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Si usted no tiene miedo…

Los que viven con el temor apremiante de perder su hacienda, de ser exiliados, de ser subyugados, viven en continua angustia, perdiendo la sed, el apetito y el reposo; mientras que los pobres, los desterrados, los siervos, viven a menudo tan felizmente como los demás.
Michel Eyquem de Montaigne
La valentía y el arrojo fueron bien vistas hasta hace muy poco. Lo de hoy es el miedo. Si usted no tiene miedo, anda mal. Repase un día común y corriente en su vida, un sábado, por ejemplo. En lugar de desayunar unos frijoles charros opta por un jugo de nopal y avena por aquello del colesterol y los triglicéridos, ¿no? En su cocina hay tres botes de basura: para lo orgánico, lo inorgánico y lo reciclable porque el calentamiento global y las arañas.
Y cuando se dispone a leer el novelón aquel que le recomendaron, ¡zas!, resulta que mejor hay que irse a hacer ejercicio para no oxidarse. Pero no es cuestión de nomás ponerse unos tenis cualquiera y salir a correr. No. Hay que ir al gimnasio, donde la atmósfera está libre de partículas suspendidas, ataviarse con la ropa dry fit under power que absorbe el sudor y lo hace casi biónico y enfundarse en unos tenis que parecen tenis pero en realidad son una proeza científica que impide la explosión de sus rodillas por el alto impacto y hay que preguntar al instructor cómo voy y verificar el ritmo cardiaco y las pulsaciones y beber un rehidratante.
De vuelta a casa pasa con el asesor financiero para lo de sus seguros –casa, desempleo, vida, médico, de estudios de los hijos…– y la revisión de una nueva póliza que lo protegerá del mal de ojo y de San Vito. Y su angustia disminuye, un poco solamente, porque el dolorcito ese de la nuca no se le ha quitado y tal vez sea un tumor o algo así… ¡por cierto!, debe ir a la clínica por lo de la congelación del cordón umbilical del niño que viene, sólo así estará seguro contra enfermedades futuras.
Es que ya no están los tiempos como para no tomar precauciones, la inseguridad, la carestía de alimentos, la crisis petrolera y Al Gore ya nos lo advirtió y no le hacemos caso.
Antes, antes claro, podíamos salir a la calle tranquilos, no usar el cinturón de seguridad en el coche, comer casi cualquier cosa, pero es que no había microondas y el cáncer nomás era un signo del zodiaco. Pero hoy no, porque no están los tiempos y necesitamos estar seguros. Por eso ahora la edad para casarse es otra. No cabe duda que hemos progresado. Imagínese antes que la gente se casaba con una mano adelante y otra atrás, quién sabe cómo le hacíamos.
Todo nos provoca miedo: el tabaco, los hongos, un buen corte de res, unos mariscos, la extrema derecha, la extrema izquierda, Estados Unidos, el Islam… y sólo gracias a esta fascinación por la angustia llegamos a la cama sanos y salvos, bueno, un poco, porque están los ácaros y las sábanas no son hipoalergénicas…
De niño aprendí, y mi aprendizaje es probable que a usted no le importe, que el miedo era un obstáculo, una realidad de la que no había que depender para actuar, algo negativo cuyo vencimiento significaba madurez. El adulto sabía convivir con sus miedos y no gritaba cuando apagaban la luz o un ratón le pasaba por enfrente.
El príncipe azul de las jovencitas ya no es aquel imprudente mozalbete que desafiaba a los padres con tal de estar con ella para toda la vida con tres centavos en la bolsa y el corazón impaciente. Las decisiones temerarias se han dejado para mejor ocasión porque no están los tiempos como para arriesgarse. El delirio de persecución es una virtud.
Lo arduo, lo que cuesta todo el esfuerzo, también ha pasado de moda. El tiempo de las conquistas ya sólo forma parte de los cursos de historia que, debe decirse, no es que sirvan para gran cosa. ¿Dónde quedaron esos modos de atajar la vida con valentía y arrojo? Afortunadamente, aún contamos con el buen futbol y las corridas de toros. Sólo ahí, en el pasto o en la arena, uno se sigue jugando la vida.
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*Estudió Filosofía y se dedica a la literatura y el periodismo. Coordinador de Prensa y Comunicación Social en la UP, campus ciudad de México.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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