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Clonación un dominio despótico

Nunca antes un logro técnico había producido tanta polémica en todos los ámbitos, incluido el propio mundo científico. Una postura muy extendida en la comunidad científica, especialmente entre la anglosajona, respecto a la clonación es el argumento de garantizar la libertad absoluta de investigación, concebida como el derecho a la creación y producción científica sin límites.
Los más ortodoxos atenúan esta idea justificando que todo es factible siempre que la finalidad sea buena. Pero hay suficientes ejemplos en la historia del conocimiento, muchos de ellos recientes, que deberían hacernos reflexionar sobre dos aspectos:

  1. Una vez que se posee la capacidad de realizar algo, el conocimiento nunca deja de usarse, a pesar de los límites jurídicos.
  2. Cuando falta un elemento en la premisa del acto ético, fácilmente se cae en el aspecto contrario: de tener sólo una finalidad buena, se pasa incluso a tener sólo un medio bueno, para llegar a prescindir de ambos y simplemente buscar realizar con corrección la técnica, sin importar la eticidad del medio ni de la finalidad.

En la praxis cotidiana, el conocimiento es buscado para una finalidad determinada y con medios específicos para alcanzar el fin. Por ello, el conocimiento científico empírico no debe considerarse un fin en sí mismo, sino un medio para conocer la realidad. Al juzgar éticamente su licitud, hemos de analizar el porqué y para qué queremos alcanzar ese conocimiento, y con qué medios pretendemos lograrlo.
La búsqueda del conocimiento es buena en sí misma si el objeto de estudio no lleva la intención directa o indirecta de una finalidad que pueda ser contraria a la naturaleza del hombre, pues cualquier conocimiento obtenido por medios lícitos y con fines buenos, es bueno. Pero este criterio es mal interpretado al concluir que la ciencia o el progreso científico no deben someterse a un juicio ético.
Se dice que la ciencia es neutra, sin bondad o maldad intrínseca, de forma que la ética nunca debe limitar la libertad de investigación. En este contexto, la clonación no sería algo ético o no ético, sino simplemente el ejercicio del derecho a la libertad de la ciencia.
Sin embargo, aunque la ciencia es neutra, está sujeta a diversos usos, unos buenos y otros malos, y los medios que exija una determinada investigación deben respetar los valores humanos imprescindibles. Por tanto, se puede calificar éticamente la ciencia por los fines que persigue, las consecuencias que produce y los medios que emplea, al existir en su aplicación y desarrollo responsabilidad humana.
La investigación representa una esperanza para la humanidad cuando el trabajo de los científicos busca remedio a las enfermedades, alivio al sufrimiento, solución a la insuficiencia de alimentos y mejor utilización de los recursos de la tierra. En la clonación de vegetales y animales tiene un campo abierto siempre que persiga fines buenos y una aplicación beneficiosa para el hombre, los demás seres vivos y el desarrollo del conocimiento científico.
Es inaceptable sacrificar una sola vida en nombre de un presunto avance científico. El rechazo ético a la clonación humana no se puede considerar como ofensa o limitación a la ciencia, al contrario, posibilita la dignidad de la investigación, que consiste en ser un recurso para el bien de la humanidad y el individuo. Otras veces, el interés deriva de presiones económico-políticas, que buscan en un avance científico un argumento de poder económico, popularidad o beneficios comerciales, sin importar el costo social o humano.
Penalizar la clonación no elimina en la práctica la posibilidad de que alguien pueda realizarla. Es necesario que exista, además, una reflexión ética que fundamente la legislación y dote de criterios éticos a la sociedad y a los científicos. Una respuesta ética no se puede dar considerando sólo las intenciones o consecuencias, necesarias e importantes pero -por ser una arma de doble filo- insuficientes a la hora de evaluarla.
Quedarse únicamente en las intenciones implica que, junto con las consecuencias que a todos nos parecen aberrantes e inaceptables, haya otras bien intencionadas y hasta sentimentales que, atendiendo a posibles consecuencias beneficiosas para la humanidad, sean justificaciones para introducir la excepción.
Por todo ello, urge plantear la fundamentación ética de acuerdo con principios o valores objetivos, que no se pueden vulnerar bajo ninguna circunstancia y que determinan la licitud o ilicitud de una técnica, y no sólo sobre la base de las consecuencias positivas o indeseables. Así se ha procedido para prohibir la clonación en la Declaración Universal del Genoma y Derechos Humanos y en el protocolo del Convenio de Derechos Humanos y Biomedicina.
La clonación afecta a la dignidad humana principalmente en dos aspectos de su condición. Atenta contra la naturaleza de la procreación sexuada -como forma humana de reproducción y en la dignidad del hijo- y contra el patrimonio genético del hombre, con múltiples consecuencias. Además, la clonación como técnica implica riesgos que conviene valorar.

REPRODUCCIÓN ANTINATURAL

La clonación se aparta radicalmente del acto procreativo natural. La persona no logra traspasar el umbral de su soledad ni superar la falta de complementariedad, sólo se perpetúa a sí misma desde el punto de vista biológico, en un acto que satisface un nivel muy primario de deseos, conscientes o no, pero que no llena el anhelo de trascendencia del hombre.
En la clonación, el conocimiento científico no está al servicio de la razón -y ésta a su vez de la verdad-, sino al servicio del poder. Un poder muy sofisticado, ya que no se aplica únicamente a la reproducción humana, como en las técnicas de reproducción asistida, sino que además modifica la naturaleza misma de la reproducción, en sus aspectos biológico y ontológico.
Aunque en apariencia la clonación supera una barrera biológica en materia reproductiva, en realidad altera el orden natural fisiológico: la unión de dos personas complementarias para procrear un hijo, fruto de un acto de amor interpersonal ejercido en la sexualidad.
La procreación humana es la relación más completa y enriquecedora entre dos seres humanos complementarios, en ella intervienen cuerpo, emociones, espíritu y razón para lograr una meta que trasciende su propia existencia. Separar la procreación de la unión sexual, el amor y la intimidad resulta deshumanizante, por bueno que sea tener un hijo.
Es un sistema de producción técnica
El nuevo ser es traído a la vida como producto de una demanda para obtener individuos idénticos en un sistema de producción técnica, lo cual va en contra de la dignidad de la persona humana.
El hijo, en vez de ser procreado, al igual que en muchas técnicas de reproducción asistida, es producido por científicos en un acto técnico que sustituye el acto de amor de los padres, pero además, por un objetivo reduccionista y no complementario. Supone un paso de gigante a producir niños como si fueran objeto de «dominio» por parte de otros hombres, como productos de la voluntad y planificación humana.
El origen de un ser humano es acorde a su dignidad solamente cuando se realiza por la autodonación mutua de los padres. De esta forma, el hijo queda libre del dominio de otros, sin que se le impongan criterios de calidad o se ejerzan derechos de propiedad. La clonación y muchas técnicas de reproducción asistida suponen una forma de despotismo.
Pero hay un matiz al querer un hijo por clonación. Desde el punto de vista psicodinámico, el deseo de procrear un hijo que lleve indispensablemente nuestra carga genética, y no cualquier otra, presupone un rasgo narcisista, ya que la persona está convencida, de manera consciente o subconsciente, de que sólo un niño que provenga de su genoma es digno de ser su hijo y recibir su amor.
Queremos subrayar que esta idea no es necesariamente consciente en los progenitores y también está presente en progenitores fértiles con hijos biológicos. Pero en su manifestación más extrema o patológica se vuelve un rasgo obsesivo y excluyente de cualquier otra posibilidad. La clonación es una fantasía -en este caso factible de realizarse-, en donde el yo excluye al nosotros y el hijo es visto sólo como una prolongación del mismo yo.
La clonación es tan ilícita como otras técnicas de reproducción asistida; técnicas positivas en zootecnia pero no en el hombre. El clon tiende a considerarse como un producto industrial, y podría llegar a adoptarse la lógica de la producción industrial: se realiza para que constituya una fuente de riqueza económica, se crea un control de calidad, se perfecciona el producto con la experimentación, se producen nuevos modelos, se analiza el mercado y se favorece la búsqueda de nuevas posibilidades de manufactura.
Es una reproducción asexual
Los genetistas han demostrado que el empobrecimiento genómico trae consecuencias funestas para la supervivencia de las especies. A su vez, la biología enseña cómo la evolución ha logrado superar las formas de reproducción asexual para dar lugar a la reproducción sexual, más compleja pero que aporta enriquecimiento e intercambio genético.
La clonación no sólo se desliga del acto sexual, manipula el embrión y el proceso biológico, incluyendo la fecundación en el caso de la ICSI (inyección intracitoplasmática de espermatozoides, por sus siglas en inglés), sino que la propia fecundación es sustituida por un fenómeno biológicamente más rudimentario y simple, al ser una forma de reproducción asexual propia de animales inferiores, como virus, bacterias, amebas, algas y algunos pequeños invertebrados. También produce una descendencia monoparental, que es una desviación radical de la naturaleza humana.
Es absurdo sustituir la reproducción sexual de los animales superiores, tan laboriosamente conseguida a través de la escala evolutiva y con tantas ventajas para la especie por la variabilidad genética que produce, por otra propia de animales inferiores y sin las ventajas de la reproducción sexual.
Para justificar la clonación, algunos han denominado a la reproducción sexual como «método tradicional de reproducción», como si fuera meramente tradicional e implícitamente arbitrario. Pero la procreación mediante la unión sexual de dos personas no procede de ninguna decisión cultural o tradición humana, sino de la naturaleza.
Las consecuencias negativas de la reproducción asexual propia de la clonación son mayores que las de la FIVET (fecundación in vitro y transferencia de embriones, por sus siglas en inglés), ya que:
1. Elimina uno de los sexos para perpetuar la especie. Se implanta la asexualidad como medio de generación humana, apartando al varón de la reproducción. Lo cual es una incoherencia con la realidad de la existencia de ambos sexos.
La tan deseada «libertad reproductiva», que pretende liberarse de los límites naturales, consigue su mayor expresión en la clonación. Sin embargo, toda corriente de pensamiento que tienda a eliminar o minimizar la grandeza de la persona humana expresada en uno de los dos sexos es irreal. La plenitud de la naturaleza humana se expresa en la sexualidad masculina y femenina, complementarias entre sí. Esas corrientes de pensamiento son inaceptables para ambos sexos; restar importancia y dignidad a cualquiera de ellos es injusto, pero también lo es sobrecargar la responsabilidad de todas las acciones sobre el otro.
2. Desaparecen complementariedad y relación entre sexos. El término «complementario» significa completar y llevar a plenitud. El hecho de la existencia de ambos sexos indica que la realidad vital se encuentra en los dos, no en uno solo. Ninguno es más importante que el otro, se necesitan mutuamente. El inicio de la vida marca el límite más fuerte y claro para este hecho. Evitar la complementariedad sexual rompe una infraestructura indispensable de la naturaleza humana para sustentar el enorme y complejo edificio que constituye la humanidad.
La sexualidad humana no se limita a la genitalidad, es la capacidad para el encuentro entre personas, porque la persona tiende a la unión con sus semejantes, a formar una familia con vínculos afectivos indisolubles y no condicionados a situaciones de ninguna índole, y de ahí a constituir la sociedad. No se trata simplemente de una función placentera o reproductora, sino de la capacidad de comunicar todo lo que una persona es y recibir todo lo que es la otra persona. Entre los posibles encuentros de personas, el encuentro conyugal intersexual es el más íntimo y pleno, si se realiza de acuerdo a la naturaleza ontológica de la persona, es decir, en sus dimensiones unitiva y procreativa.
3. La descendencia es monoparental. Se atenta contra el derecho del hijo a tener un padre y una madre verdaderos, que son necesarios para un desarrollo normal del individuo. Desde el punto de vista biológico, el hijo es una especie de hermano gemelo que verdaderamente sólo tendrá un progenitor. Las consecuencias emocionales y de crianza de un niño en estas condiciones son difíciles.
4. Se alteran las relaciones familiares y sociales básicas. Se pervierten o desaparecen las relaciones fundamentales de la persona humana, confundiendo la forma normal de entender la paternidad, la filiación, el parentesco, la consanguinidad, los abuelos, los hermanos y todas las relaciones morales que dependen de ellas. Por ejemplo, una mujer clónica puede convertirse en hermana gemela de su madre, carecer de padre biológico verdadero, pero ser genéticamente hija de su abuelo.
La clonación humana daría lugar a muchos tipos de deformaciones sociales y psicológicas, con graves daños en los niños nacidos con estas técnicas.
5. Se instrumentaliza a la mujer y su papel se reduce a proporcionar ovocitos para ser enucleados y prestar su útero, aunque en el futuro ya no será necesario con el útero artificial. Para la clonación de una mujer, la madre biológica y genética pueden ser la misma, pero la clonación de un varón necesita una madre sustituta. Aparentemente este hecho da importancia a la mujer, pero si lo analizamos a fondo, implica un reduccionismo del significado de la femineidad y una manipulación de las funciones reproductivas, lo cual la degrada.

MANIPULACIÓN DEL GENOMA HUMANO

La clonación, al generar individuos que son copias genéticas, permite diseñar su genoma, por lo que es una intervención no terapéutica en el código genético, con la justificación de luchar contra esterilidad, taras genéticas, etcétera.
Como dice Hans Jonas: «La clonación es la más despótica forma de manipulación genética considerando su método, y al mismo tiempo la más opresiva considerando su fin; su propósito no es pues la modificación arbitral del material genético, sino más bien su permanencia arbitral. Esto es contrario a la estrategia dominante en la naturaleza» .
La clonación impone un genoma a un individuo por terceros, incluidos los padres o autoridades, que crean nuevas criaturas según sus gustos o deseos. Por eso va contra la dignidad humana: afecta el derecho de tener un genoma propio y no alterado por otros. Con este primer paso, cada vez estará más próxima la alteración no terapéutica del genoma humano.
Destacamos algunas razones para desaconsejar y prohibir legalmente la clonación:

  • Viola el derecho de individualidad e identidad genética

La condición de individuo de la especie humana significa, en lo biológico, tener una identidad genética distinta e irrepetible, que le permite distinguirse del resto de los seres humanos, lo que constituye un verdadero derecho natural.
La identidad genética se expresa por una corporeidad específica y distinta al resto de los hombres, que contribuye a diferenciar la identidad personal y social. Y aunque el cuerpo no agota la identidad del ser humano -formado por la unión íntima de cuerpo y espíritu-, es un elemento constitutivo de la persona, y la expresa.
El factor principal que permite la irrepetibilidad de los seres humanos es el azar de la reproducción sexual, determinado por un espermatozoide que fecunda a un determinado ovocito, y que asegura la diversidad biológica para ser único, irrepetible y distinto al progenitor.
La clonación supone una condición de copia sin identidad propia, que altera el proyecto natural de individualidad, con efectos negativos a nivel individual y social. Es necesario un respeto incondicional a la diversidad e integridad del genoma propio, porque constituye la dimensión corporal, esencial a la persona. Por lo tanto, la clonación viola el derecho del nuevo ser a su propia identidad e irrepetibilidad genética, que determinará su individualidad.

  • Atenta contra el derecho a no ser programados genéticamente

No conviene que alguien determine los factores genéticos de un nuevo ser humano; el hecho de que una persona elija la dotación genética de otra puede ser una forma indebida de dominar el destino del nuevo ser humano.
En la clonación, el hijo pierde la protección contra la eventual voluntad paterna o social a determinarlo mediante una programación de su identidad biológica, sobre la base de criterios arbitrarios o puramente instrumentales. Se genera así un despotismo sobre los hijos, que fomenta el dominio de unos sobre la existencia de otros.

  • Afecta al derecho a ignorar el devenir biológico

Desconocer el influjo del genotipo en nuestra vida biológica y conducta permite vivir la vida como autodescubrimiento y con una incertidumbre. La anticipación en el tiempo de la intimidad biológica lesiona la intimidad.
El derecho a la ignorancia consiste en no saberse copia de otro para vivir la corporeidad biológica por primera vez, ignorando el devenir corporal y psíquico -enfermedades, potencialidades y tendencias de conducta-. En el caso de gemelos univitelinos no hay problema porque su desarrollo es simultáneo. Pero la vida del clon se verá fuertemente condicionada por una determinación genética que ya ha expresado otro, y el ejercicio práctico de su libertad se verá afectado al saberse predeterminado biológicamente.
Asimismo, la identidad psíquica del clonado puede correr peligro por:
Saberse igual a un adulto de más edad. Si bien es cierto que la presencia real o virtual de su «otro yo» le permitiría conocer y prevenir sus enfermedades, tendencias, etcétera, la realidad revela que aun en familias afectadas genéticamente por alguna enfermedad las medidas preventivas no suelen seguirse, al menos no totalmente.
Además, podría presentar problemas de identidad; con unas relaciones familiares tan limitantes, podemos suponer que, en la mayoría de los casos, conocer su futuro biológico de manera prematura sólo dificultaría su desarrollo emocional.
Conocer la razón de su concepción, la finalidad utilitarista, el deseo egoísta de su progenitor y la forma artificial y deshumanizada en que ha sido concebido puede influir fuertemente en su personalidad. La proyección de la imagen inmadura y ególatra del padre o madre afectará radicalmente el concepto que tenga de sí mismo y su autoestima. Todo ello puede generar alteraciones y rebeldías en busca de su propia identidad.
Tener una misión predeterminada. Si se pretende que el clon se asemeje al adulto de quien procede, recaerán sobre él expectativas y exigencias de emulación por parte del padre o madre, que pueden ser una carga insoportable. Además, será visto y considerado en su apariencia externa como alguien idéntico a un personaje determinado, lo cual creará expectativas en la sociedad. Las consecuencias pueden ser nefastas para el clon.

  • Dañará a largo plazo la diversidad genética humana

Incansablemente, los especialistas en ecología señalan la importancia de la biodiversidad y la necesidad de conservarla. La clonación elimina la variabilidad genética, garantía para la conservación de las especies. Aunque los posibles efectos nocivos podrían controlarse, resalta que la técnica no presupone una bondad intrínseca.

  • Crearía una mentalidad eugenésica y de consumo reproductivo

La legalización de algunos fines de la clonación y su posterior expansión -primero la terapéutica, luego la eugenésica, después la de excelencia y finalmente la clonación libre- fomentará una mentalidad eugenésica y la legitimación del «niño a la carta».
Aunque la clonación fuese numéricamente reducida, se tendería a crear una concepción selectiva del hombre -que se considerará intercambiable o reemplazable, al ser igual a otro(s)- y perderse la conciencia de personas irrepetibles. Ello favorecerá la convicción de que el valor del hombre depende más de sus cualidades biológicas, por las que se selecciona, que de su identidad personal espiritual.
Con esta mentalidad podría impedirse la paternidad a quienes posean un genoma «inconveniente» -proclive a enfermedades o conductas antisociales o peligrosas- y se iría creando una tendencia de consumo a nivel reproductivo. Se desprotegería progresivamente al embrión humano de su dignidad y respeto social, hasta fomentar intervenciones arbitrarias sobre la vida humana mediante la manipulación genética, con la finalidad económica de mejorar las capacidades innatas en muchos terrenos. Situación que reduce el valor de la persona y puede minar la firmeza de los derechos humanos.

RIESGOS TÉCNICOS DE LA CLONACIÓN

Como ocurre en las técnicas de fecundación in vitro, también en el proceso de clonación se pierden numerosos embriones. En el caso de la oveja Dolly hizo falta transferir 277 embriones clónicos para que naciera uno (0.36%). En algunas especies animales no ha habido éxito por la dificultad de conseguir blastocitos perfectos.
También existe el riesgo de incrementar las anomalías genéticas por la manipulación del ADN, los ovocitos, los embriones, por el propio proceso de transferencia nuclear, o por el cultivo de los embriones en el laboratorio. Todo ello puede causar un aumento de la mortandad fetal, alteraciones en el desarrollo de los fetos y el nacimiento de seres humanos defectuosos o con problemas, a pesar de haber seleccionado un genoma aparentemente sano.
En la clonación por transferencia nuclear se utiliza un núcleo de adulto y, por lo tanto, ya envejecido con las alteraciones que la edad propicia, de forma que el embrión clonado puede ser proclive a enfermedades como cáncer, Alzheimer, etcétera. También puede ocurrir un envejecimiento prematuro, como en el caso de Dolly.
Además, las potenciales alteraciones genéticas producidas en la clonación, detectables o no, se transmitirían a la descendencia, con lo que quedarían incorporadas al genoma humano y aumentarían las anomalías genéticas en la humanidad y la incidencia de enfermedades hereditarias.

CLONACIÓN TERAPÉUTICA

En cuanto a su utilización para la experimentación o la llamada clonación terapéutica -limitada a la fase in vitro, con fines de investigación o para tener una reserva de tejidos compatibles para un transplante-, afortunadamente investigaciones recientes indican que es posible conseguir la diferenciación dirigida para obtener tejidos sin problemas de rechazo, a partir de células madre de fuentes distintas a la de embriones obtenidos por clonación.
Los resultados confirman que no será necesario clonar y sacrificar embriones humanos para obtener en el futuro tejidos sin problemas de rechazo, así se evitan los problemas éticos que implica la clonación con fines «terapéuticos».
La producción de embriones humanos y su consiguiente destrucción con el fin de conseguir células madre supone la muerte del embrión formado, y es ilícito destinar un embrión para ser sacrificado y cosificado como instrumento en beneficio de otros. Ser creado para el provecho de otra persona sería una forma mortal de esclavitud: el abuso del más fuerte sobre el más débil.
La vida humana nunca puede destruirse para ser material biológico en beneficio de otros. Sólo una filosofía utilitarista puede justificar estas acciones.

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*Resumen de los capítulos 8 al 10 del libro Diez temas de reproducción asistida, de Javier Marcó y Martha Tarasco. EIUNSA. Madrid, 2001.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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