Lev Tolstói
Nórdica libros. Madrid, 2013
66 pp
Para espabilar… el ideal humanista de Tolstói
La insustancialidad del mercado y sus productos, sus afiebrados arrebatos por incrementar las ganancias en un pestañeo, fueron evidenciados por la literatura del siglo XIX. Oráculo vivencial, la narrativa de la postrevolución industrial anticipó la escenografía mercantilista donde hoy vivimos: encarnizadas batallas por vender más, obsesiones insumisas cuyo único motivo es aumentar las utilidades.
Tolstói (Yásnaya Poliana, 1828-Astápovo, 1910), nacido entre las sedas de la nobleza rusa, terminó sus días convertido en un anacoreta al servicio de desprotegidos y por encima de las rabietas de Sofía Behrs, su mujer, quien hizo hasta lo indecible por impedir que su marido renunciase a sus bienes y fortuna en favor de los desvalidos apiñados en torno a su finca de Yásnaia Poliana, a la espera de la generosidad del escritor.
Me temo que son muy pocas las obras de Tolstói en las que se percibe con tanta crudeza y dolor su ideario humanista como en este asolador relato: un cruel episodio en la historia de la inconmensurable fragilidad humana.
Da la impresión de que, al escribirlo, no hubo reserva ninguna al respecto de los ideales que empezaron a germinar en el alma de Tolstói después de una vida exagerada, luego de volver del frente de Crimea. No se entiende, si no, tanta aflicción.
Usted sabrá disculparme si no revelo aquí detalles de la trama. Me parece que bastante tenemos con el título. Anticipo, eso sí, los devastadores efectos que sobrevendrán apenas cierre la hermosa edición de la casa Nórdica libros, completada con las ilustraciones de la artista vasca Elena Odriozola.
Prepárese para enfrentar una lectura –«el mejor relato que se ha escrito nunca», según dijo de él James Joyce– en la que la inclemencia y el sufrimiento están como está la ansiedad en el filo de una navaja. Tolstói logrará sacudirle el alma y, lo más seguro, le dejará en la conciencia preguntas inconvenientes e inoportunas, cuya respuesta amarga le espabilará las entrañas. Espero.