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¡Noticia! ¡Nerón incendia Roma!*

* Agradezco a Karla Aguilar por su colaboración.

 
CUIDADO CON LA GUILLOTINA
Las personas del siglo XXI somos tan arrogantes que pensamos que las Fake News son un invento contemporáneo. Lamentablemente, para distorsionar los hechos no es indispensable el photoshop ni Twitter. Las noticias falsas han existido siempre, aunque antes no se divulgaban con la misma rapidez. Si no, pregúntenle a Maria Antonieta, reina de Francia, cuya mala reputación le costó la cabeza durante la revolución.
El hambre entre los parisinos es creciente y la revuelta comienza. «¿Qué quiere el pueblo?», pregunta María Antonieta. «Majestad –le responden–, el pueblo no tiene pan». La reina sonríe sarcásticamente y responde, «Si no tienen pan, ¡qué coman pasteles!» ¿Verdad que es como para guillotinarla? Pues les cuento que la cita es inexacta en dos puntos. Primero, el francés original no dice pastel, sino brioche, que es un bollo con huevo, mantequilla y leche. Segundo, no consta que lo dijera María Antonieta. Es más, ni siquiera consta que alguna princesa haya dicho tal barbaridad. Pero así es esto de las Fake News. La anécdota se da como verdadera.
Confiamos en que la historia nos llega como un retrato del pasado. No obstante, es muy dudosa la objetividad de los relatos que nos llegan. Si no hemos sido testigos de un hecho, estamos a merced de testimonios ajenos o de la reconstrucción que alguien más haga del mismo. ¿Cómo sabemos que nuestro historiador no se toma algunas licencias?
La Poética de Aristóteles distingue entre la labor del poeta y la del historiador. Según este filósofo, la historia nos cuenta lo que sucedió; la poesía, en cambio, nos cuenta lo que podría suceder. La tarea del historiador es retratar fielmente lo que ha acontecido sin alteración alguna. La creación de tragedias se la dejamos al poeta. La labor del poeta consiste en hacer verosímiles las acciones de los personajes de su obra.
El poeta no trabaja con mentiras. No diríamos que Sófocles o Shakespeare han querido engañarnos. Tampoco podemos pensar que el historiador trata únicamente con la verdad de los hechos. No pocas veces recurrimos a la historia para reforzar nuestros argumentos en una discusión. No hay nada de malo en ello, sin embargo, a veces parece que tratamos a la historia como un archivero de verdades. Nada más peligroso que esto. A lo más que podemos aspirar es a la interpretación de los hechos; a un acercamiento siempre mediado, aunque sea mínimamente, por prejuicios culturales o personales.
La expresión fake news no debería aplicarse a un periodista por su tendencia política, sino al periodista que deliberadamente busca alterar o inventa un hecho para hacerlo pasar por verdadero.
Tampoco es lo mismo la publicación de noticias falsas que la propaganda. La propaganda pretende convencer; las noticias falsas buscan engañar. No toda propaganda es mala. El problema surge cuando la propaganda pretende convencer a través del engaño.
 
DE VIRGILIO A GOEBBELS
En la antigua Roma, Augusto (m. 14 d. C) usó la propaganda de una manera magistral. Se encargó de que todos sus súbditos conocieran a su emperador, aunque no fuese de manera directa. De Augusto se conservan cientos de estatuas por todos los territorios romanos en las que era representado como sacerdote y como conquistador. Se acuñaron monedas con su rostro, como era costumbre. También estaba presente en joyas, como camafeos, y en sellos que lo representaban en batalla. Y por si fuese poco, fue durante su reinado cuando el poeta Virgilio escribió la Eneida. Esta epopeya es algo así como la secuela del la Ilíada y claro, según Virgilio, la genealogía de Augusto llega hasta Eneas, hijo de Venus. ¿Cómo la ven?
Me pregunto si Joseph Goebbels, ministro de propaganda del gobierno nazi de Hitler, tenía noticia de esta propaganda romana. Augusto no sólo se echó flores a sí mismo; antes de llegar a gobernar Roma se dedicó a desprestigiar a Marco Antonio, su rival, haciendo ver su relación con Cleopatra como una amenaza oriental para la cultura romana. ¿Les suena? Augusto fue bastante listo, pues se valió de la dicotomía «ellos contra nosotros» para centrar la atención en la extranjera Cleopatra y así ignorar que en ambos bandos se derramaba sangre romana.
Goebbels consideraba once principios fundamentales para la propaganda política. Cito algunos: principio de simplificación y del enemigo único; del método de contagio; de la exageración y desfiguración; de la vulgarización; de la silenciación.
El objetivo de estos principios es presentar una idea de manera tal que cualquiera pueda entenderla y repetirla. Para ello es necesario sintetizar en un solo símbolo al enemigo y exagerar cualquier particularidad o acción suya, por mínima que sea, de tal suerte que su mera existencia resulte amenazante. La propaganda nazi hizo de los judíos ese enemigo; ellos eran los culpables de todo lo malo que sucedía en Alemania.
El arte de la propaganda engañosa «fundamenta» sus ideas en diversas fuentes, en información fragmentada; censurando cualquier noticia que favorezca al adversario. Así se fabrica un cóctel venenoso que puede despertar odio en una comunidad y dirigirlo hacia un objetivo determinado. La propaganda a veces consiste más en insultos a un contrincante que en alabarse a uno mismo.
 
LAS ORGÍAS DE CALÍGULA Y EL INCENDIO DE ROMA
Retomemos el papel del historiador. ¿Qué pasa cuando su objetividad se ve comprometida debido a sus intereses personales? Al acercarnos a la historia deberíamos preguntarnos quién la escribió, cuándo y por qué. Es necesario definir el contexto histórico en el cual se escribe una historia.
Pienso ahora en algunos nombres que han llegado hasta nosotros como arquetipos de malos gobernantes. ¿Son fake news o mala propaganda? Específicamente pienso en Calígula y Nerón. Las noticas que tenemos de ellos han alimentado la opinión popular de tal suerte que se les considera verdaderos monstruos.
A Calígula lo asociamos con el desenfreno hedonista y sanguinario –y la mente se nos llena con imágenes de la película Calígula de 1979 dirigida por Tinto Brass y con Malcolm McDowell encarnando al emperador romano. No estaríamos equivocados al opinar que Calígula no fue un emperador respetado por su pueblo ni estimado por senadores y guardias pretorianos. Sin embargo, su asesinato en el año 41 d.C., parece tener diversas causas.
Suetonio recoge, unos ochenta años después de la muerte de Calígula, anécdotas de la vida cotidiana de este emperador que muestran su crueldad y su desenfrenado afán de placer. Según Suetonio, Calígula apresuró su ascenso al trono tramando –y probablemente consumando– la muerte de su abuelo Tiberio, entonces emperador. Calígula cometió incesto y se acostó con las esposas de patricios romanos.
Suetonio también cuenta, por ejemplo, que Nerón ordenó castrar a un joven llamado Esporo y lo vistió con velo nupcial para tomarlo como esposa, y que, cubierto con piel de leon, disfrutaba lanzarse sobre varones y mujeres atados a postes (y luego me dicen que Cincuenta sombras de Grey es original).
¿Suetonio es confiable? Aunque buena parte de su vida vivió al amparo del emperador Adriano, hacia el final, el césar lo expulsó de la corte. ¿Tendrá algo que ver esta enemistad con el César con la imagen que nos presenta de algunos emperadores?
Quizás el episodio conocido sobre Nerón es que, encantado con la hermosura de las llamas que consumían Roma, tomó la lira y se dispuso a cantar. Todo indica que nada tuvo que ver con el incendio y que no se puso a cantar. Fake News romanas
¿Han visto la serie Roma y la película Gladiador? Cómodo, el emperador villano, sí existió. La fuente para conocer su vida es Dión Casio. El problema es que Dion Casio provenía de una familia de senadores y se enfrentó con Cómodo. Como muchos otros senadores, Dion Casio no simpatizaba con los emperadores. Digamos que es como si Trump escribiese la biografía de Obama (algo difícil, por razones obvias) o si un americanista redactara la historia del Guadalajara.
Quizás los retratos que nos hemos formado sobre gobernantes como Calígula y Nerón se deban a la fascinación morbosa de las anécdotas privadas e insólitas de su vida. Pero justo lo insólito de algunas de ellas debería bastar para sospechar sobre su veracidad. Al final, los chismes de palacio pueden decirnos algo de quién gobernaba, pero no cómo gobernó.
Como saben, soy usuario constante de las redes sociales. Pero me temo que ni Instagram, ni Whatapp, ni Twitter son las mejores herramientas para formarse un entendimiento crítico.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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