Suscríbete a la revista  |  Suscríbete a nuestro newsletter

Pretexto musical, una experiencia enriquecedora

Hace algunos años un cantante polaco radicado en México, Leszek Zawadka, aceptó formar y dirigir un coro infantil en el populoso y reseco Valle de Chalco, que cantaría al Papa en su visita a ese lugar. Jamás imaginó que allí empezaba una aventura que iba a incidir tanto en su trabajo, en su propia vida y a modificar radicalmente la de un buen número de pequeños, sus familias y parte de una comunidad.
Integró ese coro con niños y niñas cuya única opción era jugar en “las calles polvosas y la triste cultura del canal 2”. Una vez cumplida la meta de cantar al Papa, Leszek no fue capaz de dejar al grupo que empezaba a ver la vida a través de un prisma muy diferente. La música, el poquito de música que estaban aprendiendo y, desde luego, el impulso de Leszek y otros maestros, les abrían infinitas posibilidades: desde interesarse por un arte, trabajar en equipo, hacer partícipes a sus familias de todo lo que iban aprendiendo, hasta viajar a México a escuchar conciertos, ver exposiciones de pintura, asistir al teatro o buscar en la televisión programas culturales.
Pronto vinieron las primeras giras del coro dentro del país, la música era magnífico vehículo para aprender, desde geografía hasta diferencias culturales de los Estados; más tarde vinieron las apariciones en televisión, luego una institución cultural los invitó a Europa y cantaron en Rusia, Polonia e Italia; sus voces se escucharon en una película de Hollywood y, lo último que supe de ellos, es que cantaron para Lech Walessa en su reciente visita a México.
Cuando leo o escucho sobre la influencia de la experiencia artística en la formación de las personas, no puedo menos que recordar esta historia sobre la que escribí hace tiempo. Las anécdotas de Leszek sobre cómo fueron evolucionando sus pequeños cantantes son de lo más elocuentes.
Desafortunadamente, estas experiencias no abundan; en nuestro país todavía se considera la enseñanza y la práctica de las actividades artísticas como un lujo o, incluso algo superfluo, grave laguna que debemos apresurarnos a subsanar, pues no cabe duda que la palabra clave en la cultura de nuestro tiempo es creatividad, y el equilibrio espiritual y la sensibilidad que despierta el arte son su mejor campo de cultivo.
Más que una diversión, un hobbie o un medio para ganar prestigio y, algunas veces, dinero, la actividad artística es un vínculo de la persona con los demás seres humanos, con la creación y el Creador.
“La creatividad es siempre dual –dice Alfonso López Quintás– supone un sujeto dotado de potencias y un entorno capaz de otorgarle diversas posibilidades, (…) el hombre más fecundo es el que mejor acierta a asumir los valores que se le ofrecen”.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

Newsletter

Suscríbete a nuestro Newsletter