La modernidad, la apertura y el énfasis en la libre competencia en México trajeron consigo, entre otras cosas, la privatización de la televisora estatal Imevisión, convirtiéndola en T.V. Azteca, primer competidor y amenaza seria para Televisa, que hasta 1992 fue líder y aún más, monopolio. Con sus cuatro canales en televisión abierta y un emporio en medios de comunicación y producción había sido, tal vez por necesidad o falta de opciones, la preferida del público que contaba sólo con algunas alternativas culturales como el Canal 11 y otras pequeñas emisoras de televisión regionales.
T.V. Azteca fue recibida con grandes expectativas por el público televidente y por los anunciantes que percibían la imperiosa necesidad de una segunda opción.
Antes de su aparición, Televisa mantuvo una programación basada en telenovelas que repetían el mismo esquema, y de vez en cuando aparecía algún tema histórico. Los programas humorísticos eran su segunda línea básica. Completaban la programación deportes, noticieros y series, películas y caricaturas americanas.
Sin pasar por alto el bajo contenido formativo, las noticias a veces distorsionadas o parciales y la penetración cultural de Estados Unidos, debemos reconocer que en la producción de Televisa se reflejaba cierto código de ética o tal vez, más control de la autoridad, quizá cierto respeto hacia la sociedad. Durante muchos años se cuidaba el lenguaje, solo esporádicamente se oían frases de doble sentido y los contenidos sexistas y vestuario de las actrices y conductoras eran controlados. Por otro lado, la falta de competencia también limitó la innovación.
EVOLUCIÓN DE LA TV EN ESTADOS UNIDOS
A diferencia de la televisión mexicana, la estadounidense evolucionó mostrando el deterioro de su sociedad. Desde la «escandalosa» serie de hace 30 años La Caldera del Diablo (Payton Place), a sus equivalentes actuales Mel Rose Place y Beverly Hills 90210 pasando por Dallas, los cambios fueron dramáticos abordando de manera explícita drogadicción, violencia, infidelidad, materialismo y otras dolencias de esa cultura.
Tales excesos han sido contrarrestados, en ese país, por frecuentes reclamos de la sociedad y de la gente pensante (desafortunadamente no con mucho éxito), a diferencia de México que sólo en contadas ocasiones, por iniciativa de algunos grupos, la situación ha hecho crisis y se ha desatado la controversia.
UN CASO CONCRETO: BEAVIS & BUTTHEAD
En años recientes apareció en TV por cable una serie de dibujos animados cuyos protagonistas, un par de adolescentes desadaptados, destacan por su conducta antisocial y vulgar, su ignorancia y violencia, pero tal vez, la característica principal sea la incapacidad de arrepentimiento y conciencia de las denigrantes acciones que cometen.
Otra constante es su tendencia piromaníaca y destructiva. Al cabo de un tiempo de transmisión, Beavis & Butthead fueron señalados, en la vida real, como responsables de la muerte de una niña de 2 años al incendiarse la casa remolque donde habitaba con su familia en el pequeño pueblo de Moraine, Ohio. Causó el fuego su hermanito de 6 años quien, a decir de su madre, veía frecuentemente la caricatura de Beavis & Butthead y repetía las frases de estos personajes sobre lo bueno que era el fuego. Fueron reportados otros incidentes como éste, en que se repetían conductas vandálicas y crueles como batear ranas o quemar gatos.
Su índice de rating fue 4 veces mayor que un programa normal de TV por cable, su fama mereció constantes referencias de los comentaristas televisivos más conocidos de Estados Unidos, festejando sus bromas y dándole mayor difusión. El éxito de estos personajes propició ventas de artículos promocionales por más de 100 millones de dólares en un año.
No pocos «intelectuales» defendieron a Beavis & Butthead, lo veían sólo como crítica, incluso saludable, a una sociedad donde estos personajes sólo son un reflejo.
Los jóvenes, a quienes iba dirigido el programa, argumentaron que sólo era diversión y que era obvio que a nadie se le ocurriría imitarlos. Otros pensaban que éste era el ejercicio de la libertad de expresión y no admitían ningún reclamo ni censura.
El caso de Moraine fue cerrado cuando la televisora aceptó cierta responsabilidad y dejó de transmitir el programa en el horario de las 7:30 p.m. para transmitirse sólo a las 10:30 p.m. y retiró toda alusión al fuego en la caricatura. Los acusadores se preguntaron si esto era suficiente.
Parece un asunto lejano propio de los Estados Unidos, donde el programa puede alcanzar una audiencia de 55 millones de personas. Lo sorprendente es que llega también a 240 millones de personas en 77 diferentes países.
Las limitaciones de horario parecen ser una barrera sólo parcial para los niños, ya que según datos de IBOPE, a las 10:00 p.m. el 30% de los niños menores de 12 años continúan viendo la televisión.
Por otra parte, la televisión se ha convertido en el medio de mayor autoridad, mayor influencia, más emocionante, más creíble y mejor fuente de noticias a decir del público americano en cuyo país existen 750 millones de televisores (alrededor de 3 por habitante). Como consecuencia, un joven a los 18 años ha sido expuesto a 350,000 anuncios comerciales durante las 10 horas, promedio semanal, que ve televisión, cifra similar al tiempo que invierten los adultos.
SITUACIÓN EN MÉXICO
México no se queda atrás en lo que a exposición a la TV comercial se refiere. En las áreas urbanas el 98% de los hogares tiene TV, cifra que contrasta con el teléfono que sólo llega al 34% de los hogares.
En cuanto al tiempo de exposición a la TV, un niño de entre 7 y 11 años ve un promedio de 3.15 horas diarias y un adulto de entre 31 y 44 años 2.7 horas. En promedio, la exposición por habitante es de 2.83 horas al día .
Una característica común de los países en desarrollo es que para muchos ciudadanos (probablemente 40%), la TV es el único medio accesible y posible de información, educación, cultura y entretenimiento.
Como rasgo concreto de México podemos mencionar las preferencias del teleauditorio. Los programas más vistos actualmente son los cómicos «para adultos» donde destacan Al Derecho y al Derbez, Picardía Mexicana, Con ganas y La Güereja y algo más con ratings superiores a 30 puntos. Siguen las telenovelas, categoría en las que algunas rebasan los 20 puntos; las películas y el fútbol con audiencias de alrededor de 20 puntos, y los programas policíacos y noticieros que se sitúan en 10 puntos. Marcado contraste con los programas culturales que en la mayoría de los casos no rebasan 1 punto de rating.
EL FANTASMA DEL RATING
La mencionada medida de la audiencia se ha convertido en el objetivo de las televisoras, quienes siguiendo la ley del mercado dan al cliente lo que pide a cambio del patrocinio de los anunciantes que, como corresponde, buscan mayores ventas.
La fórmula para una mayor audiencia es relativamente sencilla para los experimentados productores de Televisa o para los innovadores bisoños de TV Azteca: lenguaje de doble sentido, simple comicidad, conductoras con mínimo vestuario y mínima cultura, sensacionalismo, temas pocos ejemplares pero muy actuales, materialismo a ultranza, promoción al hedonismo, chismes y violencia son garantía para ganar puntos.
Hay que reconocer que las innovadoras propuestas de TV Azteca: Brozo y Puro Loco (vulgaridad y doble sentido), Nada personal y Mirada de Mujer (violencia e infidelidad) Ciudad Desnuda (más violencia y sensacionalismo) han sido superadas por Televisa: Picardía Mexicana, Con ganas (que suman a la vulgaridad concursos), Duro y Directo (que al sensacionalismo añaden morbo) La Usurpadora y El privilegio de amar (que agrega cursilería a la infidelidad). Tal ventaja se refleja en la recuperación de la participación de Televisa que llegó a estar en menos del 60% en octubre de 1996, repuntando a más del 70% en octubre de 1998.
¿INFLUYE LA TV EN LAS CONDUCTAS DE LOS INDIVIDUOS?
De acuerdo a los especialistas la respuesta es abrumadamente positiva. La dificultad es precisar en qué medida. Es de sentido común que si a los 6 años un niño en promedio ha presenciado 18,000 homicidios en TV y cine, haya cierta responsabilidad de estos medios en los comportamientos violentos que hoy padecemos. Por otra parte, no se puede generalizar. En una hipotética ecuación que determinara la conducta violenta de un individuo los sumandos son varios: educación, valores, condición socioeconómica, desempleo, predisposición genética, hacinamiento y crimen organizado destacan, pero no podríamos dejar de considerar los contenidos prevalecientes de la TV como un componente importante. Y a quienes el impacto de esa ecuación no ha afectado al grado de delinquir, sí podemos afirmar que les ha desarrollado una marcada insensibilidad a la violencia y ni dudar de la propensión hacia el placer materialista y búsqueda de una gratificación instantánea en todos los aspectos, como si oprimieran un botón en su control remoto.
Alarmante es también la visión del mundo, modificada a través de los ojos de guionistas de la televisión y la apatía hacia la socialización y sana actividad que se pierde al pasar horas en un sofá delante del televisor.
LA GRAN PERDEDORA
La derrotada no es TV Azteca, quien seguramente reaccionará eficientemente con más de lo mismo, la gran perdedora es la sociedad entera donde cada uno de sus miembros, en mayor o menor medida estamos siendo afectados.
Los medios de comunicación no pueden ignorar su responsabilidad ante la comunidad esgrimiendo como justificación la competencia y la libertad de expresión, cuando más bien lo que defienden es su libertad para hacer lucrativos negocios.
Las circunstancias y la tecnología han dado a estas empresas una responsabilidad abrumadora que las coloca como las principales educadoras de los estratos de población con menor acceso a la escuela, y que complementa la de otros segmentos que aun con instrucción carecen del desarrollo de un esquema de valores y se guían con modelos distorsionados y fantasiosos de conductas inapropiadas.
La responsabilidad no es exclusiva de las televisoras. Padres y educadores hemos fallado en la educación de la libertad; la autocensura de los medios es una quimera que aparece ante la presión de algunos y desaparece como una falsa promesa; la intencionalidad de escritores y productores es totalmente comercial y los anunciantes se refugian en su necesidad de competir.
Desde nuestro punto de vista es posible hacer televisión comercial con mensajes positivos, es posible educar a través de la diversión, hay muchos programas que así lo demuestran. La encrucijada de los medios es que quieren dar al cliente lo que pida y que las actuales preferencias de una población mayoritariamente poco educada conducen, por el camino fácil hacia la banalidad y baja calidad moral de la programación. Parecen no estar conscientes que ellos tienen mucho que hacer a favor del cambio con alternativas creativas y bien intencionadas.
Se requiere que toda la sociedad se ocupe activamente del tema renunciando a la comodidad del papel de espectador cómplice y tolerante.