Dominaba una cierta autosatisfacción, mezclada con una indudable responsabilidad. Cannes es, sin discusión ninguna, el festival de cine más prestigioso del mundo, el que ha sabido bandear todos los temporales recordemos la crisis de mayo del 68 a lo largo de su vida.
Antes de analizar la “cosecha” del año, se impone una reflexión general. La evocación nostálgica del pasado es un ejercicio agradable para los que podemos hacerla, pero es preciso aceptar el hecho de que Cannes, víctima de su éxito, se ha convertido en un acontecimiento de masas. El número de participantes no cesa de aumentar. Y en el terreno de la prensa, este gigantismo es especialmente llamativo: en ciertas proyecciones hay más espectadores que butacas.
RADIOGRAFÍA DEL FESTIVAL 96
Entre las veintidós películas en competición únicas que trataremos por razón de espacio no faltan obras difíciles, pero una buena parte, entre ellas la “Palma de Oro”, prometen una brillante carrera comercial. El perfil de los directores mezcla autores consagrados Bertolucci, Altman, los hermanos Taviani, Cimino, Frears, Leigh… con algunos autores más jóvenes Medem, Desplechin, Calopresti, pero es significativo que entre las películas en competición sólo la de Calopresti era una primera obra.
De la selección 96 se hicieron, como siempre, críticas y elogios. El cine sigue siendo, incluso entre los críticos, un terreno de máxima subjetividad. Con todo, según la opinión más general, ninguna obra se imponía de forma indiscutible. Añadamos, para completar el panorama general, que los “valores consagrados” decepcionaron, y que los más jóvenes, si bien produjeron buena impresión, en ningún caso despertaron entusiasmo. Cannes 96 ha sido un Festival de obras de calidad, sólidas, pero sin la gran revelación que siempre se espera en un gran Festival.
EN BUSCA DE UNA DIFÍCIL UNIVERSALIDAD
Norte, Sur, Este y Oeste. La universalidad en Cannes se conjuga con los cuatro puntos cardinales. Pero hoy, esta universalidad es ilusoria… al menos en la competición. Continentes enteros desaparecen del Festival, como Latinoamérica o África (una sola película), Oriente sufre la ausencia japonesa, y el cine de Europa Central y Oriental casi ha desaparecido. El resultado es un enfrentamiento limitado entre cine europeo y norteamericano. Europa representa la parte más importante, sobre todo después de que los grandes estudios, con diversas excusas, prefieren no venir a Cannes. El cine norteamericano queda, así, en manos de compañías independientes y de directores que han hecho allí buena parte de sus carreras.
CINE DEL SUR
La única presencia africana, Po di sangui, de Flora Gomes (Guinea Bissau) es una coproducción con Francia cuya existencia es casi milagrosa. La cinta compite con una historia compleja, plena de simbolismos, para demostrar que una relación armoniosa entre el progreso y el respeto a las tradiciones africanas es posible. De gran belleza visual, la película peca de oscura para un público no familiarizado con las tradiciones animistas de la ex-Guinea portuguesa.
El cine del Sur de Europa está presente a través de España e Italia. Tierra, de Julio Medem fue bien acogida quizá por introducir elementos fantásticos en un ambiente realista. El aspecto psicológico insiste sobre las tendencias que se oponen en cada ser humano en este caso a propósito del amor, entre dos tipos femeninos que podrían simbolizar la esposa y la amante. El héroe de la historia parece incapaz de elegir. Todo ello filmado de forma convincente, pero como buena parte del cine español actual, cargado de erotismo agresivo que sólo parece destinado a asegurar el rendimiento comercial.
Los hermanos Taviani realizan un viejo proyecto: la adaptación de Las afinidades electivas, de Goethe. ¿Se trata de una obra adaptable al cine? Después de asistir a la proyección de esta cinta, es preciso dudarlo. El tema, romántico por su naturaleza las relaciones extra-conyugales de una pareja, en principio sin problemas, podría tener resonancias modernas. En realidad, este doble adulterio platónico es tratado con rigor, pero con una notable frialdad, a pesar del trabajo de los actores.
Stealing Beauty, de Bernardo Bertolucci, sólo tiene de italiano el paisaje. La acción transcurre en una comunidad de decadentes artistas norteamericanos instalados en Toscana, a donde llega una joven muy bella e inexperta en cuestiones amorosas. El problema de la película es que la fauna que puebla la historia no despierta simpatía ni casi, diríamos, curiosidad. Por otra parte, el retorno a una concepción del amor menos materialista, que la película implícitamente contiene, no encuentra su expresión adecuada.
La mejor película italiana es la primera obra de Mimmo Calopresti, La seconda volta. Alberto (Nanni Moretti) fue víctima años atrás de un atentado terrorista que le dejó una bala en el cerebro. Un día, reconoce en la calle a Lisa (Valeria Bruni-Tedeschi), la autora del atentado, quien se encuentra todavía en la cárcel y sale esporádicamente para realizar un trabajo de reinserción social. Toda la película se consagra al encuentro de estos personajes, sin llegar a ninguna conclusión. El final puede decepcionar pero quizá corresponde a una verdad profunda: las cicatrices dejadas por el terrorismo utopista de los setenta no están superadas. Es admirable el trabajo del director para crear suspenso en torno al comportamiento de los personajes.
PESIMISMO DEL ESTE
En los antiguos países comunistas, el cine parece haber muerto. Es pues un productor francés quien permite a Lucian Pintilie realizar Trop tard. Obra profundamente pesimista, construida como historia policiaca, es sobre todo un cuento filosófico sobre la creación de un tipo infrahumano el criminal de la historia que sería para Pintilie el representante del hombre creado por el régimen comunista. Una película interesante sin duda, en parte malograda por un erotismo que desvirtúa el mensaje positivo de la obra.
OBLIGADA PRESENCIA CHINA
Los éxitos del cine chino en los últimos años, hacen obligatoria su presencia aquí. Hou Hsiao Hsien con Goodbye, South, Goodbye, produjo irritación y sorpresa. La película presenta, de manera confusa, a un grupo de delincuentes sin envergadura de Taipei. Sin acción, con diálogos casi incomprensibles, la cinta trata de mostrar la despersonalización engendrada por la pérdida de valores tradicionales de la China. Aunque existen momentos felices, es preciso reconocer que para el espectador occidental el conjunto será incomprensible.
Chen Kaige parece, al contrario, sumamente preocupado por el espectador occidental. Después del éxito de Adiós, mi concubina, Kaige tiene los ojos puestos en Occidente, situación explicable pues sus películas corren el riesgo de no pasar la censura china. Tempress Moon se presenta como una superproducción casi hollywoodiana. Se trata también aquí de una historia compleja y melodramática que busca evidenciar los elementos culturales que engendran situaciones extremas, en este caso el uso del opio o la condición femenina. La obra sorprende por su riqueza en la producción, pero parece emplear una “fórmula” que empieza a estar un poco gastada.
SELECCIÓN NORTEAMERICANA
A sus setenta y un años, Robert Altman es el veterano de este Festival. Su última obra, Kansas City, representa un retorno a su ciudad natal con reconstitución de época 1934, un día de elecciones en el que los demócratas sin duda el aspecto provocador de la película cometen todo tipo de irregularidades. Blondie (Jennifer Jason Leigh), joven telegrafista que imita a Jean Harlow, secuestra a la esposa de un político (Miranda Richardson) que usa y abusa del láudano. Todo ello a fin de obtener la liberación de su marido, un gángster sin envergadura que se encuentra a manos de la mafia negra de la ciudad. La puesta en escena está perfectamente dominada, con un suspenso bien conducido y con importantes intermedios de jazz. El verdadero problema es que ninguno de los personajes consigue interesar verdaderamente y que, al final, el realizador no logra arrancarnos la menor emoción.
Joel y Ethan Coen vuelven también a su primer centro de interés en Fargo, una historia de cine negro basada en un hecho real. Un hombre con serias dificultades económicas decide simular el secuestro de su esposa para obtener un rescate de su suegro y resolver, así, sus problemas financieros. Naturalmente, los dos hombres contratados son incompetentes y violentos por lo que la situación adquirirá perfiles trágicos. El carácter sórdido del asunto, con hecatombe de cadáveres, encuentra sin embargo un contrapunto humano y simpático en el personaje del sheriff local (Frances McDormand), una mujer equilibrada y sumamente perspicaz, a la que el hecho de estar encinta y dedicarse a su marido, no le impide realizar su trabajo con envidiable eficacia. Los hermanos Coen salvan así un tema sombrío dando a su película, en un par de ocasiones bastante violenta, un cierto aire de comedia.
Ausente seis años de la pantalla, Michael Cimino regresa a Cannes con Sunchaser, clásico relato de acción y suspenso con ecologismo a la moda. El cine norteamericano trata aquí uno de sus temas favoritos: la relación que camina del enfrentamiento a la amistad. La película sigue la fuga de dos personas: un joven criminal de ascendencia india, víctima de cáncer terminal (John Seda) y su rehén (Woody Harrelson), joven y brillante médico. El final es predecible pero Cimino retiene la atención del espectador. Todos los tópicos del género son utilizados espiritualidad india; valores ecológicos; medicina natural, con todo, y pese a su ingenuidad, el realizador crea momentos de verdadera emoción. Esa emoción que el público busca y de la que los críticos desconfían.
A caballo entre Estados Unidos y Canadá, se encuentra la película-provocación del Festival: Crash de David Cronenberg. Un verdadero engendro de perversidad gratuita, absolutamente estúpida, que ha hecho huir a buena parte de los periodistas en señal de protesta contra lo que puede considerarse una agresión hacia la dignidad del simple espectador. De ahí, sin duda, la sorpresa e indignación al encontrar esta nauseabunda y malsana cinta en el “Palmarés”.
REPRESENTACIÓN FRANCESA
Ante la crisis de cinematografías europeas, Francia conserva el 34.4% del mercado. Su representación en Cannes era la más numerosa cinco films y representativa de las tendencias que alternan obras minoritarias y películas que buscan claramente los favores del público. Entre las primeras situamos a Coment je me suis disputé, de Arnaud Desplechin, la película más larga del Festival con 2.55 horas. Todo ello para mostrar los avatares, principalmente amorosos, de una decena de profesores universitarios. Interminables diálogos, personajes a menudo fotografiados en la penumbra, falsos suspensos y análisis psicológicos de una serie de retratos convincentes. Volvamos al verdadero problema de este tipo de obras: la dificultad de identificarse con unos personajes que no despiertan auténtica simpatía y que pertenecen a un círculo cerrado cuyo interés general es sumamente discutible.
Un fenómeno semejante se produce con Les voleurs, de André Téchiné; película policiaca “a lo norteamericano”, tratada “a la francesa”. El policía (Daniel Auteil) es amante de una joven delincuente, a su vez amante de una profesora de Filosofía (¡pobre Catherine Deneuve en el papel de lesbiana convencida!), todo ello sobre un fondo de cinta de gángsters más o menos convencional. Téchiné sabe filmar, pero su oficio está al servicio de un vacío casi total.
Raoul Ruiz, chileno establecido en Francia y conocido como autor difícil, aborda con la complicidad de Marcelo Mastroianni, una obra barroca pero más asequible: Trois vies et une seule mort. Tres historias reales con la particularidad de contar con un mismo protagonista. El conjunto recuerda por momentos al Buñuel surrealista de algunas de sus películas rodadas en Francia, pero con el suplemento de fantasía y poesía propias de Ruiz. El trabajo de Mastroianni nos ayuda en un itinerario tortuoso, que deja al final un cierto gusto de desilusión, como si el juego no condujera a ninguna parte.
Ridicule de Patrice Leconte, película de la inauguración, representa el ejemplo mismo de la “qualité France” con la reconstitución histórica del Versalles de unos años antes de la Revolución. Un noble idealista quiere convencer al rey de sanear las zonas pantanosas de su región; inexperto y vulnerable, no tarda en dejarse seducir por la frivolidad de la corte donde reina “l’esprit français”: especie de competición verbal de ingenio. Un guión hábil sirve de base a una historia en la que los autores no olvidan los héroes positivos: la pareja de jóvenes que saldrá victoriosa de los falsos encantos de una corte que vive sus últimos años.
Sin duda la película francesa más interesante fue la de Jacques Audiard, Un héros très discret. Albert Dehousse (Mathieu Kassovitz, director de La haine, Cannes 95) es un héroe efectivamente muy discreto. Su arte se reduce a transformar la realidad a su gusto… a mentir. Con esta “cualidad”, en el invierno 44-45, se inventará un pasado heroico de tal manera que será solicitado para efectuar, en Alemania, una misión de confianza como militar. “La fuerza del relato afirma Audiard, reside en contar un momento del destino colectivo del país a través de un individuo, y además, hacer una comedia”. No cabe duda, muchos franceses pasaron de la colaboración activa con Alemania a inventarse un pasado en la Resistencia Francesa, que sólo era un deseo de rehabilitación o un puro cálculo. La película de Audiard es mordaz, dura, pero al mismo tiempo sabe hablar con ligereza de cosas serias y dar una lección moral el héroe será desenmascarado sin excesos de didactismo.
RUMBO AL NORTE
La representación del Norte de Europa es especialmente importante; sus obras ocupan lugares destacados en el “Palmarés” y traducen, en general, una preocupación espiritual o simplemente humana. El finlandés, Aki Kaurismaki, con Au loin s’en vont les nuages, aborda con su estilo minimalista y su humor imperturbable, un tema grave: el desempleo. Una pareja que ronda la cuarentena es despedida de sus empleos; comienza para ella un largo y penoso recorrido del que saldrá más unida y victoriosa.
The Quiet Room, de Rolf De Heer, cuenta la historia de una niña de siete años que decide encerrarse en un mutismo absoluto a causa del próximo divorcio de sus padres. La cinta es austera por su misma concepción, pero se sigue con interés quizá por tratarse de la primera obra que expresa con fuerza excepcional el drama de los hijos del divorcio.
Atención especial merece Breaking the Waves, del danés Lars Von Trier, una de las obras más discutidas en Cannes. Original y desconcertante, la cinta debe ser contemplada en un contexto claramente espiritual. Bess, la heroína, es una muchacha de fe sólida y psicología frágil, casada felizmente con Jan, quien trabaja en una plataforma petrolífera. A causa de un accidente, él queda paralítico y le pide a su esposa se lance a vivir otras aventuras. Con tal de obtener la salud de su marido, Bess ofrecerá su vida a unos marineros sádicos. Al final, Von Trier nos hará comprender que su sacrificio fue aceptado. En este melodrama insólito es preciso denunciar, en primer lugar, una visión excesivamente física del amor, traducida en abundantes escenas eróticas; por otra parte, ni las exigencias de Jan ni la conducta de Bess, son verosímiles. Y aunque Lars Von Trier señaló sus intenciones de realizar una película sobre la bondad, no supo distinguir el fin de los medios.
El acontecimiento mediático del Festival fue la cinta del belga Jaco Van Dormael, Le huitième jour, que recibió la mejor acogida del público y el premio a la mejor interpretación masculina. Harry (Daniel Auteuil), es un gran ejecutivo que está en plena crisis de divorcio cuando descubre en una carretera a Georges (Pascal Duquenne, quien es en realidad una persona con síndrome de Down), que abandonó la institución donde se encontraba para ir en busca de su madre. Harry desea deshacerse del que considera como una carga inesperada pero, poco a poco, las cosas cambian. Georges aporta un mundo maravilloso e insospechado para Harry. Todo ello da a la cinta gran emoción poética a pesar de un cierto desorden en la exposición. Entre el puro cuento fantástico y el melodrama realista, la película hace una de las más convincentes defensas de los seres que la sociedad considera “anormales”.
RENACIMIENTO DEL CINE BRITÁNICO
Hace unos años moribundo, el cine británico renace de sus cenizas. Es cierto que algunos de sus autores, como Stephen Frears comenzaron ya una carrera norteamericana. Pero Frears gusta alternar las producciones “pesadas” como Mary Reilly, con obras rodadas en Irlanda como The Van que aprovecha el éxito obtenido hace dos años por The Snapper. Adaptación de una novela de Roddy Doylle, la película cuenta una historia de desempleo: dos hombres despedidos de sus trabajos, deciden poner en marcha una camioneta destinada a la venta de bocadillos y bebidas en un barrio bajo de Dublín. Historia de amistad y solidaridad familiar, The Van adiciona humor y emoción.
Gran victoria para el cine británico que ganaba la “Palma de Oro” con otra de las obras que recibió una acogida entusiasta por parte del público. Siempre sobre fondo de crisis social y moral, Mike Leigh aborda en Secrets and Lies una historia insólita y melodramática tratada como comedia. Hortense (Marianne Jean-Baptiste), joven negra de clase acomodada, pierde a su madre adoptiva y se lanza en busca de su verdadera progenitora. Su sorpresa es grande al encontrar a Cynthia (Brenda Blethyn), una mujer blanca que nunca sospechó que su hija, a la que nunca vio para facilitar la adopción, fuera negra. La entrada inesperada de Hortense en la familia de Cynthia resulta difícil, pero los lazos de sangre salvan las diferencias de color al disiparse los secretos y mentiras. Leigh conduce con mano firme su historia en donde el amor y la ternura alternan en cada escena. Obras como ésta han dado un tono positivo al Festival.
LOS PREMIOS
Mike Leigh y Lars Von Trier eran los favoritos. Al recibir la “Palma de Oro” y el “Gran Premio”, nadie protestó. Las únicas quejas fueron para el “Premio del Jurado”, otorgado por simple mayoría a la lamentable cinta Crash de Cronenberg. Los hermanos Coen obtenían el premio de la mejor dirección por Fargo, los franceses el del mejor guión por Un héros très discret. El premio a la mejor actriz fue para Brenda Blethyn por su trabajo en Secrets and Lies (esta película acumuló además el “Premio de la Crítica” y el “Premio Ecuménico”). En fin, Daniel Auteuil y Pascal Duquenne recibían conjuntamente el del mejor actor. Para Pascal Duquenne, ante una sala puesta en pie que aplaudía frenéticamente, el cuento de hadas se transformaba en realidad. Una nota emocionante, verdadero happy end para el 49 Festival Internacional del Film de Cannes.