El término inteligencia emocional ha resultado ser un verdadero fenómeno de marketing. No sólo por la innovación, sino también por la aportación creativa para traer al entorno empresarial de nuestra era un tema clásico de la Filosofía, ya tratado hace 25 siglos por Sócrates y luego por los más diversos humanistas a lo largo de la historia y desarrollo de la cultura occidental.
Goleman acierta en su propósito porque trata con soltura y elegancia acerca de las emociones humanas, y porque utiliza, en mi opinión, el lenguaje apropiado para un público ávido de humanidad, al mismo tiempo inmerso en las vicisitudes de la técnica. En resumen: como el hombre es el mismo, es necesario traerlo constantemente a la época.
En palabras del autor: «Las reglas del trabajo están cambiando. Ahora se nos juzga según normas nuevas: ya no importan sólo la sagacidad, la preparación, la experiencia, sino cómo nos manejamos con nosotros mismos y con los demás. Esta norma se aplica cada vez más para decidir quién será contratado y quién no, a quién se retiene y a quién se deja ir, a quién se asciende y a quién se pasa por alto» (p. 17).
Cualquiera que sea el trabajo desempeñado, probablemente se examine su valor agregado a la empresa a través de la lupa de las emociones. Por lo tanto, es necesario saber cultivar las aptitudes emocionales pues de ellas podrá depender el éxito o fracaso del proyecto personal.
No se trata de una moda pasajera. El estudio y dominio de las emociones básicas del ser humano constituyen un reto para quien desea ejercer el liderazgo en su propio ambiente, y conforman todo un panorama nuevo, porque «muchas de las teorías gerenciales clásicas se centran en el modo en que cada uno se conduce y se relaciona con quienes lo rodean» (p. 20).
El libro recoge innumerables anécdotas y ejemplos de diversas empresas con el propósito de ilustrar a detalle la importancia de incluir en el propio trabajo la práctica de la inteligencia emocional.
En la primera parte el autor ofrece argumentos explicativos de por qué la inteligencia emocional cuenta más que el coeficiente intelectual. En la segunda y tercera detalla aptitudes laborales específicas para no descarrilarse. En la cuarta sugiere líneas de orientación práctica para lograr las aptitudes y en la quinta analiza lo que significa para una organización tener inteligencia emocional.
Es indudable la aportación de Goleman para comprender mejor la afectividad humana desde la vertiente empresarial y vivencial. Pero me parece que su propuesta adolece de profundidad; sus únicos apoyos son la equilibrada investigación de ideas nuevas, los hallazgos científicos y el respaldo en testimonios de personas que participan en trabajos y organizaciones de todo tipo.
Mi sugerencia para los directores de empresa y líderes en general es que se necesita una visión de totalidad, de comprehensión de la persona humana en todos sus aspectos, para luego aterrizar en la afectividad que es solamente una parte del todo. Un empresario, un líder, ha de ser experto en humanidad.