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La princesa Mononoke: el viaje hacia la redención

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La princesa Mononoke (Mononoke Hime)
Dirección y guion: Hayao Miyazaki
País: Japón
Año: 1997
Producción: Studio Ghibli
Mi mejor amigo me habló por primera vez de las películas de Hayao Miyazaki hace diez años. Cinco años antes, otra amiga muy cercana me urgió a que viera Nausicaa del valle del viento, película postapocalíptica del mismo director-guionista-productor. Por aquel entonces mi recién adquirida adolescencia criaba muchos prejuicios con respecto al anime y al manga. La princesa Mononoke, que hoy me ha dejado cautivada, se había estrenado recién, pero entonces no estuve dispuesta a cuestionar mis caprichos adolescentes. Qué bueno que este año, ya entrada en la treintena, desobedecí la inercia de mis decisiones cinematográficas.
Así que ahora me dediqué a recuperar el tiempo perdido con Miyazaki. Al ver sus películas, terminaron por desvanecerse mis prejuicios tontos y lamenté no haberme educado sentimentalmente con ellas y no con las de Walt Disney (con excepción de La espada en la piedra, a la que siempre regreso). Comencé por Totoro y El castillo vagabundo, continué con Nausicaa y El viaje de Chihiro para quedarme con La princesa Mononoke. Las vi varias veces. En japonés con subtítulos, en inglés, en español latino. Me conmovió que los «villanos» no fueran la encarnación simple y plana del mal sino personajes desorientados que pretendían el bien pero causaban el mal por no ver el panorama completo o que se dejaban gobernar por las emociones o la ambición. Cuando alcanzaban la calma o aprendían la lección lograban redimirse.
La historia de La princesa Mononoke –título que podría traducirse como la princesa monstruo transcurre en la edad media de Japón, el periodo Muromachi, cuando la incipiente industria amenazaba los bosques y las relaciones pacíficas entre humanos y animales y entre humanos y otros humanos. Un nuevo orden era inminente pero nadie estaba dispuesto a ser hospitalario ni compartir. La comunidad de productores de hierro y armas, dirigida por Lady Eboshi, quería acabar con los árboles y los animales. Estos, por su parte, estaban decididos a defender su territorio y terminar con los humanos. El odio y la ira, muy tangibles en esta historia, extendían manchas y tentáculos en los cuerpos que infectaban hasta llevarlos a la muerte.
La espiral de odio –y redención se detona cuando Ashitaka, un joven príncipe, defiende su aldea matando a Nago, dios-jabalí transformado en demonio por la ira. Durante la lucha, los tentáculos de odio de Nago alcanzan a Ashitaka en el brazo derecho, dejándole unas manchas oscuras que comenzarán a invadirle el cuerpo y el alma. Con la intención de revertir la maldición, el príncipe emprende la búsqueda del Espíritu del Bosque: a través de sus ojos vemos la terrible ambición de la señora Eboshi, pero también su generosidad para con los leprosos, a quienes integra activamente al trabajo y la vida común. Conocemos también a San, la niña feral criada por lobos y devota del bosque llamada princesa Mononoke por Eboshi pero que es una presa fácil para la ira.
El verdadero viaje de Ashitaka no es geográfico sino espiritual. Aunque la infección de la ira lo invade poco a poco, aprende –como decía mi maestro de Aikido a defenderse sin miedo y atacar sin odio. Aprende a perdonar y reparar el daño antes que buscar vengarse. Sabe cuándo actúa la ira en su nombre y cuándo es él quien decide. El odio generalizado, sin embargo, cobra presas en esta historia y desata una conflagración social y ambiental. Miyazaki no apuesta por una conclusión ni moralinas: con maestría japonesa, deja que los hechos transcurran y los personajes aprendan a observar y actuar, esperar y morir. Nos muestra cómo la humildad les enseña a vivir de la mejor manera que pueden.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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