Soy director de marketing de una compañía farmacéutica, industria que ha cambiado mucho en los últimos años. Cada vez es más difícil desarrollar medicamentos que traten los nuevos padecimientos y la competencia es mayor.
Mi área es clave, ya que la promoción de los medicamentos posee muchas restricciones y se ha convertido en todo un reto. Nuestra empresa, junto a otras, organiza congresos de distintas especialidades e invita a varios médicos para capacitarse en el uso de nuestros medicamentos y combatir padecimientos específicos.
En ocasiones patrocinamos la estancia de varios participantes. Sin embargo, ha llegado un punto en el que los mismos médicos utilizan estos beneficios a su conveniencia y buscan negociar con nosotros la asignación de becas a otros congresos a cambio de recetar nuestros medicamentos, o incluirlos en el «cuadro básico» de sus instituciones.
Desafortunadamente una inmensa mayoría de las farmacéuticas nos manejamos de esta manera, ya que los ingresos son indispensables para reinvertir en investigación de laboratorio.
Me perturba contribuir a este círculo de corrupción, donde lo último en lo que se piensa es el beneficio del paciente. ¿Debería haber un cambio en la forma en que promocionamos nuestros medicamentos a costa de perder el favor de un gran número de médicos?
Los asesores sugieren
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El juramento Hipocrático: Primun non nocere
El sentido de la industria farmacéutica es producir y comercializar fármacos y desarrollar medicamentos para padecimientos nuevos o antiguos que pueden cada vez tratarse más eficientemente. Hacer esto es todo un reto, del que pareces bien informado.
Desde hace 2 mil 500 años se ha venido realizando en la profesión médica, de la que la industria farmacéutica depende, el juramento hipocrático que incluye una cláusula fundamental: Primum non nocere, «Y ante todo, no hacer daño a sabiendas». Es un deber de todo profesionista y empresario (no sólo en el ámbito de la medicina) el mantener un estado de sinceridad y escrutinio sobre las propias acciones, palabras y conducta hasta estar seguros de que no se está haciendo daño conscientemente. Esto es justamente lo que se desprende de tu «dilema ético».
Haciendo esta pregunta en el caso mencionado: ¿Al promover este congreso, o becar a este médico estamos causando daño conscientemente? ¿Este fármaco es nocivo a la sociedad de algún modo? El médico que pida ayudas o becas debería preguntarse lo mismo: Si todos los miembros de mi profesión actuaran así, ¿qué sucedería?
En cuanto al cambio que parece necesario en esa industria, la pregunta es ¿qué puedo aportar?
Es conocido que esta industria usa fuertes cantidades en promociones y en lobbying político, que le ha conseguido una sobre-regulación, sobre algunos temas, especialmente en psicofármacos, pero igual se podría decir de muchos otros campos y que conduce a una sobre-medicación sumamente nociva para los pacientes. Es muy difícil legislar todo esto, pero una conciencia sincera, ¿estoy haciendo daño? es insustituible.
Armando Reygadas
Abogado especialista en Ética de empresa
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La paradoja de la corrupción
Para romper ese «círculo de corrupción» es necesario, efectivamente, diseñar muy bien la estrategia comercial con la que promoverían alternativamente sus medicamentos, pero también estar dispuestos a pagar el costo que puede tener, en el plazo inmediato: perder a ese grupo de médicos que no estarán dispuestos a secundar sus productos, una vez que adviertan que ustedes han cambiado su política al respecto.
Si se trata de un problema generalizado, también cabe trabajar en una «alianza» con el sector farmacéutico que sufre este comportamiento por igual, para entre todos intentar reorientar el comportamiento de los médicos a este respecto.
En el largo plazo, la calidad de los medicamentos y la buena reputación de la empresa productora acaban prevaleciendo, sobre todo entre aquellos profesionales de la medicina que se conducen con integridad, que muchas veces resultan ser muchos más de los que en ocasiones equivocadamente se estima.
En este sentido, el «piensa mal y acertarás» es un prejuicio que puede impedir la actuación honesta y derivar en el fenómeno de la llamada «autoprofecía cumplida», esto es, si se piensa que «la corrupción es inevitable», paradójicamente se da pie a un comportamiento que hace que efectivamente sea imposible actuar en contra de la corrupción.
Tomás Viracocha
Consultor de Ética empresarial
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Los héroes solitarios no existen
Estimado director: el primer punto a tu favor es que reconoces bien que es un tema de corrupción. Durante muchos años la industria farmacéutica ha incentivado este tipo de comportamientos en los médicos que, a su vez, se han aprovechado de las farmacéuticas mirando su beneficio personal.
Dices bien que es grave el asunto pues son los pacientes quienes pagan los platos rotos al no recibir el mejor producto o servicio. Lo primero es cobrar conciencia de lo que implicará un cambio. Una vez involucrado en esta dinámica de corrupción, parar esa inercia trae costos, cambiar los incentivos no será fácil ni a corto plazo. Debes tenerlo en mente para que no te desesperes.
Lo segundo es que en el combate a la corrupción, los héroes solitarios no existen. El problema es de toda la industria, y es en grupo donde se deben buscar soluciones. El trabajo que hace el Consejo de Ética y Transparencia de la Industria Farmacéutica en México (CETIFARMA), me parece innovador y va por buen camino. Sugiero que te acerques a ellos.
Además de esto, algo que puedes hacer para cambiar las condiciones debe empezar internamente, tu director general deberá apoyarte en esta idea de cambio de incentivos, sin el aval del líder será complicado y desgastante el trabajo. Una vez que cuentes con su apoyo, hay que tomar en cuenta que implementar los incentivos correctos implicará necesariamente perder médicos que quieren aprovechar esa situación. Si tu producto es de buena calidad y competitivo ten por seguro que volverán.
Sin embargo, regreso y recalco un punto, el tema está tan arraigado y es tan grande que sólo con un esfuerzo como industria se puede revertir la tendencia. Ser ético y eficiente da una ventaja competitiva, pero lograrlo trae costos que no todos están dispuestos a pagar.
Rodrigo Villaurrutia
Profesor de Ética de la empresa