Definitivamente me estoy haciendo viejo. Mi sobrina de 1 año ya sabe manejar la pantalla del iPhone y yo apenas puedo con mi nueva computadora. Cada año, las pantallas salen con más botones y dibujitos. Sigo sin entenderme con estos aparatos.
Por si fuese poco, cuando ya iba conociendo los secretos de una PC, decidí cambiar a Mac. Ahora todo me resulta nuevo, el mouse, el Finder, los comandos. Y para acabarla de amolar, la cochina máquina me salió más lenta que un ábaco de la dinastía Ming. Dicen que fue mala suerte, que las Mac son algo así como los Ferrari de la computación. No me lo parece. Si lo dudan, se las muestro.
Como sea, el caso es que la tecnología y yo no nos llevamos. Supongo que así se sintieron los monjes acostumbrados a los rollos de pergaminos, cuando se toparon con un libro impreso y empastado. La tecnología da miedo.
VOCALES Y NÚMEROS ARÁBIGOS
Nuestra arrogancia nos hace creer que antes de Steve Jobs y de Bill Gates no hubo revoluciones tecnológicas. Mentira podrida. A mis alumnos de prepa los invito a imaginar el mundo antes de que hubiese papel, lápiz, y bolígrafo.
¿Se han dado cuenta de la importancia de los números arábigos? Intenten resolver una operación aritmética, digamos dividir 32 entre 4 utilizando números romanos. ¿Verdad que los números arábigos son un gran invento? Frente a esas revoluciones del conocimiento y de la tecnología, las aportaciones de Gates y de Jobs son trabajitos de kínder.
La escritura alfabética es, quizá, el momento clave de la cultura. No obstante sus evidentes bondades, la escritura también despertó suspicacias de sabios como Platón. ¿Conocen el mito de Thamus y Theut del Fedro? El rey Thamus cuestiona al dios Theut, inventor del cálculo y de la escritura. Ésta última es tan útil como peligrosa. Las palabras escritas correrán sueltas, sacadas del contexto del diálogo, sin la protección de la memoria; serán piedras que ruedan cuesta abajo por una montaña. Las prevenciones de Platón no eran infundadas. Quienes vivimos de escribir sabemos con qué facilidad nuestros textos dicen lo que no quisimos decir.
A pesar de los riesgos, gracias a la tecnología somos la especie dominante. En la Política, Aristóteles distingue entre voz y lógos o palabra. La voz es propia del animal; sólo transmite sensaciones de dolor y placer. El lógos, en cambio, permite articular discursos sobre lo justo y lo injusto, sobre lo útil y lo nocivo. La palabra hace posible la ética y la técnica.
REDACCIÓN CLARA, PENSAMIENTO RIGUROSO
Cuidar el lenguaje debería ser una misión fundamental de la educación universitaria. No se trata de hablar y escribir rebuscado. La meta es hacerlo correcto, porque aprender a escribir es aprender a pensar.
La redacción clara refleja un pensamiento ordenado y riguroso, y viceversa, la deficiente suele reflejar un pensamiento burdo y desordenado. Escribir es apostar a la permanencia en el documento; hablar es apostar a la memoria de los oyentes.
El género oral es efímero. Una presentación, una conferencia, una clase, un discurso es material frágil. La oralidad tiene la ventaja de que uno puede corregirse de inmediato. En el peor de los casos, el tiempo borra nuestras pifias, incluso cuando alguien las sube a YouTube. La oralidad requiere muchas cualidades como la capacidad de improvisación y el dominio de los nervios. Pero la oralidad no es la columna vertebral de la tecnología ni la ciencia.
No todos necesitan del pensamiento escrito. Sócrates y Jesús no escribieron libros; cultivaban el género oral. Sin embargo, la oralidad sin escritura tiene límites. De no ponerse por escrito, acaba por difuminarse con el tiempo. Conocemos a Sócrates por Platón y a Jesús por los evangelistas. Difícilmente se puede trascender sin escritura.
En otras épocas, la escritura era elitista. Pocos sabían leer y escribir. ¿Conocen el «portal de evangelistas» de la Plaza de Santo Domingo en la ciudad de México? Antiguamente los analfabetos acudían a los «evangelistas» que se ponían en esos portales y los ayudaban con sus escritos, desde un oficio judicial hasta una carta amorosa.
TECLADOS Y MALA REDACCIÓN
¿Por qué los universitarios redactan con tantas deficiencias si viven en medio de teclados? A los jóvenes sí les gusta escribir y mucho: mensajes en el celular, tweets, «estados» en Facebook, posts en el blog.
La explicación es multifactorial. Exploro algunas vías. Hasta hace poco tiempo, la escritura exigía papel y pluma o una máquina de escribir. Este acto requería un mínimo de concentración. Ahora, basta con un celular. Esta facilidad tiene un efecto colateral: la trivialización de la escritura.
Cuando chico, escribí cartas y las envié por correo postal a mis «amigos por correspondencia». Redactar una carta era un acto solemne. Había que sentarse en el escritorio, pensar lo que uno iba a escribir, garabatear un borrador, transcribirlo con buena letra, pedir a mi madre la revisión ortográfica.
Las facilidades del medio propician el descuido del mensaje. Palpamos el resultado. Intercambiamos trivialidades mal escritas. Es el lado oscuro del aforismo macluhiano «el medio es el mensaje».
¿TWEET MATA REDACCIÓN?
Encuentro otro motivo que deteriora la redacción. Las redes sociales son episódicas y telegráficas. Debemos comprimir el pensamiento a los 140 caracteres del tweet. Eso sí, podemos escribir cientos en un día. Rara vez un tweet nace de un sesudo proceso de síntesis; de ordinario es la ocurrencia del momento.
En la cocina, para concentrar la intensidad de un sabor se hierven las salsas durante horas. En el pensamiento sucede algo parecido. Para conseguir una frase redonda, se requieren horas de estudio. La síntesis procede del análisis. Saltarse el análisis tiene riesgos. El caldo de pollo en cubitos evita el afanoso proceso de reducción de una salsa; pero un consomé instantáneo no sabe como un tradicional caldo de pollo. Leer una tarjeta informativa o un resumen ejecutivo jamás nos dará el conocimiento de 30 páginas. La mitad de las malas decisiones de la empresa y de la política se deben a la pereza de leer textos largos. ¿Por qué alimentar la inteligencia con caldo de pollo en cubitos?
El pensamiento twittero tiene otro riesgo: la falta de articulación. No sabemos escribir historias largas ni leer argumentos. Incluso las telenovelas y series han dejado de contar relatos extensos, y optan por episodios inconexos, como en La rosa de Guadalupe.
¿UNIVERSITARIOS LETRADOS O TWITTEROS?
Las universidades pueden resignarse a maquilar profesionistas-máquinas que se acoplarán dócilmente a las exigencias de las enormes corporaciones donde se requieren piezas intercambiables y desechables. Para domesticar al hombre basta atrofiar su inteligencia, enseñarlo a pensar exclusivamente de una manera episódica y efímera, privilegiando la oralidad sobre la escritura, la síntesis sobre el argumento analítico, la velocidad sobre el contenido, el software sobre el razonamiento, la actualidad sobre la historia.
Formemos inteligencias críticas y verdaderamente sintéticas. Esto se consigue enseñando a pensar por escrito, redactando textos largos, analíticos, y meditados, recopilando antecedentes e historias.
Charlaba con un experto en redes sociales, un cínico, pero profesionalmente exitoso. «Por suerte, la gente no está dispuesta a leer más de 140 caracteres». «Por suerte?», pregunté. Sonrió: «Claro, ¿no ves que a esos podemos venderles cualquier cosa. Yo produzco las ideas y ellos las consumen».
La nueva élite cultural serán los hombres capaces de ir más allá del Twitter y del Facebook. ¡Y que conste que a mí me encantan las redes sociales! El problema es cuando el gadget y la red sustituyen al libro de 200 páginas. Pero si llegaste al final de este artículo, estoy seguro de que serás un generador de ideas, y no un mero consumidor. ¡Felicidades! Espero que mi redacción no te haya parecido muy confusa.