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Álvaro del Portillo. Un líder al frente de una empresa espiritual


Hablar de una persona que consiguió expandir una empresa a los cinco continentes, siempre nos lleva a pensar en alguien exitoso, aunque dicho talento no lo convierte en un buen líder. Para ello hace falta virtud, prudencia y capacidad para inspirar a los demás. Esto caracterizaba al recién nombrado beato Álvaro del Portillo, sucesor de san Josemaría al frente del Opus Dei.
¿Qué caracteriza a un líder? ¿Por qué nos interesan tanto, al grado de ser tema recurrente en estudios empresariales, políticos, académicos, sociales…? Sin duda porque un rasgo distintivo del líder es su capacidad de influir en los demás para que se muevan en una dirección determinada y conseguir un fin específico.
Los grupos se organizan siempre con alguien a la cabeza. En cierto sentido es una necesidad, desde niños buscamos referentes y comportamientos que nos sirvan de faro en la vida.
Para Peter Drucker, considerado el mayor filósofo de la administración del siglo XX, los mejores líderes poseen cuatro características:1
 
1.         Aunque tienen seguidores, liderazgo no es popularidad sino obtención de resultados.
2.         Los líderes siempre dan el ejemplo. Liderazgo no es ni rango, ni privilegios, ni dinero. Es responsabilidad en lo que se hace.
3.         Los verdaderos líderes hacen, no predican. Delegan muchas tareas, pero nunca las que saben realizar con excelencia.
4.         Un auténtico líder siempre tiene un propósito, un objetivo que pretende conseguir para él y sus seguidores. Cuanta más alta y noble sea la meta, mayor es la potencia y estatura del líder. Pero no basta con desearlo, lo importante es alcanzarlo.
 
Hay líderes honorables, pero también tramposos o incluso perversos, ¿a cuáles escuchar? Aristóteles en la Política afirma: «Siempre que alguien sea superior en virtud y en capacidad para realizar las mejores acciones, a ése es noble seguirle y justo obedecerle. Pero debe poseer no sólo virtud sino capacidad que le haga apto para la acción (prudencia)».2
Así, un buen líder es virtuoso y prudente. Para Aristóteles sólo el hombre prudente es capaz de deliberar de manera conveniente sobre las cosas que contribuyen a su virtud y felicidad.
Sin duda una persona virtuosa y prudente es capaz de guiar a otros pues sus acciones inspiran a los demás y lo ubican como autoridad. Para Hans-Georg Gadamer, filósofo alemán del siglo XX, la autoridad radica en presuponer en el otro un conocimiento que rebasa el juicio propio.
Sigo a un líder cuando veo que percibe algo mejor que yo mismo.3 No renuncio a mi razón, conozco y reconozco que está por encima en juicio y perspectiva.
Para Gadamer, la autoridad del líder no se otorga, sino que se adquiere y se valida frente a los demás, ya sea porque es capaz de discernir mejor el curso de las acciones o por su actuar virtuoso.
 
CEO DE UNA COMPAÑÍA ESPIRITUAL
Muchas figuras de la historia merecen el título de líder, pero en el siglo XX uno desempeñó su liderazgo en una organización especial. Aunque la idea inicial de ésta no fue suya, la adoptó como propia y trabajó por verla crecer hasta hacerla presente en los cinco continentes. Razón por la cual, llegado el momento, se convirtió en su CEO.
Los fines de esta compañía no son empresariales, sino espirituales. Sus logros fueron: «El comienzo de la labor apostólica en veinte nuevos países; la ordenación de unos ochocientos sacerdotes salidos de entre los miembros de la Obra del Opus Dei; iniciativas como la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, en Roma, y tantas otras de solidaridad social que van desde clínicas en países de África, Europa y América, a escuelas y universidades en los diversos continentes».4
El hombre cuya acción y esmero consiguió tales resultados es el recién beatificado Álvaro del Portillo (Madrid, 27-IX-14), sucesor de san Josemaría al frente del Opus Dei. Quien se caracterizó por poseer una inteligencia fuera de lo común, en su currículum destacan títulos como ayudante de Obras Públicas, doctor Ingeniero de Caminos, doctor en Filosofía y Letras (sección de Historia) y doctor en Derecho Canónico.5
¿Cómo es el carácter de un líder de esta naturaleza? Quienes lo conocieron aseguran que poseía una fuerza de voluntad admirable, gran capacidad de trabajo, carácter firme y afable y una inigualable facilidad para hacer amigos.
«Estudiaba los asuntos con profundidad, después de escuchar a quienes podían o debían aportar un consejo. Destacaba también su visión de conjunto, su espíritu positivo, y la confianza y libertad que suscitaba a su alrededor.»6
 
UNA EXPERIENCIA PERSONAL
Jaime Pereira, director de la HR Academy, conoció al beato en 1987 en la sede central del Opus Dei y a partir de ahí se convirtió en su fiel seguidor. Afirma que entre sus virtudes de liderazgo destacaban:7
 
1.         Capacidad de trabajo. Le parecía que los días tenían pocas horas para abarcar sus proyectos. Trabajaba incansablemente, sin embargo sabía qué tareas debía delegar, razón que le permitió realizar 198 viajes a 43 países.
 
2.         Visión estratégica. Captaba las oportunidades antes que nadie, por tal motivo su labor se extendió por los cinco continentes, al desarrollar organizaciones dedicadas a la formación humana, la salud, el desarrollo de personas y el cuidado de los más débiles. Un ejemplo es el programa internacional de solidaridad «Harambee» que promueve iniciativas de educación en África.
 
3.         Capacidad de relación. Don Álvaro desarrolló una notable facilidad para hacer amigos. Una muestra es la cercanía que sostuvo con Juan Pablo II, quien incluso, al enterarse de su muerte, acudió a rezar a sus pies. Benedicto XVI declaró en una ocasión que lo que más recuerda de Álvaro del Portillo es su modestia y disponibilidad como consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, institución que contribuyó a enriquecer de modo singular con su competencia y experiencia.
 
4. Empatía. Característica indispensable en cualquier líder y el beato la poseía en demasía. La gente se sentía cómoda a su lado. Fue maestro del buen humor, recurría a él en los momentos oportunos para conectar con la gente. «Ante su temple acogedor, nadie callaba sus opiniones, ni dejaba de expresar dudas o preguntar por miedo a quedar mal o a equivocarse».8
 
5. Lealtad. Un buen directivo es fiel a los principios fundacionales de la organización. Su obligación es hacer una empresa sana y sostenible en el tiempo. Don Álvaro fue devoto y leal a la herencia recibida, con la conciencia clara de que la evolución no anula la esencia.
 
6. Innovación. Le gustaba ir siempre un paso adelante para tomar decisiones valientes. Por ello impulsó el Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA) de la Universidad de Navarra, que no llegó a conocer. Hoy, CIMA realiza un trabajo científico para combatir enfermedades que causan sufrimiento y aún no tienen cura. En él trabajan equipos multidisciplinares de médicos, biólogos, bioquímicos, farmacéuticos, ingenieros, técnicos especialistas y otros profesionales.
 
7. Santidad. Ésta no es una habilidad empresarial, sin embargo santificar cada actividad, ofrecerla a Dios y hacerla por amor, le permitía ser mejor profesional, preocuparse por los demás, terminar las tareas emprendidas, ser un ejemplo para los que le rodeaban y, sobre todo, ser fiel a su vocación.
 
A las virtudes de liderazgo que reconoce Jaime Pereira en don Álvaro, me atrevo a agregar otras tres cualidades destacadas
 
INICIATIVA Y MAGNANIMIDAD
Ambos términos remiten a una persona que no se conforma ni se «duerme en sus laureles» y trabaja por sus ideas hasta materializarlas. Quien tiene iniciativa siempre imagina un escenario mejor y quien es magnánimo da más allá de lo que se espera de él, se entrega hasta las últimas consecuencias, emprende sin miedo y avanza a pesar de las adversidades.
Así era el beato Álvaro del Portillo. Un ejemplo es el empeño que mostró en la construcción de la sede central del Opus Dei, dilema cuya resolución habla de su carácter de líder.
En 1948 se erigió el Colegio Romano de la Santa Cruz, un centro internacional para fieles del Opus Dei que desearan profundizar su formación filosófica, teológica, canónica, ascética, apostólica… y asistir a las clases de las universidades eclesiásticas de Roma. Muchos de ellos se ordenaron como sacerdotes.
Don Álvaro asumió la tarea de rector que, durante seis años, desempeñó con atención esmerada. Comenzó con siete alumnos y al final de su mandato había 123. Se movía siempre con una sonrisa y, si había necesidad de reprender a alguien, lo hacía con claridad y caridad.
Justo por su magnanimidad no atendía sólo los aspectos académicos y espirituales de los alumnos. Sabía bien que se necesita un mínimo bienestar material para facilitar el ejercicio de la vida cristiana, y le preocupaban las carencias materiales que padecían: una casa en obras donde la necesidad de ahorrar era constante. Esto lo llevó a buscar una solución que permitiera a los estudiantes gozar del oportuno descanso en los periodos no lectivos, de un modo adecuado a su edad y situación.
Al platicar con un amigo suyo, Giovanni Bisleti, le surgió una idea. Bisleti deseaba vender una finca agrícola ubicada entre Terracina y Sperlonga, en la que trabajaban unos 300 campesinos. Don Álvaro percibió que esa hacienda podía servir, no sólo para el descanso de los alumnos del Colegio Romano, sino también como fuente alimenticia para quienes vivían en Villa Tevere.
Concibió una audaz iniciativa que propuso a san Josemaría: comprar con créditos la posesión y dividir el terreno en pequeñas parcelas para venderlas a los campesinos en condiciones económicas favorables para ellos. Así se convertirían de trabajadores a propietarios. Sugirió que el Opus Dei conservara una pequeña parte que serviría de granja y, al mismo tiempo, de lugar de reposo veraniego para los alumnos del Colegio Romano. Giovanni Bisleti aceptó la venta en tales condiciones.
Gracias a la iniciativa y magnanimidad de su carácter resolvió el asunto, sin embargo tuvo que afrontar múltiples vicisitudes económicas para pagar esa deuda y, cerca de ocho años después, inaugurar la sede central del Opus Dei.
 
SUPERAR ADVERSIDADES
Un buen líder sabe sortear las adversidades y don Álvaro, desde su posición eclesiástica, animaba a todos a no detenerse a considerar las dificultades en el apostolado. Durante una tertulia dijo a los asistentes: «Si san Pedro, al llegar a Roma, se hubiese preguntado: ¿qué haré yo para convertir a este pueblo tan extraordinariamente corrompido? y se hubiese dedicado a realizar estudios sociológicos, todavía estaría en ciernes el Cristianismo. Él, y también los demás cristianos, empezaron a trabajar apostólicamente, a hablar del Señor».
De esta forma invitaba a actuar, a no ser timoratos y trabajar por la causa en la que creen. Haciendo una analogía con el director de empresa, don Álvaro inspiraba a su equipo a vivir la misión de la organización.
Álvaro del Portillo cumple con la descripción del líder tanto para Aristóteles como para Peter Drucker. Fue un hombre que dio el ejemplo, trabajó con excelencia para conseguir un objetivo sublime para la Iglesia Católica, fue prudente y virtuoso.
Desde la óptica de Gadamer podría decirse que: gracias a sus sabios consejos, perspectiva y capacidad de resolución de problemas y, sobre todo por sus acciones, sencillez y sentido del orden; ganó una indiscutible autoridad, que le otorgaban quienes lo trataron en vida y quienes, al conocerlo de manera indirecta, validamos sus virtudes.
Todas las particularidades de su carácter, sin duda son útiles para el líder que desea motivar y dirigir a sus seguidores hacia un camino exitoso.
Notas finales
1 Cfr. http://jrsmarketingcommunications.wordpress.com/2012/10/12/el-liderazgo-segun-peter-drucker/ (Consultada el 25 de octubre de 2014)
2 Aristóteles: Política1325b 6-7. Gredos. Madrid, 2008.
3 Gadamer, Hans-Georg: Verdad y Método. Tomo 1. Sígueme. Salamanca, 2000. p. 45
4 Medina, Javier: Álvaro del Portillo. Un hombre fiel. Minos III Milenio editores, México, 2013. p. 17
5 Ibid p. 15.
6 Bernal, Salvador: Álvaro del Portillo, una semblanza personal. Eunsa, Navarra, 2012. p. 86
7 http://jaimepereira.es/alvaro14-ingenieria-santidad-y-liderazgo/(Consultada el 25 de octubre de 2014)
 
8 Op. Cit. p. 86
 

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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