Satoshi Kitamura
México. FCE, 2012
32 pp
Todos tenemos una canción predilecta, esa que entonamos cuando nadie nos ve y que por instantes nos transforma en «el cantante que México esperaba». La música está en nuestra naturaleza, casi podríamos decir que en la esencia del ser humano existe una vena melódica. Y aunque en la ducha seamos una réplica de Pavarotti, pareciera que sólo algunos privilegiados tienen la capacidad de hacer música e interpretarla bellamente.
Al menos eso sentía el pequeño Igor, un pájaro que anhelaba con todas sus plumas emitir hermosos sonidos que formaran parte de la sinfonía que cada primavera producía su parvada. Pero parecía no tener ese don. Cada que abría el pico producía los sonidos más estridentes jamás oídos. Ni la afamada maestra Gansa Sonata pudo hacer el milagro de convertirlo en un espléndido cantante.
Aunque Igor estaba alicaído, nunca se rindió y consiguió que alguien apreciara su peculiar modo de sentir la música, inundando su vida de coloridas y radiantes melodías.
En Igor, el pájaro que no sabía cantar, ilustración e historia se entrelazan para invitar a los pequeños lectores a trabajar por sus sueños con tenacidad y empeño.