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Sucedió en Toronto

El ambiente era por demás cosmopolita, tanto como el mosaico humano que vi el día anterior admirando las imponentes cataratas del Niágara, a una hora de distancia de la ciudad anfitriona: Toronto. Todas las razas, muchos idiomas y un hermoso póster al frente del salón principal que rezaba: Construyendo la civilización del amor.

El II Congreso Panamericano sobre Familia y Educación nueva versión de aquél de Monterrey en 1994, puso de relieve la capacidad de renovación de nuestra sociedad postmoderna y un tanto cínica.
Nos hizo ver que en todos los países hay mucha gente cansada de llevar a cuestas esta cultura marchita de egoísmo y consumismo y que es evidente el deseo ardiente de clarificar y reformular el esencial papel de la familia.
Escuchando voces de Asia, África, Europa, América y, hasta Nueva Zelanda, los asistentes pudimos comprobar que ese secreto indescifrable, que no sólo puede salvar a la humanidad sino relanzarla a cumbres ambiciosas, es una familia que practique y enseñe el amor.
El Congreso no se abocó a repetir frases o ponencias bien armadas o llenas de buenos deseos; se habló claro y fuerte de los múltiples problemas que afronta la humanidad y que impactan directamente a la familia, se esbozaron soluciones, se lanzaron interrogantes que probablemente no encontrarán respuesta hasta el nuevo milenio y se citó a un nuevo Congreso en Argentina en el 98.
Pero lo más interesante de aquel ambiente universal es que no era una quimera sino una realidad evidente, cada uno de los mil participantes representaba a muchas otros individuos que en todo el orbe trabajan por una familia no sólo moderna y futurista sino fuerte y propositiva.
Quedarnos con un sólo rasgo entre semejante panorama parece una tarea imposible, a lo largo de los meses iremos publicando en istmo el resumen de algunos de los temas mejor tratados o que más inciden en nuestra realidad diaria. Aún así, entre las muchas frases que anoté transcribo ésta de James Stenton: “sus hijos serán maduros, no cuando sean capaces de ver por sí mismos, sino cuando sean capaces de ver por otros”; lo podemos aplicar igual a las familias: no buscar ser felices en sí mismas sino abrirse a otros y ver por ellos.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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