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¿Qué no podremos hacer en el tercer milenio?

Hace años, un inglés, director de una firma de relaciones públicas, narraba en una conferencia cómo, durante la convalecencia de una hepatitis, tuvo tiempo para pensar y pensar. Gracias a la enfermedad, en forzosa suspensión del tiempo, sus pensamientos avanzaron siguiendo la plácida relajación del cuerpo. Imaginó cómo le gustaría ver a su empresa veinte años después. Lo escribió en un papel, lo guardó en lugar seguro y, en cuanto estuvo sano, se puso a trabajar para lograrlo. A los diez años, cuando yo lo escuché, ya casi alcanzaba sus metas. Su firma se había extendido a muchos países y estaba considerada entre las mejores del ramo.
Aunque no esté en nuestro «haber» una empresa con posibilidad de hacerse transnacional, cada quien contamos con un maravilloso proyecto por delante: nuestra propia vida. Independientemente de lo que ocurra alrededor, ese proyecto está a nuestro alcance, y si bien cualquier día es bueno para iniciarlo, la magia y la simbología de las tres cifras redondas de este año, de este nuevo ciclo que comienza, son magnífico pretexto para iniciar planes.
Cada vez que uno inicia un proyecto, sopla un viento refrescante, entusiasma ver hacia el futuro y pensar que ese plan dará magníficos resultados. Los mejores proyectos requieren, creo yo, varios ingredientes: primero, soltar las riendas a la imaginación, soñar, pero no un sueño como el que define el diccionario cosa que carece de realidad o fundamento, sin probabilidad de realizarse, sino como la ilusión del logro, de alcanzar metas, porque si nos ponemos excesivamente racionales, corremos el riesgo de caer en el pesimismo estéril. También se requiere un poco de paz, serenidad para plantear los escenarios y, sobre todo, voluntad para llevarlos a cabo.
Hay que imaginar un futuro diferente y ponerlo en práctica, antes que nada en nuestra propia vida. Ampliar horizontes de esperanza y cerrar el paso a los fantasmas que quieren retomar cuerpo e imponerse en el próximo milenio.
El proyecto para este milenio que comienza viene cargado de promesas. Podríamos aminorar el paso, hacerlo más firme, vivir con menos prisa. Esforzarnos por trazar, como dice Susanna Tamaro, «un camino para crecer en la propia interioridad y conciencia, en la comprensión propia y de los demás. Un camino para aprender a cultivar la alegría, el equilibrio espiritual, el amor, sin rehuir la fatiga, el sufrimiento, la puesta en práctica de un proyecto personal que es al mismo tiempo colectivo».
PD. Agradecemos la creatividad y apoyo de Mas Diseño que, durante cinco años, forjó la imagen gráfica de ISTMO. Su cálido profesionalismo nos permitió trabajar como un solo equipo.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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