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En busca de los límites

Éstas, entre otras muchas, son las preguntas que la comunidad médica comenzó a plantearse hace ya casi 25 años, en Estados Unidos, cuando el doctor Potter acuñó por primera vez el término bioética. En su libro, Puente para el futuro, el especialista inició la era de una mayor toma de conciencia en el trato hacia el paciente y las técnicas que día a día revolucionan el campo de la investigación científica.
En la actualidad, la bioética reconoce que aún sigue en plena evolución como ciencia. Por esto, se plantea como una metodología filosófica para analizar la verdad sobre cuestiones del actuar en la vida del hombre relacionadas con las ciencias de la salud. Es decir, la bioética invita a confrontar una determinada acción a una jerarquía de valores, con reglas precisas.
Como lo señala la doctora Marta Tarasco, directora del Instituto de Humanismo en Ciencias de la Salud de la Escuela de Medicina de la Universidad Anáhuac, la bioética es la búsqueda del conocimiento filosófico para aplicar el conocimiento científico de las ciencias experimentales.
¿CUATRO BIOÉTICAS?

Dada la pluralidad que caracteriza a nuestra sociedad, se pueden identificar cuatro corrientes de pensamiento que comparten el interés por analizar si un acto médico es ético o no. Sin embargo, difieren en cuanto a la jerarquía de valores que utilizan a la hora de aplicar la metodología. De ahí la coexistencia de cuatro bioéticas:
El naturalismo sociobiologista; el modelo liberal radical; y la tendencia filosófica pragmática utilitarista, son las tres corrientes que parten de la premisa de que la Verdad no existe o que es imposible de conocer.
La bioética basada en la corriente personalista, sí acepta desde el principio, la existencia de una Verdad.
De acuerdo a la doctora Tarasco, el personalismo – corriente de pensamiento que apoyan las principales religiones – reconoce que el sujeto de la investigación o tratamiento médico es un ser humano, que está indisolublemente integrado por cuerpo y alma. Esta realidad, lejos de inhibir a los científicos en su quehacer, ofrece un rico campo de reflexión sobre el respeto a la dignidad de la persona humana.

RESPONSABILIDAD COMPARTIDA

Desde la antigüedad, el médico ha intentado limitar su actuar según un conjunto de normas que le indicaran lo que debe o no hacerse con el paciente. Uno de los primeros códigos deontológicos de los que se tiene referencia es el de Hamurabbi. Más tarde, y aún en nuestros días, los nuevos galenos siguen jurando fidelidad al listado de reglas enunciadas por el médico Hipócrates. Sin embargo, afirmaciones hipocráticas tales como “no daré brebajes que provoquen la muerte de mi paciente”, comienzan a cuestionarse cuando la relación médico-paciente se amplía hacia otros actores, como son la familia y la sociedad.
Así, hoy día, el compromiso de no practicar la eutanasia en pacientes terminales, por ejemplo, ya no parece sólo responsabilidad del médico. Y es aquí donde la bioética comienza a actuar.
En el caso reseñado, una bioética utilitarista podría concluir que el provocar la “muerte dulce” es lícito ya que el paciente, la familia o la sociedad, decide si su vida es útil o no. Por lo tanto, se eximirá al médico de la responsabilidad de “saltarse” el juramente hipocrático del que hicimos mención.
Si se aplica una bioética producto de un análisis del modelo “liberal”, el paciente, la familia o la sociedad, reclaman su derecho a la libertad de elegir lo que crea que es mejor para sí autónomamente; cada uno hace lo que quiere porque su libertad no tiene límites.
Por su parte, una bioética basada en el “naturalismo sociobiologista”, inferirá el “deber ser”, de lo que “es”. Es decir, primero se actúa y luego se estudia la moralidad del acto que se traduce en una ley positiva modificable según el acuerdo coyuntural de las mayorías. Para seguir con el ejemplo de la eutanasia: en un pueblo con un hospital de indigentes, se descubre que desde hace ya una década, la enfermera en jefe ayuda a los pacientes a morir sin dolor, aplicándoles una inyección letal. ¿Asesinatos, eliminación de los “que sobran y no producen” o suicidio asistido? Como no existe ley específica o la legislación presenta lagunas, se pregunta a los ciudadanos qué opinan del acto y se formula una norma… que, obviamente, está influída caprichosamente por la mentalidad vigente en el poblado. Así, en un país este tipo de acciones puede ser un crimen y en otros, un acto legal, tal como sucede en Holanda.
Una ética “personalista”, en cambio, confronta un caso contra principios perennes: el respeto a la vida de un ser humano que es cuerpo y alma. Y corresponsabiliza tanto al médico como al paciente, a la familia y a la sociedad en la defensa de esa realidad indivisible. De más está decir que esta corriente concluye en que un acto como la eutanasia es impracticable bajo cualquier circunstancia.

BIOÉTICA DE TODOS

Lo interesante de la bioética en su estado actual, es que no delega exclusivamente en el médico o científico la responsabilidad de reflexionar sobre la eticidad de sus actos. Por el contrario, ofrece a toda la sociedad la oportunidad y el desafío de estudiar y profundizar la metodología filosófica que ilumine las conciencias de quienes buscan el bien de un paciente.
La temática es tan amplia que, precisamente, requiere un análisis multidisciplinario. Así, la variedad de enfoques puede enriquecer el acervo de la comunidad médica. Nadie con interés por el bien común, puede sentirse marginado del avance de la bioética. Y el punto de vista del abogado, del filósofo o del sociólogo -por nombrar algunas profesiones- pueden iluminar, a su vez, a los legisladores, para dar a la sociedad las normas que encaucen la diversidad de acciones médicas que afecten a la persona en alguna de sus dimensiones (física o espiritual).
Porque una cosa está clara: sea cual sea la bioética que adopte una sociedad determinada, ésta siempre tenderá a actualizar sus códigos legales, de manera que las acciones que inciden en el campo de las ciencias médicas no queden al arbitrio de un sola persona: el investigador.
Cuestiones básicas, como los derechos civiles de los no nacidos y la experimentación con órganos de fetos abortados; la fecundación asistida y elección del sexo del bebé; el tratamiento de pacientes con muerte cerebral; la incidencia de políticas de planificación poblacional en la tasa demográfica y la población pasiva; la investigación con enfermos de SIDA; los trasplantes y el “mercado” de órganos, así como la investigación del mapa genético de las personas no sólo requieren de una legislación. Sobre todo se necesita renovar y remozar los sistemas legales existentes para que amplíen o tipifiquen conductas atentatorias a los derechos humanos.
La tarea no es fácil, pero ya hay quienes iniciaron este proceso en nuestro país. Como pionera en este campo está la Universidad Anáhuac, que en 1989 creó el Instituto de Humanismo en Ciencias de la Salud, que ofrece un diplomado abierto a todo público. Dada esta exigencia moral de hacer una reflexión que permita ejercer la libertad con responsabilidad, las universidades Panamericana, Autónoma de Nuevo León, del Mayab y la Autónoma Popular de Puebla abrieron recientemente cátedras o seminarios de bioética. Lo mismo el Instituto Politécnico Nacional y la Universidad de León, Guanajuato. En Guadalajara, se abrió el Centro de Estudios e Investigaciones de Bioética (CEIB) como un esfuerzo interdisciplinario que intenta mostrar la coherencia entre el conocimiento científico y la reflexión filosófica.
Poco a poco, estos centros de estudios superiores, en colaboración con otras universidades -principalmente de Estados Unidos, Italia y España- comienzan a publicar revistas específicas de bioética, así como a participar y organizar seminarios aumentando el grado de análisis de esta disciplina en México.
Aún queda mucho camino por recorrer, pues la inteligencia humana sigue husmeando por todos los rincones del saber. Y si bien nadie puede poner límites a la libertad de investigar, la sociedad que busca y defiende el respeto de todos y cada uno de sus miembros, exige responsabilidad como marco de toda acción que afecte la integridad de la persona humana.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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