Si existe un espacio en donde convergen todas las Bellas Artes es en la ópera, expresión creativa que conmueve porque de súbito llena todos los sentidos. Te presentamos dos de las casas de ópera más representativas del mundo, consideradas una razón de peso para emprender un viaje a tierras lejanas.
GRANDES ESCENARIOS
En 1776, un terrible fuego devastó el teatro de la corte de María Teresa de Austria, sin embargo este suceso marcó el nacimiento de uno de los teatros más importantes del mundo hasta nuestros días: la Scala de Milán.
Dos años tardó el arquitecto neoclásico Giuseppe Piermarini en concluir esta obra de cuatro niveles con palcos separados y un canal cóncavo que permite una excelente acústica; en la noche de inauguración se representó Europa Riconosciuta de Salieri, dando comienzo a largos años de música.
Naturalmente, la llegada del fascismo a Italia y la guerra interrumpieron las actividades operísticas, pero en mayo de 1946, Toscanini, quien había sido expulsado durante el fascismo, reinauguró este teatro como una metáfora del renacimiento después de la Guerra.
Actualmente La Scala recibe los espectáculos más famosos y su orquesta de 135 músicos es considerada una de las mejores del mundo para producciones operísticas. Lo que hace destacar a esta orquesta es su capacidad para obtener un sonido uniforme, versátil y suave, sello típico que los músicos transmiten de generación en generación.
Quienes quieran conocer más acerca de la historia de La Scala pueden visitar su museo, abierto todos los días. Allí, entre candelabros, tapices dorados y pisos de madera y mármol, podrán apreciar bustos y retratos de músicos, además de curiosos instrumentos musicales como la guitarra-lira o el arpa-laúd. Uno de los instrumentos más preciados que guardan sus paredes es el piano de cola Steinway que perteneció al compositor Franz Liszt. Como se puede notar, su lista de tesoros es larga, sobre todo para quienes saben apreciar la música con todos sus sentidos.
ARQUITECTURA MUSICAL
Pocos son los edificios que rompen fronteras y se vuelven tan famosos como la Sydney Opera House, pues sus enormes estructuras que simulan las velas de barco adentrándose al mar son difíciles de olvidar.
Lo que tampoco fue sencillo fue su construcción, la cual inició en 1959, tres años después de que el arquitecto danés Jørn Utzon, desconocido hasta entonces, ganara el concurso convocado por el Gobierno de Nueva Gales del Sur para construir la nueva casa de ópera. La idea de Utzon era construir un edificio que provocara una sensación de movimiento, quería tratar al espacio y los materiales de construcción como música a través de sencillos y expresivos planos.
El proyecto original estaba presupuestado en 7 millones de dólares, costo que fue rebasado considerablemente pues al final se gastaron 102 millones de dólares para la conclusión. Por esta razón, aunada a problemas políticos, Jørn Utzon tuvo que renunciar al proyecto a la mitad de su construcción y nunca lo vio terminado en persona, pues dejó Australia para no volver. A pesar de estos incidentes, recibió el Premio Pritzker cinco años antes de morir. Aunado a ello, todo ese esfuerzo de construcción y diseño que desafió la gravedad y la forma tradicional de hacer edificios vio frutos en 2007, cuando el recinto fue nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
En la actualidad, la Sydney Opera House llevan a cabo 40 presentaciones artísticas semanalmente. En su interior hay siete salas destinadas a diferentes tipos de representaciones: desde la sala de conciertos con capacidad para 2,679 personas hasta la pequeña Sala Utzon, para un máximo de 210 personas. En el espectacular edificio también podrás observar el magnífico órgano de la casa, el mayor instrumento mecánico de todo el mundo: construir y montar los más 10 mil tubos que lo componen llevó más de 10 años.
Visitar esta casa de ópera y apreciarla por dentro y por fuera es una experiencia inolvidable.