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Las representaciones también crean la realidad

ENGAÑAR AL OJO

Según Plinio el Viejo, Zeuxis y Parrasio eran los pintores más diestros de la Grecia Antigua. Tan igualados estaban en talento que se organizó un concurso para determinar quién era el mejor. El primero en pasar fue Zeuxis quien, tras quitar el paño que cubría su pintura, descubrió un racimo de uvas tan realistas que los mismos pájaros, engañados por la maestría de Zeuxis, no tardaron en posarse sobre la tela para picotear la pintura. ¿Qué otra obra podría superar aquella hazaña? La derrota parecía inminente para Parrasio. Sorprendentemente, este último no se inmutó y prefirió esperar junto a su pintura. 

Zeuxis, impaciente porque su rival no descubría su obra, se acercó y él mismo intentó quitarle el paño. Cuando tocó el óleo, no pudo quitar nada, pues aquel supuesto paño en realidad era la pintura de Parrasio. Zeuxis declaró: «Yo he engañado a los pájaros, pero Parrasio me ha engañado a mí». 

Muchas pinturas y fotografías aspiran representar fielmente la realidad, pero las representaciones también alteran la realidad. A pesar de que una cámara busca capturar lo que nuestros ojos ven, la forma como tomamos una fotografía a veces termina cambiando el estado de las cosas. Y ni hablar del cine o la literatura, donde cada película o cada novela son representaciones que reelaboran lo que ya existe. La realidad da pie a la representación y la representación incide en la realidad. Ambas se nutren entre sí. ¿O acaso la realidad de ustedes sería igual si no hubieran leído aquella novela que los marcó de por vida?


CREAR LO REAL

En 2015 se estrenó la vigesimocuarta entrega del agente James Bond, 007: Spectre. El filme inicia en Ciudad de México, concretamente, en medio de un desfile de Día de Muertos en las calles del Centro Histórico. El agente Bond, vestido elegantemente, camina entre calaveras gigantes, bailes folclóricos, acróbatas y varios arreglos con flores de cempasúchil. Incluso en un momento la estatua de «El Caballito» de Carlos IV aparece en el fondo, decorada con estas flores. 

Muchos extranjeros quedaron encantados cuando vieron esta escena y rápidamente agregaron a sus planes visitar nuestro país a principios de noviembre. Sin embargo, se llevaron una sorpresa mayor cuando descubrieron que este desfile no existía más que en la pantalla grande. Se trató de una idea del equipo de guionistas para imprimir fuerza a la persecución mortal. Al ver el guion, el director Sam Mendes decidió grabar en el Centro Histórico de la ciudad. El espacio no podía ser mejor.

Pero ni los extranjeros ni los mexicanos se quedaron con las ganas. Como el gobierno vio la oportunidad de traer turistas a la ciudad, un año después la Secretaría de Turismo organizó la primera edición del Desfile de Día de Muertos de la CDMX en el Paseo de la Reforma y otras calles importantes de la urbe. El desfile, aun cuando fue un invento de Hollywood, terminó formando parte de la tradición capitalina de honrar a los muertos. 

Algo similar, pero mucho más profundo ocurrió en 1851, cuando la escritora estadounidense Harriet Beecher Stowe publicó La cabaña del tío Tom. La novela se centra en el tío Tom, un esclavo negro que, tras ser vendido por sus dueños, comienza una dolorosa travesía en la que se retrata la violencia e injusticias de las que eran víctimas los esclavos en el sur de Estados Unidos. 

Por medio del tío Tom, Stowe capturó el sufrimiento y el dolor que la población afrodescendiente padecía en aquella época. Su trabajo conmovió el corazón de muchos. En poco tiempo logró vender miles de ejemplares y convertirse en un referente en la lucha contra el racismo y la esclavitud. 

Diez años después de su publicación, la novela volvería a levantar los ánimos de los estadounidenses durante la Guerra Civil. Según la leyenda, cuando Abraham Lincoln conoció a la escritora, le dijo: «Así que es usted la pequeña mujer que escribió el libro que ha desatado esta gran guerra». 

Hay que decir que la escritora nunca había visitado una plantación. Gran parte de lo que sabía provenía de experiencias remotas y de lo que había leído en los periódicos. Su representación no es perfecta y llega a caer en prejuicios. Aun así, contribuyó a que miles de estadounidenses replantearan sus creencias y, posteriormente, se aboliera la esclavitud. 


LA RESPONSABILIDAD DE CONFIGURAR LA REALIDAD

En el caso de La cabaña del Tío Tom, el poder de la representación influyó en la construcción de una realidad diferente que buscaba defender los derechos de los afrodescendientes. Pero ¿qué hubiera pasado si aquellas imperfecciones técnicas en la representación de Stowe hubieran afectado lo suficiente su trabajo como para impactar negativamente en la sociedad? ¿Qué tan grave hubiera sido que el poder de la representación de Stowe jugara en contra de la causa que ella defendía? 

La responsabilidad de quienes construyen realidades es grande. No se trata de hacer una buena o mala representación, sino de considerar que, así como nuestro trabajo goza de un enorme poder para mejorar la realidad, así lo tiene para empeorarla. La historia de Ruth Handler y la muñeca más famosa del mundo ilustra esta delgada línea entre causar un bien o un mal para los demás. 

Ruth Handler no era ajena a la industria de los juguetes. Ella y su esposo fundaron la empresa Mattel, por lo que fácilmente advirtió que los juguetes para las niñas tenían temáticas muy limitadas. Mientras un niño podía jugar a ser bombero, policía o astronauta, casi todos los juguetes de las niñas eran mini cocinas o bebés que debían cuidar. 

En una ocasión, se encontró a su hija Bárbara jugando con muñecas de papel a las que se le podía cambiar la ropa. Aquello le dio una idea. La versatilidad del vestuario podía servir para ampliar las temáticas de las muñecas. Sin embargo, aún faltaban varios elementos para materializar su creación. Fue tiempo después que, durante un viaje a Suiza, se topó con «Lilli», una muñeca basada en una tira cómica que se vendía con distintos atuendos. Ahí fue cuando Ruth decidió crear su propia muñeca lo suficientemente versátil como para que las niñas se identificaran con ella y «pudieran ser lo que quisieran ser» en sus juegos. 

En 1959, durante la Feria del Juguete de Nueva York, se presentó la muñeca Barbie. Medía 30 centímetros, vestía un traje de baño sin tirantes y traía tacones de punta. Al ser la representación de una mujer «común y corriente» sirvió para que muchas niñas le asignaran roles diferentes y así no se vieran limitadas al jugar con ella. 

Con los años, surgieron otras muñecas Barbie con profesiones más concretas. Había Barbies exploradoras, princesas, doctoras, maestras, entre muchas otras. Sin duda, hubo una revolución en el entretenimiento de las niñas, pues al jugar ya no estaban enclaustradas en tareas domésticas. En cierto modo, Barbie propicio la ruptura de los roles tradicionales y estereotipos asignados a la mujer. 

Sin embargo, la representación de Barbie también produjo efectos negativos. Primero, la muñeca, en su afán de representar a todas las niñas, terminaba representado sólo a las de un grupo específico. Barbie era «común y corriente», pero sólo dentro de los márgenes estadounidenses. La muñeca era rubia, de ojos azules y de facciones caucásicas. Ya se imaginarán lo poco que en realidad representaba. Además, estaba hecha sometida al modelo de belleza imperante en aquella época. De manera que terminaba creando una representación errada que hacía sentir mal a las pequeñas que no eran «bonitas como Barbie» por ser diferentes a ella. 

De la misma forma, las proporciones de la muñeca eran irreales. El cuello era sumamente delgado como para sostener el peso de la cabeza y la cintura era tan pequeña y marcada que ni las avispas le podían hacer competencia. Muchas niñas desarrollaron trastornos alimenticios por querer parecerse a la muñeca. La gota que derramó el vaso llegó en 1963, cuando se lanzó la «Barbie Baby-Sits». En dicha edición, la muñeca venía con un libro llamado «Cómo bajar de peso». Este librito incluía consejos poco recomendados por profesionales de la salud (sic) y lo único que logró fue acrecentar el deseo de algunas por bajar innecesariamente de peso. 

Las representaciones son una herramienta poderosa para reinventar la realidad. Pero es ese mismo poder el que demanda una gran responsabilidad. En un momento en el que pareciera que nuestra realidad se construye más con lo que vemos en redes sociales que con lo que vemos en nuestro día a día, la representación de lo real se vuelve un tema aún más delicado.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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