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El difícil proceso de la recuperación

Qué duda cabe que la situación económica y social de nuestro país es delicada y compleja y, por lo mismo, difícil de comprender y riesgosa de intervenir. Sin embargo, salir de esta crisis requerirá superar deficiencias, en un verdadero compromiso de todos, y mucho sacrificio de cada uno de los agentes involucrados.
El hecho real es que, producto de desequilibrios acumulados y retos por enfrentar, México se ha visto sumido en la peor crisis que se recuerde desde 1933. Gracias a esta situación crítica, se experimentó una contracción real del 7%, la pérdida de casi dos millones de empleos y la incapacidad para generar nuevas fuentes de trabajo para la población que ingresa al mercado laboral.
La economía nacional sufre el ajuste del aparato productivo, cierre de empresas, desarticulación de cadenas productivas y enfrenta, al mismo tiempo, las consecuencias de las altas tasas de interés. Su viabilidad se ve cuestionada a corto plazo, por la dificultad para atender compromisos financieros que exceden su capacidad de pago.
La sociedad mexicana, y el nivel de vida de los mexicanos en su conjunto, se ha visto afectado por la pérdida del empleo y la disminución del poder adquisitivo, al tiempo que por una menor disponibilidad de crédito.
Las consecuencias sociales son variadas: la desesperación en un extremo y el ilícito en el otro. Se hace apremiante un modelo o planteamiento que ofrezca salida a la crisis, antes de convertirla en un problema más serio.
El gobierno, principal agente para la estabilización económica y promotor de un rumbo cierto, aún no resuelve del todo la falta de confianza en las instituciones rasgo característico de esta situación.
La crisis no es sólo de cambio en la administración o de insuficiencia económica provocada por la mala aplicación de políticas económicas. En nuestra opinión, se trata del resultado de una crisis anterior de legitimidad, legalidad, falta de modelo, expuesta por el cambio de administración y la mala práctica de las políticas económicas anteriores.
¿DÓNDE ESTÁ LA SALIDA?
Todas las crisis la nuestra también tienen soluciones, y se suelen superar con más frecuencia de lo que se piensa. Sin embargo, algunas crisis pueden resolverse mejor que otras. ¿Dónde está la clave? En el diagnóstico, el planteamiento de objetivos, la intención, la ciencia los conocimientos, la implementación, las políticas o el buen gobierno que implica saber cuándo, cuánto, con quién y dónde, entre otros factores. En realidad, la clave está en la conjunción y manejo armónico de todos ellos.
De acuerdo con lo anterior, y en relación a los principales elementos mencionados, se pueden establecer algunos resultados a partir de las asociaciones establecidas entre ellos:

LOS RIESGOS QUE CORREMOS

Con cierta facilidad se deduce que la falta de rectitud de intención y/o el hecho de fijarse objetivos irrealizables, o mal planteados, no dan buenos resultados. Al mismo tiempo, se puede afirmar que las buenas intenciones, y aun los objetivos claros y realizables, no son suficientes para resolver un problema. Es necesario contar con estos elementos, además de tener los conocimientos debidos, y una mejor habilidad para instrumentar e implantar estrategias y políticas concretas. En resumen, los principales riesgos estarían dados por la falta de rectitud, ciencia y prudencia. Estos tres aspectos, a su vez, requerirán de tiempo para dejar ver sus resultados, ya sean positivos o negativos.
Sin embargo, es precisamente el tiempo lo que más hace falta en la coyuntura mexicana; en el reloj político, el tiempo siempre corre en contra; el deterioro económico va más rápido que las soluciones; las expectativas sociales negativas pesan más, cuanto mayor tiempo transcurre.
En este sentido, vale la pena saber monitorear la crisis y su evolución. ¿Cuáles son los indicadores apropiados? Sin duda, la estabilización es prerrequisito de la recuperación. No se puede pensar en recuperación si no se establecen bases firmes sobre las cuales fincar un crecimiento sano y sostenido. Lo contrario sería sólo una ilusión de recuperación.
Los indicadores del resultado de la estrategia de estabilización son: tipo de cambio, tasas de interés, y previamente: el control de la inflación, la corrección del déficit público y el restablecimiento de un entorno de confianza capaz de fomentar la radicación de recursos en el país.
Posteriormente, y una vez conseguida la estabilización de la economía, se puede pensar en la recuperación, que debe apreciarse en los indicadores económicos. Estos indicadores se anticipan en la inversión, que a su vez, depende de las tasas de interés, la disponibilidad del crédito, las expectativas de negocios y el entorno favorable. La recuperación económica, que nos lleva a ampliar la capacidad instalada y no sólo a aprovecharla, se puede dar si y sólo si las condiciones de inversión se presentan.
Si a este nivel se pudiera establecer un reto clave para la recuperación, se tendría que afirmar que dicho reto será el otorgar “las condiciones de inversión”.

REANIMACIÓN VERSUS RECUPERACIÓN

Alrededor de este tema existe gran confusión debido a que reanimación y recuperación se ven reflejadas siempre en la actividad económica en el crecimiento del PIB positivamente. Sin embargo, una y otra tienen distinta naturaleza. La reanimación implica un cierto grado de intervención mientras que la recuperación es consecuencia de superar adecuadamente los desequilibrios existentes o el sostenimiento de una política económica coherente.
En México existe, desde luego, la posibilidad de optar por una reanimación de la economía o por la recuperación. Esto implicaría una política económica diferente en cada caso.
La profundidad del descalabro sufrido, y el atraso en los signos de mejoría económica, van propiciando un ambiente demandante de una intervención que estimule la reanimación de la economía nacional. El gran dilema se presenta, en este sentido, cuando se consideran los costos que se pagarían, casi inmediatamente, a cambio de unos beneficios que pudieran conseguirse en forma temporal pero inmediata.
El costo de la elección es sin duda alto: por una parte, el impacto social de la propia crisis y sus agravantes gracias al tiempo transcurrido (cierre de empresas, pérdida de empleos y falta de expectativas;por otra, el cobro en poco tiempo del uso de recursos que, hoy mismo, no están disponibles y que podrían colocarnos de regreso en una nueva crisis.
¿Existe la posibilidad de intervenir en la economía sin que ésta tenga consecuencias a mediano plazo? Es deseable que, sin evadir responsabilidades para corregir los desequilibrios se pueda, al mismo tiempo, disminuir el costo social del ajuste. Esta posibilidad se ha explorado con poco éxito, debido a que es difícil administrar recursos en forma discrecional sin cometer excesos y, eventualmente, retornar a desequilibrios aún mayores. El reto, sin embargo, está presente y la posibilidad existe. En este sentido es importante mencionar que la eficacia de una estrategia montada sobre bases anteriores (política fiscal y monetaria), depende mucho de la confianza que se deposite en aquel que la instrumenta, ya sea una institución o una persona.

ESCENARIOS ECONÓMICOS

El año pasado, el IPADE realizó un ejercicio de construcción de escenarios para el período 1995-2000. Ya entonces, insistíamos que la recuperación sería un proceso lento, pues la crisis manifestada gravemente a finales del 94, no era sólo una crisis de cambio de administración o producto de desequilibrios acumulados, era una crisis de sistema, de falta de modelo. Y que salir de ella tendría que durar algo más que unos meses: muy posiblemente varios años. Los escenarios entonces analizados siguen estando vigentes, y estamos ciertos de que lo estarán hasta alrededor del 2000. De esos escenarios se deduce que el entorno, o retos micro, no podrán ser de ninguna manera sencillos, más bien, habrán de significar un cambio radical en la manera de hacer negocios, no sólo por la condicionalidad impuesta por el entorno macro, sino también por la modificación de la estructura y los patrones de comportamiento y competencia micro económica.
Resolver los “escenarios posibles” para nuestra economía en los próximos años, requerirá de actuaciones a nivel empresarial completamente diferentes. El reto es innovar y aislarse de las variables adversas del entorno y generar alternativas o estrategias de contingencia.
¿HACIA DÓNDE VAMOS?
En las actuales circunstancias, vale la pena construir positivamente una alternativa de salida, y así, aspirar a un crecimiento sano y sostenido. Ello requerirá de la estabilización de las variables tipo de cambio y tasas de interés, que al hacerse más competitivas y ciertas, nos permitirán dar entrada a la inversión productiva, antecedente directo del crecimiento.
El primer paso, repito, es la estabilización, el segundo es la reparación del daño causado por el ajuste y finalmente la recuperación que tendrá como antecedente la restauración de la plataforma de producción.
La estabilización es una responsabilidad directa del gobierno y la reparación y eventual recuperación, una vez conseguido lo primero, es una responsabilidad que recae fundamentalmente en los agentes productivos. No puede por ello soslayarse la importancia medular de la estabilización, ya que se estaría en riesgo de caer en los vicios y trampas que un ajuste incompleto impone necesariamente al proceso de recuperación.
En este sentido, vale la pena insistir en la necesidad de dar una verdadera solución al problema de la banca y los deudores, otorgando capacidad a la primera para que cumpla su función sin afectar a los ahorradores; y dando a los segundos, condiciones y plazos accesibles para que, sin romper, hagan frente a sus compromisos. Que los viables no dejen de serlo por la coyuntura del sistema financiero.
Por lo pronto, debe establecerse que el gobierno despliegue sus capacidades en favor de los más afectados con “acciones remediales y de contingencia” que disminuyan el costo social, por una mejor orientación del gasto y una mayor eficacia en dirección al “grupo meta” el más afectado y no incurriendo en un gasto irresponsable, difícil de financiar, que ya no podrá evitar el descalabro sufrido, y sí ocasionar un desequilibrio mayor a futuro.

TEMAS CRÍTICOS DEL PROCESO

A la luz de lo anterior, y debido a la necesidad de monitorear la crisis y primordialmente todo lo relacionado con la eventual recuperación de nuestra economía se pueden mencionar los siguientes temas:
* Hacer funcional el sistema bancario.
* Estabilizar los mercados: cambiario y financiero.
* Disminuir la vulnerabilidad externa.
* Equilibrio macro-económico: externo, público y financiero.
* Compatibilizar el proceso de cambio político con los tiempos sociales y el ajuste económico.
* Dar condiciones de inversión al país.
* Sostener la planta productiva eficiente.
* Implantar esquemas selectivos de rescate financiero: eficiencia, recursos y plazos.
Necesidad de reformas para sostener el crecimiento
Resolver la crisis de coyuntura en que vivimos no será suficiente para asegurar una trayectoria futura más firme y segura. Es necesario modificar algunas bases que hoy determinan nuestro proceso económico y social, y que ya no responden a las necesidades futuras de una economía abierta y en ascenso.
En ese sentido, es importante destacar la necesidad y conveniencia de cambios, en forma ordenada, como resultado de un proceso intencional. La forma de hacer la política económica y social, al abrigo de un modelo y una ideología hoy insuficiente para resolver retos presentes e incapaz de proyectar al país, a los mexicanos, al próximo milenio, parece haber llegado al límite. En ese contexto, en nuestra opinión, serán necesarias las siguientes reformas: de Estado, social, fiscal, laboral y educativa.
Una reforma de Estado que ofrezca garantía e independencia real de los poderes, legalidad y legitimidad, certidumbre, representatividad, seguridad, justicia y equidad, como garantes de un pueblo que se quiere dirigir y gobernar con principios, y en respeto de su dignidad y nacionalidad. El reto es la institucionalización y el verdadero respeto.
Una reforma social que, respondiendo realmente a las necesidades de un pueblo con grandes carencias, se aplique a atender con sentido de solidaridad, las necesidades inmediatas, pero que con clara idea de lo que significa la subsidiariedad, se preocupe por capacitar para que cada uno sea capaz de resolver, por sí mismo, sus necesidades de futuro. La suma de los dos principios: solidaridad y subsidiariedad, configurarían sin duda una mejor política social y, desde luego, garantizarían una reforma desde la base y en la perspectiva del conjunto y el largo plazo.
Una reforma fiscal que promueva realmente el ahorro y, simultáneamente, la inversión y que, con los ojos en el crecimiento sostenido del país, se oriente a facilitarlo para darle independencia de los flujos del exterior. Lo anterior implica que se tendría que dar transparencia, eficiencia y equidad al sistema, desligándolo de objetivos recaudatorios inmediatos.
Una reforma laboral que privilegie el empleo y la productividad versus los intereses creados y la remuneración. Ya que una sana orientación es, a su vez, propiciatoria de mejores remuneraciones. Un mayor empleo y productividad, significa mejor distribución de las oportunidades de trabajo y mayores ingresos para los más productivos.
Una reforma educativa que, lejos de instrumentalizar la educación, o de justificar su orientación en modelos abstractos y despersonalizados, se redimensione a favor de la persona humana, de los mexicanos, y que coloque a su servicio las posibilidades técnicas y recursos para la formación de individuos más plenos, capaces y responsables.

EL RETO ES ACTUAR

Finalmente, no debemos perder de vista que con arreglo macro-económico, o sin él, de esta crisis se saldrá en la medida en que nos integremos a un trabajo conjunto, comprometido y responsable para los aspectos contextuales, y a un trabajo innovador, eficaz y personal, frente a los retos que la crisis nos plantea de manera particular.
En estos retos particulares no hay forma de ser sustituido; es necesaria una acción inmediata con visión práctica y de futuro.
El enfoque equivocado es, sin duda, aquel que da a la actuación del gobierno el carácter de causa determinante. Del que se sigue que los empresarios o los individuos sólo tienen capacidad de reacción y muy poca de determinación.
Un enfoque práctico y positivo es aquel que, con independencia del éxito de las acciones gubernamentales, emprende o toma iniciativas concretas, ya que esto sólo puede colocarlo en dos situaciones: salir adelante y muy bien, o simplemente “salir adelante”. Desde luego, bajo el supuesto de no cometer errores inexcusables para un director profesional o un empresario prudente.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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