Los miserables (Les miserables)
Director: Bille August.
Guión: Rafael Yglesias.
Intérpretes: Liam Neeson, Geoffrey Rush, Uma Thurman, Claire Danes, Hans Matheson, Reine Brynolfsson.
Duración: 131 minutos.
Público: Jóvenes y adultos.
Intérpretes: Liam Neeson, Geoffrey Rush, Uma Thurman, Claire Danes, Hans Matheson, Reine Brynolfsson.
Duración: 131 minutos.
Público: Jóvenes y adultos.
Parecería que nada original cabría ya decir sobre una historia tan conocida —convertida también en un espectáculo musical, que ha dado la vuelta al mundo—. Todo lo contrario. Y el mérito de esta recreación apasionante y apasionada de la obra de Víctor Hugo es en primer lugar del guionista Rafael Yglesias, que centra la atención en la definición de los personajes, ahonda en su alma y sentimientos. Sin perderse en sucesos menores ni en ambientaciones de época, traza el sólido núcleo de la historia entre los cuatro protagonistas: Jean Valjean, el odiseo héroe (Liam Neeson); el inspector Javert, el malvado antagonista (Geoffrey Rush); la desgraciada prostituta Fantine (Uma Thurman) y su enamorada hija Cosette (Claire Danes). Con un texto consistente y unos diálogos precisos, estos grandes actores han dado auténtica vida y naturaleza a sus personajes, ya clásicos.
Bille August sigue el espíritu del guión, centrando también su cámara en estos personajes y en sus rostros, sin aligerar el ritmo denso de la tragedia humana con panorámicas de paisajes, plazas de mercado o interiores sórdidos o suntuosos…; no, todo va de alma en alma, casi sin respiro. August dirige con sobriedad, facilitando el entramado y encadenamiento de unas vidas —los miserables— aparentemente marcadas por un sino adverso.
La película mantiene y subraya eficazmente, en los momentos precisos, el sentido cristiano de la vida, la muerte, la alegría y el dolor, de modo que tanto los protagonistas como los secundarios cobran verdadera profundidad. Y como el referente novelístico (pero dejando bien sentado que tiene un gran valor en sí misma), la tragedia romántica acaba al modo clásico: con el castigo del mal y el triunfo del bien.
Bille August sigue el espíritu del guión, centrando también su cámara en estos personajes y en sus rostros, sin aligerar el ritmo denso de la tragedia humana con panorámicas de paisajes, plazas de mercado o interiores sórdidos o suntuosos…; no, todo va de alma en alma, casi sin respiro. August dirige con sobriedad, facilitando el entramado y encadenamiento de unas vidas —los miserables— aparentemente marcadas por un sino adverso.
La película mantiene y subraya eficazmente, en los momentos precisos, el sentido cristiano de la vida, la muerte, la alegría y el dolor, de modo que tanto los protagonistas como los secundarios cobran verdadera profundidad. Y como el referente novelístico (pero dejando bien sentado que tiene un gran valor en sí misma), la tragedia romántica acaba al modo clásico: con el castigo del mal y el triunfo del bien.