Una de las dificultades para estudiar el tercer sector es la ambigüedad conceptual: ¿cuáles son sus límites? A esto se añade la amplitud de ámbitos de actuación, diversidad de soportes jurídicos adoptados y ausencia de información estadística del sector.
El estudio promovido por la Universidad Johns Hopkins1 establece cinco rasgos básicos que debe poseer una institución para ser incluida en el tercer sector: 1. estar organizada formalmente, es decir, contar con una estructura y tener una presencia institucional; 2. ser privada, no dependiente de la administración (sea ésta supranacional, nacional o regional); 3. no repartir beneficios entre los administradores o directivos (cosa distinta a que los tengan); 4. autogobierno; 5. participación voluntaria, de modo que no exista exigencia legal de ser miembro y que cuenten con una contribución voluntaria significativa de dinero o tiempo.
LA OCTAVA FUERZA ECONÓMICA MUNDIAL
Por otro lado, el estudio incorpora una clasificación por sectores en los que estas instituciones desarrollan sus actividades: cultura, deporte y actividades recreativas; educación e investigación; salud; servicios sociales; medio ambiente; desarrollo comunitario y vivienda; derechos civiles y asesoría legal; intermediarios filantrópicos; actividades internacionales; Iglesias; asociaciones profesionales y sindicatos; otros.
Con este extenso marco conceptual no es extraño que esta investigación manifieste, tanto a nivel nacional como internacional, unas dimensiones del tercer sector hasta ahora desconocidas o infravaloradas.
Así, el sector no lucrativo se configura como una formidable fuerza económica, tanto por lo que respecta a generación de empleo como a las magnitudes de su «facturación». En el total de los 22 países estudiados, y excluyendo a las confesiones religiosas, trabajan de forma remunerada y a tiempo completo el equivalente a 18,8 millones de personas. El valor de facturación ronda 1,1 billones de dólares, lo que hace del sector no lucrativo la octava fuerza económica mundial por delante de países como Brasil, Rusia, España o Canadá. Si además agregamos a estas cifras el trabajo de los voluntarios, esto supondría 10,4 millones más de empleos a tiempo completo.
Tras señalar las magnitudes globales del tercer sector, el estudio analiza su diferente grado de desarrollo según países y regiones.
La primera y conocida conclusión es que la potencia de las organizaciones no lucrativas es mucho mayor en los países desarrollados que en las economías en transición o en los países en vías de desarrollo. Si en el conjunto de los 22 países analizados el tercer sector supone un 4,9% del empleo (excluido el agrícola), en siete países —todos ellos desarrollados— se supera esta cifra (Holanda, Irlanda, Bélgica, Israel, Estados Unidos, Australia y Reino Unido).
NO SUSTITUYE AL ESTADO DEL BIENESTAR
Sin embargo, el resultado más significativo en este ámbito es la relación entre Estado del Bienestar y tercer sector que, a diferencia de lo que tradicionalmente se creía, no es inversa (a más Estado, menos tercer sector). La investigación demuestra que esta ecuación no es tan simple y que influyen otros factores, ya que, de los 10 países donde el tercer sector es más potente, sólo en 4 de ellos las estructuras estatales de protección son débiles. El estudio indica más bien que en el mundo desarrollado el tercer sector complementa al Estado del Bienestar sin sustituirlo.
Dentro de la clasificación por campos de actuación, tres servicios absorben 2/3 del empleo pagado generado por el sector no lucrativo. Los servicios sociales, de salud y educación se muestran los más potentes, con un 18%, 20% y 30%, respectivamente, del empleo.
Sin embargo, el trabajo de los voluntarios no comparte el anterior patrón y se muestra mucho más disperso. En este último sentido, es muy significativa la aportación de los voluntarios en campos como el medio ambiente, derechos civiles y cooperación al desarrollo, tres áreas en las que el voluntariado se vuelca mucho más que en otras.
EL DETERMINANTE PAPEL DE LAS IGLESIAS
Tras el análisis global, el estudio analiza las características del tercer sector por áreas geográficas: Europa occidental; Europa central y del este; Latinoamérica; y, por último, otros países desarrollados como Australia, Japón, Israel y Estados Unidos.
En los países de Europa occidental, el dominio de los servicios tradicionalmente denominados «sociales» (salud, educación y asistencia social) es fundamental, ya que dos tercios de las entidades del sector no lucrativo se dedican a proporcionarlos. El estudio atribuye esta situación a la intensa actividad que las Iglesias católica y protestante han venido desarrollando en estos campos.
El estudio señala también que en todos estos países el principio de subsidiaridad inspirado en la doctrina católica, junto a la presión sindical por los sistemas de protección, ha perfilado el modelo de tercer sector que hoy tenemos. Por ejemplo, en Irlanda la influencia católica es determinante a la hora de analizar el alto empleo que genera el sector no lucrativo (un 12% del total del país).
En el resto de los países desarrollados analizados (Estados Unidos, Japón, Australia e Israel), la salud sigue siendo el ámbito de actividad preferente del tercer sector (un 35% del empleo), seguido de la educación (un 29%). Los servicios de asistencia social tan significativos en Europa occidental son aquí mucho menos potentes.
Por lo que respecta a Europa central, la dinámica del tercer sector está sustancialmente definida por las actividades desarrolladas en el ámbito de cultura y ocio, ámbito que absorbe el 33% del trabajo de las entidades no lucrativas. Los servicios sociales tradicionales (salud, educación y asistencia social) siguen siendo proporcionados por el Estado.
En América Latina, el tercer sector se desenvuelve en torno a dos modelos. El primero está constituido mayoritariamente por trabajo voluntario, centrado en servicios sociales de atención a los más desfavorecidos (educación, salud y asistencia social) y ligado fundamentalmente a la Iglesia católica, aunque cobran fuerza otras organizaciones. El segundo absorbe un mayor número de empleos remunerados, tiene un carácter más formal y se desarrolla en torno a los servicios de educación, profesionales y otros dirigidos a la población de clase media y alta.
DEPENDIENTES DE LOS FONDOS PÚBLICOS
Los resultados del estudio de la Universidad Johns Hopkins rompen algunas convenciones respecto a las fuentes de financiación de las entidades no lucrativas.
Por término medio, las donaciones privadas (sean de individuos o instituciones) alcanzan únicamente el 11% de los ingresos de las organizaciones no lucrativas. Frente a esto, las mayores fuentes de financiación provienen del pago por servicios o cuotas de miembros o socios (47%) y de las subvenciones públicas (42%).
Por áreas de actuación, son las organizaciones no lucrativas que trabajan en salud, educación y asistencia social las más dependientes de los fondos públicos, mientras que las organizaciones profesionales, culturales o medioambientales son las que descansan más en las cuotas de miembros o pago por servicios.
Estos datos son especialmente reveladores en el contexto de la marea de solidaridad suscitada en determinadas crisis puntuales que han centrado la consiguiente atención de los medios de comunicación. Surge también la duda de la supuesta independencia de tantas organizaciones que se llaman «no gubernamentales» (¿se puede ser no gubernamental cuando se depende financieramente de los gobiernos en tal proporción?), de la realidad de su implantación social (¿hasta qué punto son «sociedad civil»?), así como de la naturaleza de su actividad (¿simples gestoras de fondos públicos recaudados por impuestos?).
EL TERCER SECTOR COMO CREADOR DE EMPLEO
La generación de puestos de trabajo en el tercer sector parece abonar la tesis de quienes ven en él un notable yacimiento de empleo. En nueve de los países estudiados en los que se pudo medir el cambio entre 1990 y 1995, el empleo creció en términos globales un 6,2%, mientras que el tercer sector registraba un 23% de crecimiento. Este crecimiento se distribuye de forma desigual según el ámbito de actuación de las organizaciones. Así, en el sector de salud creció un 40%, en el de servicios sociales un 31% y en el de educación un 15%.
Es especialmente significativo que la creación de empleo en el sector no lucrativo esté ligada no al aumento de fondos públicos sino, como señalan los expertos de la Universidad Johns Hopkins, al crecimiento de los ingresos por cuotas o pagos por servicios. Este efecto ha sido calificado como tendencia a la «marketización» del sector, es decir, a su configuración como un agente del mercado, aunque en este caso el mercado sea dual (donantes para la financiación y beneficiarios a la hora de la prestación de servicios).
FORTALEZAS Y FRAGILIDADES
Las grandes cifras no deben hacer olvidar la fragilidad de muchas organizaciones no lucrativas.
Así, en Europa central y del este, donde tras la caída del comunismo se plantea el renacimiento de la sociedad civil, los principales retos son la propia legitimación de un sector al que el Estado sigue viendo con reticencia. La viabilidad y futuro de las organizaciones no lucrativas en esta región dependerán no sólo de las relaciones que tengan con la Administración o de su capacidad de crear infraestructuras, sino también de que sepan atraer ingresos privados.
En Latinoamérica, el problema de la dualidad de modelos (uno informal, ligado a los servicios sociales, y otro formal, vinculado a otro tipo de servicios) exige un gran esfuerzo por lo que respecta a creación de infraestructuras y formación, dirigidos a la parte menos desarrollada del tercer sector.
Por lo que respecta a los países desarrollados, dos dificultades amenazan al sector: la burocratización y la mercantilización, es decir, convertirse en un agente de la Administración (a la que a veces sustituyen) o en una mera empresa entre otras (con las que a veces compiten). Esto tiene que ver más con el «corazón» de las organizaciones no lucrativas que con su «estómago», como bien señalan los expertos de la Universidad Johns Hopkins. Para esto, las organizaciones tienen que reforzar su independencia tanto respecto del Estado como de las firmas comerciales, buscando su vinculación con el ciudadano, ya sea como donante (de tiempo, de dinero) o como receptor de sus servicios.
1 El proyecto de investigación llamado CNP (The Johns Hopkins Comparativeg Nonprofit Sector Project) en su segunda fase produjo «The Emerging Sector Revisited», cuyos autores son Lester M. Salamon y Helmut K. Anheier, y ha sido editado por la Johns Hopkins University, Institute for Policy Studies, Center for Civil Society Studies. De ese estudio se han extraído los datos utilizados en este artículo.