La sociedad actual está plagada de riesgos reales e imaginarios. Con los primeros, en muchas ocasiones, no podemos hacer nada, porque escapan de nuestro «círculo de influencia», como diría Stephen Covey. ¿Pero qué pasa con los imaginarios? ¿Por qué nos hacen sentir ansiedad, ira o tristeza, de un modo tan intenso como si fueran reales?
Los miedos y angustias irracionales obedecen al conjunto de pensamientos y creencias infundadas que hemos desarrollado al paso del tiempo y que, sin ser lógicas ni demostrables empíricamente, casi siempre tomamos como interpretaciones veraces de la realidad, cuando son justamente lo contrario: sesgos o distorsiones de la realidad.
Este modo parcial y deformado de procesar la información es producto del aprendizaje continuo de cada persona y de la influencia de la cultura y educación recibidas. Según el doctor Albert Ellis, las principales creencias irracionales generadoras del malestar emocional (ansiedad, miedo, frustración) giran en torno a tres ejes centrales:
1. Uno mismo: «Debo hacer las cosas bien y merecer la aprobación de los demás por mis actuaciones».
2. Otras personas: «Deben actuar de forma agradable, justa y considerada conmigo».
3. La vida, el mundo: «Debe ofrecerme unas condiciones buenas y fáciles para que pueda conseguir lo que quiero sin mucho esfuerzo o incomodidad».
Cuando no se cumplen estas exigencias absolutistas o necesidades perturbadoras (pseudonecesidades), surgen pensamientos cargados de emociones, derivados de ellas:
Tremendismo: «es terrible…»
Nosoportanitis: «no puedo soportarlo»
Condena y autocondena: «es un tal»; «soy un cual»
Para Ellis, cualquier perturbación emocional se vincula, en gran medida, con alguna de estas creencias irracionales. El objetivo de una intervención terapéutica sería detectar y cambiar, tanto las inferencias erróneas como las creencias rígidas y absolutistas que las originan.
FOBIAS Y DISTORSIONES DE LA REALIDAD
Por otro lado, esas actitudes de exigencia y necesidad perturbadora, facilitan la aparición de procesamientos de la información sesgados o distorsiones cognitivas, entre las que destacan:
Sobregeneralizaciones y etiquetas negativas
Salto a conclusiones negativas
Adivinar el futuro
Fijarse solamente en lo negativo
Descalificar lo positivo
Magnificar o minimizar
Razonamiento emocional (puesto que lo siento, debe ser cierto)
Personalizar
Pensamiento dicotómico (irse a los extremos)
Vivir bajo esas exigencias es, en definitiva, una actitud o filosofía de vida irracional que determina la actitud y equilibrio psicológico con el que podemos enfrentar o no los conflictos vitales.
El nuevo modelo para tratar las perturbaciones emocionales, con un enfoque racional y eminentemente cognitivo –liderado por el doctor Ellis y después por otros científicos de la conducta humana como Aaron Beck y Donald Meichenbaun–, supuso un cambio de suma importancia en el campo de los trastornos emocionales como la ansiedad, las fobias o miedos.
Comenzamos a entender que si bien el ser humano experimenta ciertas emociones producidas por respuestas de tipo conductual y fisiológico, el papel que la cognición, entendida como pensamientos e imágenes, juega un rol muy importante a la hora de producir y regular nuestros sentimientos.
GRAVE DÉFICIT DE HABILIDADES SOCIALES
Por otro lado, no cabe duda que muchos miedos y ansiedades que experimenta nuestra sociedad son fruto de la manipulación de algunos medios de comunicación y de campañas publicitarias, a veces carentes de ética, que crean en los individuos la necesidad de consumir determinados productos o servicios utilizando la «estrategia del miedo» y afectando uno de los ejes mencionados. Por ejemplo: «si no bebes tanta agua al día, te va a ocurrir tal problema de salud». «Si quieres liberarte del estrés, toma x vitamina». ¡Como si fuera tan sencillo reducir el estrés, supervitaminándonos!
Esto va en la línea de la cultura light, basada en obtener placer o bienestar superficial de un modo rápido y fácil, y refuerza las actitudes y creencias psicológicas de que felicidad, salud y bienestar se consiguen sin esfuerzo. La proliferación de supuestos «gurús» que prometen en sus libros el éxito y la felicidad plena o te leen el futuro por unos pesos no es gratuita.
A raíz de este fenómeno surge un hombre light, como acertadamente lo llama el psiquiatra Enrique Rojas. Es tan cierto que afecta cada vez con mayor frecuencia los miedos de los jóvenes y no tan jóvenes. La inseguridad y la fobia social se van apoderando de ellos y no son capaces de socializar sino a través de medios electrónicos, ya que hacerlo «in vivo» supone para muchos un déficit de habilidades sociales insuperable.
Albert Bandura, psicólogo social y profesor de la Universidad de Stanford, reflexiona sobre la paradoja actual de que, a pesar de que somos seres sociales, que necesitamos la relación con los demás para autorrealizarnos y ser fructíferos en nuestro trabajo, familia o comunidad, uno de lo trastornos psicológicos que más prevalece es la fobia social o el miedo a las relaciones interpersonales.
DEL MUÑECO BOBO AL APRENDIZAJE POR MODELO
Otra lacra que atemoriza a nuestra sociedad es la violencia. La padecemos en las familias, calles, campos de futbol y lo que es peor y hace más daño, en la televisión basura, sin lugar a dudas, uno de los medios más eficaces para enseñar a los niños a ser violentos.
Desde los años setenta Bandura demostró cómo uno de los principales mecanismos para aprender nuevas conductas es la observación, el llamado aprendizaje observacional.
Entre los múltiples estudios de Bandura destacan los del muñeco bobo que realizó a partir de la película de una alumna en la que una joven no hacía otra cosa que golpear a un muñeco bobo. Se llama así a una figura inflable en forma de huevo, con cierto peso en la base, que se tambalea cuando le pegan. Actualmente llevan la imagen de Darth Vader, pero en aquella época el protagonista era el payaso «Bobo».
La joven aporreaba al muñeco, se sentaba sobre él y le daba con un martillo gritando ¡«estúpidooooo»! y otras frases agresivas. Bandura mostró la película a un grupo de niños de guardería que, como podemos suponer, saltaron de alegría al verla. Después, en el cuarto de juegos, les permitieron jugar con un muñeco bobo y pequeños martillos. Los observadores anotaron cómo el gran coro de niños imitaba a la joven del filme de manera bastante precisa.
En principio podría parecer que este experimento aporta poco, pero consideremos que esos niños adoptaron un comportamiento sin que hubiese ningún refuerzo orientado a explotarlo. Y aunque a cualquier padre maestro u observador infantil le parezca algo ordinario, no encajaba con las teorías conductuales estándares de aprendizaje.
Bandura llamó al fenómeno «aprendizaje por modelado» y aplicó múltiples variables donde se recompensaba o castigaba al modelo de diversas formas y también se recompensaba a los niños por sus imitaciones. Cambiaron al modelo por otro menos atractivo que no estuviera hecho «para ser golpeado». Bandura incluso rodó una película donde una chica pegaba a un payaso de verdad. Cuando condujeron a los niños al cuarto de juegos, encontraron lo que esperaban… ¡un payaso real! Al que procedieron a patear y golpear.
LA SOCIALIZACIÓN DE LA INMADUREZ
También asistimos al miedo a envejecer, con la carga de incertidumbre que conlleva para muchos hombres y mujeres asociar la seguridad y autoestima a algo tan efímero como la belleza física y la eterna juventud.
Nuestra cultura occidental está llena de luces y sombras, abanderadas estas últimas fundamentalmente por el consumismo, la permisividad, el exceso de información no formativa y el vacío que convierten al ser humano en un individuo desconcertado, abrumado, temeroso y en gran parte de las ocasiones sin rumbo, sin un leitmotiv.
Hemos alcanzado una cima desoladora y fría: la socialización de la inmadurez, caracterizada por la desorientación (vivir al día, sin un verdadero proyecto), la decadencia de los valores, cimiento de una vida sin compromisos y un gran vacío espiritual, sostenido por una filosofía del hedonismo que a lo único que lleva es a no complacer nunca a nuestro verdadero YO, dado que ese camino sólo satisface la parte más primaria e instintiva del ser humano, el ELLO.
Esta filosofía hedonista es la que más nos neurotiza si no sabemos controlarla y nos aleja definitivamente del camino de la felicidad.
En conclusión, el mejor antídoto para vivir sin temores y ansiedades en nuestra sociedad actual es que la razón predomine sobre la emoción y los instintos. Por lo tanto, citando el título de un famoso betseller de hace unos años: Más Platón y menos Prozac. Y siempre recordando la metáfora del mar como la vida: «Al final todo se reduce a una cosa. No puedes escapar del viento, afrontas la situación, orientas tus velas y sigues adelante».