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Una radio entre dos reinos

John R. Brinkley el famoso doctor que injertaba en los humanos glándulas de chivo para acrecentar su virilidad, fue un charlatán fuera de serie. Creó un emporio económico explotando la ingenuidad de millones de pacientes, ayudado por la magia que suponía la radio en los años treinta y logró, con una combinación de lucidez, audacia y falta de escrúpulos, manejar la emisora más poderosa del mundo y pasar a la historia de la radiodifusión con una serie de innovaciones técnicas y mercadológicas que abrieron brecha.
Igual que en sus libros anteriores (México en guerra y La guerra de las o­ndas), José Luis Ortiz encontró la fórmula para ofrecer la investigación histórica de una manera tan amable y atractiva que semeja una novela. Como en sus otras obras, título y subtítulos, son frases de canciones, películas, dichos y anuncios publicitarios que encajan bien y hacen amena la lectura. La historia que narra en este volumen es tan curiosa que a ratos parece novela de ficción y en otros, de humor. Una radio entre dos reinos no sólo entretiene, sino que logra una buena dosis de intriga con un ritmo ágil.
La originalidad del tema se enriquece con la reflexión sobre los criterios, o más bien la falta de criterios, ético-jurídicos que se manejan en toda esa historia, tanto en las actuaciones personales como a nivel de gobiernos; esto y la innovadora forma de presentar una acuciosa investigación (el autor consigna 155 fuentes diversas), son algunas características que hacen este libro recomendable, en primer lugar para la gente de la radio y de medios de comunicación, pero además para cualquier aficionado a la historia, al análisis de las relaciones mexico-norteamericanas, o simplemente al que desee conocer una parcela casi inverosímil de nuestra historia.
Hay que destacar cómo la información, la extensa investigación que integra este libro se colorea ingeniosamente dando cuenta de matices especiales y detalles íntimos entresacados de los periódicos locales que vuelven el texto muy atrayente. El autor, además de gran conocedor de toda la bibliografía sobre la historia de la radio en México, tiene un doctorado en Ciencias de la Información, es profesor de la Universidad Panamericana, consejero de varias empresas y de esta revista.

Un comerciante “médico” y un hallazgo “maravilloso”

John R. Brinkley, “doctor en medicina” que nunca pudo comprobar la veracidad de su título profesional, empieza a trabajar en Estados Unidos en 1911, asociado con un médico charlatán que cuestiona burdamente la virilidad de sus clientes y los explota inyectándoles agua destilada de colores. Tras varias aventuras frustradas, Brinkley se establece en Memphis y obtiene un título de la Escuela de Medicina Ecléctica de Kansas, famosa por traficar con títulos. Como en la mayoría de los Estados de la Unión Americana, este título no es reconocido, viaja a Europa para tratar de obtener una licencia médica, cosa que obtiene en Pavía, Italia y después en Londres; aunque posteriormente, la Asociación Médica Americana (AMA), logrará que ambos sean anulados.
Se instala en un villorio de Kansas a practicar la medicina y allí logra su “maravilloso hallazgo”. Por primera vez opera a un granjero y le injerta los testículos de un chivo para que recupere su virilidad. Ni tardo ni perezoso, imprime millares de folletos para difundir esta llamada “Operación compuesta” que cura “la impotencia, alta presión sanguínea, próstata crecida, esterilidad, algunas formas de diabetes, epilepsia y demencia precoz”. Afirma que a las mujeres les puede trasplantar otras glándulas semejantes.
Su magnífico sentido de los negocios lo lleva a contratar de inmediato un publicista para difundir su hallazgo en periódicos, revistas médicas y de todo tipo. Una invitación para hablar de sus logros en una de las primeras radiodifusoras de California, lo pone en contacto con ese nuevo medio que crece a pasos agigantados. Inmediatamente consigue una licencia del Departamento de Comercio y funda la KFKB, emisora que pronto destaca en el cuadrante por su tipo de programación: desde lecturas masónicas o charlas religiosas hasta música ligera y pláticas salpicadas de lenguaje picaresco y prosaico.
Nuestro médico se revela como un extraordinario comunicador que atrae grandes audiencias por su carisma. Tres veces al día aborda temas médicos y pronto surge el más exitoso de sus programas y también el más controvertido de la radio norteamericana: el Buzón de preguntas médicas, por medio del cual contesta al aire toda clase de consultas médicas que le llegan por correo. Desde esta época recibe más de 3 mil cartas diarias, lo que lo lleva a financiar una nueva oficina de correos para el pueblo.
Responde a las consultas médicas a través del aire durante más de tres horas y media cada día, y se vuelve el médico de cabecera de millares de estadounidenses. Receta sus propios medicamentos: “tome usted la medicina número 10, pero acompañada de la 16 y la 17, le harán mucho bien” y crea la Brinkley Pharmaceutical Association, cadena que llega a tener 1500 establecimientos, además de que vende sus medicinas en otras farmacias y hábilmente recomienda a los dueños que, si no tienen una radio, la adquieran para que los parroquianos oigan sus programas y crezca el negocio. En plena depresión económica “el médico de las glándulas de chivo”, como era conocido, se embolsa cantidades exorbitantes.
Este singular charlatán conduce su estación por caminos inéditos; en una época en que la radio era seria y solemne, instaura un estilo informal, ligado sin ambajes ni disimulo al entretenimiento y la búsqueda de utilidades. El público identifica a sus locutores por su sola voz y la emisora convierte a cantantes, grupos musicales y astrólogos en las primeras estrellas del micrófono. En 1929 la KFKB recibe el “micrófono de oro” por ser la más popular.
Se le cierra una puerta y abre tres ventanas
La AMA ha recibido ya innumerables quejas de las operaciones de Brinkley y se empiezan a publicar artículos en su contra en revistas médicas; el Kansas City Star recoge el reto e inicia una serie de 50 artículos buscando que se le retiren las licencias para ejercer la medicina y para operar una radiodifusora.
En junio de 1930, la Comisión Federal de Radio rechaza la renovación de su licencia radiofónica y le es retirada la licencia médica, pero no lo obligan a cerrar su clínica; el resto del personal sigue trabajando allí, por lo que el negocio no se detiene.
Su persona es inmensamente polémica, cuenta con miles de detractores y de defensores que lo consideran un mártir. Se lanza como candidato independiente a la gubernatura de Kansas. Con una rápida y centelleante campaña se echa al bolsillo a los granjeros y gana la elección, pero el stablishment americano realiza, a su manera, una alquimia electoral: como su campaña inició tarde, su nombre no aparecía impreso en las boletas y deciden invalidar todos los votos en que nombre y apellido no estuvieran perfectamente escritos.
Ante la embarazosa situación vuelve sus ojos a la estación XED que opera en Reynosa, Tamaulipas, y dirige sus emisiones hacia el norte y decide imitarla. Viene a México, se entrevista con el Secretario de Comunicaciones, Juan Andrew Almazán, y consigue una licencia. Todavía en las últimas emisiones de la KFKB, sus amigos alcanzan a organizar una colecta para el “pobre médico”, víctima de la falta de libertad de expresión, que tendrá que hacer una gran inversión al otro lado de la frontera con tal de no abandonar a su público seguidor. Se presenta a México como el paraíso de las libertades informativas.
Sale así del cuadrante radiofónico norteamericano, la figura más destacada de la radio de los años 20 que transformó la atmósfera de la radiodifusión.
La emisora pirata en villa acuña
Sobrevuela la zona fronteriza y elige para su objetivo dos poblaciones hermanas, una a cada lado del Bravo: Villa Acuña en Coahuila y Del Rio en Texas, unidas por un puente internacional. Empieza a buscar contactos en la ciudad de México y a repartir dinero para poder establecer la emisora. De acuerdo a la ley mexicana, un extranjero no puede ser dueño de una radiodifusora, pero rápidamente se crea la Compañía Radiodifusora Acuña, S.A., CRASA, con prestanombres.
El Departamento de Estado protesta de inmediato ante el gobierno mexicano, pero, aun así, en Villa Acuña, se prepara un terreno, se desbroza un camino y obreros mexicanos construyen la estación. Como no hay electricidad en esa población, se importa de Del Rio, Texas. Pretende emitir con una potencia de 75 mil watts, una auténtica locura en esos momentos en que las estaciones norteamericanas más potentes no pasaban de los 50 mil y todas las emisoras mexicanas juntas hacían apenas 35 mil watts.
Sale al aire la XER con dos inmensas torres orientadas hacia el norte y la prensa del vecino país da amplia cuenta del suceso, la llaman la “Radio forajida de México” y dicen que se escucha desde el Mississippi hasta las Rocallosas. En 1931, en plena depresión, la emisora cuyo lema era “La voz de las Américas”, recibe cartas de 14 países distintos. Desde su casa en Del Rio, Brinkley envía a la emisora sus cuatro transmisiones diarias y encarecidamente suplica a sus millares de radioescuchas que no manden las cartas-consulta sin los correspondientes 2 dólares, para que él pueda seguir atendiéndolos y recetando por aire. Un pequeño ejército en Del Rio recibe y organiza la correspondencia.
Las intrincadas razones de México
Cuando la radio se iniciaba en el mundo, Estados Unidos estableció el “derecho de prioridad” para las frecuencias del espectro radiofónico; como allí dicha industria se desarrolló vertiginosamente, cuando los países vecinos iniciamos la radiodifusión, prácticamente no había frecuencias disponibles; cualquier banda que se utilizara interfería con alguna emisora norteamericana que de inmediato protestaba, acogiéndose a los acuerdos de Washington.
México y Canadá llevaban tiempo pugnando por un reparto más justo, se esperaba alguna solución de una reunión internacional que habría en Madrid, pero al comprobar que no había voluntad de ceder, para presionar a Estados Unidos, México aprobó el incremento en potencia de la XER a 500 mil watts. Era como una declaración de guerra contra el imperialismo del espacio, puesto que ya con 75 mil watts, centenares de emisoras sufrían la interferencia de los programas de Brinkley; ante el Gobierno protestaban emisoras, audiencias, médicos, pacientes y estudiantes.
México se negó a firmar los protocolos de Madrid afirmando que no quería “consolidar hegemonías” y la XER quedó como rehén de nuestro gobierno, lo que ayudó a su permanencia. Los años que emitió desde México, Brinkley tuvo que lidiar con un juego esquizofrénico de nuestras autoridades que consistía en alentarlo y desalentarlo continuamente.
La XER profanaba impunemente el espacio aéreo de varios países transgrediendo la letra y el espíritu de los convenios internacionales, pero era el arma más poderosa con la que México amedrentaba a su vecino para obtener un orden jurídico internacional más justo. El Departamento de Salubridad, presionado por la embajada norteamericana y con todos los antecedentes de fraudes médicos, la atacaba continuamente y pedía que se cancelara su licencia, la SCOP (Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas), en cambio, lo defendía a capa y espada, no por lo que hacía, sino por lo que significaba en las negociaciones.
Ríos de dólares y narcisismo
Para 1932 la emisora de Brinkley sigue “arrebatando” dólares a los radioescuchas. ¿Cómo? Con un grafólogo, el buzón médico, adivinos que comercializan sus servicios, publicidad de toda clase de productos nuevos y de poco fiar; ofertas con fórmulas novedosas e interesantes, e incluso, mercado negro con artículos prohibidos en Estados Unidos.
Por si fuera poco, con sus tarifas publicitarias engaña al fisco de los dos países y a los anunciantes; las tarifas aprobadas por la SCOP en moneda mexicana, las cobra a los clientes como dólares y paga impuestos como si fueran pesos. Crea su propia agencia de publicidad: Inter-Nation Advertising Agency y logra el 27% de la audiencia de los Estados Unidos con su mezcla de locutores-vendedores-artistas.
Brinkley es el showman de las o­ndas por su capacidad de atracción, su magnetismo que irradia fe, confianza y sinceridad, y su conocimiento de la psicología básica que le permiten jugar con la credulidad de los radioescuchas y manipularlos a su antojo. Para contentar a las autoridades mexicanas emite una programación mestiza, traduciendo al castellano cosas de poca importancia, pero no los programas de mayor duración, médicos o de otra índole.
Traslada su millonaria clínica de Kansas a Del Rio e inicia una campaña de atracción turística con postales, souvenirs y cuanto hay, para que la gente vaya a curarse al mismo tiempo que hace un viaje placentero. Compra y remodela una opulenta mansión de cuatro hectáreas que, en la verja, con letras doradas anuncia: Doctor Brinkley, leyenda que se repite varias veces en su Cadillac rojo, en la piscina y en las fuentes de altos chorros con los que se entremezclan luces de colores que repiten intermitentemente el nombre de su dueño. En los jardines se levantan estatuas varias y dos monumentos escultóricos, mausoleos para él y su esposa. Por dentro, la propiedad no es menos ostentosa y alberga, entre muchas otras cosas de valor, colecciones de perfumes, escopetas y trajes orientales.
En 1933 se compra un yate y viaja varios meses con su esposa; aunque las cosas van mal para su emisora, no se preocupa porque cree en los astros y un astrólogo le prometió un cambio radical, para bien, en el 34. Después se obsesiona por un órgano que desea para su casa y la estación. Se lo fabrican a la medida y paga en aquel entonces, la cantidad equivalente al costo de 26 automóviles Dodge.
Es además un destacado filántropo con lo que se gana la estima de mucha gente: crea la “Universidad del Aire”, ayuda a asilos de huérfanos y lisiados, impulsa una escuela parroquial y un club de beisbol, todos, por supuesto, llevan su nombre y publicita convenientemente sus donaciones. Participa también muy activamente en asociaciones de servicio, científicas, religiosas y cámaras de comercio.
Contra la predicción astrológica, la SCOP ordena en febrero del 34 la suspensión de la estación y poco después el ejército toma posesión de las instalaciones. La prensa norteamericana hace amplio eco del asunto. Nuestras autoridades informan que violó 547 veces las distintas reglamentaciones. La desaparición de “la Forajida” parece un hecho, pero los emisarios de Brinkley en México se mueven rápido, alentados por fuertes sumas de billetes verdes y crean a todo vapor la Compañía Radio Difusora Fronteriza que afirma que adquirió la estación antes de la orden del cierre y se ampara.
El que los micrófonos de la XER estén en silencio no impide que Brinkley se movilice para seguir atrayendo pacientes a su clínica, adquiere la XEAW en Reynosa y emite también a través del XEPN de Piedras Negras.
Ahora es “la reina del aire”
Tras 21 meses de cabildeo y más de 60 mil dólares de gratificaciones se concede una nueva autorización para la XERA, la “A” final la convierte en “La Reina del Aire”. Su reconstrucción trajo dinero y mucho movimiento a las poblaciones involucradas en ambos lados de la frontera y el “benefactor” recibe homenajes de todo tipo. En noviembre del 35 sale al aire con 250 mil watts, una señal tan poderosa que en la zona impedía la captación de cualquier otra; afectaba las emisoras de la policía y hasta las de la aeronavegación. La atmósfera estaba tan cargada de energía que en Villa Acuña, donde no había electricidad, encendían un foco conectando un alambre a la cerca de la estación y otro a tierra.
Brinkley sigue innovando en sus negocios; organiza paquetes con viaje incluido que llama: Tratamiento para el hombre promedio, Tratamiento para el hombre de negocios y Tratamiento para los hombres pobres. Vende libros suyos y copias de sus conferencias y lucha contra los imitadores que ofrecen lo mismo que él a mucho menor precio.
Muchas estaciones de Canadá, notoriamente afectadas, protestan junto con el gobierno de Estados Unidos. México contesta abiertamente que las estaciones fronterizas (especialmente la XERA y XEAW, propiedad de Brinkley) son “el baluarte de que disponemos para hacer respetar nuestros derechos al equitativo uso de las frecuencias”. Se programa una nueva conferencia regional de radiodifusión entre los países de América del Norte.
Entretanto, por si fuera poco, México autoriza a estas estaciones a transmitir pláticas sobre astrología sólo en inglés a pesar de que nuestras leyes lo prohiben, con lo que se logra una nueva paradoja ética: “incomunican al comunicar y engañan al informar”.
Por fin, en el intrincado rejuego político se convoca a una junta regional en La Habana para marzo del 37, asiste como delegado e intérprete oficial, Emilio Azcárraga Vidaurreta, quien con el tiempo se vuelve el más peligroso enemigo del doctor Brinkley en México. En diciembre de ese año se firma por fin un convenio entre los países participantes que equivale a una sentencia de muerte para las radiodifusoras fronterizas.
A pesar de esto, Brinkley y su ingeniero en jefe, Jim Beldon, trabajan activamente para aumentar la potencia de la XERA y en septiembre del 38 logran, gracias a una serie de innovaciones técnicas, convertirla en la más poderosa del mundo con 520 mil watts.
A pesar de los astrólogos
Las acusaciones contra Brinkley en la prensa norteamericana arrecian, analizan las “medicinas” y desenmascaran todas sus fórmulas (agua y colorantes que vendía en veinte dólares). La Asociación Médica de Texas instituye un boicot inmediato y activo en contra del turismo en México que después se generaliza a otras asociaciones médicas y a otros renglones comerciales, hasta que el país ponga fin a esas emisiones denigrantes.
Brinkley enfrenta y pierde un juicio contra Morris Fishbein, viejo enemigo que durante años siguió los pasos de sus fraudes. Esta derrota desencadena una cascada de demandas. Para pagar vende sus dos aviones, su yate, sus coches y hasta su hospital; entra en franca bancarrota. En su desesperación consulta cada vez más al astrólogo quien le predice nada menos que la Presidencia de los Estados Unidos; él mismo corre la voz y recibe 500 mil cartas urgiéndolo a nominar su candidatura para 1940.
Por fin, en febrero de 1940, tras numerosas presiones, México ratifica oficialmente el Convenio Regional Norte Americano de Radiodifusión, que redistribuye las frecuencias de toda la región y entra en vigor el 29 de marzo del 41. Las estaciones cambian su frecuencia para ajustarse al nuevo reparto y ese mismo día histórico, la SCOP pone el sello de clausurado en las instalaciones de la XERA. Cumplió su misión de instrumento y deja de ser útil, por lo tanto es eliminada.
Brinkley, que jamás se da por vencido, vuela a México en un último intento por recuperarla, pero ya el gobierno mexicano había decretado un paso más: la expropiación.
El derrotado doctor regresa a Del Rio y días después sufre un infarto, lo hospitalizan y meses más tarde, en mayo de 1942, muere de otro infarto. Su esposa Minnie le sobrevive hasta 1980, y su único hijo fallece cuatro años antes víctima de depresión y alcoholismo.
Murieron sucesivamente las tres estaciones del mago Brinkley: KFKB, XER y XERA y luego él. Desafortunadamente su escuela no desapareció ni mucho menos, los que aprendieron a su lado las innumerables chapuzas y muchos otros imitadores surgieron primero en el norte del país y luego se desparramaron.
Tras la historia de este personaje y sus emisoras está un pasaje de la historia de la radio y una trama política en la que México lucha contra su poderoso vecino en una “guerra sucia” por un orden más justo en materia de telecomunicación.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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