¡Que se mueran los intelectuales!
Armando González Torres
Ensayo
Joaquín Mortiz. México 2005. 172 págs.
Armando González Torres
Ensayo
Joaquín Mortiz. México 2005. 172 págs.
Con textos cortos y amenos, González Torres explora los avatares típicos del mundillo de los creadores y consumidores de cultura. Airea paradojas, imposturas, lugares comunes y vicios del quehacer intelectual ante los que él mismo no se considera ajeno, sino un componente más que externa su perplejidad.
Para sondear las nuevas amenazas y tentaciones en que pueden incurrir los intelectuales de hoy, dialoga con varios escritores y pensadores (Orwell, Steiner, Conolly, Naipaul, Merquior y Jabés), quienes a su vez tomaron distancia para cuestionar su propio quehacer y ejercer como críticos de la crítica.
González Torres defiende el ejercicio lúcido del prejuicio, «ponderación equilibrada del pasado y escrutinio razonado hacia la novedad». Se mofa de las trampas de la vida académica y de la excesiva especialización, que erige muros a la lengua franca de la inteligencia; de la «felicidad intransigente», concebida ahora como derecho civil inalienable; y de la contracultura, donde la irreverencia es la nueva urbanidad y el escándalo, principal mecanismo de ascenso.
Con cierto aire zaidiano (también se burla de las eternas e inevitables influencias que hacen prácticamente imposible la originalidad) el libro deja un buen sabor de boca porque se aplica su propia receta del humor «siempre revelador y piadoso» para tomarse menos en serio la parodia de la «culturita».
Para sondear las nuevas amenazas y tentaciones en que pueden incurrir los intelectuales de hoy, dialoga con varios escritores y pensadores (Orwell, Steiner, Conolly, Naipaul, Merquior y Jabés), quienes a su vez tomaron distancia para cuestionar su propio quehacer y ejercer como críticos de la crítica.
González Torres defiende el ejercicio lúcido del prejuicio, «ponderación equilibrada del pasado y escrutinio razonado hacia la novedad». Se mofa de las trampas de la vida académica y de la excesiva especialización, que erige muros a la lengua franca de la inteligencia; de la «felicidad intransigente», concebida ahora como derecho civil inalienable; y de la contracultura, donde la irreverencia es la nueva urbanidad y el escándalo, principal mecanismo de ascenso.
Con cierto aire zaidiano (también se burla de las eternas e inevitables influencias que hacen prácticamente imposible la originalidad) el libro deja un buen sabor de boca porque se aplica su propia receta del humor «siempre revelador y piadoso» para tomarse menos en serio la parodia de la «culturita».
