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Entrevista con Ernesto Bolio: Del placer a la adicción

¿Qué es el placer, por qué atrae tanto el placer prohibido?
Antes que nada aclaremos que en el ser humano hay dos tendencias naturales muy evidentes: la tendencia al placer, todos tenemos una estructura biológica orientada al placer, que se regula a través de la templanza o autodominio, y la tendencia a evitar lo difícil, que se controla o maneja a través de la fortaleza, la virtud de acometer, ser audaz y soportar la dificultad.
El placer es la consecuencia de estimular estructuras que generan neurotransmisores que actúan sobre el organismo. Al definir «placer» es importante distinguirlo del «gozo», ya que el primero está más en la línea de lo corporal; en tanto el segundo corresponde al plano espiritual. La contrapartida del placer es el dolor, mientras que la del gozo es el sufrimiento.
¿Existen placeres «positivos» y «nocivos»?
Podríamos decir que placer positivo es aquel que no implica perder de vista la perspectiva de otras cosas importantes. Por ejemplo: el placer del descanso puede impedir atender a los hijos o realizar algún trabajo. Determinar si es positivo o no depende del objeto, la intención y las circunstancias.
Las personas solemos pensar que el placer nos dará la felicidad, pero como está arraigado a lo sensible es sólo una fantasía. Además, el ser humano se satura, necesita varios tipos de placeres porque se harta y constantemente busca algo diferente, parece que en los animales no es así, ya que tienen mucha mayor capacidad para el placer sensible. Este placer adormece una parte de nosotros y entonces es difícil razonar debido a que estamos aletargados.
Cuando un individuo se mete en la vorágine de buscar el placer sensible, le ocurre como al drogadicto, nunca tiene suficiente; eso se revierte y en vez de provocar felicidad sólo genera vacío. Lo que hace reaccionar a alguien que llega al extremo en la búsqueda del placer es precisamente que alcanza un vacío tal que toca fondo y se da cuenta de que por allí no van las cosas, esa es la base para salir del problema y pedir ayuda.
Si el placer fuera inacabable, el hombre acabaría drogado o alcoholizado por siempre, pero habitualmente suele darse cuenta de que no es el camino a la felicidad. En ese momento rectifica y advierte que a través del sacrificio, la renuncia, el esfuerzo y el trabajo encuentra otro tipo de placer, menos sensible, más emocional, espiritual e intelectual.
Por eso casi todos los procesos de ayuda tienen como elemento el servicio. Dar a quien se rehabilita la posibilidad de ofrecer un servicio a otros, aunque sea arduo, da satisfacción, una sensación de gozo distinto que comienza a cambiar la dimensión de las cosas.
¿Acaso la sociedad ha entronizado el placer hasta convertirlo no sólo en un derecho sino en una obligación?
No me parece que la sobreestimación del placer sea actual, sino más bien un fenómeno permanente. Tampoco diría que se ha «entronizado» el placer, sino que ha incrementado su importancia por la difusión de los medios.
Es como el estrés, si alguien no lee el periódico ni ve las noticias, sin duda estará más tranquilo, menos estresado. Con el placer ocurre algo similar. Actualmente es tanta la difusión y propaganda sobre los sitios de descanso, diversiones y distintos placeres que lleva a mucha gente a creer que están por encima de muchas otras cosas en la vida.
Hay un contraste notable con décadas anteriores, antes sólo se pensaba en el deber y ahora sólo se piensa en el derecho, es la ley del péndulo. Sin embargo, no considero que alguien pueda pensarlo como una obligación, yo lo dejaría en derecho.
¿Se distingue la corriente actual del hedonismo clásico?
Definitivamente los clásicos eran más refinados porque calculaban bien: pensaban en el placer y sus consecuencias; buscaban alcanzar el máximo, pero si traía consecuencias negativas de peso, entonces preferían evitarlo. Tenían incluso unas tablas para catalogar los placeres y las consecuencias que implicaban unos y otros.
Ahora, en cambio, se quiere el placer a como dé lugar, sin importar las consecuencias. En ese sentido nos faltaría «refinamiento hedonista» porque al no reparar en las consecuencias no sabemos en qué nos estamos metiendo, pensamos que son placeres inocuos, como en el caso de la pornografía en internet, uno no sabe en qué se esta metiendo y se vuelve adicción. Adicción, quiere decir sin dicción, sin palabras, llega un momento en que el adicto se convierte en alguien que ya no se comunica con el mundo, en un esclavo.
Se supone que la sociedad occidental pasó de la prohibición del placer, que se achaca en gran parte a la Iglesia Católica, a la búsqueda del placer como un derecho.
Es un tema interesante, la Iglesia lo que ha hecho siempre es intentar que no nos vayamos a los extremos, que se encuentre el justo medio, no tomar el placer sensible como fin sino regularlo para que no genere daño ni vacío existencial.
Sin embargo, una visión conventual del tema sugería que disfrutar del placer era faltar a la austeridad. Los seglares intentaban imitar esa forma de vida y con frecuencia ese criterio se quiso imponer fuera del convento. Por ejemplo, algún manual de moral decía que disfrutar demasiado una comida era una falta de templanza, era gula. Esto no puede ser cierto, ya que entonces todos los gourmet vivirían en pecado.
Esa visión no correspondía ni siquiera a la de todos los religiosos, hay una anécdota de Santa Teresa: en una ocación que estaba degustando una perdiz, y le gustaba saborear, alguien le dijo: «Oiga madre, no disfrute tanto» y su respuesta fue muy clara: «Cuando perdiz, perdiz».
Muchas actitudes o costumbres que son parte de la espiritualidad de algunas órdenes religiosas, como la pobreza o el vivir sólo de la limosna, confiando en la providencia divina, no son las más adecuadas para los laicos, cuyas circunstancias son distintas, y al sacarlas de contexto se cae en exageraciones que no corresponden al espíritu cristiano de un seglar.
En el tema del placer como algo prohibido influyó también mucho el protestantismo, por ejemplo, la actitud represiva respecto al sexo es más protestante que católica.
¿Qué relación tiene la prohibición con el miedo?
El tema de los miedos está alimentado por los medios, especialmente por las películas y noticieros. De la percepción de una imagen viene la idea, de allí, el sentimiento y luego el comportamiento se vuelve atracción o rechazo. Si quieres cambiar el sentimiento, habrá que modificar la percepción.
Tengo miedo porque las ideas e imágenes que veo son de miedo, aunque no sea consciente en el momento. La información entra, es procesada y después el organismo decide si es real o no y va actuando en consecuencia. Por ejemplo, yo no tengo miedo a los «poseídos» porque no he visto El exorcista, pero sé de mucha gente que 30 años después de haberla visto aún tiene miedo. Creen saber que son sólo ficciones de las películas pero en realidad están asustados. También hay gente que no padece miedo porque sus neurotransmisores no funcionan bien, como en el caso de personas que son capaces de introducirse tarántulas a la boca y quedar impávidos.
Al hombre, más que fascinarle el miedo, le gusta lo desconocido, que asuste es algo secundario, más bien le interesa lo novedoso, inesperado. El miedo, sin duda, hace sentir emoción.
¿Cuál es la relación entre hastío y vacío?
El ser humano tiene una dimensión corporal y otra emocional y espiritual. La corporal satisface apetitos sensibles, pero cuando trata de llenar la dimensión emocional y espiritual con placeres sensibles se genera un vacío porque no satisface la necesidad espiritual.
En lo físico necesitamos todos los placeres sensibles, pero en lo emocional y espiritual otros tipos de alimento. A nivel físico el abuso del placer produce saturación y en el nivel emocional, hastío. El vacío se da a nivel espiritual, cuando nos falta el alimento debido.
He podido observar ciertas cosas con mayor claridad en mi relación profesional con personas adictas, quienes viven en grado extremo situaciones que nos ocurren a la mayoría en forma más moderada. Por ejemplo, un drogadicto habitualmente es muy promiscuo; el sujeto promiscuo siempre está intentando nuevas relaciones porque siente un vacío, necesita «agua» pero está tomando «carne», no se está alimentando correctamente.
El programa de alcohólicos anónimos se apoya en dos pilares: ponerse en manos de un ser espiritual, llámese Dios, fuerza creadora o en lo que cada quien crea, y ponerse al servicio de los demás. Primero me dejo guiar, me imbuyo en un ser espiritual que le dará espiritualidad a mi vida, y la aterrizo a través del servicio. El hombre no se llena con cosas sensibles, sino con valores, con el sentido de la vida, con lo espiritual.
Cuando hablo de lo espiritual no necesariamente me refiero a un sentido religioso. Si acudo a un concierto, a una buena película o a un museo, me siento diferente, más pleno en el interior, cuando el hombre manifiesta su humanidad se siente pleno. Por el contrario, cuando incurro en excesos o sucesos violentos me siento mal.
Al haberse desterrado las prohibiciones en muchos aspectos ¿se ha erradicado el sentido de culpa?
El sentido de culpa siempre existe, pero se niega. Desafortunadamente, si es reprimido afectará de otra manera. Siempre habrá algo que no nos dejará en paz.
Sólo el psicópata deja de tener culpa. El hombre normal y sano siente culpa. Todos, desde muy pequeños, tenemos noción de lo que está prohibido, si no ¿por qué los niños cuando hacen algo inadecuado no lo hacen frente a todos?, ¿por qué se esconden?
¿Cómo se relaciona el placer con la atracción por lo prohibido?
La tentación es una atracción que tiene tres niveles: presentación del asunto, respuesta del organismo y decisión (ligada al juicio). Sigo la tentación de lo prohibido porque está implicada la libertad. Soy libre de escoger los bienes y suelo preferir los de corto plazo, particulares y sensibles en lugar de los de largo plazo, generales y espirituales. Hago un juicio sobre un bien sensible sin tomar en cuenta otras cosas.
En ocasiones hacer lo prohibido se relaciona con un conflicto con la autoridad, la gente desobedece normas más que por la norma en sí, porque la autoridad que la impone la ha defraudado. Encuentra en ella más afán de dominio y sumisión que un servicio o guía y reacciona retándola o simplemente burla la norma porque le atrae lo prohibido y no le importa acatarla.
¿Qué tipo de placeres provocan adicción?
Todo bien es potencialmente adictivo. Gastar, comprar, el alcohol, descansar, las personas? y va tomando distintos nombres: alcoholismo, sexo dependencia, etcétera.
En realidad cualquier cosa apetecible puede provocar una adicción. Pero además hay estructuras que la facilitan, por ejemplo, hay personas que por problemas de neurotransmisores son obsesivas, compulsivas, por un problema químico o de estructura. Si se encuentran con el placer es más fácil que desarrollen adicción, porque tienen mayor predisposición que una persona sana.
Un trastorno obsesivo compulsivo es terreno fértil para una adicción. Cualquiera puede volverse adicto, pero para alguien así es mucho más fácil.
¿Cómo reconocer cuando un placer se vuelve un problema?
Si ante un bien existe obsesión (pantalla mental ocupada por el bien), compulsión (no es posible parar) y pérdida de control (el bien controla a la persona y no ella a él), entonces se puede llamar adicción. La línea entre el disfrute y la adicción es muy sutil y no se sabe cuándo se cruza. Si no se sufren trastornos como los mencionados, puede que no suceda, pero es imposible asegurarlo.
Actualmente se sabe que el «yo» tiene mucha relación con el «medio». Antes se pensaba que los genes eran independientes del entorno, pero ahora se conocen las mutaciones a causa de su impacto.
Aunque una parte de la solución a la pérdida de control es cuidar que el entorno sea sano, es muy importante la formación de la estructura personal, si una persona cuenta con ella es difícil que caiga en adicciones. Y ¿qué significa tener estructura? Según el concepto de Ortega y Gasset, equivale a ordenar los elementos existentes. Ya sea en el ámbito personal, familiar o social, si existen desórdenes, habrá consecuencias.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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