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Spiderman el siniestro o el síndrome del héroe

Invariablemente, cada verano Hollywood nos bombardea con las producciones más esperadas del año. Sin duda, es el mejor momento: no hay escuela, no hay trabajo, no hay nada que hacer. El ocio es quizá el mejor negocio. Aún así, la cantidad de películas disponibles durante este tiempo es apabullante. A pesar de que veo películas para distraerme un rato, termino escribiendo artículos sobre ellas.
¿Recuerdan Spiderman? El verano comenzó con un esperado blockbuster, aunque pronto pasó al olvido, no sólo gracias a la oleada de películas veraniegas, sino al cortísimo grado de atención del espectador promedio. Yo la recuerdo con mucho agrado. No fui el único, pues el fin de semana de su estreno en Estados Unidos recaudó 140 millones de dólares.
Una de las ventajas de no ser crítico de cine es que cualquier película hollywoodense de acción resulta divertida. No me avergüenza sumarme a los millones de espectadores que «no saben de cine». Me tiene sin cuidado si Tim Burton æsegún dicen los entendidosæ es el único capaz de llevar el comic a la pantalla de plata.
Además, para quienes nacimos en los sesenta, el filme goza del encanto de la nostalgia. Marvel Comics lanzó al personaje en 1962 (cuyo abuelo, por cierto, fue un Hombre Tarántula, creado en 1941 por Mort Wesinger). Muchos adultos de hoy disfrutamos de las caricaturas del Hombre Araña y sus comics.
Entre los riesgos de la película está la inmediata comparación con la serie animada (guión de Roger Stern, John Ronita y Frank Giacola). El símil con el comic tampoco le favorece. Los coleccionistas de comics forman una subcultura de aires underground, que mira con desdén esta exitosa producción de Grant Curtis, Ian Bryce y Laura Ziskin.

UN CIERTO SABOR GRIEGO

Por encima de las críticas, el nuevo Spiderman presenta resabios homéricos: hay héroes, hay tragedia, hay destino. Homero y los griegos se dieron cuenta de que el heroísmo es siempre trágico. Los héroes, tanto gringos como helenos, carecen de vida personal. Tienen una misión y unos poderes para llevarla a cabo. Su existencia entera se supedita a su cumplimiento. Así nos lo recuerda a diestra y siniestra Walt Disney en Hércules (entretenidos dibujos animados y pésima introducción a la mitología clásica, dicho sea de paso).
Una araña genéticamente alterada muerde a Peter Parker. El escuálido nerd embarnece de súbito. Se convierte en un tipo ágil y fuerte. Como era lógico, el joven Parker aprovecha sus fantásticos poderes para impresionar a la guapa Mary Jane y romperle la cara a sus enemigos en el salón. ¿Quién no actuaría así con tales posibilidades?
Desafortunadamente, los poderes de un héroe æhable inglés o griegoæ no son para usufructo personal, sino para el honor de la polis o el beneficio de la humanidad. Parker, el adolescente, tarda en entender este código no escrito del héroe y sufre las consecuencias.
Viene entonces el sermoncillo de parte de su tío Ben: «Grandes poderes traen grandes responsabilidades». La lección queda marcada a fuego: un ladrón a quien el joven araña no quiso atrapar asesina al tío Ben.
A partir de entonces, la vida de Parker se convierte en drama griego: la tragedia de ser héroe. El Hombre Araña no puede tener novia ni amigos y su profesión es incomprendida. El destino avasalla su personalidad real y la disuelve en el sentido de misión. El joven estudiante está llamado a servir a la justicia. Pero en el fondo, Spiderman desea seguir siendo Peter, el desaliñado estudiante. No está dispuesto a ser superhéroe de tiempo completo.

HÉROES DE TIEMPO COMPLETO

El Hombre Araña se suma al calvario psicológico de Batman y Superman. Toda una constelación de individuos cuyos poderes los obligan a llevar una doble vida. La tríada Peter Parker, Clark Kent, Bruce Wayne es emblemática de esa ruptura. Su vida privada æfotógrafo, reportero, millonarioæ no cabe en su la «profesional». (Cualquier semejanza con algunos ejecutivos es mera coincidencia).
Son infelices porque carecen de unidad vital. Su proyecto heroico es demasiado trascendental como para dedicarle sólo ocho horas al día. Los héroes carecen de vacaciones.
Lo curioso es que ninguno de los tres se decide a renunciar a lo privado: la fotografía, Louise Lane, la ostentosa mansión. Pretenden jugar al mismo tiempo en dos canchas y, obviamente, pierden en una. Su vida afectiva es un desastre, porque los superpoderes no aumentan las habilidades de relación humana. Los superpoderes dan capacidad para volar por el cielo, no garantizan, en cambio, la madurez y el equilibrio de los sentimientos.
Vista fríamente, resulta patética la existencia de estos héroes de doble vida. Resulta mucho más humana la existencia de aquellos que lo son de tiempo completo: Los 4 Fantásticos, Birdman, Aquaman o Las Chicas Superpoderosas. Dedicados sólo al heroísmo, ejercen abiertamente su vocación. No requieren atención psiquiátrica urgente, pues ya no son de este mundo.
Otros personajes bien distintos del superhéroe son Tin-Tin y Astérix. Se trata de tipos normales que ni de lejos están obsesionados y decantados hacia el heroísmo. Si acaso, la soltería de Tin-Tin puede resultar sospechosa, pero nada de cuidado. No son workaholics. Astérix bebe una poción mágica que le da una fuerza increíble, pero atizarle a los romanos tiene más de diversión que de heroísmo. Es una buena persona que está dispuesta a disfrutar de la vida.

LA TRAGEDIA: DE GRECIA A HOLLYWOOD

Los superhéroes gringos son herederos de los personajes de la Ilíada y la Odisea. Su vida de honor es un calvario. Agamenón, rey de Esparta, abandona su hogar para enzarzarse en la lucha de Troya. Sacrifica su vida personal al honor de los griegos. Al final todo termina mal. Mata a una de sus hijas en bien de la flota griega, su esposa lo engaña con otro y él mismo es asesinado por instigación de su mujer. La historia acaba en un baño de sangre, matricidios, infidelidades, y todo por rescatar a la tal Helena que tan contenta se fue con su amante a Troya.
En la tragedia griega y en la cosmogonía de Hollywood, los héroes no se hacen, nacen. La misión viene desde fuera, o lo que es lo mismo, «ya me cayó el chahuiztle». Lo quieran o no, Spiderman y Aquiles están llamados a ejecutar grandes obras: si se rehúsan sufrirán; si aceptan, también.
Los héroes griegos se saben depositarios del talento y la misión, su vida familiar y afectiva pasa a segundo plano. Los superhéroes, al menos la tríada de la que he hablado, intentan conciliar ambas esferas y fracasan.
Herbert Marcuse advirtió que la felicidad no es un valor social. La civilización se preocupa por promover internet, no la felicidad. Vivimos en una sociedad que quiere formar héroes: el super ejecutivo, el super millonario, el super cantante y, a fin de cuentas, lo verdaderamente importante es la felicidad. Está bien que nos enseñen a ganar dinero. Está bien desarrollar habilidades directivas. Está bien templar el carácter. Sin embargo, todo esto es irrelevante si no nos hace felices.
Prefiero a Chandler y Phoebe, de la serie Friends, que a Spiderman. Me temo que el Hombre Araña necesita prozac para vivir y que Freud incluiría a muchos superhéroes en su catálogo de lo siniestro.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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