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Mujer y trabajo: nueva cultura familiar

Las mujeres que trabajan fuera de casa por intereses profesionales o, la gran mayoría por necesidad económica, y que además son madres, exigen que el mundo laboral les facilite la tarea. Y confían en que llegarán a existir leyes que tengan en cuenta y apoyen sus responsabilidades familiares; y empresas que, conscientes de la importancia del factor humano, ofrezcan soluciones nuevas e imaginativas.
No se trata de encontrar un nuevo feminismo equilibrado o no estridente sino de algo mucho más profundo: de crear, desear, construir y disfrutar una nueva cultura familiar, que transformará a la mujer, al hombre y a los hijos. El detonador para esta nueva cultura es, ciertamente, el trabajo de la mujer.
En nuestro país, la realidad sobre la fuerza laboral femenina es difícil de medir puesto que las estadísticas disponibles muestran diferencias notorias. Según el censo del INEGI de 1990, el 23.59% de la población ocupada son mujeres, es decir, 5,521,271 personas de un total de 23,403,413. Sin embargo, otra investigación de El Colegio de México (1) revela que las cifras en mujeres de 12 años en adelante saltaron de un 25% en 1982 a un 32.5 % en 1988. Sea cual sea el porcentaje, es un hecho que va en ascenso.
Actualmente las mujeres son cada vez más conscientes de sí mismas. Participan en economía, política, cultura, y muy intensamente, en medios de comunicación. Su capacidad se toma en cuenta, se aprecia y sus características ya no se consideran como defectos, pero desgraciadamente no siempre ha sido así y es un hecho que en muchos lugares estos cambios todavía no llegan o apenas empiezan.
No se trata de que las mujeres tomen el poder, de pasar de un patriarcado al matriarcado, sino de que junto con los hombres expresen su potencialidad en todos los ámbitos sin que ninguno de los sexos sea inferior. A medida que ambos busquen un nuevo orden para los aspectos que los han dividido tradicionalmente se podrá establecer una cooperación más profunda y creativa, dice Riane Eisler, autora de The Chalice and the Blade.
Todos los cambios son un reto e implican riesgos. Parece ser que las sociedades más avanzadas ya pasaron la peor época y se vislumbra una nueva era que llaman de “renacimiento de la familia” que implica el rescate de los valores esenciales y su adaptación a nuevas posibilidades.

Estilo femenino a la alza

En el mundo empresarial el aspecto laboral ha dado un vuelco, una pirueta que puso el plato al revés. El estilo femenino de manejar los asuntos, que hasta hace poco se despreció y llevó a tantas feministas a imitar a los hombres y a buscar la igualdad, ahora resulta que está de moda.
En Estados Unidos hablan de las mujeres como de los “nuevos japoneses de la administración”. Esas cualidades antes minusvaloradas, consideradas poco formales o hasta caseras, ahora se exaltan como el nuevo liderazgo de cara al tercer milenio.
Afirman Aburdene y Naisbitt en su libro Megatendencias de la mujer (2) que la forma dura, piramidal y tantas veces desalmada de llevar los negocios va camino al museo, quedó inoperante para las condiciones actuales. Ante la crisis, los más creativos empezaron a investigar y se preguntaban cómo motivar a las personas. Concluyeron que se requerían dos elementos esenciales:
– directivos que apoyaran a cada individuo y
– una atmósfera creativa donde cada cual pudiera pensar a sus anchas.
«Hay una extraña coincidencia entre las primeras descripciones del “gerente del futuro” y el estilo femenino de liderazgo. Los asesores trataron de enseñar a los gerentes a abandonar la modalidad de comando y control. Las mujeres no necesitaron que nadie les enseñara lo que es natural en ellas como franqueza, confianza, capacitación permanente, compasión y comprensión» (3).
Ahora se busca que la individualidad no desaparezca en la generalidad, que el ser humano, agobiado en un mundo de fríos mecanismos y aparatos, también encuentre calor; que nuestra convivencia social y laboral sea amistosa, todo esto será tarea y mérito principalmente de la mujer.
Naturalmente, no está demostrado de ningún modo que las mujeres formen “automáticamente” un mundo más humano que los hombres, en realidad sólo puede cambiar si ambos, hombre y mujer, promueven una cultura en la que los conceptos de trabajo, cooperación, éxito, sean entendidos de nuevo. Pero la intervención activa de la mujer puede enriquecer esencialmente esta cultura.
La misma responsabilidad que poseen hombres y mujeres justifica su acceso a puestos públicos. Que el hombre acepte las capacidades de la mujer no disminuye su valor sino destaca el de la persona. Algunos rasgos femeninos como la tendencia a intervenir para conciliar posturas contrarias, la intuición o el tacto, pueden contribuir eficazmente a la humanización del mundo laboral.
El papel maternal de la mujer, su contacto corporal y espiritual con el misterio de la vida, crea en ella una actitud frente a todos los seres humanos que impregna hondamente su personalidad. Ello se exterioriza en su inclinación natural a introducir en las relaciones interpersonales lo concretamente humano (4). La mujer posee la cualidad de distinguir de entre la masa al individuo y promoverlo como persona.
“La autora Sally Helgesen escribe: “La maternidad comienza a ser reconocida cada vez más como una escuela excelente para gerentes, puesto que exige muchas de las mismas aptitudes: saber organizar establecer un ritmo, equilibrar distintas exigencias, enseñar, orientar, dirigir, supervisar, manejar conflictos, dar información””(5). Si autorizar a los demás es el principal atributo del liderazgo femenino, crear la estructura organizacional para promoverla es el segundo.
La idea de equilibrio en la vida personal ha ganado mucho terreno y de ello las mujeres, por su gran responsabilidad familiar, son más conscientes. No se identifican exclusivamente con su trabajo como muchas veces hacen los hombres, buscan tiempo para la familia propia y la extensa, para la diversión o la cultura, no suelen ver el trabajo como una escalera hacia el poder, sino como una forma más de realización. La idea de competencia que ha animado tanto la cultura masculina es vista desde otro punto de vista por el ojo femenino.
Nueva cultura familiar
Después de años de disolución y divorcio, de feminismos y reivindicaciones, comienza a vislumbrarse una nueva era. El hombre acepta que puede aprender mucho de la mujer, se esfuerza por ser más humano. La mujer, al participar en más actividades, pone los fundamentos para la formación de una nueva personalidad humana y está logrando que se modifiquen los conceptos de éxito y triunfo.
De todos modos, parece haber dos puntos de vista acerca de la familia de hoy en los Estados Unidos, y si se hiciera un estudio semejante en nuestro país, andaría muy similar. «Uno lo suscribe el público y el otro las élites que forjan las políticas (…) Las ideas sobre la familia que la mayoría de la gente considera casi evidentes por sí mismas, son discutidas en forma acalorada por la gente cuyo trabajo consiste en estudiar a las familias» (6).
Lo que está aquí en juego, es, por supuesto, el papel de la mujer. Se hace parecer que defender o apoyar a la familia tradicional es tanto como defender el sexismo, con los roles claramente separados y el autoritarismo varonil. Sin embargo, «la mayoría de los estadounidenses entienden muy bien la diferencia entre la familia tradicional y la familia opresiva; desea la primera, y no le gusta la segunda. Supongo también que la mayoría de las mujeres puede distinguir con facilidad entre los derechos que ha conquistado y los deberes que no ha dejado de tener; siente un gran aprecio por ambas cosas y no ve un conflicto básico entre ellas, salvo el problema innegable de que tiene tiempo para ocuparse de todo y tiene que seleccionar sus actividades» (7).
Los integrantes de la familia, cansados del exceso de trabajo, desean pasar más horas juntos. Ahora el ocio, el tiempo libre de que se dispone, es un símbolo de posición. Lentamente, la legislación en los distintos países, y empresas públicas y privadas van realizando este cambio institucional necesario, aunque todavía está casi todo por hacer. Se empieza a aceptar que asuntos antes considerados como problemas de mujeres: la educación de los hijos, el funcionamiento del hogar, las guarderías y el aborto, competen y afectan a la sociedad entera.
Aunque en México nunca se ha hostilizado abiertamente a la familia porque nuestra realidad es diferente, la mentalidad machista sí la ha dañado mucho y ha sido muy tajante al dividir quehaceres y formas de pensamiento como “cosas de hombres o de mujeres” .
En algunas empresas estadounidenses, todavía muy pocas, empiezan a ocurrir cosas que indican una tendencia, aunque de lenta evolución. «En 1989, James E. Burke, el entonces presidente de la junta directiva de Johnson & Johnson, implantó doce normas relacionadas con la familia y el trabajo. Modificó la profesión de fe de la compañía –apenas la tercera vez que se modificaba desde 1943– para agregar lo siguiente: “Debemos buscar distintos medios para ayudar a nuestros empleados a cumplir con sus responsabilidades familiares”.
«IBM ofrece hasta tres años de licencia por paternidad aprobada de acuerdo con cada caso. Bill Colucci, subdirector de personal, dice que se trata de “una decisión sabia y no sólo de un arranque de altruismo”.
“DuPont, compañía que ofrece un año de licencia familiar, realizó una encuesta en 1991, según la cual, el interés de los hombres por los asuntos familiares había aumentado radicalmente en sólo cinco años. Casi dos tercios de la población masculina estaban a favor de la licencia para cuidar niños enfermos (…). Toda una serie de estudios y encuestas revelan que entre un 70 y un 80% de las familias cenan juntas con el televisor apagado. Cenar en familia es uno de los símbolos absolutos y críticos de la cohesión familiar» (8).
Los padres de hoy comparten mucho más con sus hijos de lo que sus padres lo hicieron. Algunos psicólogos denominan esto “hambre de paternidad”, aquellos padres que se vieron privados de una relación con sus padres están decididos a ser padres de verdad (9). Hoy, la familia es más importante que nunca, la sociedad, no ya únicamente la mujer, se está dando cuenta de cuánto nos necesitamos unos a otros.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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