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El retiro productivo

La maquinaria mediática vende cada día más la idea de que el retiro exitoso es el que permite disfrutar del placer de no hacer nada –dice el autor–, quien no desprecia el descanso, pero subraya que ése es un modelo sajón, alejado de la realidad de Latinoamérica. La experiencia de la edad nos faculta a ser más conscientes de lo que acarrea cada acción, por lo que el retiro se presenta también como una oportunidad para reinventarse y consolidar la experiencia adquirida en un proyecto que nos ofrezca trascender.

Cuando más trabajo es cuando no trabajo.

Si no trabajara, la vida dejaría de interesarme.

Joan Miró



Siempre he creído que el hombre se descubre a sí mismo en el desempeño de su actividad y, en la medida en que la ejercita, descifra su verdadera dimensión.
Esta fórmula es especialmente clara en los deportistas, un Roger Federer no podría haberse consolidado como el mejor jugador de tenis en el mundo sin una considerable carga de prácticas, torneos, estudio, trabajo físico y mental; esfuerzo constante que lo ha llevado a ser considerado como el mejor de la historia. Hoy día a sus 33 años la silueta del retiro se dibuja claramente en su horizonte.
¿Es que realmente nos debemos retirar? ¿En qué momento debemos de tomar esa decisión? ¿Retirarse a hacer qué? Son posiblemente las preguntas más intimidantes que nos planteamos cuando sabemos que se acerca el momento de adoptar una medida tan trascendente para nuestro futuro.
 
NO HACER NADA ¿UN CODICIADO PLACER?
La maquinaria mediática nos ha vendido por generaciones la idea de que el retiro exitoso es aquel que permite disfrutar del dudoso pero codiciado placer de no hacer nada. No puedo evitar traer a colación la conocida paradoja que relata el diálogo entre el ambicioso empresario y el costeño conformista, en la cual el primero intenta persuadirle de levantarse de la hamaca para ponerse a trabajar, y así poder contar con los fondos necesarios para, en un futuro, retirarse a vivir a una playa y disfrutar del placer de no hacer nada. Propuesta que no puede ser entendida por el costeño debido a que su mediocridad surge precisamente de la inactividad en la que vive.
La manipulación que ejercen los medios masivos de comunicación para dirigir la conducta de los mercados hacia sus propios intereses, es por demás abrumadora. Noam Chomsky1 no deja lugar a dudas al referir que la propaganda impone en la gente una «filosofía de la futilidad», y se asegura de generar un interés por las «cosas superficiales de la vida», creando necesidades imaginarias; inventadas con la intención de dirigir la conducta hacia un beneficio concreto que, por lo general, poco tiene que ver con el del consumidor, convirtiéndole en víctima de su propia creencia.
La función de orientar la obediencia y la formación de la gente sencilla –«la chusma», ironiza Chomsky– corresponde a los medios de difusión y al sistema de educación.2  Los mensajes se difunden una y otra vez segmentándose de acuerdo a los diferentes públicos, de forma que no se haga difícil captar la atención del auditorio objetivo. La repetición es la base del modelaje masivo de la creencia; se concibe un arquetipo, se lleva a la pantalla generalmente acompañado de otros que en su conjunto se muestran como la imagen del éxito (ya sea directamente o por contraste), y finalmente se repiten una y otra vez.
 
MODELO ABSURDO, ESPEJISMO MEDIÁTICO
La imagen ofrece una de las garantías de verdad más contundentes, de forma que no es difícil encontrar alguna empresa que ofrece fondos de retiro explotando la imagen de una pareja madura, impecable, sonriente, satisfecha, dirigiéndose hacia el horizonte en un esplendoroso día de verano, en un barco de vela con un Mai-Tai en la mano, ostentando algún eslogan sugestivo como podría ser: «Ellos pensaron bien su futuro, y tú ¿qué esperas?»
Nada más alejado de la realidad, me gustaría ver a dos personas maduras aventurándose al mar en un barco que, además de fuerza requiere una fuerte dosis de pericia, y encima con el juicio nublado por el Mai-Tai. Si hacen eso, el único retiro que logran es al más allá. Lo que quiero señalar es lo absurdo del modelo, que sin embargo, a través de la repetición en los medios se capta como una idea simple y se adopta como deseo de futuro, en una suerte de espejismo mediático.

Esta ilusión es la que hemos heredado del American-Way of Life que difunden los medios masivos de comunicación, representada como una especie de evolucionismo en el que al esfuerzo de la vida de trabajo le sigue una ansiada vida de descanso, y que se ha adoptado como la idea fundamental en la concepción del retiro en el mundo occidental. El sueño americano presenta una exacerbación del placer como fin último, de ahí que la idea del descanso sea asociada por los medios a los conceptos que presentan como placeres fundamentales.
 
 
 
 
VIVIMOS MIRANDO AL FUTURO
Entonces cabe preguntarse, ¿es necesario retirarse? ¡Definitivamente! Todo ejercicio continuo de cualquier actividad o inactividad, física o intelectual, llega en un momento determinado a su nivel de incapacidad, ya sea por limitaciones físicas derivadas de la edad, desgaste, cambios del medio o simplemente por hartazgo.
El secreto está en reconocer el momento adecuado, que generalmente se encuentra asociado al tipo de trabajo. Así, un deportista cuenta con una vida útil, en términos de su actividad, mucho menor a la de un intelectual que muchas veces ni siquiera piensa en el retiro, ya que a mayor edad y experiencia refleja una visión más clara de la realidad.
Existen dos constantes en toda actividad: el desgaste y la adquisición de experiencia. Contrario a lo que sugiere el modelo, el descanso no está exento del deterioro, debido a que en exceso genera atrofias; músculo que no se mueve se pierde, incluyendo la capacidad de reflexionar y discernir la realidad. La pérdida del contacto con el mundo nos deja en un estado de indefensión ante el mismo, sin importar el grado de experiencia que se tenga.
Es un hecho comprobado que la carencia de un proyecto de vida viene acompañada de fuertes depresiones. El hombre vive irremediablemente viendo hacia el futuro, no existe un sólo movimiento que no tenga como fin un momento por venir en el tiempo, de forma que sin un proyecto no hay futuro.
La pregunta que surge entonces es si el descanso es válido como objetivo fundamental del retiro. Me parece que la respuesta está en considerarlo el descanso como lo que es primordialmente: una forma de reponer fuerzas para enfrentar nuevas tareas.
Lo atractivo del retiro es  que ofrece la gran oportunidad de escoger la actividad, horario y tiempo que se le dedicará, sin el apremio propio de la juventud, tomando control de la dimensión y compromiso que supone. La vida laboral del empleado y el empresario es muy demandante en términos de tiempo y compromiso y suele provocar frustraciones derivadas de la imposibilidad de desarrollar otras tareas que se antojan deseables. El retiro es el pretexto ideal para intentarlo, claro, siempre en su justa dimensión.
Recuerdo una anécdota que refiere Isabel Allende en su libro La suma de los días, en la que entabla una conversación con un dentista quien le pregunta a qué se dedica. Ella le dice que es escritora; él responde que ha pensado escribir un libro cuando se retire, a lo que ella contesta que ha pensado en extraer muelas en el futuro. Hay que ser conscientes de nuestras capacidades y utilidad para la actividad proyectada, y eliminar el miedo a intentarlo.
Es cierto que con la edad la velocidad de recuperación de las capacidades es mucho menor, y en el caso de algunas facultades físicas, imposible. La única capacidad que puede permanecer constante, si se cuenta con buena salud y se ejercita, es la intelectual, que de hecho se nutre y se potencia con la edad. En este caso, el descanso nos permite discernir mejor la información que adquirimos y tomar decisiones más acertadas.
En la actualidad, la preocupación sobre la salud futura empieza a ocupar la atención de una sociedad cada vez más involucrada en el cuidado personal. Enfermedades como el Alzheimer o la demencia senil pueden ser producto de una propensión genética, pero de acuerdo con estudios realizados en diversas universidades de los Estados Unidos y Canadá, también pueden ser fruto de la ausencia de estimulación intelectual.
Recomiendan realizar ejercicios tan simples como memorizar cada día un teléfono, una canción o un poema e incluso aprender a tocar un instrumento musical. No sorprende que enfermedades mentales de este tipo tomen fuerza en un mundo donde las máquinas realizan cada vez más tareas que antes se desempeñaban haciendo uso de facultades intelectuales como la memoria.
No se debe confundir la demencia senil con la dependencia psicológica, fenómeno que surge también de la falta de aprecio por las facultades físicas e intelectuales de las personas mayores. En una realidad que se desenvuelve a una velocidad desafiante incluso para los mismos jóvenes, no hay ritmos adecuados para las capacidades de la gente mayor, generando una dependencia que no veían desde la niñez.
Este fenómeno, aunado al egocentrismo cultural al que estamos expuestos, origina grandes presiones generacionales entre quienes necesitan ayuda y quienes se sienten estrujados por la falta de tiempo y ganas para ayudar. Situación que se acentúa en la medida en que la infraestructura del país no se adecua a las realidades de las personas de edad avanzada, y se potencia como resultado de la masificación del mensaje hedonista y egocéntrico que los medios difunden continuamente. El viejo no es inútil debido a la ausencia de facultades físicas, en gran medida lo hacemos incapaz por la carencia de medios para potenciar sus facultades, recursos muchas veces tan sencillos como escuchar prestando atención.
La experiencia de la edad y el descanso adecuado, nos facultan para ser más conscientes para descifrar el futuro que una acción determinada puede acarrear. Éste es el gran valor de la edad: la experiencia. El descanso por lo tanto tiene que ser parte de un proyecto para llevar una vida sana, pero por ningún motivo puede considerarse como el fin de una vida futura, sino un nuevo comienzo.
 
EL MODELO EGOCÉNTRICO NO FUNCIONA
Considerando la idiosincrasia, cultura y realidad latinoamericanas, me parece que el modelo norteamericano del retiro genera enorme confusión, principalmente por ser una concepción adecuada a una realidad muy lejana a nuestros usos, costumbres y posibilidades. Simplemente la cohesión familiar entre el sajón y el latino es totalmente diferente; la infraestructura existente alrededor de los fondos de retiro, así como la seguridad social, se encuentran alineados hacia el cumplimiento del modelo mismo.
Latinoamérica enfrenta muchas necesidades que le impiden acercarse siquiera a una estructura parecida, antes de pensar en el disfrute y el descanso, tenemos que pensar en el logro de una seguridad social para la población, y en dar de comer a una gran mayoría que vive en condiciones donde el retiro no es siquiera imaginable.
El latino se tiende la mano en la red familiar, cierra filas, el joven cuida del viejo que generalmente ocupa un lugar preponderante en el círculo familiar; el sajón teje su red familiar hasta la mayoría de edad de sus hijos, que dejan la casa para iniciar una vida de autonomía en la universidad, el college o simplemente para dedicarse a un oficio, en un proceso donde el hijo se convierte en un familiar fuera del núcleo cercano, a diferencia del latino que nunca lo deja del todo.
En este choque cultural, la idea del retiro genera grandes frustraciones derivadas de la tensión entre el modelo egocéntrico del disfrute y el placer, y la cultura familiar subsidiaria del latino. Ciertamente, el modelo fundado en la familia viene sufriendo grandes modificaciones a raíz de la influencia y velocidad de los medios masivos de comunicación, sobre todo en las clases educadas y por lo tanto más americanizadas de nuestro entramado social, donde el viejo se presenta cada vez más como un estorbo para el cumplimiento del objetivo placentero, fundamental para el American-Way.
 
CONSOLIDAR UNA VIDA PRODUCTIVA
Dar la espalda a la experiencia de las personas mayores es un grave error, el bagaje de conocimiento que existe en ellas es invaluable para la toma de decisiones, sin embargo la culpa no es sólo del joven que se niega a escuchar, sino también del mayor que se niega a compartir, comunicación que se cancela con la búsqueda del retiro placentero que promete el arquetipo de la jubilación exitosa.
El error se magnifica en la actualidad debido a que gracias al avance de la tecnología, la medicina, y una creciente consciencia sobre la importancia del cuidado personal, la jubilación nos alcanza en mejores condiciones físicas y mentales. La persona mayor, en lugar de focalizar su energía restante a la consolidación de una vida productiva, interrumpe su aportación en la medida en la que busca el cumplimiento del espejismo del descanso y placer ininterrumpidos.
Suspensión que conlleva un efecto psicológico problemático para la mayoría de las personas, debido a que al percibirse fuera de la cadena productiva, surge un sentimiento de inutilidad. La interrupción de la actividad productiva suspende el descubrimiento de nuestros propios alcances. Éste es el gran peligro del modelo.
 
OPORTUNIDAD PARA REINVENTARSE
Desde el momento de nuestro nacimiento vivimos adaptándonos al cambio; adquirimos fuerza, capacidades físicas y mentales que cambian continuamente y que utilizamos para potenciar nuestro futuro. Entonces, ¿por qué interrumpir esta cadena al llegar a la edad madura? Ciertamente, en muchos casos, la madurez se acompaña de una estabilidad económica que permite el acceso a una vida menos agitada en términos de trabajo y responsabilidad; que en su justo medio me parece no sólo sana sino hasta necesaria, sin embargo, creo que la interrupción total de la actividad productiva es una seducción altamente problemática y peligrosa.
El retiro entonces se presenta como una oportunidad para reinventarse, para consolidar la experiencia y el conocimiento adquiridos, en un proyecto que nos ofrezca trascender, que en última instancia es la aspiración más noble de todo ser humano.
No estoy en contra de un proyecto de jubilación que ofrezca una vida más descansada, que incluya tiempo para viajar, conocer y reflexionar, pero a diferencia del paradigma que nos ofrece la cultura dominante, creo que el modelo carece de una proyección a la actividad productiva adecuada a las enormes potencias que ofrece la experiencia de la edad madura.
En Latinoamérica especialmente, existen grandes oportunidades para reinventarnos y trascender, la miseria y las necesidades que no acaban de encontrar caminos viables de solución, ofrecen un terreno fertilísimo para la creatividad y sabiduría de las generaciones maduras, que no se encuentran bajo la presión del joven para generar una estabilidad económica, y que bien pueden nutrir su vida con un proyecto que les permita encontrar la verdadera potencia de su experiencia, sin arriesgar la estabilidad de su retiro.
A manera de ejemplo, y como un homenaje póstumo a una mujer muy querida, me atrevo a relatar la historia de una persona que nunca terminó formalmente una carrera universitaria, siempre fue ama de casa, y desde su temprana madurez sufrió fuertes enfermedades pulmonares. No poseía fortunas, pero tampoco grandes carencias económicas, no gozaba de chofer o mucama a pesar de los enormes retos físicos que enfrentaba, y no fue sino hasta su funeral que muchas de las personas cercanas a ella se enteraron que llevaba años dedicándose a educar a niños de muy escasos recursos.
Los días de clase se preparaba, estudiaba pacientemente aquellos conceptos que deben haber representado un enorme reto, y tomaba transporte público para impartir sus clases y regresar a casa. Murió a los 80 años de edad, sin faltar un solo día a su actividad docente, y con la enorme satisfacción de haberse reencontrado y trascendido en cada uno de esos niños. ¡Sí se puede!
Esto no es de personas excepcionales sino de seres humanos normales. Curiosamente en la tensión de los extremos es donde las oportunidades se presentan con más claridad; así, en una sociedad absolutamente educada no hay espacios para educar, sin embargo en sentido contrario las oportunidades son enormes. Hay que dejar a un lado la anulación y condicionamiento que trae el miedo y decidirse a caminar.
El retiro no debe verse como antesala de la muerte, es simplemente un cambio y un desafío más en el objetivo fundamental de trascender, y en el ejercicio de la libertad propia decidimos cómo, cuándo y para quién. Sin embargo, la anulación de la actividad productiva corre el peligro de convertirse en la esperanza de que el placer de no hacer nada sea suficiente para anular la angustia de lo único inminente para todo ser humano, el fin de nuestro tiempo. Nada más alejado de la realidad, la carencia de actividad intelectual inevitablemente termina por concentrarse en las angustias fundamentales del hombre: seguridad y subsistencia.
Mientras el viejo se siga haciendo a un lado, y el joven lo vea como un estorbo, seguiremos desdeñando una enorme fuente de sabiduría, y alimentando el enorme monstruo de la «cultura del desperdicio», tan común en la actualidad. En tiempos donde el liberalismo se ha consolidado y se han establecido sus formas, me parece oportuno ejercer la crítica constructiva que limite el modelo ideológico que intenta imponer. El error está en confundir la libertad con la ausencia total de ataduras cuando su verdadera dimensión es la autonomía para escoger el compromiso propio.
El retiro es un buen pretexto para hacer un alto en el camino y reflexionar, usando la madurez y experiencia adquiridas, para encontrar el proyecto que permita la consolidación de nuestra actividad y la satisfacción de la trascendencia productiva, en un marco adecuado a las realidades familiares y culturales propias de nuestra realidad.
Notas Finales
1          Noam Chomsky (1928), profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts, es autor de una extensa biografía sobre la función de los medios de comunicación y el modelo de propaganda de Estados Unidos.
2          Fazio, Carlos; Terrorismo Mediático, La Construcción Social del Miedo en México. FCE. México, 2013
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Jubilación y pensión. No son lo mismo
Al trabajar, todas las personas adquirimos derechos y obligaciones. Por un lado tenemos derecho a un periodo vacacional anual, prestaciones económicas y de salud; y por otro, la obligación de cumplir con un horario laboral, prestar un buen servicio, velar por el bien de la empresa para la que se trabaja, etcétera.
Tras desempeñar una larga vida profesional, los trabajadores tenemos derecho a gozar de un descanso laboral. Para ello existen figuras como la jubilación y la pensión. En el modo cotidiano de hablar ambos términos tienden a confundirse o utilizarse como sinónimos, sin embargo jurídicamente poseen significados diferentes.
La jubilación es un acto administrativo donde un trabajador activo deja de estarlo; surge de un derecho contractual que se regula en los contratos colectivos celebrados entre el patrón y el trabajador o el sindicato. Puede efectuarse al alcanzar la edad legal que permite abandonar la vida laboral o al cumplir con el tiempo de trabajo acordado en el contrato colectivo.
La pensión es un pago, temporal o de por vida, que recibe una persona cuando se encuentra en una situación determinada. Existen pensiones por los siguientes conceptos: incapacidad, invalidez, viudez, orfandad, cesantía en edad avanzada (al cumplir 60 años) y vejez (al cumplir 65 años). La pensión es un derecho legal que se contempla principalmente en la Ley del Seguro Social.
En pocas palabras, la pensión por cesantía en edad avanzada y vejez, es un derecho que se adquiere por acción de la jubilación.
 
Redacción istmo
 
 
 
 
 

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No. 386 
Junio – Julio 2023

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