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Fuera del realismo, hay dos clases de idealistas

EL PERSONAJE

Carlos Llano Cifuentes (1932-2010) nació en la Ciudad de México y luego marchó a España, de donde era su padre. Estudió en Madrid y posteriormente se trasladó a Roma, donde cursó la carrera de Filosofía en el Angelicum, pues poco tiempo antes había decidido ser miembro del Opus Dei. Al término de esos estudios regresó a México con el doble propósito de trabajar en los negocios de su familia, al tiempo que contribuía a los inicios de la labor del Opus Dei en México. 

Entre las décadas de los 1950 y 1960, su actividad estuvo centrada en el mundo de la empresa y en su paso por la UNAM, donde cursó el doctorado en Filosofía. Al final de los 60 comenzó la aventura de iniciar el IPADE y la Universidad Panamericana, de las que fue director general y rector, respectivamente. Al término de su periodo como directivo universitario en los años 90, continuó su tarea de profesor y produjo buena parte de su obra escrita. A lo largo de todos esos años emprendió simultáneamente las tareas de especulación filosófica, dirección de tareas educativas y sus empresas. Fue también miembro del Consejo Ciudadano de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México y presidente del Patronato del Monte Pío Luz Savignon. 

ALGUNOS RASGOS DE SU OBRA

Su obra escrita comprende 42 libros y 245 artículos. Detrás de este caudal de publicaciones se puede descubrir un sistema de trabajo bastante original y que —me parece— retrata cabalmente al autor. Escribió a lo largo de muchos años. Primero escribía un artículo y después continuaba su investigación con otro y así sucesivamente. Volvía sobre ellos y los iba enriqueciendo, puliendo y completando hasta que los publicaba en un libro. Así como los buenos lectores vuelven una y otra vez sobre algunos libros, Carlos volvía a sus escritos, y con la paciencia de un minero iba horadando en ellos hasta llegar al fondo de lo que se había propuesto indagar. 

Su aporte, como lo describe Arturo Picos en uno de los capítulos, puede clasificarse en tres grandes ámbitos: filosofía de la acción directiva y de la empresa, filosofía fundamental y metafísica y antropología filosófica. Este amplio arco de intereses y abordaje intelectual no es la simple elucubración sobre mundos inconexos, guarda una lógica articulada que se va nutriendo a lo largo de su obra. De alguna manera, en diversos capítulos de este libro logra mostrarse la rica interconexión que existe entre ámbitos tan diversos. 

Antes de abordar la manera en la que entiendo esta articulación, me parece relevante abordar cómo la amplitud de intereses de Carlos Llano juega en favor de su obra de múltiples maneras. Sus escritos denotan su cultura, su amor por la buena escritura y su vena poética. Bebe de muchas fuentes y autores, algunos que estudió desde joven, otros de quienes recibió clases y fueron sus amigos. Llama la atención la diversidad de procedencias ideológicas y cómo de cada uno pudo aprender algo y, muchas veces, incorporarlos a su interpretación de las cosas. Tenía una mente abierta que le permitía escuchar lo valioso, independientemente de donde viniera, y un corazón grande que le facilitaba tender los puentes para alcanzar objetivos comunes. Aunque los puntos de partida fueran distantes, veía que se podían unir en el futuro. 

ARTICULACIÓN DE SU PENSAMIENTO

Uno de los libros publicados sobre el pensamiento de Caros Llano —de Óscar Jiménez—, acuñó el término bifronte para describir su talante intelectual. Un hombre que supo moverse en dos mundos: la filosofía y la empresa. Esa doble perspectiva le permitió, contra lo que pudiera pensarse, alimentar una de la otra, encontrar contactos entre esas aparentemente distantes realidades. 

Desde mi perspectiva, hay un elemento crucial que le permite este bifrontismo: el carácter central de la realidad, el conocimiento de la cosa singular. Para Llano la realidad, aun siendo conocida teóricamente por abstracciones, solamente es existente en realidades singulares: una persona, Dios, esta empresa, una oportunidad. Son cosas que no están solamente en la mente, se encuentran en la realidad; son algo distinto de nosotros, intencionalmente captadas por nuestro pensamiento. Esta pasión por lo real hace que existan varios elementos comunes en su pensamiento: 

Carlos Llano Cifuentes (1932-2010)

a) Una persona que conoce con todas sus facultades.

b) Una realidad conocida.

c) Un proceso adecuado para conocerla.

d) Una manera (cuando es el caso) de transformarla.

La persona que conoce con su inteligencia, su voluntad, sus virtudes se enfrenta con una realidad objetiva que va escudriñando, procesa en su interior y vuelve a ella. Así sucede en los intrincados caminos metafísicos que no culminan en la especulación mental y solamente descansan cuando consiguen volver a la realidad. Algo similar ocurre con el pensamiento práctico, donde se inicia con un diagnóstico de la realidad, pero se culmina con la realización de un objetivo que necesita no simplemente haber sido pensado, sino ser logrado con el actuar. 

La realidad es para Llano un elemento rector de todo su pensamiento. Es la fuente de la que parte todo su conocimiento y es el puerto al que llega. Eso también le permite distinguir netamente entre especulación y decisión. Sabe que no es lo mismo pensar la realidad que quererla, aun cuando para quererla sea necesario conocerla. No obstante, el acto de decidir es para nuestro autor un acto profundo de libertad. Las cosas aparecen todas como bienes casi idénticos, si algún bien se nos mostrara como superior no habría modo de no ir tras él, en cambio si todos se presentan de modo parecido la decisión es el acto libre de querer ir por uno de ellos. Así también la realidad del propio sujeto se impone al pensamiento. No decido por las ideas, decido por la libertad, decidimos por nuestra capacidad de querer. 

También la terca realidad nos muestra que no basta decidir para lograr lo que se quiere. Es también necesario ejecutar, ponerlo en práctica. Para ello, si trabajamos con otros mandando, es decir logrando que todos los implicados quieran lo mismo. En este arte de ejecutar, donde empleamos buena parte de la existencia comparece toda la riqueza del ser humano. Ahí es de donde saca toda la riqueza de su análisis de la empresa, esa comunidad de personas que para entenderse requiere de una antropología profunda, donde cada persona despliegue toda su capacidad y se vuelque para crecer ella misma, mientras persigue con otros un objetivo capaz de desplegar muchos aspectos de su ser. 

DE VUELTA AL LIBRO

El libro agrupa en tres grandes apartados las distintas colaboraciones de los estudiosos que han contribuido con sus reflexiones a ahondar en el legado intelectual de Carlos Llano. Una primera parte que busca pintar con tres pinceladas algunos rasgos de la vida del autor. Ahí, Carlos Ruiz nos regala una inmersión en la afición poética de Carlos Llano y nos dibuja cómo su amor por la poesía se traduce no solamente en su afán por escribir y escribir bien, sino en ese deseo de haber trabajado a lo largo de su vida con esa pasión de quien busca trabajar lo mejor posible. Arturo Damm, nos habla de la libertad y dibuja un rasgo fundamental de la vida intelectual y personal de Llano. No en vano, el lema de la Universidad Panamericana es Ubi Spiritus, libertas. Por su parte, Arturo Picos nos regaló una viva pintura de su obra y su metodología de trabajo, sin duda un ejercicio indispensable para poder abordar en estudios posteriores el profundo calado intelectual que nos ha heredado Carlos Llano. El tramo más largo lo conforma su pensamiento sobre la empresa. Los diversos autores van pulsando distintas notas que permiten dibujar algo de la sinfonía del pensamiento de Llano sobre esta tarea tan sustantiva para el desarrollo de las sociedades modernas. Ricardo Aparicio nos presenta cómo la colaboración es un camino para la competitividad en la empresa, ayudando a descubrir un rasgo esencial en el pensamiento de Llano sobre la amistad en la empresa. Guillermo Arregui nos dibuja en su texto la vocación del empresario y nos hace ver algunos rasgos del pensamiento de nuestro autor engarzado en la doctrina social cristiana. Por su parte, Luis Felipe Martí y Ángel Pantoja hacen una serie de consideraciones sobre el carácter en el empresario y provocan un rico diálogo con otros autores que hacen ver la pertinencia y actualidad de su pensamiento. Genara Castillo hace una reflexión sobre un aspecto que es bastante original en Llano: la humildad como rasgo del empresario. La profundidad y riqueza con la que aborda este tema permiten comprender el modo como esta virtud articula significativamente un rasgo que consideraba fundamental. 

Gracias al texto de Juan Manuel Parra se puede uno asomar al valor de la ética en el mundo de la empresa. Esta necesidad que cada vez se presenta como más patente y que implica un examen para revisar el modo como se transmite el pensamiento empresarial para no desvincularlo de su profunda conexión con la vida humana. Víctor Torres nos muestra la vitalidad que sigue teniendo el pensamiento de Carlos para abordar las condiciones y retos de la empresa actual. Complemente esta visión el agudo análisis de German Céspedes sobre la motivación. Este es uno de los temas donde de modo más claro convergen la pasión de Llano por integrar la filosofía, la psicología y la dirección de las personas en el mundo de la empresa. 

Muchas veces se ha dicho que el pensamiento práctico es saber prudencial. La inteligencia práctica en el mundo clásico es sinónimo de prudencia. Esta perspectiva es abordada por Germán Scalzo y Ricardo Murcio, quienes nos muestran la riqueza del pensamiento de Llano, que no se enlaza con el pensamiento clásico para brindarnos un ejemplo de cómo una buena filosofía es un buen marco para una acción directiva fructífera. Juan Andrés Mercado nos regala un trabajo sobre la antropología directiva y la esperanza; esboza algunas convergencias entre el pensamiento de Leonardo Polo —filósofo español—, y Carlos Llano. De este texto pueden esperarse, como de muchos otros, posteriores especulaciones que pueden dar pie a proseguir desarrollando el cauce abierto por Carlos Llano en el ejercicio de pensar al hombre en su quehacer directivo. 

Llegamos a la tercera parte, donde se abordan los temas más filosóficos de su pensamiento. Raúl Ruvalcaba se aboca al estudio de las raíces neoescolásticas del pensamiento de Llano, además nos da unas pistas interesantes sobre los primeros pasos de su formación filosófica y sorprende constatar cómo hay algunos elementos de su pensamiento que subsisten desde sus primeros años de especulación y que fue madurando a lo largo de toda su vida. En cambio, Mariana Flores Rabasa nos regala una reflexión sobre el influjo de José Gaos en el pensamiento de Carlos Llano. El texto, que indudablemente tiene una gran riqueza filosófica, también ilustra con viveza dos rasgos fundamentales de Llano: su capacidad de seguir aprendiendo a lo largo de su vida y el valor tan grande que en su vida tuvo siempre la amistad. 

José Díez aborda la idea ejemplar, uno de esos temas donde confluye el pensamiento filosófico duro y que es fundamento de su reflexión sobre la acción directiva. María Teresa Enríquez aborda uno de los temas más queridos por Llano: el acto de decisión que también está hermanado muy directamente con su teoría empresarial, pero lo aborda desde sus aristas más filosóficas. 

Alberto Ross nos muestra al Carlos Llano metafísico y hace un recorrido sobre la demostración en la metafísica. Nos entrega un texto que permite calar la profundidad gnoselógica y metafísica de nuestro autor. Quizá éste sea uno de los aspectos que solamente es conocido por algunos especialistas, pero que muestran que cuando abordaba la filosofía lo hacía con metodología y profundidad. José Luis Rivera nos muestra otro ámbito de influencia filosófica de Llano: el empirismo, y nos muestra porque Llano siempre tuvo los pies bien puestos en la realidad. 

A modo de epílogo, Virginia Aspe nos muestra algunos rasgos del pensamiento de Llano, su diálogo con Kant, la manera en que consigue salvar el subjetivismo cognoscitivo, sin por ello caer en el relativismo. 

PARA TERMINAR Dejo casi para el final una mención a la extraordinaria presentación que Víctor Isolino Doval hace de la obra que coordinó junto con Arturo Picos. Esa presentación es una buena reseña e introducción de lo que el libro es. Quizá podría haberse reproducido como reseña y bien hubiera cumplido también esa función. Llama la atención cómo muchos de los capítulos entreveran junto al pensamiento de Carlos Llano anécdotas de su vida que corroboran su pensamiento. Así puede constatarse que no se trataba de una persona que decía una cosa y hacía otra. Su pensamiento también estaba avalado por su ejemplo y por su vida. 

En Carlos Llano se conjugaban de modo muy especial pericia y empatía. Era un hombre trabajador hasta el agotamiento, que procuraba hacer las cosas con esmero, no dejaba nada para la improvisación, volvía una y otra vez sobre sus trabajos para madurarlos y perfeccionarlos. Al mismo tiempo, tenía don de gentes, esa capacidad también fruto de mucho esfuerzo, de poner en el centro al otro. 

Al inicio del libro se cita a Chesterton: There are two kinds of idealists, as everybody knows–or must have thought of. There are those who idealize the real and those who (precious seldom) realize the ideal. «Hay dos clases de idealistas, como todo mundo sabe o debe haber pensado. Están aquellos que idealizan lo real y quienes (extraña joya) realizan el ideal». Pienso que esa cita que abre puede bien cerrar esta reseña y ser un buen resumen de la vida y la obra de Llano. 

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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