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Liderazgo sin magia

En los grupos suele hablarse un lenguaje que, aunque nadie comprende muy bien, tampoco nadie objeta; este lenguaje confuso es causado por los motivos ocultos que todos manejan durante el proceso de comunicación. Éstas y otras manifestaciones de la individualidad, hacen necesario que la correcta coordinación de cualquier grupo de personas requiera un elemento aglutinador y estabilizador, organizador e integrador; en el caso de los equipos se tratará del líder.
Hay un punto normalmente controversial: ¿quién será el líder? Casi todos aspiran al puesto: existe la creencia de que esta distinción implica privilegios, canonjías y poder, tal como sucede con el puesto tradicional de jefe. Sin embargo, el concepto de líder en la administración moderna, es totalmente distinto al de jefe. Su papel tiene más de sacrificio y renuncia que de placer y acumulación. Para disertar acerca de cómo debe ser, conviene recurrir a su etimología. Líder es una palabra del alemán antiguo que significa: experimentar, sufrir y resistir.
En su contexto de experimentación, el líder debe ser vanguardista y buscar permanentemente el progreso, y para ello, contar con un espíritu emprendedor y dispuesto a correr riesgos. Una imaginación inquieta y perspicaz le servirá para concebir retos lo suficientemente ambiciosos y factibles, como para atraer la voluntad de los miembros del equipo y, al mismo tiempo, minimizar la posibilidad de fracaso y frustración.
El avance y el progreso sólo se logran al romper y desechar viejos moldes que, en función de su antigüedad, generan resistencia. Así, son innumerables las ocasiones en que el líder es incomprendido y debe sacar fuerzas de la frustración para no dejarse vencer, e insistir en su misión de convencer, dado que él no tiene, en este tipo de situaciones, la opción de imponer su criterio o usar coercitivamente su poder. En la búsqueda de las mejores ideas y soluciones, requiere cultivar la capacidad de permanecer abierto a ideas y conceptos nuevos, y ser siempre flexible para aceptar ser convencido. Todos estos comportamientos son la antítesis de una situación agradable.
El líder sufre porque antepone el bienestar de sus seguidores al suyo y debe ser ejemplo a seguir; esto exige, muchas veces, tener que exagerar para convencer. Los equipos suelen demandar cada vez más de su líder y lo someten a presiones que él tiene que aprender a soportar. Conducir implica sacrificios, no hay lugar para la improvisación y el líder debe prepararse a conciencia sacrificando, si es necesario, su vida personal y tiempo libre. En su compromiso con el equipo y sus objetivos debe ser profundo e irrestricto.
¿Ventajas competitivas?
Todos sabemos que los proyectos pocas veces resultan como se conciben y que en ocasiones es necesario insistir hasta triunfar. Sin embargo, las oportunidades sólo se generan mientras haya resistencia y el líder es el encargado de persistir en los propósitos y, por lo tanto, de resistir más que nadie. También debe saber obtener experiencia de los fracasos, no permitir que disminuya su confianza y cuidar que cada nuevo intento no repita errores anteriores.
Para mantener su resistencia, es necesaria una concepción clara de los objetivos y una convicción profunda en la que pueda apoyarse para convencer, dado que es el único mecanismo que le es permitido usar para lograr la aceptación de sus ideas. Sin habilidades de convencimiento o sin conocimientos que sustenten sus ideas, a los líderes les resultará difícil soportar la incomprensión reiterada y la renuencia de sus seguidores.
México es un país en donde la improvisación es aceptada y hasta exaltada como una ventaja competitiva. Esto ha creado una cultura que nos conduce a caer reiteradamente en dos situaciones inconvenientes:
1) Pasamos con extrema rapidez y directamente a actuar, sin estudiar con detenimiento las situaciones a enfrentar o sin analizar un número suficiente de opciones de solución.
2) Sólo respondemos cuando las circunstancias han creado un estímulo suficientemente fuerte para vencer nuestra resistencia al movimiento. Así, fluctuamos entre momentos de acción y períodos de estricta indolencia, en los cuales deseamos dedicarnos a nada o a algo profundamente trivial.
Esto explica, en parte, por qué en muchas empresas todo urge y todos tienen prisa. Estas situaciones abren un campo de acción importante para el líder: requiere mucha energía y concentración para encontrar caminos que las destierren de la organización. Para ello debe luchar en contra de quienes son proclives a lanzarse a ciegas en busca de una solución y se conforman con la primera que encuentran, pretendiendo que tal rapidez es sinónimo de eficiencia, inteligencia o capacidad de dirección. Esto puede lograrlo aplicando con disciplina, metodologías de análisis de problemas y técnicas de pensamiento, individuales y grupales.
El problema de la acumulación del trabajo o las dificultades, como resultado de los períodos de inactividad que siguen al término de una tarea, son situaciones que el líder debe enfrentar mediante dos aproximaciones:
a) Fomentar el compromiso de sus seguidores y generar condiciones adecuadas para que ellos clarifiquen cuál es su papel en la organización y en el equipo y logren concebir sus actividades como fuente de satisfacción y desarrollo personal.
b) Lograr que la planeación y disciplina en el seguimiento de los planes se vuelva parte indispensable del comportamiento que la organización exige.
Normalmente, la pasión que los miembros de un equipo generan en el cumplimiento de sus responsabilidades llega a producir tensiones y el análisis de los temas suele ocupar más tiempo del que tomaría hacerlo individualmente. La angustia que produce la tensión, demanda un cambio relajante y los caminos más fáciles para reducir la tensión o el tiempo son la aceptación de soluciones o ideas triviales y el análisis superficial. El líder tiene la responsabilidad de mantenerse firme y no permitir que el equipo tome alguno de esos dos caminos que necesariamente conducen a percepciones parciales, decisiones con fundamento débil y soluciones incompletas.

Magia real

Dentro de las muchas características que describen al líder, la más importante es que atrae a sus seguidores hacia el objetivo común, en vez de empujarlos hacia objetivos que muchas veces sólo tienen sentido para él.
Es a través del convencimiento y del valor de sus planteamientos como logra la adhesión de sus seguidores. Tratar de empujar a un grupo es como tratar de empujar una cadena, los eslabones toman direcciones distintas y el esfuerzo para moverse en una dirección determinada es considerable; todo resulta más simple cuando en lugar de empujar, se jala la cadena.
Para que un líder pueda atraer, deberá estar profundamente convencido de los objetivos, la misión y la visión del equipo. No convencerá a otros si no está previamente convencido; es parte de su honestidad ser objetivo y sincero. El mejor líder es aquel que disfruta su papel y sus obligaciones; si esto no es así, debe pensar seriamente en las razones y buscar la manera de hacer consistentes sus convicciones y su trabajo. Sea cual sea el marco de referencia que él utilice para guiar su actuación como líder, gran parte de las dificultades serán vencidas si se sabe rodeado por seres humanos que reaccionan de maneras muy distintas a un mismo estímulo y que en todo lo que hacen involucran los sentimientos.
Líder de equipo
El líder tiene que tratar por separado a cada uno de los individuos y al equipo como un todo. El equipo tiene una personalidad propia, que no es posible predecir a partir del análisis de las personalidades individuales de sus componentes, ya que es un resultado de estas últimas y de la interacción que se logre en las actividades grupales. La forma de interactuar es errática y oscila entre extremos, principalmente cuando el equipo es inmaduro, lo cual dificulta el trabajo de conducción. Conforme el equipo sea más maduro, será más estable y consistente en su interacción, sus conductas serán más predecibles y será más fácil conducirlo.
El equipo, como un todo, tiene un comportamiento específico y es un ente por sí mismo. El líder debe interpretar adecuadamente la personalidad del equipo y actuar en consecuencia. Para cada individuo también es preciso un trato adecuado y, por ello, la tarea del líder es compleja y multivariable. Un principio que debe tener siempre presente, es exigir a cada cual según sus capacidades y dar a cada cual según sus necesidades. Por ello, observa simultáneamente el comportamiento individual y el del equipo para trazar sus estrategias de conducción.
Algo que no ha quedado del todo claro, es cómo identificar el comportamiento del equipo, puesto que durante las reuniones se observa una amplia gama de actuaciones por parte de cada miembro, algunas veces coincidirán dos o más de ellos y podrán registrarse comportamientos mayoritarios; sin embargo, para analizar al equipo, el líder debe fijarse exclusivamente en aquellos comportamientos unánimes, pues serán los que identifiquen al equipo como un todo. Una vez hecho esto, se podrá actuar en consecuencia y de manera asertiva para lograr los efectos convenientes. Mientras el equipo se mantenga dividido en sus convicciones o en sus acciones, no existirá un comportamiento que lo defina y cualquier acción del líder para conducirlo encontrará resistencia en ciertos miembros o no será aceptada de manera general.
Cuando el líder no acierta en su juicio acerca del comportamiento del equipo, puede entrar en choque frontal con éste y crear conflictos de los que resulte difícil salir. Si trata de resolverlos por la vía de la imposición, puede crear una ruptura definitiva ya que existe unanimidad en la opinión de los miembros y la oposición del líder se percibe como antagonismo y necedad. En estos casos, si el equipo está equivocado, el líder debe aceptar la postura unánime y suministrar información que permita modificar los juicios. La falta de asertividad cuando el equipo está dividido provocará que, si el líder trata de imponer algún concepto, los inconformes podrán aceptar pero guardarán resentimientos que en algún momento aflorarán, o radicalizarán sus posturas negándose a escuchar y a ser convencidos; el líder será acusado de parcialidad e iniquidad.
El líder no existe por sí mismo, es la existencia de los seguidores la que le confiere naturaleza; aquel que cree serlo sin merecerlo, es un dictador. Para que todo funcione bien, es necesario que los seguidores sean leales y solidarios con su líder, que depositen en él toda su confianza y que no opongan resistencia a la conducción. Esto no implica sumisión irrestricta a su criterio, sino respeto por el estilo o los caminos que éste decida seguir para realizar algún trabajo.
Los seguidores deben aplicar con madurez su criterio; si el líder está claramente equivocado, será necesario decirle para que rectifique y si es un buen líder lo hará, pero si sólo existe alguna discrepancia en el camino o enfoque, hay que permitirle que termine en la forma que haya escogido. Debe recordarse que no existen formas únicas de analizar un tema, los sistemas son ciclos cerrados y por muchos caminos se llega al mismo lugar. La conducción es tarea del líder, la participación es tarea de los seguidores. La virtud de un seguidor consiste en someterse a la conducción, sin ser sumiso e incondicional, sino crítico y, al no tener resistencia a ser convencido y ser seguidor al mismo tiempo, en su interior se desarrolla un líder.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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