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El gran Gatsby

F. Scott Fitzgerald
Barcelona. Anagrama, 2011
197 pp
 
El vacío de la abundancia
Recientemente volví a ver Medianoche en París. La película es extraordinaria por sí misma: buena trama, bien forjada, historia original y como siempre sucede con Woody Allen, hondas reflexiones existenciales. Uno de los atractivos de la película es la aparición de los Fitzgerald. En ella gozamos por momentos de Francis Scott y de Zelda, de su elegancia y de su melancolía. En la película también aparece Gertrude Stein, quien bautiza como la Generación perdida a la ola norteamericana de escritores jóvenes y talentosos entre quienes incluía a Scott.
Y es que el escritor norteamericano fue famoso por sus relatos breves hasta que en 1925 publicó El gran Gatsby, novela que obtuvo muy poco reconocimiento instantáneo, aunque autores como T.S. Elliot la hayan señalado como una de las más grandes obras de la literatura anglófona. Harold Bloom confiesa haberla leído tantas veces que ya olvidó la cuenta y señala: «la escalada de la sorpresa aún me toma por asalto».
No es para menos, El gran Gatsby es una obra monumental. El protagonista Jay Gatsby, quien lo tiene todo y desea intensamente a Daisy Buchanan, está confundido. ¿Será de ella de quien está enamorado o del amor, esa abstracción imposible de aprehender si no es por medio del ser amado? Y así la novela envuelve al lector cautivándolo con la conspiración, el poder y la decadencia que el autor veía en la «era del jazz» y que espejea en Jay.
Daisy es otro espléndido personaje, dotado de la avaricia propia de una mujer que lo quiere todo porque desconoce el valor de la vida. Y así, Daisy y Jay se envuelven en una espiral en busca de la felicidad donde sólo encontrarán intriga y decepción.
La novela, escrita en Francia, aunque ambientada en Nueva York, resulta de la nostalgia por recuperar algo que tal vez el autor nunca tuvo, pero que siempre añoró: el amor de Zelda, quien el resto de su vida la pasó en psiquiátricos.
 

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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