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Es la oportunidad de cambiar el modelo

La pandemia agravó los problemas que ya enfrentaba el mundo. Sin embargo, también abre la puerta para reiniciar con un modelo más justo y equitativo.

 

El mundo saldrá de la pandemia de COVID-19 con más pobres, una mayor desigualdad económica y de género, así como menos empleos formales. Sin embargo, es también una oportunidad para repensar el modelo económico vigente a nivel global, en donde solo la más cercana cooperación entre los sectores público y privado podrá brindar la innovación y el empuje necesarios para echar todo a andar de nuevo.

Estos son algunos de los temas que surgen a partir de una entrevista con la profesora Karla Petersen O’Farrill, del área de Entorno Político y Social de IPADE Business School. El tema de la pobreza y el subdesarrollo es conocido por Petersen, coautora del estudio Enhancing Structural Transformation in Southern Mexico: the Cases of Oaxaca and Veracruz, para culminar su maestría en Políticas Públicas por la Universidad de Harvard.

 

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LA PANDEMIA LO EMPEORA TODO
La pobreza, la desigualdad económica y de género, el cambio climático, son todos problemas que ya existían antes de la pandemia de COVID-19. Sin embargo, esta enfermedad vino a exacerbarlos, para colmo de males. «Se vuelven ahora, más que nunca, un tema de vida o muerte», explica Karla Petersen.

Por ejemplo, las comunidades pobres en México tienen un alto índice de mortandad por COVID-19; casi del doble del resto de la población. «Esto tiene que ver con muchos temas relacionados con la pobreza, como la precariedad en el empleo, la informalidad, la falta de acceso a seguridad social, a servicios de salud de calidad y que no pueden darse el lujo de trabajar desde casa», explica la académica. En resumen, mayor probabilidad de contagio y menores posibilidades de recuperación.

En cuanto a género, recuerda que justo una semana antes del inicio del confinamiento se celebró la marcha en favor de la igualdad y el «Día sin Mujeres», que ya dejaban ver las desigualdades. Hoy la enfermedad las ha hecho más evidentes, señala.
De acuerdo con datos que publica el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), los hombres están regresando al mercado laboral mucho más rápido que las mujeres, y las que regresan lo están haciendo en condiciones de mayor precariedad: tiempo parcial, menores salarios.

 

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«También está la necesidad de combinar el trabajo con las actividades del hogar, cuando se pierden muchos de los elementos que apoyaban a la mujer en la inserción laboral: las guarderías, las escuelas de tiempo completo, algunas redes de apoyo en el trabajo doméstico. Esto hace que la mujer absorba una carga desproporcionada en el hogar, que también afecta su reinserción en el mercado laboral», describe Petersen.

En cuanto al tipo de trabajo que ocupan las mujeres, remata, el IMCO identifica que 53% están en sectores que han sido los más afectados por la pandemia, como el comercio al por menor, servicios, hospedaje y alimentos. Además «la subrepresentación en puestos de liderazgo hace que en la toma de decisiones la mujer no esté igual de representada que los hombres y, por tanto, que las medidas que se toman no sean tan favorables para sus necesidades».

En cuanto al cambio climático, «la COVID-19 ha hecho más palpable cuáles podrían ser las consecuencias si no actuamos de manera oportuna», afirma. «Aquellas personas que viven en zonas de mayor contaminación también presentan mayor mortandad por el virus, por el daño que produce al sistema respiratorio. A pesar de que hemos vivido un paro económico importante, las reducciones en las emisiones de gases de efecto invernadero han sido muy pocas, tan solo de 8%. Si realmente queremos atacar el cambio climático, debemos hacer una transformación radical en nuestra forma de vivir, de producir, de consumir.»

En suma, y analizando el éxito que otros países, como Alemania, Dinamarca, Nueva Zelanda y Corea han tenido frente a la pandemia, «vemos la necesidad de construir sociedades más equitativas, tener sistemas de protección social cada vez más fuertes y Estados capaces, que puedan intervenir para proteger a los más vulnerables en momentos de crisis», concluye Petersen.

 

a pesar del paro económico,
las reducciones en las
emisiones de gases de
efecto invernadero son pocas.
Urge una transformación
radical en nuestra forma
de vivir, producir, consumir.

 

 

MEDIDAS DE DOBLE FILO
Como se ha podido apreciar en 2020, las medidas de los gobiernos contra la COVID-19, en muchos casos han agravado o generado una nueva crisis humanitaria. No se trata de caer en la comparación simplista de confinamiento o crecimiento económico, pero sí en analizar medidas que no consideraron efectos diferentes al control de la enfermedad.

Destaca el caso de India, por ejemplo, que impuso una cuarentena «dramática, cerrando toda actividad económica y de transportes», apunta la académica del IPADE. Este acto intempestivo dejó prácticamente en la calle a 120 millones de trabajadores migrantes, quienes tuvieron que regresar a sus lugares de origen a cientos de kilómetros de distancia, prácticamente a pie. El impacto económico y social fue al final mucho más drástico.
«La respuesta adecuada que debe tener un país ante la crisis de la COVID-19 debe ser multifactorial. Depende de su nivel de desarrollo, de su sistema de protección social y del nivel de pobreza, lo que hace muy difícil tener una respuesta única a esta crisis humanitaria.»

Algunos ejemplos que sí se comparten a nivel internacional tienen que ver con invertir más en el sistema de salud, un primer paso fundamental, así como dar apoyo a las empresas, sobre todo a las micro y medianas, para que puedan mantenerse en operación y mantener el empleo.

 

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«Es muy importante reconocer el papel que van a jugar las empresas en la recuperación económica. Conforme más compañías cierren y más empleos formales se pierdan, será mucho más difícil para los países salir adelante. No solo por las implicaciones económicas directas –la cantidad de gente que emplean, los salarios que esto genera, la capacidad de consumo relacionada–, sino por el talento que representa. Un empleado formal ha recibido capacitación, sea de manera directa o a través de la realización de su trabajo; al perderse los empleos formales, se tiene que reconstruir el capital humano que se había estado generando. El apoyo a las empresas tiene mucho que ver con mantener la situación y las perspectivas de desarrollo», explica Petersen.

«Uno de los grandes problemas es que cuando hay un sistema de protección social muy débil y las personas pierden su trabajo, se ven obligadas a salir y ganarse la vida de distintas maneras –hablamos de economía informal–, esto hace que no puedan mantener la cuarentena, lo que lleva a que los casos de contagio y vulnerabilidad sigan aumentando.»

 

BORRÓN Y CUENTA NUEVA
Como es evidente –aunque el primer mundo no queda exento– todos los problemas mencionados se agudizan en los países en desarrollo. La profesora Petersen menciona que esta será la primera ocasión desde 1998 –después de la crisis asiática–, que la pobreza va a aumentar a nivel global.

«En las últimas décadas veníamos trabajando, de manera importante, aunque no suficiente, en la reducción de la pobreza a nivel internacional. El Banco Mundial calcula que entre 71 y 100 millones de personas podrían caer en pobreza extrema en 2020. Si consideramos pobreza, es decir, personas que viven con menos de 5.50 dólares al día, esta estimación crece hasta 177 millones. Estaríamos hablando de una población incluso más grande que la de México, que va a caer en pobreza este año debido a la crisis.»

Esto tiene impactos diferenciados. El mayor número de pobres recaerá nuevamente en países que ya de por sí son pobres, como el sur de Asia y un tercio en el África Subsahariana. Pero Asia también tiene otros retos: su enorme población empieza a envejecer a un ritmo más rápido que el que se vio en regiones como Europa. Por tanto, estos países van contra reloj: requieren alcanzar el desarrollo antes de que su pirámide demográfica se invierta, para contar pensiones y seguridad social de calidad.

Otro de los sectores que se ha visto impactado por la crisis económica es la educación, de acuerdo con la académica. «Estamos ahora tratando de transitar hacia modelos de enseñanza remota, algo que sin lugar a duda se vuelve mucho más complicado en un contexto de pobreza, donde las condiciones de acceso a la tecnología no existen. Esto, evidentemente impactará las posibilidades que tenga la población que hoy está en pobreza para desarrollarse e insertarse en mejores oportunidades laborales, que es uno de los elementos que más impacta el ingreso y por tanto, la oportunidad de salir de la pobreza.»
Nuevamente, la situación de los países de desarrollo ya tenía un problema antes de la pandemia. Su modelo de crecimiento basado en la exportación de commodities y productos con muy bajo valor agregado, junto mucha inversión pública, estaban presentando claras señales de agotamiento.

La COVID-19, en ese sentido, puede ser una oportunidad, «obligarnos a pensar de nuevo qué tipo de economía queremos, no sólo en términos económicos, sino sociales y humanos», piensa Karla Petersen. Existen voces muy importantes como Muhammad Yunus, premio Nobel de la Paz, António Guterres, Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, el Foro Económico Mundial, que pueden servir de base para buscar una economía más equitativa, que ponga a la persona en el centro del modelo y que considere el impacto ambiental. Más que una recuperación, una reconstrucción del modelo económico, como propone Yunus.

 

es muy importante
reconocer el papel de
las empresas en la
recuperación económica.
Conforme más
compañías cierren será
mucho más difícil para
los países salir adelante.

 

 

Un comparativo interesante, cita Petersen, es la Segunda Guerra Mundial, que dejó las economías del mundo occidental completamente devastadas. A partir de ahí surge un nuevo modelo económico. «Es ahí donde vemos un impulso muy importante a la apertura comercial, la construcción de un sistema internacional muy distinto basado en la cooperación, en el multilateralismo, en principios liberales, que sin duda permitieron un crecimiento económico muy acelerado, pero que también ha dejado muchos retos atrás: una gran concentración de la riqueza, altos niveles de pobreza, mucha desigualdad y un modelo económico muy poco sustentable en términos ambientales.»

Si la comparación vale, sería momento de cuestionar un modelo que ha demostrado sus vulnerabilidades y buscar uno que favorezca mejores oportunidades de empleo, mayor igualdad y más sustentabilidad. Además, es el momento para hacerlo, porque entre más pase el tiempo, será más grande la tentación de volver al statu quo.
«Es un reto para todos aquellos en posición de liderazgo, tanto en el sector público como en el privado y en la academia, porque aún estamos luchando con el presente, pero creo que es en esta situación de incertidumbre donde podemos tener este borrón y cuenta nueva y ver qué tipo de sociedad queremos de ahora en adelante.»

 

EL PAPEL DE LAS EMPRESAS
Para Karla Petersen, la empresa tiene un papel fundamental en el desarrollo de este nuevo modelo y sobre todo en su implementación. De hecho, hay dos niveles de participación: el micro, en donde es preciso repensar la forma en que trabajamos, por lo menos en las urbes. Aquí entran los nuevos horizontes que abrió el trabajo en casa y que deberían generar al volver una mayor flexibilidad en las formas de organización de la empresa.
Un mejor balance entre vida y trabajo de los colaboradores, mayor bienestar, sin dejar de lado los retos de equidad de género que planteó el confinamiento. Todo ello con el fin de generar un ambiente laboral que fomente la productividad y la innovación.

En el nivel macro, la empresa tiene la misión de construir mayor confianza en la sociedad actual, así como en tener mayor impacto en temas de responsabilidad social, alineando sus estrategias de crecimiento con la atención de problemas sociales. «El suyo puede ser un papel de liderazgo en la transición económica y tecnológica, pero generando modelos de negocio que tengan a la persona en el centro, que busquen una mejor calidad de vida y considerando el impacto social de sus acciones», apunta Petersen.

 

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La empresa debe buscar ofrecer empleo de calidad, con rutas de crecimiento profesional y personal y atender las necesidades ambientales, en respuesta al cambio climático. Es muy posible que se vean cambios muy importantes en temas de manufactura. La COVID-19 ha llegado a poner en entredicho cadenas de proveeduría que antes eran muy sólidas. «Nos hace ver cómo estamos conectados, pero también cómo somos más vulnerables».
En ese sentido, la cooperación con el sector público será obligada, siempre y cuando se pueda partir de una visión común: qué tipo de economía buscarán ambos sectores en cooperación después de la crisis, qué modelo se piensa construir.

De esta forma, los pilares del crecimiento económico en los próximos años tendrán que ver con aumentar la productividad y acelerar la innovación aunque, después de lo que hemos vivido, se deberá tomar en cuenta el impacto social y ambiental, «para construir una sociedad más incluyente, más participativa y justa», concluye Petersen.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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