¿Cuál es la función de los héroes en la vida personal, de una sociedad o de toda una cultura? Descubrir el propósito de ese legado que nos viene desde los antiguos griegos es un tema ambicioso que varios autores abordan con el deseo de que el lector perciba su aplicación y practicidad para la vida familiar, social y el desarrollo del trabajo contemporáneo.
¿Qué es un héroe? ¿Cómo llega la sociedad a considerarlo un modelo de comportamiento y trascendencia humana? ¿Cómo se contrapone al villano o al antihéroe? ¿Qué reflejan los superhéroes de la mitología norteamericana?
Seis textos escritos por los profesores del área de Factor Humano del IPADE, Ricardo Murcio, Ricardo Aparicio, Nahum de la Vega y Jorge Llaguno, inspirados y guiados por el trabajo de investigación de Rubén Urtuzuástegui desarrollan este atractivo tema.
EL IMPACTO DE LA MITOLOGÍA
Rubén Urtuzuástegui
La ciencia rivaliza con la mitología en milagros.
Ralph Waldo Emerson
¿Qué importancia puede tener para nosotros en este siglo XXI hablar de mitología? Esa palabra que casi siempre nos remite a la antigua Grecia (dioses e historias fantásticas); que brota del vocablo mito; personajes, historias o explicaciones no reales del mundo o de la vida. ¿Qué significa «no reales»? ¿Nos permite afirmar que carecen de importancia? Por otro lado, ¿vale la pena recordar, e incluso preservar cierto tipo de «mentiras»?
Si son mentira, ¿por qué las seguimos recordando? Zeus, Hércules, Prometeo, Helena de Troya y muchos personajes e historias de la antigua Grecia siguen hoy vigentes y aún ofrecen su contenido educativo: ejemplifican modelos de comportamiento deseables e indeseables, tanto para su sociedad como para la nuestra, ya que las bases más profundas del concepto de vida de Occidente hunden sus raíces en planteamientos que los griegos propusieron y fijaron en su momento.
Intuimos que esos planteamientos encierran fórmulas valiosas para elaborar modelos de conducta y, en la medida en que logran interiorizarse en las personas, se convierten en pautas de discernimiento y de comportamiento ante situaciones similares.
HÉRCULES Y ATENEA: PRIMEROS MODELOS
En la cultura griega destacaban dos sociedades: la espartana y la ateniense. Aunque muy cercanas geográficamente, su desarrollo asumió énfasis muy distintos. Los espartanos tomaron como modelo de comportamiento a Hércules hijo de Aclemena, una humana, y de Zeus, un dios. Hércules se convirtió en el prototipo del hombre fuerte, austero, absolutamente leal y resistente. En términos cristianos podríamos decir que Hércules fue el «santo patrono» de Esparta.
Aunque el origen de esa pauta de comportamiento pudiera ser cuestionable para los eruditos de su época, se convirtió en el sello de su sociedad. Hoy es sabido y sustentado en fantásticos acontecimientos, el cómo los espartanos podían considerarse dignos hijos o seguidores de Hércules.
Por otro lado, los atenienses se inspiraban en Atenea, también hija de Zeus; pero de naturaleza puramente divina. Se dice que hizo nacer hijos de la tierra y así surgieron la ciudad de Atenas y los atenienses, quienes se identificaron con los principales dones de su diosa: la civilización, la sabiduría, el arte y la retórica. La ciudad también hizo gala de sus frutos bajo el amparo de su patrona.
Vemos claramente que se puede inspirar a una sociedad a comportarse de cierta manera, siempre y cuando ese principio de conducta se presente de modo atractivo, deseable, productivo y beneficioso. Los héroes y superhéroes cumplen con una función muy importante: inspirar a su gente y a su sociedad.
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ERNEST SHACKLETON: HEROÍSMO Y LIDERAZGO CONTEMPORÁNEO
Ricardo Aparicio
Hay almas que tienen hambre de gloria, y hay almas
que tienen hambre de pan.
Platón
Los griegos encontraron muchas respuestas al sentido de la vida humana y, en su búsqueda, hallaron elementos de comportamiento tan poderosos que establecieron pautas para una vida de elevada trascendencia. ¿Es posible que modelos de comportamiento del pasado sirvan como pauta de conducta para otras personas en el futuro?
Si revisamos la hazaña que vivió sir Ernest Shackleton, vemos que es posible enfrentar situaciones a partir de convicciones personales o de certezas asimiladas en la propia cultura. ¿Hay situaciones que demandan arriesgar u ofrendar la vida? En caso afirmativo, ¿cuáles son esas circunstancias? ¿Qué impulsa a un hombre a enfrentarlas?
El caso de sir Ernest Shackleton es un ejemplo de liderazgo y espíritu de equipo admirable. Con objeto de reclutar una tripulación de intrépidos marineros, Shackleton circuló un anuncio con el que invitaba a sumarse a su expedición para cruzar el Polo Sur de punta a punta que decía: «Se requieren treinta hombres para una labor sumamente peligrosa, con jornadas de trabajo agotadoras y horarios indeterminados; el salario no es considerablemente elevado, las condiciones climatológicas, en caso de ser desfavorables, podrían costar vidas; su mayor recompensa: la gloria».
Ante una convocatoria de esta naturaleza, un hombre contemporáneo se adelantaría a pronosticar que muy pocos –o quizá nadie– se anotaría a esa aventura. Pero Shackleton recibió miles de solicitudes y se pudo dar el lujo de escoger la que, en su opinión, sería la mejor tripulación disponible en esas circunstancias.
Si la propuesta del explorador parece fantasiosa, una analogía nos permite ver que se da con frecuencia una respuesta similar, aunque en casos diferentes. En muchos países, la empresa familiar convoca a diferentes miembros de la familia para empezar negocios con una inversión inicial mínima, conocimiento limitado del mercado y poco más que la capacidad de sus miembros de trabajar por poca paga, en jornadas extenuantes y con escasas posibilidades de éxito.
Ese patrón se repite en innumerables ocasiones y las familias apoyan esos esfuerzos con la ilusión de alcanzar un mejor futuro. La fuerza motora, el impulso, se encuentra en el perfil de trascendencia de quienes afrontan esas circunstancias.
La hazaña de Shackleton no se recuerda porque se propuso un sueño alto o porque deseaba ampliar el conocimiento humano, su verdadera hazaña consistió en comprometerse con todo su equipo a regresar a salvo, sin pérdida de vidas en circunstancias en las que era casi imposible lograrlo.
Su barco encalló y se hundió triturado por el movimiento del hielo antártico; recuperaron lo indispensable de la embarcación y se movieron a pie en un clima extremo hasta encontrar aguas navegables. El capitán partió con pocos hombres hacia la isla más cercana. Tras varios meses y varios intentos, logró rescatar viva a toda su tripulación, propósito que le supuso arriesgar al máximo su propia vida.
¿Se puede considerar como un héroe a Shackleton por su hazaña? La respuesta es sí. Entonces: ¿en qué consiste ser héroe? ¿Dónde se aprende? ¿Quién se lo propone? El modelo de trascendencia humano aporta algunas respuestas a estas interrogantes.
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HÉROES, ANTIHÉROES Y VILLANOS
Nahum de la Vega
Hay gente que hace bien el bien. Hay gente que hace bien el mal.
Aristóteles
Un héroe difícilmente podría serlo sin el concurso de adversarios o contrincantes que lo lleven a poner de relieve las virtudes o características aceptadas y deseables en su sociedad.
¿A quiénes podemos calificar como villanos o antihéroes? Para ejemplificar la complejidad de estos roles, recurrimos a dos narraciones antagónicas de las características de un personaje de la historia contemporánea: Pablo Escobar: líder e iniciador de la mafia colombiana.
La primera narración señala sus muchas cualidades. No pretende justificar sus acciones, sino señalar lo terriblemente complejo que puede ser el papel de personas que, con su vida, logran una enorme influencia y liderazgo; pero cuyas consecuencias son devastadoras por sus fines y por los medios que utilizan.
Entre las muchas características positivas de Pablo Escobar están: (1) destacada capacidad para negociar, (2) liderazgo carismático y (3) el ascenso a las más altas cúpulas del poder político y económico a pesar de su origen lleno de carencias. Si observamos sólo una parte de su perfil, veremos a una persona inteligente, audaz, generosa, buen padre y buen hijo, magnánimo…
Sin embargo, desde otro ángulo, veremos que sus acciones ocultan una necesidad superlativa de control y manipulación. Para lograr sus fines, compró voluntades de los más necesitados por unas cuantas monedas sin darles alternativa de mejora, lo mismo que en los más altos niveles políticos y sociales a través de la intimidación y de la ley de «plata o plomo».
A pesar de sus notables características personales, la gente se oponía a sus valores, su «justicia» particular y a sus fines; era una persona muy temida. Alcanzó su posición a costa de muchas vidas. En suma, el mal va creando un imperio del mal que no ve por el bien de nadie y ese imperio del mal, a la postre, hace implosión.
SÓLO ES CUESTIÓN DE QUE DECIDAS SER MALO
La diferencia entre un héroe, un antihéroe y un villano radica en la elección. De acuerdo con Rousseau, nadie nace malo, nacemos buenos y nuestra conciencia se forma o deforma conforme a nuestras elecciones diarias. El sentimiento de culpa se va desvaneciendo y el mal va escalando, lo que muestra que el mal es una decisión humana.
Finalmente, cada hombre o mujer particular es quien decide robar o ser infiel, mentir o traicionar, mantener las elecciones dentro de un marco de valores o ajustarlas a su conveniencia en pos de un beneficio efímero y egoísta.
La tabla 1 presenta algunas características diferenciales de los tres roles: héroe, antihéroe y villano. El antihéroe comparte diversos rasgos tanto con el héroe como con el villano; puede verse desde ambos ángulos y podemos resumir su actitud en la frase: «el fin no justifica a los medios».
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EL HEROÍSMO DE LA FAMILIA
Ricardo Murcio
Los héroes tienen familia… los villanos no, por eso caen.
En la cultura occidental, la familia compuesta por padre-madre-hijos ha sido el eje sobre el cual se construye la sociedad desde que se estableció como núcleo antropológico, pero no siempre fue así. Las distintas necesidades y niveles de desarrollo generaron diversos modelos de convivencia.
En las épocas primitivas, los humanos, expuestos a las fuerzas de la naturaleza, se unían en grupos fuertes y numerosos para rechazar los embates de otros grupos similares que buscaban territorio y alimento. El núcleo centrado en la lógica de un macho con muchas hembras satisfacía adecuadamente el criterio numérico, con una cantidad controlada de mujeres por su menor capacidad guerrera, ya que en épocas de escasez significaban una carga.
Este modelo, centrado en la capacidad de ataque y defensa, dominó por mucho tiempo hasta que surgió la vida sedentaria con grupos mucho más numerosos, una organización rudimentaria y un lento desarrollo cultural. Aparece, entonces, el modelo centrado en el padre. La mujer «no valía nada» y los hijos importaban en función de quién era su padre. Un complicado y caprichoso sistema de preferencias que, al girar, podía «dejar fuera del interés prioritario» a mujeres con sus hijos cuando una dejaba de ser la preferida y los privilegios pasaban a la nueva preferida y a su descendencia.
En el pueblo judío, desde sus inicios, la mujer recibió un trato diferenciado, ya que se estipulaba que, al igual que el varón, «estaba hecha a imagen y semejanza de Dios». Aunque los judíos tenían una visión distinta de la importancia de los hijos, no es sino hasta la llegada de Jesucristo que se perfecciona el modelo de familia occidental que se define como: hombre y mujer en matrimonio único, perenne y responsable de la prole que puedan procrear.
El modelo cristiano, junto con el griego de las altas esferas sociales, fortaleció la unicidad de la unión hombre-mujer en la sociedad y la política, pero pasaron unos trescientos años antes de que se generalizara como fórmula socialmente deseable.
Cuando Roma abandonó el modelo de adopción jurídica como centro de la familia y reconoció como principal modelo a la familia consanguínea, se modificaron los modelos de convivencia. El núcleo de la familia formada por padre, madre e hijos, acogía a dos importantes figuras: la servidumbre cercana, los esclavos y el tutor o maestro. A diferencia de la familia judía, no siempre estaba previsto que los hijos heredaran el oficio o quehacer de los padres.
El siguiente paso evolutivo se dio cuando los tutores, aunque seguían siendo cercanos, dejaron de ser parte de la familia. Había profesores que se encargaban de la educación de los hijos desde muy temprana edad, con gran influencia en lo intelectual y afectivo. La figura del maestro era de vital importancia y las mejores familias competían por conseguir al de más prestigio. Más adelante, el modelo de liceos o colegios como en la antigua Grecia, favoreció el modelo de familia. El ejemplo de los padres y su presencia se convirtió en el factor más importante de la educación. Este modelo se acerca más al de comunidad de amor que propone el cristianismo.
La evolución del modelo de familia es esencial para el desarrollo de los patrones de comportamiento. Los padres como modelos de admiración más cercanos y poderosos para los hijos, es decir, los primeros héroes a su alcance. Una forma de ser y de actuar clara, firme y atractiva, se constituye en la primera referencia de comportamiento de hombres y mujeres.
En la Edad Media, padre y madre centran su vida en un código de conducta acorde con la vida de Cristo y de los santos, y su vida cotidiana refuerza este modelo para los hijos. Aunque en el mundo occidental contemporáneo el ideal espiritual cristiano se ha debilitado, prevalece el modelo antropológico: los padres, conscientes de la necesidad de amor a los bebés y niños pequeños, se ocupan con esmero y gratuidad de su educación.
El esquema 1 muestra la evolución de la familia
Aunque el esquema familiar se sigue transformando, en la actualidad, el modelo que prevalece permite compartir de modo eficaz, valores, virtudes y ejemplos de vida esenciales en la vida cotidiana. Los primeros héroes, padres y madres, hermanos o tíos, son fuente cercana de inspiración y admiración. Como afirma el doctor Rafael Alvira: «la familia es el lugar al que se vuelve de manera consciente o inconsciente». De modo consciente se vuelve a los momentos importantes, en las decisiones vitales y con los recuerdos felices o desgracias compartidas. De modo inconsciente se heredan comportamientos, actitudes y valores.
La familia, fundamento de la persona, enseña a trabajar, a romper paradigmas para volver a empezar; otorga libertad para expresarnos, comunicarnos, comprometernos y desarrollarnos en función de valores. Los héroes son los que crean familias que creen en el futuro y en la posibilidad de preparar mujeres y hombres íntegros, optimistas y con ganas de vivir.
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EVOLUCIÓN DE LA SOCIEDAD
Jorge Llaguno
El hombre es un producto social y la sociedad
debe impedir que se pierda para ella.
Miguel Unamuno
Antes de abordar los nuevos modelos de comportamiento, conviene señalar algunos cambios de perspectiva en la sociedad contemporánea. La capacidad y velocidad para generar información y alternativas en la sociedad electrónica y digital genera crecientes necesidades nuevas.
La expectativa de vida ha aumentado y se ha transformado a tal grado que el tipo y calidad de vida de hace cien años se asemeja más a la de los antiguos egipcios que a la de esta era posmoderna.
Esto demanda modelos humanos con características totalmente distintas a las previas. Basta pensar, por ejemplo, que la esperanza de vida actual ha llevado a compañías de seguros a ofrecer, para los niños pequeños, planes con expectativas mayores a los cien años.
Muchos jóvenes aspiran a crear pequeñas empresas más que a incorporarse a grandes corporativos. El modelo profesional actual entre jóvenes de 16 a 27 años es emprender, pues buscan ser dueños (libertad) y entienden claramente que ser un alto ejecutivo no es lo mismo que ser un emprendedor o empresario.
Las civilizaciones adoptan nuevas formas y estilos de vida y sustituyen necesidades que modifican los modelos de trascendencia familiares y universales y se ajustan a las demandas. Ver tabla 2.
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NUEVA MITOLOGÍA CONTEMPORÁNEA
Rubén Urtuzuástegui
Los superhéroes llenan el vacío en la psique de
la cultura popular de manera similar a como
lo hacía la mitología griega.
Chrisopher Nolan
Al cuadro de roles de comportamiento (tabla 1) de «héroe, antihéroe y villano» se suma el de la familia como fuente orientadora del comportamiento, y el esquema se puede enriquecer con el rol del superhéroe. Este concepto se mencionó al hablar de los dioses y semidioses griegos, seres fantásticos capaces de imponer su voluntad sobre un universo.
Hoy surgen personajes ficticios que representan o reflejan los valores y virtudes deseables de las sociedades. A pesar de lo inverosímil de su origen y existencia, reflejan, sin duda, los más altos anhelos de una sociedad.
El cuadro se complementa con una columna de superhéroes quienes también cumplen una función en lo que se refiere a comportamiento y modelos de trascendencia.
SUPERHÉROES Y SUPERVILLANOS
Los superhéroes son personajes ficticios con poderes o características superlativas que potencian al máximo su capacidad de acción. Persiguen el bien común por encima del individual y usualmente son congruentes con los valores y virtudes aceptados por su sociedad. Suelen enfrentar a las fuerzas de la naturaleza para salvar vidas y ciudades; luchan contra marejadas, huracanes o volcanes y, por lo general, no tienen modo de equivocarse y cumplen con una función de protección universal.
Sin embargo, los superhéroes requieren villanos con capacidades o cualidades igual de portentosas: pero al servicio del mal o de sus intereses particulares, lo que da origen a los: súper-antihéroes y a los súper-villanos que cumplen con las características señaladas en la tabla 1.
De lo anterior se desprende lo que señalaba Aristóteles en la paideia: una vez que se encuentra un sentido a la vida realmente valioso, la única manera de que lo adopte el pueblo es que se le presente de forma muy atractiva. Los griegos encontraron la manera de transmitir su cultura –a la que consideraban muy valiosa− de un modo tan llamativo que terminó dando forma a su cultura.
Al analizar el tema apreciamos cómo tanto los héroes (personajes reales), como los superhéroes (personajes ficticios) se retroalimentan mutuamente. Por ejemplo, es común la imagen del bombero que rescata a una pequeña de una casa en llamas; por simple percepción deducimos que moriría sin su intervención. Esta situación de la vida real da origen a otra en que Superman rescata a una niña de un incendio, con la diferencia de que, como puede volar, no arriesga su vida. Allí, a diferencia del del bombero, quien consistentemente arriesga su vida para salvar otras, el espectador no se preocupa por el agente en peligro.
¿Podemos considerar héroe a un bombero o a sir Shackleton? Sí, en ambos casos. ¿Y también a Superman? Sí, porque, aunque no arriesga la vida, persigue lo mismo que el bombero: preservar el bien común o un bien mayor. Los modelos de comportamiento idealizados en personajes ficticios pueden inspirar e incluso inculcar valores en la gente.
Los griegos formaron una vasta y rica mitología que cumplía con varias funciones: una era dar sentido a la vida de sus ciudadanos proponiendo modelos que reflejaran lo que se esperaba de ellos; podemos afirmar que los norteamericanos heredaron esa forma de actuar. Estados Unidos cuenta con una fabulosa «mitología contemporánea»: un cúmulo de personajes e historias que refuerzan los valores y principios de su sociedad.
Para abordar el tema de la mitología contemporánea, retomemos el modelo de trascendencia y su importancia en la vida personal y comunitaria (tabla 3).
La tabla 3 muestra algunos elementos relevantes en la evolución de los modelos de trascendencia humana. Nos preguntamos ¿cómo vivían estas distintas sociedades? ¿Qué era importante en cada una? ¿Qué podían esperar de la vida? ¿Cómo percibían su entorno? Una contextualización necesaria al tratar de comprender sus condiciones de vida y comportamientos.
La supervivencia, primer modelo de trascendencia
Como mencionamos, los grupos primitivos llevaban una vida nómada, sometidos por las condiciones de su entorno. Las manifestaciones de la naturaleza podían apreciarse como maravillosas o aterradoras; el hombre debía adaptarse a ellas. Lo más importante era sobrevivir.
Su limitada capacidad para servirse de la naturaleza hace que la perciban como una gran proveedora y, a la vez, una deidad. Veían a elementos inertes necesarios para subsistir como el agua, tierra, sol y viento, como un conjunto de dioses a los que hay que agradar y pacificar.
Su vida se limita a desarrollar habilidades de supervivencia, siguiendo el instinto. Después de la vida, el bien más preciado es el placer, la búsqueda de seguridad y comodidad física, como haría cualquier animal; pero con la certeza de que existen seres superiores.
Importaba también la capacidad de reproducción y satisfacer el apetito sexual. El número de integrantes es necesidad imperiosa de cada comunidad amenazada por otros grupos que compiten por los mismos recursos. Un hombre con muchas mujeres como modelo reproductivo, permite generar capacidad numérica. Se enfatiza el valor reproductivo de la mujer y esto da paso al modelo de poligamia. La vida es muy corta y la primacía de los más fuertes es el elemento más importante de liderazgo.
Su modelo de trascendencia es básicamente extrínseco: la supervivencia y satisfacción de sus placeres; los modelos a seguir: predominio físico, capacidad para reproducirse y poseer las mejores condiciones en cada ciclo y situación.
EL DESTINO, MODELO DE TRASCENDENCIA ANTIGUO
Al explorar las circunstancias de una sociedad antigua (segunda columna en la tabla 3), vemos que mantiene varios elementos de la vida primitiva; pero con cambios profundos y radicales que llevan a una vida muy distinta a la de sus antecesores.
La capacidad de observar el entorno les permite empezar a servirse de él con cambios paulatinos. Aparecen las primeras ideas creativas; los cambios de enfoque y ruptura de paradigmas generan fuerzas opositoras que en ocasiones provocan guerras e imponen resistencias y períodos de intersección entre ambos planteamientos. Una vez que gana la batalla a favor del nuevo paradigma, se propaga y asimila por atracción.
Viene un cambio de comportamiento vertical y decidido hacia el nuevo plan que genera profundas reformas impulsadas por ideas atractivas y sujetos que se convierten en ejemplos vivos de esos ideales a quienes podemos catalogar como héroes: individuos que propagan nuevos paradigmas capaces de transformar a sus sociedades.
Al descubrir la agricultura y la ganadería se asentaron los grupos nómadas en sociedades más numerosas, construyeron aldeas, incrementaron su capacidad de defensa y ataque y se desarrolló el lenguaje y las culturas. Cambios creativos que pronto fueron imitados.
Se mantienen politeístas, la naturaleza sigue presente en sus cultos religiosos, pero con una diferencia fundamental: sus dioses ya no son sólo elementos inertes de la naturaleza, aparecen dioses vivos, animales poderosos: leones, tigres, toros… y mezclas fantásticas entre hombres y animales.
La Historia ofrece abundantes muestras de estos modelos en civilización, como el imperio persa, que representaba a su máxima deidad con un fuego sagrado o la imagen de un hombre alado. El dios del mal y la destrucción era un monstruo con características humanoides. Adoraban a tigres y antílopes y la plebe seguía adorando a los cuatro elementos.
Egipto abordó el modelo del hombre-dios representado por los faraones, quienes podían asimilar el «ka» o esencia de los dioses o animales, que les permitía gobernar con dominio sobrenatural. La conservación del cuerpo era esencial porque consideraban que en él residía parte del ka de la tierra y, por lo tanto, la inmortalidad.
Entre los muchos dioses que los egipcios adoraron como fuerzas básicas, están los principales: Ra, dios del sol asociado a la figura de un halcón con cuerpo de hombre, asociado a un perro, dios de la momificación; y la diosa Bastet, una gata asociada a la adoración de la luna. Más adelante, asemejaron muchos de esos dioses a las deidades griegas.
Incorporar características de seres vivos y fantásticos implica una evolución en el modelo de trascendencia de las sociedades antiguas. Con una idea naturalista del origen del universo interpretan en la naturaleza un objetivo superior, como finalidad de la vida, que excede a la simple satisfacción de la vida sensitiva. Exploran el enigma de la creación, de la muerte y del sentido de la vida. Sus sociedades se robustecen; ya no aplica el liderazgo del más fuerte, sino el del más poderoso.
Ante la capacidad de dominar a la naturaleza, su principal interés se centra en una percepción superior del mundo y de la vida. Existe un destino para cada persona y para cada pueblo. El concepto de destino predeterminado se afianza. Toda persona, al nacer, tiene marcada la trayectoria de su vida. No importa lo que pueda desear, su futuro está determinado.
Al interpretar la vida como destino surgen comportamientos y modelos heroicos con el pensamiento mágico y el destino en el centro. Derivan de aquí dos posturas: el pusilánime, para quien nada puede modificar su vida en forma relevante, y el proactivo, que busca conocer su destino para cumplirlo de la mejor manera o matizarlo en lo que la naturaleza o los dioses lo permitan.
Aparecen innumerables prácticas supersticiosas y métodos para prever el destino: sacerdotes, pitonisas, oráculos, brujos, adivinos…, manejan técnicas y «conocimientos» con los que ejercen una poderosa influencia que marca la historia de la humanidad. Proliferan ideas mágicas para prever el futuro: leer las estrellas, los huesos, buscar en el sacrificio de un animal el patrón con que se derrama su sangre…
Individuos con una percepción de la vida poderosa y atractiva conformaron el modelo de existencia para gobernantes y personas en todos los niveles sociales. Hubo verdaderos héroes encarnados en reyes, faraones, guerreros, constructores, etcétera.
El destino no sólo era personal, abarcaba sociedades completas, lo que da origen al imperio y a la expansión, se impone el destino más fuerte sobre el débil. Como es esencial una población numerosa, los patrones sociales se orientan de modo patrilineal y poligámico: un hombre con muchas mujeres para ampliar la descendencia y la capacidad de rechazar ataques y ambiciones de otros pueblos. Socialmente importa la filiación paterna, no la materna, salvo las excepciones de sangre real o divina
LIBERTAD, MODELO DE TRASCENDENCIA GRIEGO
La cultura griega influyó notoriamente en las civilizaciones antiguas de oriente. Continuó los patrones del destino, retomó los conocimientos egipcios y en su cosmogonía concurrían muchos dioses. El dominio sobre la tierra y el ganado le permitió crear asentamientos permanentes e integrarse al flujo de comercio, de la zona de influencia del imperio persa y de los conocimientos de oriente.
Sin embargo, el pueblo griego hizo algunas aportaciones creativas que rompen por completo los patrones de su época. Su cosmogonía politeísta se basa en una sociedad de dioses antropomorfos: humanos amplificados con una diferencia clara entre la naturaleza humana y la divina.
El único mortal capaz de entrar en el Olimpo fue Hércules, quien ya tenía la naturaleza divina, el resto alcanzaron el Hades o inframundo. Esto refleja que el ser humano no era considerado dios. Sus dioses antropomórficos les permitieron plantearse patrones de comportamiento y su claro deseo de trascendencia −el hombre estaba llamado a la inmortalidad− los llevó a desarrollar modelos que pudieran alcanzar este fin.
Para entender su modelo de trascendencia, conviene recordar otras aportaciones sustanciales como el pensamiento lógico y racional. Establecer leyes y patrones del pensamiento y aplicarlos a la naturaleza transformó su manera de ver el mundo. Al sistematizar el pensamiento a través del patrón de causas y efectos junto con el desarrollo de las premisas que dieron origen a la lógica, concluyeron que la naturaleza no es un dios, sino un recurso al alcance de los hombres y que también sigue reglas fijas y determinables y dispusieron que el hombre podía servirse de ella y no al revés.
El empuje de este descubrimiento los llevó a estudiar al hombre y a desarrollar el pensamiento filosófico. Las preguntas básicas sobre la finalidad del universo y de la vida maduraron a tal grado, que el hombre se fue haciendo grande y sus dioses pequeños.
El pensamiento filosófico los llevó a plantear un modelo de trascendencia que implicaba que el hombre estaba llamado a una existencia por encima de la del animal. Aunque el cuerpo y las necesidades externas son importantes, el hombre podía desarrollar capacidades internas muy superiores a las de los animales. A la búsqueda del sentido de la vida se le denominó la «gloria griega» que sólo podía alcanzar un prototipo elevado de hombre.
Su afán de trascendencia influyó en la búsqueda de ese hombre superior. Ese concepto que se trabajó por mucho tiempo, llegó a su madurez con Aristóteles: ¿por qué el hombre tiene sed de inmortalidad? A diferencia de los animales, quiere algo más y sólo él se plantea la muerte como reto; ningún otro ser vivo lo hace. Se deduce entonces que la naturaleza humana es distinta, sólo él percibe y demanda la inmortalidad.
¿Cómo se logra la inmortalidad? La primera respuesta es una certeza negativa: no puede provenir del cuerpo, de lo más animal del hombre. Del cuerpo provienen fatiga, vejez, enfermedad y muerte. El pensamiento filosófico los llevó a comprender que la inmortalidad podría alcanzarse a través de las acciones, actos que en vida dejen huella. Una acción o conjunto de acciones tan elevadas o asombrosas, que te lleven a la memoria de tu pueblo y a la gloria. A diferencia del pueblo egipcio, que embalsamaba a sus muertos buscando en el cuerpo la inmortalidad; los griegos lo quemaban.
El modelo elevado de hombre se alcanza al educar sus facultades superiores, las virtudes. El hombre virtuoso será capaz de sobreponerse a sus instintos y alcanzar las hazañas necesarias para pasar a la memoria de su pueblo, alcanzar la gloria.
Este modelo fue tan poderoso e inspirador que los griegos consideraban bárbaros a todos los demás pueblos y calificaban de «animales» sus estilos de vida, incluido el de los persas, la civilización más poderosa del mundo en ese entonces. Imaginemos qué pensaría un filósofo griego de individuos cuyo dios era un gato, o de quienes se dejaban llevar por todo tipo de placeres corporales. En la escuela del agogé, se impartía como lección ver a los esclavos comer y beber, hasta hartarse y emborracharse, para observar su pobreza interior y concluir que «viven como animales».
Otro planteamiento que rompió paradigmas y provocó una guerra entre griegos y persas fue rechazar el concepto del destino y anteponer la idea griega del ciudadano, del hombre libre. Persia se ostentaba como un imperio imparable a cuyo destino estaba sometido el de todos los pueblos, ya que no había otro más grande y esplendoroso. La atractiva idea de convertirse en ciudadano con capacidad de elección causaba enorme inquietud en el imperio.
Los griegos concretaron sus modelos de trascendencia humana en héroes como el guerrero virtuoso, el sabio volcado a la vida interior, el político entregado a la vida pública y el ciudadano libre.
LA SALVACIÓN COMO MODELO DE TRASCENDENCIA
Las aportaciones de la tradición judeo-cristiana a los modelos de trascendencia concordaron plenamente con el pensamiento filosófico y se generó un poderoso modelo de transformación de la sociedad. La cuarta columna de la tabla 3 señala varios hitos que rompen el modo de ver el mundo.
Una de las aportaciones más importantes es la existencia de un sólo Dios verdadero, espiritual, personal y que no acepta ningún tipo de sincretismo. Aunque la encomienda a Abraham empezó miles de años antes, estos conceptos penetraron el pensamiento filosófico griego después de que Alejandro Magno helenizó el imperio persa. En ese momento sus razonamientos podrían considerarse precristianos.
La idea de un sólo Dios es tan creativa y radicalmente revolucionaria que su aparición motivó la guerra. Los judíos defendieron sus creencias con su vida y los persas los amenazaron con la destrucción total por negarse a adorar a sus dioses. Un sólo Dios representa un sólo código de conducta, una norma moral única, no permite manipulaciones entre intereses, tanto humanos como de los diferentes dioses.
Al extenderse este concepto entre la gente, que lo encontraba muy atractivo, llevó a la ruina innumerables centros de adoración, como el templo de Artemisa en tiempos de San Pablo, que era además un importante centro de intercambio comercial y cultural; verdadero motor económico de su tiempo que dejó de existir y propició una feroz persecución de cristianos. El hecho inició desde que se conoció el concepto de Dios único de los judíos y se extendió con la llegada del cristianismo y su desarrollo, hasta que, trescientos años después, se convirtió en la religión oficial de Roma.
El modelo judeo-cristiano aportó otros planteamientos de vida que revolucionaron su tiempo. La idea de la salvación del alma de naturaleza inmortal, era una de las respuestas más buscadas por el pensamiento filosófico griego y concuerda a la perfección con sus especulaciones. «Todos estamos hechos a imagen y semejanza de Dios» y «el amor es el valor más importante de la humanidad» son ideas que rompen con todo lo establecido en su época.
Antes, la naturaleza divina estaba reservada para unos cuantos o que la poseían o podían alcanzarla. Con la nueva propuesta, todos podían alcanzar la salvación a través de sus acciones –a través de un sistema de méritos y de perfeccionamiento interior– desde el esclavo hasta la realeza. Los conceptos cristianos, atractivos y profundos, transforman las sociedades de su tiempo y desencadenan cambios personales, sociales y productivos.
Viene también la ruptura de la sociedad polígama y la dignidad de la mujer se eleva cuando Cristo establece a la familia mononuclear: un solo hombre con una sola mujer. El modelo cristiano de familia, atractivo e innovador, se multiplica y se convierte en célula fundamental de la cultura occidental. Surge también la familia empresaria, uno de los modelos más productivos de la historia.
El modelo de trascendencia cristiano fructifica y el ejemplo de Jesucristo da lugar a numerosos modelos de heroísmo: mártires, santos, el siervo que al ofrecer a Dios su sencillo trabajo puede alcanzar la salvación, lo mismo que las familias cristianas, al vivir la fidelidad, el respeto y el amor. Los monjes que toman la caridad como misión y la desarrollan: ayuda al enfermo, al viajero, al enemigo, al desvalido (huérfanos, viudas…). Surgen las universidades, con una educación orientada a la verdad y al desarrollo de la ciencia. Modelos de trascendencia humana tan profundos que dieron origen a la cultura occidental y generaron valor para sus sociedades.
DISTINTOS MODELOS CULTURALES
Cada modelo de trascendencia genera un tipo de hombre distinto. En las civilizaciones antiguas, ser adivino era un modo de aspirar a un alto desarrollo; en la paideia griega surge el hombre virtuoso: prudente, justo, templado y fuerte. Las cuatro virtudes que elevan al hombre y le permiten la conquista interna generaron modelos heroicos de atletas, sabios, guerreros, oradores políticos y ciudadanos libres.
Mientras que en la paideia cristiana −el amor, la verdad y la vida eterna− crearon al mártir, al santo, al monje, al maestro, al siervo, al caballero y el matrimonio, y cada uno se transforma en un héroe del amor y del servicio al prójimo.
La tabla 4 muestra los modelos de heroísmo basados en sus correspondientes modelos de trascendencia. Tras 1,500 años de cristianismo se generaron otros cambios y paradigmas que cambiaron el centro de la vida del hombre y su modelo de trascendencia.
En el modernismo, la ciencia y la economía ocupan el centro de la vida humana y sus nuevos héroes son: científicos, técnicos, empresarios, burócratas, nuevos ricos, etcétera. Para un joven moderno crear una empresa exitosa, hacer fortuna o un descubrimiento científico son el centro de su existencia; la vida eterna, la salvación del alma o la conquista interior quedaron atrás; quizás se han despreciado bienes más acordes con la naturaleza humana y se han cambiado por otros de menor relevancia.
Los héroes postmodernos obedecen a otra paideia. Para ellos la vida espiritual e incluso la ciencia, pasan a segundo término, enfatizan, en cambio, la vida en comunidad, el valor de la naturaleza y la percepción subjetiva.
Lo más importante es la opinión propia y lograr una vida placentera; se valora la naturaleza y conservación de los recursos naturales y se rechaza el uso de la ciencia y la tecnología; hay que comer orgánico; curarse con alimento y no con medicina, etcétera. Analizando esta tendencia podríamos concluir que vamos para atrás, nos estamos convirtiendo en politeístas: los nuevos dioses son el sol, el agua y los ecosistemas. El placer es el bien más deseado y «mi» manera de ver la vida es más importante que «la» manera de ver la vida. De acuerdo con Aristóteles, vivimos cada vez más como animales.
LA MITOLOGÍA DE NUESTRA ERA
Abordemos, ahora, el mundo contemporáneo y en especial la mitología moderna norteamericana, magnífico ejemplo de cómo se pueden reforzar los valores de una sociedad a través de personajes ficticios con capacidad para reflejar sus valores e inspirarla. ¿Qué superhéroes conocemos? ¿Qué función han cumplido en Estados Unidos? Y, finalmente, ¿tenemos superhéroes en México?
Una encuesta entre empresarios participantes del IPADE permitió ver que todos conocen a Spiderman, Batman y Superman; 90% identifica a Hulk, los Cuatro Fantásticos, Capitán América, Batgirl, Ironman y Wonder Woman. ¿Por qué son tan conocidos? Atraen primero como entretenimiento y después se perciben valores en sus mensajes.
Todos los personajes de ese mosaico tienen reminiscencias de personajes griegos o judeo-cristianos. Es curioso que en la era de la ciencia, la tecnología y el conocimiento positivo, niños y adultos vean o lean historias fantásticas. ¿A quién interesa ver hombres disfrazados con fuerzas portentosas? Como dijimos, son atractivos y transmiten mensajes importantes, por eso los ven millones de personas
Durante su época de oro, desde los años 40 a inicios de los 80, la mitología norteamericana desarrolla numerosos relatos y series televisivas con historias y personajes que concuerdan con las principales necesidades sociales de su país. Las aportaciones de Disney y de Hanna Barbera son esenciales en el imaginario de los norteamericanos. Han generado tanto material, que se puede afirmar que sin su existencia, EUA no sería lo que es ahora.
Estos superhéroes representan en forma sistémica algunas de las principales funciones en la mitología contemporánea.
– Superman: una respuesta necesaria ante los embates de la filosofía marxista en contra del modelo capitalista.
– Batman: el modelo de antihéroe cuando declara que él empieza donde la justicia acaba y sostiene que no mata, no tortura y no mutila a sus enemigos, parte del código de conducta del caballero medieval. Su traje es una armadura.
– Wonder Woman; el papel de la mujer americana durante la segunda guerra mundial, cuando tuvo que salir de su casa y fabricar armas para sus soldados, suplir la mano de obra masculina y, finalmente, enrolarse en el servicio militar e ir a la guerra.
– Capitán América: el prototipo del soldado americano. Roosevelt declaró que no existía en el mundo un soldado mejor preparado, más inteligente y con más posibilidades de regresar vivo a su país. Este personaje facilitó el reclutamiento voluntario de miles de jóvenes en la IIGM, factor que influyó en la victoria.
– Los Cuatro Fantásticos: son el primer conjunto de superhéroes que trabaja en equipo, con lazos familiares y basados en los cuatro elementos griegos: agua, viento tierra y fuego.
– Spiderman: la capacidad de los jóvenes talentosos americanos de clase media baja con acceso a una educación elevada que les permite un futuro prometedor. Su lema es: «A un gran poder le corresponde una gran responsabilidad».
– Daredevil: es un discapacitado que a través de talento, entrenamiento y ciencia logra hacerse de un súper-poder que le da capacidades extraordinarias. Clara analogía para que los discapacitados en EUA se desarrollen al máximo. Una lista exhaustiva de lo que han aportado sería demasiado larga.
CÓMICS, CINE Y TV
La juventud norteamericana recibió fuerte influencia de historias y aventuras de superhéroes, historietas y dibujos animados. En esta época de oro de creatividad surgieron también series de televisión cuyos objetivos específicos eran animar y difundir valores y actitudes adecuadas (Bonanza, Viaje al fondo del mar, Kung Fu); manejar problemas sociales como la discriminación de la mujer (Wonder Woman); promover el interés por el espacio y la energía nuclear (Perdidos en el espacio). y a conquista del universo cuando EUA competía con los soviéticos en la carrera del espacio (Viaje a las estrellas).
Además, cada capítulo reforzaba valores como la verdad, lealtad, el interés técnico y científico, y temáticas como racismo, pacifismo, ecologismo, etcétera. Hoy, esa argumentación se sustituye por la biotecnología genética (Jurassic Park, Misión a Marte, Gattacca) y muchos más títulos que la promueven.
El modelo americano también muestra por otro lado que, una vez que esas producciones arraigan en el gusto del espectador se pueden convertir en súper negocios. La tabla 5 presenta algunas cifras de ventas de producciones recientes.
La necesidad ante los problemas actuales ha llevado a retomar a los antiguos superhéroes, modernizándolos, para dar paz, tranquilidad y cierta estabilidad a las masas, al presentar de nuevo a jóvenes modelos de trascendencia asequibles.
Y, EN MÉXICO, ¿TENEMOS SUPERHÉROES?
¿Nos estarán reflejando e influyendo? Algunas figuras relevantes del imaginario mexicano sirven para analizar sus contenidos y abrir la conciencia a propuestas de mayor calidad y utilidad.
Entre los modelos mexicanos, sólo el Chapulín Colorado y el Santo son ampliamente conocidos y paulatinamente menos Kalimán, Chanoc, el Pantera, Cachirulo, la Familia Burrón, Fantomas, Cerdotado y Mariano Muerte. Queda claro que no es una mitología tan desarrollada como la norteamericana.
El superhéroe más reconocido es risible. El Chapulín Colorado logra resultados por casualidad, no se hace propósitos valiosos ni arduos. Utiliza el sentido del humor, que es su cometido básico, pero esa característica resta cualquier posibilidad de transmitir un modelo de trascendencia serio e inspirador.
Valores como ciencia, respeto por la ley, justicia quedan muy por debajo en el superhéroe mexicano, mientras que los norteamericanos luchan por la justicia, la verdad, la defensa del desvalido, muestran un profundo patriotismo, se proponen metas difíciles, sacrifican estilos de vida y, en ocasiones, su propia existencia en aras del bien común.
Cuando una empresa busca motivar al personal, fomentar la integración de equipos o mostrar una gestión eficiente puede recurrir a un extenso catálogo de películas norteamericanas sobre deportistas, políticos, empresarios, universitarios, etc. que presentan a individuos y grupos esforzándose por alcanzar altas metas. En el siglo XX, Estados Unidos alcanzó un lugar privilegiado en ese aspecto.
Queda claro que hacen falta más historias inspiradoras que reflejen a los mexicanos como individuos y como sociedad. Historias de empresarios exitosos, deportistas, políticos comprometidos con su nación; una más profunda e inspiradora educación nacionalista, con la que nos identifiquemos y modelos de trascendencia que respeten los propios valores, para lograr el cambio y la mejora social, económica y política.