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Cómo surgieron 1500 microempresas. Fundación ProEmpleo Productivo

Crear empleo, fomentar la seguridad y el espíritu emprendedor, ofrecer a la gente la posibilidad de iniciar su propio negocio y brindarle asesoría continua son tareas a las que se aboca la Fundación ProEmpleo Productivo A. C. Nobles quehaceres que además exigen logros rápidos, «contantes y sonantes», porque a la gente sin empleo le urge recuperar la fe en sí misma y ver resultados inmediatos.
En sus cinco años de vida, ha capacitado a casi ocho mil personas de las que 38% montó un pequeño negocio estable. Trabaja en 8 centros dispersos en el área metropolitana y los organizadores consideran que han generado aproximadamente 12 mil empleos que giran alrededor de 1,500 proyectos distintos. Estos cursos enseñan a la gente que no hay que esperar a las coyunturas favorables, sino crearlas.
Conocer los resultados positivos de la Fundación es ya una buena noticia, pero escuchar historias diferentes de personas ¾con nombre, apellido y circunstancias generalmente adversas¾ que han modificado su vida a raíz del contacto con esa institución es en verdad estimulante.
Para impulsar esta labor, los responsables de la Fundación se dieron a la tarea de entrevistar a muchos egresados de los cursos y editaron un volumen con cuarenta casos reales narrados por sus protagonistas. Algunos parecen cuento de hadas: mi vida era un caos, no encontraba trabajo, estaba sólo y deprimido, alguien me sugirió que acudiera a la Fundación y mi vida cambió.
Dos principios animan a esta fundación: primero, que la gente que se acerca a ella pueda rápidamente iniciar una actividad productiva en ventas o con una microempresa; segundo, darle seguimiento para que cuente con apoyo técnico: conocimientos elementales de organización y contabilidad para manejar una empresa familiar.

TODOS APRENDEN

¿Cómo se logra esto? En sus primeras andanzas, la Fundación ofrecía solamente cursos de capacitación en oficios, pero pronto se vio que no era suficiente: la gente aprendía conocimientos técnicos pero no sabía servirse de ellos para sobrevivir; no imaginaba cómo ofrecerlos ni cuánto cobrar. Esta realidad llevó a los directivos a reorganizar sus servicios en busca de mayor eficacia.
Se percataron de que la mayor necesidad de una persona desempleada es confianza en sí misma, convencerse de su valor y su capacidad de logro, de modo que el primer módulo se llama Desarrollo humano (autoestima y plan de vida) con una duración de 4 horas diarias durante 4 semanas consecutivas; después viene Ventas (cómo vender y sus técnicas), se subraya que en todos los casos, ya sea que uno ofrezca servicios o productos, hay que saberlos vender. El tercer curso es Administración (planeación y organización), y por último, Desarrollo de proyecto o mejora de empresa.
Estos cursos del área llamada microempresa son el meollo de lo que aporta la Fundación, conocimientos que imparten empresarios y profesionales expertos en sus áreas, algo que prácticamente no se encuentra en otro lugar; insisten a los participantes que indaguen cuáles son las necesidades de la gente de su alrededor para que busquen de qué modo satisfacerlas.
Los programas e instrumentos de capacitación están diseñados para lograr que cada individuo incremente su autogestión, negociación y productividad para que se traduzca en mayores ingresos y mejor calidad de vida. Pero no es suficiente echar a andar un negocio, quien lo requiera seguirá recibiendo asesoría el tiempo que haga falta.
Se ha beneficiado con estos cursos gente de todas edades y condiciones sociales, sin estudios o con licenciatura terminada, no hay ningún filtro al momento de ingresar. Para un alto porcentaje de los participantes, ese aprendizaje fue la plataforma de impulso para crear su pequeño negocio, para otros el despegue o enderezamiento de microempresas que iban a la deriva y a otro tanto le inculcó seguridad y conocimientos para volver a emplearse con una visión más amplia de lo que implica sacar adelante un negocio.
Los cursos logran minar ideas y prejuicios que frenan el afán de emprender de muchos mexicanos, como que la escuela es sólo para los jóvenes, que para iniciar un negocio es indispensable un capital o que los negocios son sólo para hombres y las mujeres no saben ocuparse de la organización ni la contabilidad. Un aspecto fundamental es ayudar a la gente a sacar el mayor provecho de los cambios, poniendo en sus manos recursos para desarrollar sus talentos.
TAREA CONGRUENTE CON EL GREMIO EMPRESARIAL

Ante el cúmulo de necesidades que atenazaron a nuestro país con la crisis de 1995, varios empresarios decidieron reunir aportaciones para atenuar los daños y apostaron por un proyecto que ayudara de forma rápida y eficaz a los desempleados. Así se integró esta fundación en cuyo patronato figuran: Alfredo Achar, Jorge Gallardo, Ari Kahan, Carlos Ludlow, José Morales, Lorenzo Servitje y Raúl Solis, quienes, apoyados por muchos otros empresarios y profesionales, se empeñan en sostener y crecer este agente de cambio.
Cinco años después narran con gusto su proyecto y hablan de los planes a futuro. Hasta ahora, quienes desean iniciar su microempresa y carecen de fondos, deben encontrar ayuda por su cuenta, pero la Fundación está tramitando financiamiento institucional de parte de Rotary International.
En esta época de globalización y crecimiento corporativo es indispensable enseñar a la gente a ser emprendedora a pensar por sí misma, a imaginar y resolver sus problemas, no sólo con buena voluntad y confiando en la suerte, sino ayudada por los conocimientos empresariales e impulsada por personas con experiencia que han bregado largos años en sus negocios y tienen mucho que aportar.
Durante décadas se difundió en México una ideología que veía en la actitud empresarial sólo un afán individualista y explotador, casi enemigo del bien común y no una forma de crear riqueza, por lo que no se fomentó el deseo ni la capacidad de emprender. En la Fundación han comprobado que una vez que se despierta este deseo, la creatividad y el ingenio, cualidades indiscutibles en el mexicano, son un potente motor. Para mucha gente la fundación ha sido sinónimo de descubrimientos: cualidades de sí mismos y de otros que no sabían cómo hacer rendir.
Las oficinas de la Fundación ProEmpleo Productivo están en Paseo de la Reforma 234, mezzanine B y el teléfono para informes es 5511-0604.
La labor de ProEmpleo se valora más cuando se encuentra hecha vida. Presentamos dos botones de muestra.
Pero ni siquiera tengo dinero
Juana Trinidad López García vivía en Ixtapalapa, pero desde que enviudó, hace ya quince años, se trasladó a Nezahualcóyotl, donde sus hijos, ya casados, pagan la renta de un cuarto y la mantienen. Nunca ha trabajado fuera de su casa y al morir su esposo canceló mentalmente su futuro y empezó a compadecerse de sí misma. Ver la televisión, rezar en la iglesia del Señor de las Maravillas y lamentar el vacío de su vida eran sus ocupaciones, cuando el párroco le recomendó acudir a un curso de la Fundación ProEmpleo.
En la primera semana, el curso de desarrollo humano me pareció muy interesante, a pesar de que hablaban de muchas cosas que ni siquiera entendía, pero en cambio otras que me estaban proporcionando demasiado beneficio, como por ejemplo, técnicas para quitarme los miedos y consejos para afrontar de frente las cosas.
Juana completó su primer módulo con entusiasmo y al final se echó a llorar por el gusto que le dio hablar con sus compañeros de sus habilidades y defectos. Había decidido no acudir las siguientes semanas porque sabía que se trataba de iniciar un proyecto de negocio. Su caso era diferente, con más de 66 años pensaba que sólo le quedaba esperar la muerte, carecía de estudios, apenas sabía leer y escribir y no tenía un centavo para invertir en un negocio. Resumió que el tren se le había pasado.
Sin embargo, como no tenía nada mejor qué hacer, volvió a la siguiente semana, pero ponía constantes pretextos para no abocarse a un plan de negocios, por lo que su capacitador habló con ella y le preguntó qué era lo mejor sabía hacer de la casa o de comida. Explicó que todos le alababan una salsa mexicana con aguacate, jitomate, cilantro, cebolla y chile; le pidieron que al día siguiente llevara una poca. Lo hizo, la probaron todos sus compañeros y le dieron el visto bueno.
Entonces el capacitador le sugirió no acudir a clase los siguientes dos días, hacer una olla de salsa, ponerla en vasitos de plástico con una tapa de papel y una liga, e irlos a vender en 5 pesos a la tortillería más cercana. Como no tenía ni para esos gastos, le prestó 100 pesos. El lunes siguiente Juana regresó feliz a pagar el dinero prestado y a contar cómo había vendido toda la salsa.
Un tiempo después Juana vende aproximadamente 45 vasitos diarios en varios lugares y gana 120 pesos diarios. Mi vida cambió por completo, hoy puedo valerme por mí misma y me considero una persona productiva.
Hay que buscar las metas y las ventas
Ezequiel Viñales leyó en una revista que el arte no se opone a los negocios por lo que resolvió capacitarse en ventas y promoción. Su suegra le informó sobre los cursos de la Fundación ProEmpleo pero dijo que ni hablar, a los 59 años no estaba en edad de regresar a la escuela. La insistencia de su esposa fue tal, que en febrero de 1998 acudió, aunque con pocas ganas. A diferencia del caso de doña Juana, las clases de desarrollo humano le aburrieron un poco.
Lo que me interesaba empezó a la siguiente semana. Me sentí de nuevo en la escuela y me resultó muy agradable recordar aquellos años de estudiante. En ProEmpleo tomaba mis apuntes y por la tarde buscaba tiempo en mis labores artísticas para leer y analizar a fondo los conceptos, buscando la manera de aplicarlos a la elaboración de mis tableros de ajedrez.
Desde hace quince años fabrica piezas artesanales con alto valor artístico, juegos de ajedrez con todas las figuras talladas a mano. Antes de tomar los cursos colocaba pedidos a bajo precio por unos 8 mil pesos mensuales, con pocas utilidades. Familiares y amigos presionaban para que entendiera que del arte no puede vivir toda una familia, pero sistemáticamente se negaba a aceptarlo, hasta que en ProEmpleo aprendió que también requiere de promoción, buscar al cliente y dar a su trabajo un enfoque de negocio.
Su clientela había estado en la Ciudad de México, entonces decidió aventurarse a Cozumel y Cancún donde hay mayor afluencia turística que puede valorar y pagar sus piezas. En diez días levantó pedidos para varios meses de trabajo cobrando casi el doble, porque antes prácticamente regalaba su trabajo.
Un poco después, cuando ya había experimentado los beneficios que trae el cambio de actitudes, al ver a sus hijos jugando en Internet se animó a incursionar él mismo y así encontró en Suiza a su actual distribuidor para Europa. Aunque en pequeña escala, don Ezequiel ha entrado de lleno al mercado internacional sin dejar de hacer lo que le apasiona: pequeñas obras de arte.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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