Entre la selva de libros de “superación personal” (más del 30% de las ventas totales) destaca actualmente uno diferente: no da recetas ni pasos para conseguir algo en determinado tiempo. Es una recopilación de relatos, narraciones, baladas y poemas que ejemplifican distintos temas. Su nombre: El libro de las virtudes; se ha traducido a 16 idiomas y se han vendido más de tres millones de ejemplares. Su autor: William Bennett, ex-secretario de educación en los Estados Unidos, quien actualmente preside una campaña para rescatar los valores tradicionales. Y como los valores son vivencias personales en variedad de circunstancias, el autor consideró que ayudaría a padres y educadores, ver encarnadas las virtudes en personajes concretos para formar nuevamente caracteres con referencias estables.
Imitando a Bennett y a la tendencia actual de narrar historias, quiero contar mi pequeña historia.Ya en alguna ocasión escribí sobre Gina, una pequeña vecina de ocho o diez años, pálida y de intensos ojos azules a quien un cáncer dejó sin una pierna. Vivía sola con su madre y al parecer sin parientes cercanos. Su madre, ante el asombro de vecinos y conocidos, decidió formarle un carácter recio que la protegiera cuando ella faltara. La educaba como si no tuviera carencia alguna y le exigía que tendiera su cama, que ayudara en la casa y que bajara ¾ primero con sus muletas, después con su prótesis¾ dos pisos para ir comprar el pan o lo que hiciera falta. Efectivamente Gina, con esfuerzo y su dolor a cuestas, se sobrepuso y se hizo recia. Estudió Odontología y meses después de acabar su carrera, murió su madre. Ella ahora ejerce su profesión, se mantiene, es alegre, emprendedora y se le oye cantar con su guitarra… Gracias a una madre lista que no se dejó abatir por la melancolía.
Cuatro colaboradores de istmo: Carlos Llano, Isaac Riera, Francisco Ugarte y Aurora Pimentel trazan un bosquejo de ese arte arduo y sutil que es forjar el carácter. En este caso no son narraciones, tampoco recetas o injertos para corregir alguna torcedura. Se trata de reflexiones para entender la condición actual, y apuntalar para que la biografía de cada uno de nosotros y de nuestros hijos sea rica en contenido personal. Para que, sin rechazar emociones y sentimientos, el argumento de nuestra vida no se limite a dejarse llevar o reaccionar, sino que, con un centro de gravitación y una voluntad firme, podamos darle el impulso que queremos y transformar el dramatismo ineludible de cada existencia en algo positivo.
No está escrito en ningún sitio ni es demostrable, que sea más fácil trazar un buen plan de urbanización que un correcto plan para forjar el carácter.