los chistes de la película: la figura de Pepe Grillo en «Pinocho», los siete enanos de «Blancanieves», los ratones de «Cenicienta», las tres hadas madrinas de «La bella durmiente» o el ratón amigo de «Dumbo».
En el mismo orden de ideas, encontramos similitudes entre los personajes femeninos de Disney, habitualmente los más importantes; la heroína siempre es dulce, delicada, de gran encanto, mientras que las villanas pueden diferenciarse en dos grupos: extravagantes, desgarbadas y gritonas como Cruelle de Vil, Madam Mim o Medusa, y las de gran personalidad, guapas, frías y soberbias, como la reina de «Blancanieves», la hechicera Maléfica o la madrastra de Cenicienta.
En el melodrama, el protagonista es siempre el héroe con valores positivos que le ayudarán a enfrentar la adversidad: enfermedades, precarias condiciones sociales, desenfrenadas fuerzas de la naturaleza, maleficios, etcétera. En el melodrama, el héroe puede salir victorioso gracias a sus atributos («Enrique V») o sucumbir a pesar de ellos («Cyrano de Bergerac»).
En los Estudios Disney se comenta que una magnífica animación nunca salva una mala historia, pero una buena historia sí es capaz de salvar una mala animación.

Los premios que no se han otorgado

Efectivamente, la magia que se goza en una película de dibujos animados, es producto de un trabajo arduo. Se requieren de uno a tres años para concluir las labores de cada obra que incluye, normalmente, más de dos millones de dibujos. En los Estudios Disney, no todo se arregla con sólo decir Bidibi badibidu, pero el resultado sí es igual de sorprendente que el conseguido por las hadas madrinas.
Sin embargo, a los dibujos animados no se les toma demasiado en serio. Los premios otorgados por la Academia Cinematográfica de los Estados Unidos a las películas de Disney, únicamente incluyen categorías de animación y música. Sólo una de ellas «La bella y la bestia» (que ya no realizó el personaje principal de nuestro artículo) fue nominada para mejor película, pero muchas otras muy bien podrían considerarse candidatas a todos los premios salvo, naturalmente, los de fotografía y actuación.
En una película de dibujos animados se requiere de dirección artística, diseño de vestuario, edición de imagen y sonido, guión original o adaptado, dirección general, etcétera, y todas estas actividades se han realizado en muchas cintas de Disney con la calidad suficiente para que se les tomara en cuenta. Pero, ¿quién podría apreciar como trabajo serio una película de dibujos animados? Afortunadamente para Walt, lo hizo el público.
El espacio se agota, hay que concluir, y a quien esto escribe se le ocurre que quizá sería conveniente hacerlo apuntando una frase célebre, utilizada por la gente trabajadora al final de la jornada: Jaijo-jaijo vamos a descansar, jaijo-jaijo nos vamos a cenar, jaijo, jaijo…

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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