Si me fabrico una personalidad para interactuar en el mundo virtual, ¿se puede decir que estoy jugando, socializando, creando, mintiendo, aprendiendo a vivir o ampliando horizontes? ¿Me engaño a mí misma, engaño a otros o simplemente pierdo el tiempo?
¿Cómo definir el mundo virtual? ¿A qué patrón se ajustan las «personas» o «multitudes digitales» que se mueven en él? ¿Se les pueden aplicar las formas de definir al ser humano? ¿Qué es ese mundo que nos permite jugar con el tiempo y el espacio y nos da la oportunidad de crear «otras» realidades para mostrar lo que pudo ser, lo que podría ser o lo que querría ser?
Cuando sabemos que ya hay hombres y mujeres que se sostienen en la vida real con lo que cobran por sus servicios en un mundo virtual como el de Second Life, ¿dónde podemos ubicar la frontera entre lo real y lo virtual? Dónde si, por ejemplo, desarrollarme con una personalidad ficticia en un mundo virtual me da seguridad y eleva mi autoestima en el mundo real.
Si alguien duda todavía que el creciente uso de internet transforma nuestra forma de vivir, aprender, socializar y reaccionar ante los estímulos, le bastará leer los artículos de este número de istmo para comprobarlo.
«Cómprese una nueva vida? aunque sea virtual», habla de Second Life, ese mundo digital creado por Philip Rosedale al que se integra un promedio de 8 mil nuevos habitantes cada día. Lo que empezó como un pasatiempo ha llevado a que escuelas y compañías como Reuters, IBM y otras, lo utilicen ahora como escenario virtual para modelar problemas reales y estudiar la eficiencia de los servicios que ofrecen.
Por otro lado, hay ya documentación para demostrar cómo la GNet (Generación Net) aprende, reacciona y vibra de manera distinta por y con la influencia de la tecnología. La fórmula, dice el autor, parece ser: «con la computadora e internet todo, sin ello prácticamente nada». Educar a estos niños y jóvenes es un reto sin precedentes.
Hablamos también de un muro que crece día a día y separa a los que tienen acceso a internet de quienes carecen de él y, además, presentamos ese nuevo activismo en la red con los blogs: modalidad que permite a cualquier ciudadano comunicar, ya sea sus más entrañables emociones y experiencias, o convertirse en corresponsal ambulante con un teléfono, cámara y conexión a internet. Con esto, un porcentaje de la comunicación humana pasa del discurso unilateral de los medios de comunicación a un fenómeno situado entre la conversación, el debate y la participación.
Además del mundo virtual, istmo aborda en estas páginas muchos otros asuntos del ámbito empresarial e inquietudes sociales diversas; por ejemplo ¿sería factible enlatar la virtud de la hospitalidad y pagarla con tarjeta de crédito?