Suscríbete a la revista  |  Suscríbete a nuestro newsletter

La experiencia busca compartirse

En la era de la economía basada en el conocimiento, como la que vivimos cada vez con más vigor, aprovechar la sabiduría de los mayores dista mucho de «permitirles» tener una oficina en las instalaciones corporativas y condescender a escucharlos. Se trata de ir mucho más allá.

«Entre hombre y hombre no hay gran diferencia. La superioridad consiste en aprovechar las lecciones de la experiencia». Tucídides.

«Apenas» en mis cuarenta y tantos, me resulta extraño notar en mí, en mis contemporáneos y en los que me preceden, que con los años uno tiende a volverse empirista.
Sin importar nuestra actividad, comúnmente en la empresa y en la prestación de servicios relacionados, parece que empezamos a vivir bajo la célebre cita de John Locke: «El conocimiento del hombre no puede llegar más allá de su experiencia». Y esto, sin limitarnos, por supuesto, a la consideración filosófica de dicha experiencia, porque la aplicamos cotidianamente y la utilizamos como prueba plena en los juicios que hacemos.
Sin embargo, contrario a lo que piensen algunos más jóvenes, he visto también en quienes han sido mis mentores, ejemplo y guía, que en algún punto del existir, el empirismo de la edad se vuelve adversario de la arrogancia; paradójicamente, los que han celebrado unos cuantos cumpleaños más que yo, han dejado de ser lo bastante jóvenes como para saberlo todo, como atinadamente expresa J.M. Barrie.
He observado, que este empirismo de aniversarios se vuelve el mejor amigo de la añoranza: la mente y el corazón no buscan demostrar cuánta experiencia han acumulado, sino tener la oportunidad de utilizarla. Como si fuésemos un personaje histriónico de Eurípides, parece que empezamos a pensar, en sus palabras, que «si pudiéramos ser jóvenes dos veces y dos veces viejos, corregiríamos todos nuestros errores». La biología, entonces, se vuelve melancolía.
COMO EN LAS TRIBUS MÁSPRIMITIVAS
Para quien ha visto a su empresa nacer y crecer, para quien ha luchado por ella y ha compartido sus sueños con quienes la forman, la empresa como entidad, es en su propia dimensión, lo que un hijo a un padre o un hermano menor a otro. ¿Quién no querría que sus hijos o sus hermanos aprovecharan su experiencia?
Las empresas son legado y trascendencia de sus creadores y líderes, y no le rinden cuentas ni a las ciencias naturales ni a la tragedia griega: pueden ser jóvenes negocios o viejas organizaciones, subsecuente o simultáneamente, y tantas veces como su permanencia y crecimiento lo demanden.
La empresa puede vivir el ímpetu y la creatividad de la juventud conjuntamente con la experiencia y la capacidad de discernir que dan los años, en fino y positivo balance. Pero en estos tiempos más que en cualquier otro momento de la historia, dada la saturación informativa en la que nos hayamos inmersos, el éxito de este equilibrio no puede dejarse en manos de la convivencia diaria y requerirá invariablemente de un mínimo de orden.
En una época en la cual nada es más valioso que el conocimiento y la capacidad de transmitirlo, y en la que hemos constatado que alrededor de esto únicamente se han construido negocios multimillonarios, desde e-corporations hasta mega-franquicias, resulta increíble que al interior de la mayoría de las empresas, pretendamos aprovechar la experiencia de los mayores como si fuésemos la más primitiva de las tribus: relatos de esas personas a sus sucesores, anécdotas que contarán los que las vivieron y después los que sólo las escucharon, y de vez en cuando un texto en el que se menciona tal o cual cosa, que probablemente más que una explicación detallada, será alguna especie de documento jurídico que se tendrá que descifrar.
Inclusive en las grandes empresas, saturadas de políticas, procedimientos, manuales operativos, verificaciones, estudios y demás, muy pocos han siquiera considerado la conveniencia de registrar, documentar y transmitir eficientemente la sabiduría de los mayores.
Y por supuesto no nos referimos únicamente a la experiencia técnica de los mayores, sino también a su conocimiento del negocio, del entorno, de la competencia, de los clientes, de su intuición para tomar decisiones y de cualquier otro factor que afecte a la empresa.
Si muchas corporaciones inmensas se han construido a partir de la información generada en el último lustro, inauditamente, pareciera que muchas empresas están dispuestas a dejar que se pierda conocimiento sobre muy diversos rubros que les atañen, acumulado durante los últimos cuarenta o cincuenta años.
SABIDURÍA BIEN TRANSMITIDA, AHORRA Y GENERA RECURSOS
Para la empresa, no se trata de documentar y registrar «todo» lo que el adulto mayor en cuestión tenga que decir, sino aquello que hoy o en el futuro, en detenida consideración y dentro de una planeación estratégica adecuada, pudiera llegar a constituir su misión, visión, valores, soporte, asistencia o mejora en cualquier rubro para la entidad.
Sé (no lo asumo, lo he vivido), que esto tiene un impacto directo en la rentabilidad de cualquier organización. Conozco a empresarios que me precio de contar entre mis amigos, como Enrique Carothers (hotelería) o Sergio Macías (manufactura), que han tomado las previsiones necesarias para que –a su retiro– lo que saben y son se quede en sus empresas.
De hecho, en la firma de la cual soy socio, Juan Salles y Manuel Sáinz, nuestros fundadores, están hoy día enteramente dedicados a la transmisión de su experiencia y de las bases que construyeron nuestra institución. Nuestro plan de acción y la forma en la que agregamos valor a nuestros servicios, tienen su causa absoluta y directa en este conocimiento transmitido. Afortunadamente, aún cuando es una práctica escasa, tengo el gusto de conocer muchos otros ejemplos en muy diversas áreas… sin embargo, no tantos como me gustaría.
He visto también el caso contrario: nuevas generaciones, sean familiares o de ejecutivos jóvenes, empezando de cero en el diseño e implementación de acciones que sus predecesores dominaban. Fuera de toda consideración moral sobre la relevancia de aprovechar esta sabiduría, el no hacerlo, simplemente tiene un costo para toda empresa.
Por ejemplo, empresas de toda naturaleza gastan una fortuna en cursos de capacitación para ventas, y a veces pasan años para que tengan un vendedor tan capaz como el que formó la empresa o la hizo crecer. Una cosa no sustituye a la otra, pero, simplemente, ¿no valdría la pena contar con el curso de capacitación y además con la experiencia documentada y registrada del buen vendedor empírico?
La sabiduría bien transmitida, es útil. Ahorra y genera recursos. En contrapunto, el otro nombre en el binomio se refleja en aquel diálogo de Alicia en el País de la Maravillas, de Lewis Carroll:
—Minino de Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?, le dice Alicia al gato.
—Depende en gran parte del sitio al que quieras llegar, le responde el animal.
—No me importa mucho el sitio, le contesta Alicia.
A lo que el gato lanza una frase luminosa:
—Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes.
El aprendizaje de Carroll refleja la falla en el rumbo. Y es que de nada sirve conocer muchos caminos si al transmitir dicho conocimiento a alguien que va a recorrerlos, el receptor de la experiencia no sabe a dónde va.
Por eso resulta indispensable para la transmisión de la sabiduría empresarial que el oyente, el nuevo ejecutivo o el sucesor, comprenda cabalmente y comparta lo que la empresa es, que sea capaz de absorber y aplicar la sabiduría que le es transmitida; mucho mejor, si esta elección corresponde precisamente a quien la transmite.
Finalizo con una frase para aquellos sabios que siguen siendo parte de la operación del día a día de sus empresas y que comienzan a sentir que es momento de cambiar de rol: debe quedar claro que tanto hoy, inmersos en la economía del conocimiento, como hace más de veinte siglos en la Roma de Cicerón, «el viejo no puede hacer lo que hace el joven; pero lo que hace es mejor».
Debemos de aprovechar el aporte y conocimiento de las personas de la tercera edad y facilitarles el seguir en activo, o en su caso contratarlos bajo la figura de consejeros, asesores o en cualquier otro esquema con el cual ellos puedan empapar con la riqueza de su experiencia a los nuevos directivos. Sólo así, la voz de la experiencia será escuchada.



Recuadro
Reinventando una nueva etapa de la vida
Dice el sociólogo alemán Konrad Götz que «la ciudad es el laboratorio de los estilos de vida», que los roles establecidos son cosa del pasado y que los cambios sociales están produciendo nuevos modelos de convivencia. (Revista Deutschland 22/11/2010)
El postmaterialismo y la individualización que caracterizan a la sociedad desde los años 70 han cambiado muchas formas de convivencia, se abandonan roles establecidos y heredados y mucha gente ahora elige cómo vivir de acuerdo con sus ideas y opiniones personales, se junta con quienes piensan de modo similar y se incrementa la diversidad.
Esos nuevos estilos de vida surgen más marcados en las grandes ciudades; chocan en mayor medida y exigen más tolerancia, pues conviven grupos muy distintos; pero a la vez la diversidad y sus fuertes contrastes atraen a mucha gente a vivir en una ciudad.
Los cambios se aprecian de forma clara en los «adultos mayores». La generación de los baby-boomers que renovó la sociedad y rompió tantas tradiciones hace cuatro décadas, está envejeciendo por lo general en mejores condiciones físicas que sus ascendientes y creando también nuevos modelos poco convencionales para la vejez.
Quieren vivir las ciudades, quieren que sucedan cosas en su vida y buscan contacto con la juventud. Se habla ya de una nueva etapa de la vida: esos años en que tras la jubilación las personas están en posibilidad de replantearse o reinventarse su estilo de vida.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

Newsletter

Suscríbete a nuestro Newsletter