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El reto educativo: lograr un sabor de excelencia

Educar es un proceso permanente y dinámico, de perfeccionamiento integral de cada ser humano. Es por ello que educarse significa ir en busca de la excelencia personal «calidad» y «educación» siempre van aparejadas.
Estrictamente hablando no hay «mala educación», sino escasa educación o falta de ella. El grado de formación que tengamos mucho o poco en cada esfera de la cultura siempre será bueno, porque nos habrá hecho mejores en algo o en alguna medida.
Hablar entonces de una «educación de excelencia» significa buscar que lo poco se convierta en mucho, ir a más y mejor en cada esfuerzo y producto educativo.
Podemos encontrar algunas claves para saborear la excelencia en la acción educativa.

PARTIR DE LA REALIDAD

¿Qué puede esperarse del desarrollo de un país con promedio de escolaridad «infantil»?
México es una nación de contrastes: geográficos, culturales, socio-económicos esto se refleja en su proceso educativo y sus resultados. Esta realidad, con poco que se le descuide en el gobierno, causa profundas brechas de desigualdad que «tocan» la injusticia social y frenan el desarrollo del país.
Hoy, se encuentran graves rezagos educativos en zonas marginadas; recursos tecnológicos y variedad de oportunidades culturales centralizadas en zonas urbanas; planteles escolares con un abismo de diferencias en instalaciones, funcionalidad y mantenimiento; condiciones de trabajo discrepantes para los docentes, salarios tradicionalmente bajos para quienes tienen en sus manos nada menos que la formación del potencial humano que determinará el futuro del país.
Veamos algunos reflejos de los ingredientes que forman nuestra realidad educativa:
De acuerdo con el censo poblacional del año 2000, el promedio de escolaridad de los mexicanos era de 7.6 grados se pretende llegar a 10 en un mediano plazo, lo cual indica haber dejado atrás la sombra del analfabetismo (si bien no en su totalidad) y conseguir un promedio levemente superior a la educación primaria (o tal vez no llegue a ello si se toma en cuenta la etapa preescolar).
Pero, ¿es real este promedio de escolaridad?, ¿representa en la práctica un nivel académico suficiente siquiera para conseguir un empleo de remuneración superior al salario mínimo?, ¿proporciona la formación necesaria para educar a los hijos?
De cualquier forma que se vea, 7.6 grados es apenas un nivel infantil como promedio en una población de adultos.
Por otro lado, México ha dejado huella positiva al invertir y distribuir libros de texto gratuitos para la educación primaria; pero no puede olvidarse que ciertos sectores de la sociedad con frecuencia han protestado por cómo abordan ciertos contenidos.
También se han establecido mecanismos para expandir los servicios de capacitación y perfeccionamiento del magisterio nacional. Pero, a veces muy politizados y otras absurdamente limitados a algunas ofertas del sector público, han dejado «fuera de puntuación» la gama de posibilidades que ofrece el sector privado, algunas de ellas con aportaciones de gran calidad y con opciones de financiamiento o becas.
A lo largo de los años se ha abierto una notable brecha entre la educación pública y la privada, en vez de tender puentes y aprovechar recursos hacia un fin común. Si un maestro quiere «hacer carrera» en educación pública, debe hacerlo con estudios del sector público y viceversa, aún cuando no siempre le satisfagan las opciones de actualización que ese sector le ofrece.
En teoría, la educación primaria cubre aproximadamente 90% de la demanda potencial en México; pero ese 10% restante representa cientos de miles de niños mexicanos que no van a la escuela por situaciones socio-económicas especiales: familias migrantes jornaleros agrícolas, por ejemplo, niños que viven en la calle o zonas marginadas, rurales o indígenas
Los contenidos educativos, cada vez más abundantes y variados, algunas veces resultan motivantes para los educandos y otras más se disparan de su realidad vital y necesidades de supervivencia.
El avance de la informática, de indiscutible impacto en la enseñanza, llega muy tarde a las escuelas del país y muchos maestros no están capacitados para usarla. La informática educativa es todo un reto en el presente y futuro inmediato.
Los medios de comunicación en especial la TV han sido en las últimas décadas «el agente educativo» o «deformativo», según sea el caso, con mayor protagonismo en la formación de las nuevas generaciones. En todos los medios socioeconómicos, la TV absorbe la mente de niños y adolescentes, al grado de que gran parte de ellos pasan más tiempo frente a la pantalla que en la escuela, y la mayoría sin la supervisión de sus padres.
Los videojuegos «sobre estimulan» a los niños, y los padres y profesores «van lentos» en sus estrategias educativas, pues con frecuencia no saben utilizar esos recursos ni tienen idea de sus consecuencias formativas o deformativas.
El abanico de reflexiones sobre la realidad educativa nacional podría ser interminable. Baste sintetizar lo siguiente:
Es positiva:

  • la conciencia de realidad que se busca hoy día para pisar en firme e intentar mejorar apoyándose en los aciertos
  • la progresiva expansión de los servicios educativos de todos los niveles
  • la distribución a nivel nacional de libros de texto gratuito y la apertura a obras de editoriales del sector privado
  • la cobertura educativa vía EDUSAT
  • los esfuerzos de perfeccionamiento docente y mejora de las condiciones de trabajo, en algunos casos
  • la reciente iniciativa de ley para que la etapa preescolar sea obligatoria (los cimientos de la educación de calidad están ahí)

Aún hay mucho por mejorar en:

  • diseño y articulación del currículum educativo planes y programas desde preescolar, donde hay un enorme vacío de planes y programas, hasta las escuelas normales
  • retribución, apoyo e impulso al maestro
  • la toma de conciencia de la sociedad sobre la educación como responsabilidad de todos
  • el establecimiento de puentes y sinergia de trabajo entre la educación pública y la privada
  • el decidido cuidado a la infraestructura de los planteles escolares
  • el incremento y uso racional del gasto educativo
  • el vínculo entre escuela y familia
  • cómo facilitar servicios de educación básica a toda la población del país

Sin duda, la realidad tiene «luces y sombras». No obstante, México ha hecho un claro esfuerzo en materia educativa en la segunda mitad del siglo XX.
MAESTROS DE ALTURA
El maestro es «pieza angular» en la calidad del servicio educativo. Un buen maestro lo es hasta en el peor plantel y un mal maestro hasta en la institución con los mejores recursos.
Las escuelas con altos índices de calidad cuentan con profesores creativos, esforzados y decididos; seguros de sí mismos y amantes de la profesión.
Aunque el aula, plantel y hábitat del ejercicio magisterial apoya y facilita o dificulta el proceso de enseñar y aprender, no es lo más importante. Ser «maestro», en el sentido profundo y tradicional del término, significa mucho más que ser docente.
Se denomina «maestro» al experto, a quien sabe y sabe enseñar a otros, a quien tiene bajo su tutela vidas jóvenes ávidas de aprender y las forma es decir, educa y no sólo «informa». Por ello, ser verdadero maestro en el terreno pedagógico implica ser educador.
Para ser buen maestro, antes hay que ser buena persona. Por tanto, es tarea de primer orden para el desarrollo del país invertir aún más en la formación didáctica y humana del profesor, en cultivar la vocación magisterial, revalorizar al magisterio y dar a los auténticos «maestros» el lugar que les corresponde en la sociedad.
En las escuelas normales se capacitan los maestros que ejercerán la docencia en los próximos 30 años ¿Qué conoce la sociedad de las escuelas normales?, ¿qué se hace por ellas?, ¿qué provocó la casi total desaparición de las normales privadas?, ¿tiene el Estado la facultad única y la capacidad real para formar a todos los profesores que requiere el país?
El maestro que se prepara hoy es quien hará posible a través de su acción educativa con las nuevas generaciones el desarrollo del país en el siglo XXI.
Su formación supone integrar y equilibrar su saber, su hacer y su ser; es decir, su conocimiento científico-académico, su habilitación didáctica y su formación ética.
Es preciso, por tanto, invertir a fondo en educación. El motor que impulsa el desarrollo de un país es la educación del pueblo; y el maestro es el director de ese proceso.
Si se aspira a desarrollar un «México de primer mundo», es preciso animar una educación a ese nivel, formar y retribuir maestros a la altura de ese propósito, y sostener escuelas normales de vanguardia.

PADRES Y PROFESORES, EL MEJOR EQUIPO

El proceso educativo (PE) en el que se encuentra inmerso un niño o adolescente cuenta con varios agentes educativos: padres, profesores, entrenadores, ministros de culto, medios de comunicación, etcétera; pero de todos ellos, los padres son los principales por derecho y deber, los primeros y permanentes en el tiempo, los íntimamente ligados por lazos biológicos y axiológicos.
Los padres son los educadores naturales y de mayor trascendencia, los más radicales formadores o deformadores de los niños.
La enseñanza básica en sus distintos niveles inicial, preescolar, primaria y secundaria se propone como finalidad última la formación integral del educando. Esta meta sería una utopía si se descuida o deja de lado la necesidad de coordinar este esfuerzo con el de las familias de los alumnos.
Educación integral implica educar en todos los valores, formar en todas las áreas de la personalidad, actualizar todas las potencialidades del ser. Y esto sólo es posible cuando se integran y coordinan los distintos agentes educativos, en especial aquellos dos que comparten la misma finalidad: padres y profesores. A cada uno corresponde la responsabilidad específica de formar en ciertos valores y compartir la responsabilidad de la formación integral.
Cuando no se da esta coordinación, sobreviene la «caída de autoridad» de una o ambas partes, el bajo rendimiento de los educandos, la contraposición o choque entre ambas fuerzas, la pérdida de seguridad en el niño y, finalmente, la ineficacia en el proceso educativo.
Los elementos básicos que intervienen en el proceso educativo son tres:
a) El educando (niño-adolescente-joven), en sus dimensiones biológica, psicológica y social.
b) Los agentes educativos, padres y profesores; quienes deberán saber hacer su función educativa y ser ejemplo de aquello en lo cual desean educar.
c) El contenido de la educación, compuesto por todos los valores que integran la cultura, de los cuales los padres son particularmente responsables de algunos (valores afectivos, morales, religiosos) y los profesores de otros (valores intelectuales, sociales, estéticos, físico-motores).
Entre padres y profesores debe generarse un diálogo constante, iluminado y animado por la finalidad última compartida y orientada al servicio del educando, cada uno en su ámbito, pero en coordinación y apoyo mutuo.
Toca a la escuela tomar la iniciativa de coordinarse con la familia, por ser los profesores «educadores profesionales» quienes cuentan con los conocimientos y recursos técnicos para establecer un vínculo adecuado a través de: programas sistemáticos de orientación educativa a padres de familia, organizar «consejos de participación» comunitaria e impulsar las «asociaciones de padres de familia» con un enfoque de servicio educativo y no sólo de apoyo material a la escuela.
La excelencia en la educación no se cocina sólo en la escuela, toda la sociedad empezando por la familia comparte la responsabilidad. Es tarea de todo el país.
Capacitar al magisterio para que oriente a los padres de familia y sistematice este servicio como parte permanente de la vida escolar es factor fundamental de la inversión educativa.
Lo que se siembre en la educación de los padres a través de la escuela, se cosechará en la formación integral de los alumnos.

EDUCAR PARA LA VIDA

La educación sirve para perfeccionarnos como personas. En la vida cotidiana eso significa ser mejores padres, hijos, hermanos, amigos saber más, hacer las cosas mejor, es decir, satisfacer nuestras legítimas necesidades, ganarnos la aceptación y cariño de los demás, ser útiles a la sociedad, dejar huella positiva en lo que hacemos, ser buenos y, por tanto, felices.
Cuando el contenido educativo nos acerca a lo anterior, resulta significativo y lo hacemos propio. Cuando es ajeno a lo que necesitamos o percibimos como tal, se rechaza internamente a través de la indiferencia, la dificultad de para asimilarlo o el olvido.
El contenido de la educación debe ser significativo para la persona que se educa, con el objeto de que «se quede en ella», es decir, la perfeccione.
¿Cómo explicar que haya chicos que no saben resolver problemas matemáticos en la escuela cuando trabajan como vendedores ambulantes sin tener pérdidas en sus ventas? Los problemas «teóricos» en el salón de clase carecen de significado para sus vidas; los problemas «prácticos» de la calle representan su propia forma de vida. Es factible reprobar en la escuela pero aprobar en la vida y viceversa.
Es significativo lo que se comprende de fondo, se relaciona con otros aprendizajes, satisface los intereses personales, representa alguna utilidad o disfrute, o se aplica a la propia vida.
La relevancia de los aprendizajes escolares es todo un reto para los profesores: educar para la vida, pensando servir al educando más que al programa mismo; desarrollar un currículum educativo que prepare para las exigencias del campo laboral y el desarrollo óptimo del ser hombre o ser mujer.
Revisar la actualidad, utilidad y sentido de los contenidos de la educación es tarea permanente de todos los educadores, padres y profesores. ¿Cómo darle vida al estudio de la historia?, ¿cómo despertar amor hacia una tradición familiar o social?, ¿cómo conectar la escuela con la vida? El primer paso es que escuela y familia entren en conocimiento mutuo.
La enseñanza básica tiene dos tipos de destinatarios o educandos: los niños y sus padres, a fin de que éstos cumplan satisfactoriamente su papel protagónico en la educación de sus hijos, y la escuela pueda apoyarse en ellos para complementar su labor pedagógica.
¿HACIA DÓNDE IR?
El primer paso para lograr un sabor de excelencia en la educación es partir de un diagnóstico de la realidad. Mantenerse en contacto con ella para planear, a partir de lo anterior, a corto, mediano y largo plazo.

  • Elaborar diseños curriculares integrales, que tiendan a formar la personalidad completa, en la medida y de la manera como el educando lo requiere.
  • Lograr escuelas que enseñen lo que es necesario aprender.
  • Estructurar un plan maestro de formación integral que articule los distintos niveles escolares y marque el rumbo a toda la Secretaría de Educación Pública.
  • Hacer de la educación un compromiso social, involucrando a distintos sectores de la sociedad en campañas y tareas concretas.
  • Diseñar, con creatividad, nuevos modelos educativos que se adapten a las necesidades de los grupos marginados. Si el niño no va a la escuela, habrá que llevar la escuela al niño, pero ¿qué modelos educativos requieren los educandos con distintos tipos de discapacidad?, ¿cómo garantizar que los hijos de familias migrantes reciban educación formal?, ¿cómo hacer llegar la escuela a zonas geográficamente aisladas ó marginadas?, ¿cómo educar a los niños que viven en la calle?

Muchas preguntas están aún sin respuesta, como un reto que invita obliga a ser creativos en las propuestas y audaces con los mecanismos de aplicación, a redoblar esfuerzos como educadores, a dar y darnos, a servir a la sociedad, a comprometernos con el desarrollo del país, siendo gestores de soluciones, no de mayores problemas.
La descentralización educativa debe servir para que la educación llegue a todos los que la necesitan, sin impedir la existencia de criterios programáticos de la unidad nacional. Tan importante es regionalizar y, aún más, personalizar el contenido de la educación, como insertarlo en un marco de «cultura de Nación». El desarrollo de la «identidad mexicana» es sin duda un pilar del desarrollo sostenible del país.
En el ambiente virtual y digital que caracteriza el inicio del siglo XXI, es indispensable que los medios masivos de comunicación se comprometan con la educación. Ellos son corresponsables del proceso educativo de la sociedad y como tales es preciso reglamentarlos. El enfoque comercial indiscriminado no debe prevalecer por encima de la educación, pues representa un constante y fuerte contrapeso a los esfuerzos educativos de familia y escuela.
La educación es un derecho natural de la sociedad y un bien público, y por lo tanto debe salvaguardarse por encima de intereses particulares. Reglamentar e integrar la intervención de los distintos agentes educativos es parte fundamental del cómo implementar un proyecto de nación.
Si la acción educativa «vale», es porque tiene valores implícitos; los valores son, por tanto, aquello que marca la calidad del proceso educativo. La educación de excelencia es, finalmente, educación en valores.
La educación es un proceso humano. Por lo tanto, calidad educativa es calidad humana, más que de materiales o recursos. Lo que da sentido y valor a la escuela es promover la excelencia en las personas que forma.
Educarnos es un derecho de todos y representa el mejor servicio que podemos darle a nuestro país. La enseñanza no es un gasto, sino una inversión en un bien que perdura y rinde frutos siempre.
Es preciso invertir fuerte y a lo seguro en educación, «piedra angular» del desarrollo sostenible del país. Invertir en más y, sobre todo, mejores escuelas; en capacitar equipos directivos para la gestión escolar; en formar maestros como educadores verdaderos e integrales; en educar a los padres para que cumplan satisfactoriamente el papel que les toca desempeñar en la comunidad educativa. Todo ello para un único y elevado fin: la formación integral educación de excelencia de las nuevas generaciones.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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