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58 Festival de Cannes. Entre la provocación y los valores positivos

Cuando el tiempo permite cierta perspectiva, el Festival de Cannes aparece para los amantes del cine, como un testimonio de su evolución. Como un ser vivo, ha crecido, se ha enriquecido y desarrollado, diríamos casi hasta la asfixia. Imposible evocar su historia sin nostalgia. Para quienes lo conocimos al final de los cincuenta, todo ha cambiado.
El antiguo Palacio de los Festivales ha sido reemplazado por un hotel moderno de arquitectura discutible y el nuevo palacio se construyó en el emplazamiento del antiguo Casino, très belle époque, rodeado de palmeras, reputado por sus fiestas suntuosas donde todo el mundo participaba. Las ruedas de prensa permitían entonces hablar con Orson Welles, Vincente Minnelli, Luchino Visconti, etcétera incluso con Fellini, siempre reacio al contacto con la prensa.
Y a François Truffaut, que aquel año de 1959 pasaba de la crítica a la realización con Les quatre cents coups inventando la nouvelle vague, se le podía encontrar en la barra de un bar sin necesidad de protocolo. Esta realidad ha pasado a la historia, como fruto del éxito y de un prestigio creciente, a pesar de las críticas. El Festival celebró su 58 aniversario, edad de la madurez, que no siempre coincide con la de la razón.

EL GIGANTISMO

Algunas cifras ilustran esta tendencia. Según Therry Frémeaux, delegado general, sus equipos habrían visto este año, 1540 películas provenientes de 97 países; 16% más que el año pasado y 126% más que en 2000. De ellas se han retenido 58 películas de 28 países, 50 son estrenos mundiales. Compitieron 21 películas y participaron además 14 fuera de concurso y 23 en la sección especial Un Certain Regard. Pueden contarse además 11 primeras películas pero sólo una en competición oficial.
A todo ello hay que añadir las Jornadas Nacionales, los homenajes (a James Dean, Michael Powell, al cine mexicano con Los Olvidados de Buñuel y las obras de Emilio Fernandez: La Perla, Enamorada, Salón México), las obras de las Escuelas de Cine, las de la Film Foundation, etcétera El mercado del film recibe nueve mil profesionales que organizan centenares de proyecciones. Resultado final: un estado de perpetua frustración, sólo puede verse 30% de lo que ofrece el Festival, la Quincena de Realizadores y las de la Semana de la Crítica.

MAQUINARIA EN PERFECTO FUNCIONAMIENTO

La gestión de este gigante es perfecta. Las diversas secciones, en particular la de prensa que dirige Christine Aimé facilitan el trabajo. Los servicios de transmisión funcionan al máximo, con material ultramoderno que se enriquece cada año. La seguridad ha cobrado especial relieve. La presencia masiva americana, la proyección de ciertas películas, pero sobre todo el impacto mediático del Festival seguido por 4 mil periodistas venidos del mundo entero, hacen de Cannes una zona sensible donde el menor incidente tiene un eco mundial. De ahí el triple control para entrar al Palacio de los Festivales.
Todo ello supone un trabajo enorme, que se hace con extrema amabilidad. El día de la clausura de Un Certain Regard, Thierry Frémeaux pidió un aplauso para el personal del Palacio y obtuvo quizá la más sincera ovación del Festival.

PELÍCULAS EN COMPETICIÓN

Tras la gran apertura del año pasado, Cannes volvió a un círculo más cerrado al recibir a grandes realizadores, unidos desde hace mucho al Festival. No es coincidencia que el Presidente del Jurado fuera este año Emir Kusturica, ganador de dos Palmas de Oro: Papá está en viaje de negocios (1985) y Underground (1995).
Desfilaron también David Cronenberg, Jim Jarmusch, Wim Wenders, Lars Von Trier, Atom Egoyan, los hermanos Dardenne, Michael Haneke, Amos Gitaï, Hou Hsiao Hsien, etcétera. Retorno masivo de «autores» que han dado obras en su mayoría interesantes, no necesariamente geniales.
Se nos había prometido un Festival sombrío, sin dibujos animados y con ausencia casi total de comedias. La predicción se cumplió. Afortunadamente otras películas mejoraron esta imagen negativa al abordar el tema de la paternidad.

CINE DE AUTOR, CINE DE DIVERSIÓN

El cine de diversión sólo apareció con el último episodio de Star Wars (ver recuadro). Sin embargo hay que felicitarse de que un número elevado de «películas de autor» no ha olvidado al público y presentaron obras de interés.
A caballo entre cine de autor y película de diversión se sitúa la obra que inauguró el Festival: Lemming de Dominik Moll, que había sorprendido en Cannes hace cuatro años con Harry, un ami qui vous veux du bien. Su nueva película explota la vena de la pareja joven y feliz (Charlotte Gainsbourg y Laurent Lucas), agredida por una pareja madura en plena crisis (André Sussolier y Charlotte Rampling). Se añade el hallazgo de un lemming, pequeño roedor que solo vive en Escandinavia, cuya presencia en Francia es un enigma paralelo al de la película. El suspense, basado en situaciones insólitas, esta bien dosificado, no hay duda que Dominik Moll se inspira en Hitchcock. Entre el realismo y el cine fantástico, prefiere el último, así elude las explicaciones racionales.

EL PELIGROSO JUEGO CON LAS IMÁGENES

Sin City de Frank Miller y Robert Rodriguez podría incluirse en el capítulo de erotismo y violencia, pero su interés no depende tanto de estos elementos. Se origina en la novela en imágenes (cómic para adultos con pretensiones estéticas) de Frank Miller. Utiliza un blanco y negro de naturaleza particular e incluye notas de color chillonas el rojo de unos labios, la tela de un vestido… Frank Miller supervisó el trabajo de Rodriguez, y Quentin Tarantino dirigió una parte. El resultado formal de este choque de imágenes es apreciable. Las cosas fallan cuando la historia aparece en toda su indigencia, sin la menor consistencia humana. La historia, reforzada con actores prestigiosos (Bruce Willis, Benicio del Toro, Mickey Rourke, Elijah Wood, Britta Murphy, etcétera) termina por aburrir a fuerza de exceso.

HISTORIAS VIOLENTAS

Dos obras pueden incluirse en el capítulo de la violencia: Election de Jhonnie To y A Story of Violence de David Cronenberg. Con la primera el Festival reconoce al cine de Hong-Kong, rico en creatividad y que tanto ha influido en los últimos años en el cine americano. Election, clásica película negra, habla de la mafia en su versión china. Las «familias» que controlan los bajos fondos del territorio, eligen a su patrón. Dos candidatos se enfrentan, Lok (Simon Yam) y Big D (Tonny Leung). Esta lucha sin cuartel ocupa gran parte de la película; para un occidental se entorpece la comprensión por la dificultad de identificar a los personajes secundarios.
La violencia está en el título de la película de David Cronenberg, que adapta, el cómic de John Wagner y Vince Locke. La película escapa en principio a los gustos inquietantes del autor de Existenz y Spider. Tanto por la forma como por el fondo se puede hablar de clasicismo. Dos serial killers se presentan en el restaurante que dirige Tom Stall (Viggo Mortensen). Amenazan con asesinar a todos; Tom consigue eliminar a los agresores, hazaña que le vale una publicidad no buscada en la TV a lo largo de todo el país.
Esta notoriedad atrae a su establecimiento a un hombre con las peores intenciones La acción es rica en peripecias y personajes. Cronenberg muestra una violencia realista, pero al mismo tiempo la condena. Salvo algunas digresiones, A Story of Violence es una obra perfectamente conseguida, fiel a las reglas de su género.

LAS DESVIACIONES DE LA SEXUALIDAD

Con la violencia, el sexo constituye otra deriva del cine moderno. Where the Truth Lies, de Atom Egoyan, basada en el best-seller de Rupert Holmes, cuenta la historia de un dúo de presentadores de televisión, Lanny Morris (Kevin Bacon) y Vince Collin (Colin Firth).
En pleno éxito, en 1959, aparece el cadáver de una joven en la bañera de la suite que ocupaban en un hotel. A partir de ese día, la pareja se separa. Quince años más tarde, una periodista se propone descubrir la causa de la separación y qué pasó realmente esa noche. Dado el ambiente y el tema, lleno de tópicos, el espectador perspicaz habrá adivinado antes del final el motivo de la ruptura.
Es preciso mencionar Batalla en el cielo del mexicano Carlos Reygadas. Ignorado hasta el momento en su país, despreciado por la prensa anglosajona, encontró en Francia un sector de la crítica extasiado ante las imágenes pornográficas de la película.
Prácticamente incomprensible, sin la menor explicación psicológica, la película mezcla la más aberrante sexualidad con ideas religiosas, ejemplo de cómo fabricar la reputación de un autor cuyo único recurso es el escándalo.
Más desconcertante por menos extremosa es la película francesa Peindre ou faire lamour, de Jean-Marie y Arnaud Larrieu, autores que ya habían realizado dos películas discutibles. El prestigio del reparto hacía pensar en algo interesante. Madeleine y William (Sabine Azema y Daniel Auteuil) son un matrimonio que se instala en el campo y conoce a Adan (Sergi Lopez), un vecino invidente casado con Eva (Amira Casar). Los cuatro simpatizan y más adelante se produce un cambio de parejas que podría parecer casi un accidente
La reacción es pensar que los hermanos Larrieu gastan una broma pesada con esta apología del echangisme presentada como la solución al aburrimiento entre matrimonios maduros. Cuando los seleccionadores afirman haber visto 85 películas francesas antes de elegirla, se comprende la indignación del público al final de la proyección.

CONFLICTOS DE NUESTRO TIEMPO

La guerra de Irak aparece indirectamente en dos películas, una japonesa, Acoso de Masahiro Kobayashi y otra kurda, Kilometre Zero de Hiner Saleem. La primera presenta un caso insólito en Occidente, una joven, Yuko (Fusako Urabe), que trabaja en Bagdad para una organización humanitaria, es secuestrada por grupos islamistas y luego liberada, pero al regresar a Japón es objeto de hostilidad.
La película se inspira en una historia real. El padre de Yuko es despedido y se suicida; la joven, desilusionada, vuelve a Bagdad. Kobayashi da a la película un aire de acusación contra la actitud de sus conciudadanos.
El caso de Hiner Saleem es diferente. Exilado desde los 17 años del Kurdistán iraquí, realizó Kilometre Zero con premura, a raíz de que pudo volver a su tierra natal. La acción transcurre en 1988 durante la guerra Irak-Irán. Es la historia verdadera de un pariente próximo enrolado por la fuerza en el ejército de Sadam Hussein con la misión de conducir el cadáver de un «mártir», un soldado muerto en la guerra.
El protagonista un kurdo comparte el viaje en coche con un árabe. A pesar del tema, el tono es cómico. La película resintió la urgencia con que fue rodada, pero es testimonio contra la manipulación de los medios de comunicación, que han ignorado siempre el calvario del pueblo kurdo bajo la represión del régimen de Sadam Hussein. En la rueda de prensa que siguió a la proyección, a los periodistas árabes que expresaban sus reservas políticas, Hiner Saleem respondía con palabras de un dirigente kurdo: «Hubiéramos preferido ser liberados por los escandinavos, los franceses o los suizos, pero fueron los americanos nuestros libertadores».
La situación en Oriente Medio es tema de la última película del israelí Amos Gitaï, Free Zone. Comienza con una canción infantil que evoca un tema casi universal, el de un cordero comido por otro, a su vez comido por un tercero, reproduciendo la ronda infernal de las represalias. Gitaï aplica la canción al conflicto israelo-palestino. Se interesa en dos mujeres que viajan en taxi, una americana de origen judío, Rebecca (Natalie Portman) y la conductora, Hanna (Hanna Laslo), una judía que llevará a Rebecca a la «zona franca», una tierra libre de controles en Jordania a cobrar una fuerte suma a un palestino, cuya esposa, Leila (Hiam Abbass), deberá unirse al grupo.
El interés de la película recae en el trabajo de las actrices. La novedad es que Gitaï, siempre pesimista sobre el conflicto, se muestra menos negativo. Por primera vez una película israelí es rodada en Jordania y la mítica «zona libre» de la película, además de una realidad, es también un símbolo del posible entendimiento entre los países.
Otra película realista es Quando sei nato non puoi nasconderti (Cuando has nacido no puedes esconderte), de Marco Tulio Giordana. Aborda la migración clandestina en Europa y cuenta la aventura de Sandro (Mateo Gandola), de 12 años, que una noche cae al mar. Su familia lo da por muerto, pero lo salva Radu, joven rumano que viaja en una embarcación con varias decenas de inmigrantes. Interviene la policía y devuelve a Sandro a su familia, pero el muchacho se ha hecho amigo de su salvador y de su hermana, Alina. La familia de Sandro está dispuesta a ayudarles, pero los jóvenes rumanos escapan. Sandro parte en su busca y enfrenta una dura realidad.
Esta película, bien recibida por el público, era poco valorada por la crítica, sobre todo francesa, a pesar de su buena calidad, un tema bien tratado y excelente interpretación por parte del actor más joven de la competición: Mario Gandola.

REMONTANDO LA HISTORIA

Entre las películas de China destaca por su tema y sobriedad en la realización Shanghaï Dreams de Wang Xiaoshuai, cuyas películas anteriores estuvieron en la lista negra de las autoridades chinas durante cuatro años. Aborda un tema importante y poco conocido de la historia de su país. En los años sesenta, las autoridades chinas favorecieron la creación de industrias en zonas rurales. Familias enteras abandonaban las grandes ciudades, como Shanghai, para mantener una industria en zonas protegidas.
Una nueva generación creció allí provocando, veinte años después, una ruptura en las familias. Los padres soñando con retornar a Shanghai, los jóvenes adaptados a su nueva vida. La protagonista, una joven de 20 años, enamorada de un joven de la región que su familia no acepta, pues prepara su retorno a Shanghai. Cuando este tiene lugar, escuchamos en la calle el anuncio de la ejecución, por razones políticas, de unos jóvenes, entre ellos, el amigo de la protagonista. La última imagen, impresionante, es un paisaje tranquilo en el que suenan varias detonaciones.
La simplicidad de Manderlay, de Lars Von Trier, no es la nota dominante en la continuación de Dogville. En su nueva peregrinación, Grace (ahora Bryce Dallas Howard en sustitución de Nicole Kidman) encuentra en su camino al sur del país una plantación, donde un negro va a ser flagelado con arreglo a los métodos de la esclavitud. La acción transcurre en 1933, la abolición tuvo lugar hace 70 años. Grace decide quedarse en Manderlay para enseñar libertad y democracia a las familias afro-americanas.
El problema de la película es que perdió la originalidad del primer episodio, asistimos en realidad a un debate de ideas, con un interés dramático limitado y exceso de didactismo. Lars Von Trier pontifica sobre la vida americana. Su mensaje aparece a la vez claro y contradictorio. Condena al pueblo americano por haber practicado la esclavitud al tiempo que presenta a unos antiguos esclavos incapaces de administrar su libertad.
Más cerca de nuestra época, Caché (Oculto) del austriaco Michael Haneke, contiene también una reflexión sobre la historia de los años sesenta durante la guerra de Argelia. La acción transcurre en Francia. Georges (Daniel Auteuil), un periodista casado, con un hijo de 12 años y una vida normal y sin problemas, comienza a recibir videos acompañados de dibujos infantiles sobre los que hay una mancha roja.
La operación se repite y acude a la policía, que no encuentra motivo suficiente para intervenir. Los videos lo conducen a un suburbio de París donde encuentra a Majid (Maurice Benichou) una argelino con quien compartió su infancia y al que su familia estuvo a punto de adoptar cuando el padre de Majid fue víctima de la represión de la policía parisina.
Para impedir la adopción, Georges fingió una agresión por parte de Majid, quien niega ser el autor de los videos la acción toma un cariz netamente trágico. Pese al final incierto, la película está perfectamente construida, el suspense gradual se mantiene a todo lo largo. Se trata sin duda de una de las mejores películas de Haneke sin provocaciones inútiles pero con un fuerte contenido ideológico: la condena de la guerra de Argelia y de sus consecuencias a través de un caso personal. La amnesia del protagonista de la película sería la de Francia.

DRAMAS HUMANOS Y SOCIALES

El suicidio por sobredosis de Kurt Cobain, vocalista del grupo de rock Nirvana, inspira a Gus Van Sant Lost Days (Últimos días), que forma parte de una trilogía con Gerry y Elefante. En los tres casos trata sucesos sin explicación completa ni satisfactoria.
El protagonista, Blake (Michael Pitt), se limita a deambular por el bosque, bañarse en un río y repetir frases incoherentes, rodeado de colaboradores incapaces de prestarle ayuda. Película casi sin acción y pocos diálogos, deja escapar un perfume trágico de decadencia que corresponde seguramente a una verdad profunda que el realizador consigue captar.
El cine americano también estuvo presente con Los tres entierros de Melquíades Estrada de Tommy Lee Jones, quien decidió estar en ambos lados de la cámara. El actor texano ha vivido en la frontera con México donde tiene buenos amigos y deseaba hacer una película sobre el tema. Encargó el guión a Guillermo Arriaga (autor de los guiones de Amores Perros y 21 gramos), basado en un suceso real: la muerte de un inmigrante ilegal que las autoridades ocultaron.
La historia, drama de costumbres actuales y western mítico, tiene una entrada sórdida. Dos cazadores encuentran el cadáver de Melquíades Estrada (Julio César Cedillo). Su capataz y amigo Pete Perkins (Tommy Lee Jones) había prometido llevar su cuerpo a México si la muerte le sorprendía del otro lado de la frontera. La historia retrocede hasta descubrir al culpable, un personaje con trazos odiosos, policía de fronteras recientemente llegado a la región, Mike Norton (Barry Pepper), en crisis matrimonial y de conducta poco ejemplar.
Quizá lo más interesante y positivo de la historia es la relación que establecen Pete y Mike, este último vivirá una especie de redención por el sufrimiento.

VARIACIONES SOBRE LA PATERNIDAD

Tres películas hacen de la paternidad su tema central. Dont Come Knocking de Wim Wenders evoca la Palma de Oro que ganó en 1984 por París-Texas. El guionista, Sam Shepard, vuelve a colaborar con Wenders, como guionista e intérprete, en compañía de su esposa, Jessica Lange.
Las primeras imágenes hacen pensar en un western. Un jinete cabalga desesperadamente, Howard Spencer (Sam Shepard), actor declinante, protagonista de una historia, que decidió abandonar la película en pleno rodaje. Va con su madre a quien no ve desde hace años. Ella le habla de un hijo que habría tenido hace 20 años, fruto de una de sus aventuras. Howard recorre varias ciudades hasta que encuentra a su amor de antaño, Doreen (Jessica Lange).
El hijo existe y se llama Earl. Su primera reacción es de cólera y desconcierto ante el padre que lo ha ignorado durante años. Entre tanto, la compañía de seguros de la película interrumpida, debe encontrar al actor fugitivo; un empleado implacable lo sigue. Aunque la película ganaría en intensidad si perdiera veinte minutos, los autores prueban, veinte años después de su Palma de Oro, que no han perdido la mano.
Don Johnston, (Bill Murray) en Broken Flowers, de Jim Jarmusch, es un hombre frustrado llegado a la madurez sin fundar una familia. Goza de buena posición y de una jubilación anticipada. Recibe una carta sin firma, que le anuncia que tiene un hijo de 19 años, que podría presentarse un día en su casa. El mejor amigo de Don, Winston (Jeffrey Wright), lo lanza a la busca del hijo. Para ello bastaría visitar a las mujeres que serían madres posibles (las actrices son Sharon Stone, Frances Conroy, Jessica Lange y Tilda Swinton). Don comienza la ronda de visitas, siempre con un ramo de flores en la mano. Los diversos itinerarios ocasionan numerosos detalles de humor típicos de Jarmusch, por lo insólito de las situaciones.
Al fin Don retorna a su ciudad, donde piensa descubrir a su hijo en un joven que merodea su casa… El hombre queda solo, pero con una esperanza que podía dar sentido a su vida. Broken Flowers es quizá la película más acabada de Jim Jarmusch, en todo caso la más humana. Humor y nostalgia se citan en estos encuentros con el pasado que Bill Murray hace revivir con grave sobriedad.
Nada más diferente que la elegancia y el humor frío de Jim Jarmusch frente al estilo documental y social de los hermanos Dardenne. En LEnfant, Bruno (Jérémie Renier) y Sonia (Déborah François), forman una pareja que se ama realmente, pero no ha llegado a la madurez. Un hijo, Jimmy, da sentido a la vida de ella, Bruno por el contrario no se interesa demasiado en él. Bruno es un marginal, vive de pequeños robos y dirige a otros jóvenes. Su obsesión es el dinero y su objetivo, obtenerlo sin trabajar.
Un día piensa dar en adopción a Jimmy a cambio de una importante retribución, sin medir las consecuencias. Cuando Sonia se entera, se enferma, Bruno desiste de la adopción y continua delinquiendo. Sonia lo rechaza, la policía lo encarcela y comprende que ha perdido todo lo esencial en su vida.
Nada más lejos de un desbordamiento sentimental. Los hermanos Dardenne ruedan, cámara al hombro, a sus personajes. Su mirada objetiva y sin complacencia, revela lo positivo de cada ser humano, lo que las circunstancias ponen de manifiesto.

UN PALMARÉS JUSTO Y EQUILIBRADO

El anuncio de los premios del 58 Festival de Cannes produjo satisfacción. Ninguna falsa nota como en los últimos años o el pasado con la Palma de Oro para el panfleto anti-Bush de Michael Moore. Un documental puede recibir una Palma de Oro, pero a condición de poseer una excepcional calidad.
La Palma de Oro para los hermanos Dardenne produjo cierta sorpresa por tratarse de una segunda ocasión. Algunos hubieran preferido Broken Flowers que recibía el Gran Premio del Festival (en realidad la segunda recompensa). Nada que decir del premio a la dirección (Caché de Michael Haneke), ni de los premios de interpretación (Hanna Laslo por Free Zone y Tommy Lee Jones por Los tres entierros de Melquíades Estrada que recibía también, el del mejor guión).
Saludemos el acierto de distinguir a Shanghai Dreams de Wang Xiaoshuai, por su calidad y el interés del tema. Una obra muy superior a las otras películas orientales.
El conjunto de los premios obedeció, según las declaraciones de Emir Kusturica, presidente del Jurado, a dos criterios: «buscar obras de un indudable valor artístico y al mismo tiempo susceptibles de interesar al público». El Jurado expresaba así la confianza en el público al premiar obras positivas que abordaban temas favorables al entendimiento entre os pueblos y al descubrimiento de los valores fundamentales del ser humano.

STARS WARS EPISODIO III: LA REVANCHA DE LOS SITH

El Festival de Cannes sirvió de rampa de lanzamiento al último episodio de Star Wars: La Revancha de los Sith.
Todo el mundo adora el trabajo de George Lucas, aunque algunos se avergüencen de decirlo. Cannes mostró su apertura al cine de diversión al recibir la visita de Lucas, Natalie Portman, Hayden Christensen y Samuel J. Jackson.
Apoyado hoy en un sólido imperio económico, Lucas es ejemplo de cine independiente, incluso si cuenta con la distribución de la Fox y, al mismo tiempo, de un artesano del cine que ha puesto en marcha el equipo de la Industrial Light & Magic encargado de traducir en imágenes sus sueños más disparatados. Lucas considera que actualmente un cineasta se encuentra en las mismas condiciones que un escritor: «gracias a las imágenes numéricas, lo que escribo puedo filmarlo». Y esta es la impresión que produce La Revancha de los Sith.
En 1971 Lucas comenzó la redacción, el primer episodio se estrenó en 1977. Desde entonces cada nuevo episodio ha constituido un hito en el desarrollo de la historia y en el progreso de los medios técnicos y artísticos, bajo la idea más universal de la dramaturgia: la lucha implacable entre el Bien y el Mal. El ataque de los clones (2002), reclamaba el tercer episodio.
Los apasionados de Star Wars conocían de antemano la historia. Sabíamos que el tema central sería la transformación de Anakin Skywalker (Hayden Christensen) en el siniestro Dark Vader. En esta parte de la historia hay combates e intrigas, pero lo más importante es el debate moral, más interior que exterior, que mantiene Anakin. Todo ello tendrá lugar en un derroche de imágenes.
A cada nuevo episodio cabe preguntarse ¿qué van a inventar George Lucas y su equipo? Es imposible describir la belleza de los decorados de las ciudades galácticas, la evolución de las naves espaciales, los combates con las espadas de láser, como marca de fábrica de la película. Aunque todos estos elementos existían en los otros episodios, aquí los creadores demuestran su capacidad de invención casi inagotable: los colores han ganado nitidez, los decorados son más gigantescos y los avances de los procedimientos numéricos más sorprendentes.
Tres años de preparación, viajes por media docena de países decorados, paisajes, estudios, 55 días de rodaje y largos meses de post-producción permiten una conclusión espectacular. En cierto sentido, Stars Wars, será una obra de referencia para escribir la historia del Séptimo Arte.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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