Suscríbete a la revista  |  Suscríbete a nuestro newsletter

Participación ciudadana: varios conceptos, una acción


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Ante los desafortunados brotes de violencia que se dan en nuestro país y en el mundo, así como la escasa participación social y ciudadana, urge que, quienes nos decimos preocupados por tal panorama, hagamos un esfuerzo por formarnos, informarnos y proceder en consecuencia.

Desde principios del siglo XXI, o quizá antes, los mexicanos somos testigos del rápido y grave deterioro del tejido social. Vivimos diversas movilizaciones, con diferentes grados de violencia, por el progresivo malestar de la sociedad civil a causa de atropellos, abusos, ilegalidades y actos de corrupción. Tales movimientos hacen patente la inconformidad de la sociedad frente a situaciones que asfixian la calidad de la vida en común.
De alguna forma, para conservar la estabilidad y la paz social, los habitantes de este país nos hemos «acostumbrado» a escenarios que deberían provocarnos asombro, incredulidad, desasosiego e incluso miedo. Un sencillo ejemplo: nos parece normal vivir en un entorno donde faltan las coladeras de las alcantarillas, las luminarias están fundidas y los huecos de sus bases se han convertido en basureros.
Todo esto es un bosquejo de un hecho sumamente complejo: la no participación de individuos y grupos en asuntos públicos, el déficit de adhesión a la vida comunitaria y la falta de un bien común.
Hacen falta criterios claros, verdaderos y objetivos, para hacer diagnosticar lo que estamos viviendo y, en especial, para tomar una postura ética, operativa, que nos permita actuar en consecuencia a corto y largo plazo.
 
¿QUÉ ES LA PARTICIPACIÓN SOCIAL?
Comencemos por delimitar y distinguir el significado de conceptos como ciudadanía, civilidad, participación o cultura ciudadana, esto nos servirá para descubrir que el asunto no es baladí. Participar es un derecho pero también un deber que a todos beneficia, hacerlo supone un proyecto y un estilo de vida personal y comunitario.
En principio, el término participación social puede entenderse de diversas maneras: desde asistir a una reunión, convivir con un grupo de amigos o integrarse en un cineclub, hasta realizar actividades cívico-políticas. En todos los casos implica manifestación, cooperación y movilización de grupos, la integración para enfrentar problemas y gestionar requerimientos y las respuestas a las variadas demandas y necesidades. Así, participación significa (ORDUNA, 2000):
 
•          Dar parte, comunicar o informar
•          Tomar parte, intervenir, actuar
•          Tener parte, compartir, tener en común
•          Formar parte, asociarse
•          Repartir, recibir una porción de algo que se parte
 
Quienes participan lo hacen porque tienen sentido de pertenencia, están integrados en una organización común y se reparten responsabilidades, compromisos y tareas para resolver las distintas necesidades.
De acuerdo con el sociólogo mexicano Pablo González Casanova, hoy la participación es un procedimiento complejo, descentralizado, cuyas redes se insertan en la sociedad global, para hacer frente a decisiones autoritarias y centralistas. Aunque no siempre es una práctica liberadora. En ocasiones, el nuevo capitalismo genera experiencias pseudo libertarias donde el individuo se siente parte de algo cuando consume, aborrece la identidad de propósitos comunes que implique una responsabilidad y se hunde en una experiencia pasajera de libertad. La «identidad», fruto del consumo, lima y hace inofensivas las aristas críticas de la ciudadanía.
Por otro lado, Tomasa Báñez de la Universidad de Barcelona, considera que la participación social se supedita al planteamiento ideológico que la define, pues es un «acto que ayuda a profundizar la democracia social (no sólo política y formal), un mecanismo de socialización colectiva, un medio para lograr la integración social, la educación cívica, la canalización de relaciones interpersonales, el buen uso del tiempo libre y el ejercicio de la solidaridad». Todo ello gracias a una ciudadanía activa, integrada por sujetos que saben exigir sus derechos y cumplir sus obligaciones, conscientes de que los asuntos públicos les afectan de manera directa o indirecta, y de su ineludible responsabilidad de interactuar con un Estado cuya obligación es promover la justicia y la equidad.
Frente a ambas perspectivas, considero que participación social se puede entender como: la injerencia de individuos y grupos sociales en las diferentes etapas en las que se resuelven asuntos de interés público consulta, discusiones, planteo de propuestas, gestión de recursos). Tal injerencia es esencial por la crisis de representación y eficacia de los Estados.
Ahora bien, ¿por qué es importante? Porque la participación ayuda a legitimar y a hacer más eficientes las tareas administrativas. Además, en los países latinoamericanos –en un contexto de autoritarismo o excesiva centralización de las decisiones– esta actividad es un medio para democratizar los espacios institucionales y las relaciones entre la sociedad y los gobiernos.
 
CIUDADANÍA Y COMPROMISO SOCIAL
La participación ciudadana es un instrumento de la sociedad civil para satisfacer necesidades individuales y colectivas. Según Rodrigo Baño, catedrático de la Universidad de Chile, es un concepto relativamente nuevo sin una definición precisa. Puede considerarse: una intervención de los particulares en actividades públicas, en tanto portadores de intereses sociales. Tal definición abarca gran cantidad de formas de participación de distinto origen, con diversos medios, por diferentes órganos, realizando distintas funciones, en numerosos niveles.
A diferencia de otros tipos de participación (social, comunitaria, política), la participación ciudadana alude a las formas de inclusión de la ciudadanía en procesos decisorios, e incorpora los intereses privados (no individuales) respecto a ciertos temas. En el campo de las políticas sociales, esta manera de incluir a la ciudadanía es indispensable para otorgar eficiencia a una acción social del Estado, que suele confinarse al ámbito de lo estatal y no de lo público. La idea es dar lugar a una nueva configuración, más democrática y eficiente del propio Estado, con base en una noción de ciudadanía arraigada en el compromiso social.
Se refiere a la intervención de intereses privados (individuales y colectivos) en actividades públicas, propias de la vida en común, donde es posible la solidaridad. La idea es satisfacer necesidades representadas colectivamente como problemas, que significan un problema económico, político o social.
La participación ciudadana no altera la representación política de quien ejerce el poder público, más bien supone su existencia; corresponde a intereses privados (aunque sean colectivos) de la sociedad civil y admite intereses públicos, políticos, ante los que apela.
No obstante, la participación ciudadana, como propia de la sociedad civil, se aproxima a la participación política, por ejemplo, en los asuntos que aluden a la reforma política del Estado y a la descentralización de las decisiones del poder público. En este caso, se desdibujan los límites entre uno y otro tipo de participación.
Los conocimientos teóricos y las acciones prácticas serán el cauce para ejercer mejor nuestra ciudadanía e influir de manera positiva en el entorno próximo y remoto. Nuestras reflexiones habrán de cristalizarse en actividades concretas, eficientes y eficaces, en torno a la necesidad de una participación cuya ausencia ha provocado daños gravísimos en nuestra vida familiar y comunitaria. No podemos acostumbrarnos a los problemas que nos aquejan, no podemos permanecer indiferentes ante las graves omisiones de nuestros gobernantes, nuestros políticos, e incluso nuestras propias negligencias.
 
UN GRAN PODER CONLLEVA UNA GRAN RESPONSABILIDAD
Hemos de asumir la democracia como forma de vida, como una tarea que nos incumbe a todos y que supone un compromiso; no como un concepto abstracto, vacío de contenido. Esforzarnos por comprender las bases de la sociedad democrática y la forma en que se conectan con nuestra realidad actual. Bases que incluyen, como elemento esencial, el reconocimiento y respeto de una de las más grandes conquistas de la civilización en el terreno de la ética y la política: los inalienables derechos humanos. Una sociedad que no los respeta jamás podrá ser considerada democrática, ni mucho menos legítima.
Vale la pena enfrentar el reto de defenderlos y promoverlos en nuestro mundo moderno, paradójico y lleno de contrastes, donde las palabras son más largas que las obras y, muchas veces, los buenos propósitos se quedan sólo en el papel. La mejor manera de hacerlo es a través de procesos de construcción ciudadana, en entornos participativos que nos permitan ampliar nuestro radio de acción y tener mayor impacto en la comunidad. Para ello conviene abundar en algunos conceptos fundamentales que a veces resultan escurridizos, tales como identidad, responsabilidad, sentido de pertenencia y cohesión social.
La responsabilidad de un sujeto que da razón de sus actos, queridos o permitidos, es siempre individual, pues está en lo más íntimo. Tal responsabilidad se concreta en diferentes ámbitos. Responsabilidad social es la capacidad madura de reconocer, cada cual, lo recibido de su patria, valorarlo y preocuparse por cumplir los deberes ciudadanos. Es también buscar la mejor manera de solucionar los graves problemas de nuestra nación y actuar en consecuencia.
Urge revertir un proceso que parece que de manera inexorable nos llevará a la destrucción del tejido social, de los vínculos familiares y comunitarios, de los ámbitos cálidos, íntimos, entrañables donde los seres humanos se saben cuidados, protegidos unos por otros: amados por lo que son, más que por lo tienen o por las funciones que desempeñan. Para lograrlo necesitamos saber, querer y poder hacerlo: adquirir los conocimientos, actitudes y aptitudes que nos conviertan en sujetos sociales idóneos para echar andar los innumerables e ingentes cambios que México y nuestro mundo demandan.
La tarea no es fácil, por ello es necesario que todos nos involucremos, aquí y ahora, que pongamos manos a la obra y empecemos a caminar por un sendero que tal vez se prolongue durante toda nuestra vida; sendero cuya meta se convertirá en objetivo, tendencia, un ideal por alcanzar y que quizá algunos no veremos hecho realidad.
Los resultados serán inciertos pero, si dejamos pasar este momento histórico, esta situación coyuntural, es casi seguro que nosotros y las generaciones venideras pagaremos muy caras las consecuencias del no hacer.
BIBLIOGRAFÍA
Bolos, Silvia (2003). Organizaciones sociales y gobiernos municipales. Universidad Iberoamericana, México.
Orduna Allegrini, María Gabriela (2000). La educación para el desarrollo local. Una estrategia para la participación social. EUNSA. Ediciones Universidad de Navarra, S.A. Pamplona.
Ziccardi, Alicia. Introducción: claves para el análisis de la participación ciudadana y las políticas sociales del espacio local, en Ziccardi, Alicia (coord.) (2004). Participación ciudadana y políticas sociales en el ámbito local. Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, Consejo Mexicano de Ciencias Sociales. Instituto Nacional de Desarrollo Social,  pp. 9 a 19 y pp. 23 a 41.
Bañez, Tomasa (2004) Participación social y Trabajo social.
http://wzar.unizar.es/acad/fac/eues/TOMASA/Docum_tomasa/Participacion%20y%20TS.pdf

 

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

Newsletter

Suscríbete a nuestro Newsletter