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Carlos de Sigüenza y Góngora

En el siglo XVII se desbordó, tanto en las artes plásticas como en las letras, una viva corriente de fantasía, adorno, de exterioridad llamativa, que fue el barroco.
Sus manifestaciones se dejaron sentir básicamente en las naciones hispánicas.El arte barroco destacó como gesto de triunfo en coincidencia con la marcha de la contrarreforma ¾ tras el desgarramiento religioso del siglo anterior¾ , y acaso por ello se le consideró en la arquitectura “estilo jesuita”, dada la labor de los religiosos de San Ignacio de Loyola.
Esa corriente vino a concordar, en Nueva España, con la propensión multicolor y de expresiones múltiples en el ánimo del pueblo, que estaba gestando su fisonomía.
Y así, en el barroco literario, encontraron campo favorable quienes escribían, con el nombre que de España llegó de conceptualismo y de culteranismo, hasta alcanzar aquí frutos manifiestos.Fue en tal marco histórico, importado y nativo, de “difícil gimnástica intelectual”, como anotó Julio Jiménez Rueda, donde nació y vivió Carlos de Sigüenza y Góngora.Científico, escritor, historiadorAsí como genios e ingenios del renacimiento ahondaron en la cultura con dimensión plural, se halló también ese mexicano que, con perseverancia y talento, se entregó lo mismo a las matemáticas, astronomía, historia y literatura, muchas veces con el ropaje barroco de entonces.No fue algo exclusivo de él, sino de otros más, el cultivo de la ciencia; y en sitio elevado fue, así, Sor Juana Inés de la Cruz, quien demostró su afán avasallador con la curiosidad científica.Carlos de Sigüenza y Góngora nació en la Ciudad de México en 1645 ¾ vale decir, hace 350 años¾ y murió en ella el año de 1700.Entró al noviciado de los jesuitas antes de tener 15 años, e hizo sus votos simples en 1662; aunque, por razones que han sido objeto de discusiones muchas, salió de la Compañía de Jesús al cabo de siete años.
No abandonó su vocación sacerdotal. Siguió cursos en la Real y Pontificia Universidad de México, al tiempo de profundizar en las matemáticas en donde obtuvo niveles sobresalientes. Fue funcionario de la Universidad y capellán del Hospital del Amor de Dios.
Con toda evidencia, ni las materias religiosas ni la ciencia le fueron contrapuestas, ni tampoco lo fue el manejo de las letras desde su mocedad como poeta del influjo culterano. A él se debió la Primavera indiana, poema sacro-histórico, que se unió más tarde a las Glorias de Querétaro, como ejemplos de aptitud al respecto.No solamente escribió eso en el mismo cauce, sino su obra épica-sacra, la Oriental planeta evangélica: epopeya sacropanegírica al Apóstol grande de las Indias, San Francisco Xavier.
Se debió a él, así mismo, el Triumpho Parthénico que en las Glorias de María Santtísima inmaculadamente concebida, celebró la Pontificia, Imperial y Regia Academia Mexicana, en el biennio que como su Rector la governó el doctor don Juan de Narváez, en 1683.Una narración de aventuras marítimas, escrita en forma autobiográfica, llamada Los infortunios de Alonso Ramírez, reveló sus aptitudes de observador y novelista en las características psicológicas. Y tal realidad se demostró con gran interés como su quehacer de científico, escritor e historiador.
Su Relación de lo sucedido a la armada de Barlovento, fue una descripción de la victoria española “contra los franceses”, en “el norte de la Isla de Santo Domingo”.Un hombre que rescatabaUn episodio que patentizó sus conocimientos astronómicos, fue el de la presencia de un cometa de hermosa expresión, en 1681, cuya presencia provocó entre muchos pobladores del virreinato, el temor de presagios de horribles consecuencias. Sigüenza y Góngora escribió un folleto que, con suma de argumentos científicos, quiso disipar el miedo que se había dispersado, y aquél tuvo por título el de Manifiesto Philosóphico contra los cometas despojados del imperio que tenían sobre los tímidos, pese a lo cual el tema no quedó en ello. Hubo quienes, llegados de Europa ¾ especialmente el padre Eusebio Francisco Kino, con inmensa fama de cosmógrafo y matemático¾ pretendieron echar abajo lo del mexicano; pese a lo cual contestó él, quedó en sitio airoso, y su nombre tuvo acogimiento más allá de Nueva España.Hizo reconocimientos geográficos para la defensa del litoral del Golfo de México.
Reconocido su saber, alcanzó el cargo de cartógrafo de la Corona Española, y con tal motivo hizo un plano de la bahía de Panzacola.No pudo, como fue evidente, despegarse el barroco, en no pocas de sus obras, ya en los contenidos y en los datos, o ya en los nombres con que los daba a la luz.
Escribió libros de valía histórica, como los estudios de los códices y manuscritos de los chichimecas, dada la amistad que tuvo con Juan de Alva Ixtlixóchitl, heredero de la casa reinante en Texcoco. De acuerdo con ello, se propuso conciliar las fechas indígenas con las de índole europeo.
Escribió la Piedad heroica de don Hernando Cortés, y también trazó elementos de historia antigua, al par de sus versos y ensayos astronómicos y cosmográficos.Hombre lleno de afán por la cultura, pudo rescatar ¾ con amigos y sirvientes que lo ayudaron¾ , muchos documentos que habrían sido destruidos durante el motín de 1692, en que algunos sujetos incendiaron el Palacio Virreinal y el edificio del Ayuntamiento de México.Al paso de los años, ingresó de nuevo en la Compañía de Jesús, y heredó a ella su biblioteca, planos, manuscritos y códices, este hombre de considerable significación, en el saber de Nueva España en el siglo XVII.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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