Una razón de peso para aproximarnos al diálogo con esta obra es la pretensión de estructurar el propio proyecto personal para articularlo responsablemente en la comprensión de sus repercusiones sociales.
Conocer las condiciones que enfrenta la empresa es fundamental para sobrevivir en el mercado. El cambio es la variable que se erige como norma para avanzar, pero también puede significar la pérdida del impulso hasta desvanecer la capacidad de reacción. Estar atentos a las distintas manifestaciones de la realidad es toral para cualquier empresario y la preparación que debe adquirir para hacerles frente aumenta imperativamente en aras de su propio beneficio. Entre más herramientas tenga para encarar las disyuntivas de la empresa, mayores serán sus posibilidades de permanecer.
Con Metamorfosis de las empresas Carlos Llano prolonga su ejercicio filosófico sobre la realidad que el nuevo siglo brinda a los empresarios; no es un libro de recetas ni de paradigmas. Lo que pretende es hacer un nuevo ejercicio para el análisis y síntesis de temas en los que la voluntad de los protagonistas –cada empresario se manifiesta con encanto y desencanto pero con la humildad que amerita la noble tarea de re-emprender el camino.
El empresario del milenio
Lo que el lector recurrente de las obras de Llano puede encontrar en el libro es un eslabón más de la acción
directiva, causa y efecto de la evolución del pensamiento del autor, tierra fértil para el cultivo del aprendizaje directivo, nota esencial del humanismo peregrino que la posmodernidad le ha heredado al empresario del milenio en curso.
La antropología desarrollada en Metamorfosis de las empresas es fruto de siglos de sistemática introspección del hombre. El libro mantiene el diálogo que convoca a los clásicos, modernos, empresarios del siglo XX, amigos de la filosofía y aún a los que aportaron sus diferencias. Temas que instalan su proceso evolutivo en las áreas de la empresa, pero más profundamente en su médula: el diagnosticador, el que determina la meta y el que impulsa a su equipo para alcanzarla, a quien la vida cotidiana demanda superación y complejidad, sin descuidar la síntesis y la sencillez, y quien ahora con mayor rigor –en medio de la competitividad globalizadora– debe generar información precisa e inmediata.
La crisis, uno de los temas relevantes para todo empresario, no dejará de visitarnos –mucho menos de ilustrarnos– en un tiempo en que la velocidad de generación de nuevas tecnologías aumenta aceleradamente para llegar al mercado lo antes y al menor precio posible. Los empresarios se incorporan al deporte extremo de innovar y producir, negociar y fusionar, renunciar y volver a emprender. Pareciera que las competencias necesarias que configuran el carácter del empresario hubieran cambiado, cuando en realidad, como dice esta obra, no se han cambiado por otras, sino que se han convertido en virtudes. O, dicho de otra manera, en competencias de alta dirección.
Como muestra de estas competencias, Llano invita al lector a hacer un análisis sobre la caracterología del directivo del nuevo siglo, análisis que no obliga a creer dogmáticamente en una escala de valores ajena. Sin embargo, el ejercicio de reflexión a este respecto sí conduce a la revaloración de nuestros propios paradigmas e incluso de nuestros valores.
El libro también busca comprender otros aspectos de la labor del directivo como la libertad con la que se mueve en su empresa, y si es capaz de asumir y comprender las motivaciones conjuntivas, que integran a la persona con sus compañeros y lo ennoblecen sustancialmente, y las disyuntivas, que disminuyen al hombre hasta convertirlo en dueño de cosas, en razones sociales, en prestigioso amigo o en famoso entre los deseosos de lo ajeno.
Enfatizo sobre el tema de las motivaciones porque si existe una razón de peso para aproximarnos al diálogo con la obra es la pretensión de estructurar el proyecto personal para articularlo en la comprensión de sus repercusiones sociales; objetivo bien elegido y en realidad elevado.