Claudio Magris y la persuasión
Para que la vida sea bendición, hace falta detenerse a saborear la «ternura de las cosas». Esto hace Claudio Magris (Trieste, 1939): asir los raros momentos de persuasión de la existencia "de armonía consigo y con el mundo"; llenar de agua, que es luz líquida, los recodos de nuestra propia geografía; los más cotidianos, los que de tan sabidos ya no tienen nombre, los que con el andar frecuente se nos han olvidado.