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«Yo no leo lo que publicamos»

Tema constante es el que gira alrededor de la lectura en México porque el país ocupa un lugar muy destacado entre los que menos leen.
Aquí no vamos a intentar dar nuevas respuestas a las muchísimas que se han dado en los últimos cincuenta años sobre el porqué del poco interés por la lectura en nuestro país. Las razones van desde el clima, hasta el hecho de que nuestros padres no nos leyeron cuentos en voz alta cuando éramos niños, pasando, desde luego, por la falta de una «política de Estado» que fomente el hábito de la lectura ya que esta no se fomenta sola.
En una feria del libro celebrada en el Palacio de Minería, sentado entre dos distinguidos directores de empresas editoriales en espera de la llegada del Presidente de la República que inauguraría el evento, uno de ellos dijo que tendría que irse dentro de veinte minutos pues haría la presentación de la novela de la señora X, entonces muy promovida. El otro editor pregunta: «¿cómo está la novela?, ¿aguanta?», «mi estimado José Enrique responde el primero yo no leo lo que publicamos. No me digas que tú lo haces, bien sabemos que todos los editores que se precien de serlo, no leemos. Para eso están los lectores».
Actualmente, en México, las personas que conocemos como editores de libros, son empleados de consorcios internacionales o funcionarios de instituciones públicas, reclutados no en el ámbito cultural o científico, sino en el mundo de la administración de empresas, especializados en ventas y en relaciones públicas.
Una buena parte de los libros que salen al mercado vienen de las casas matrices ubicadas en España o Estados Unidos principalmente, por lo que el director de la empresa no toma decisiones relacionadas con el contenido, y cuando debe hacerlo, no lee los manuscritos. Lee un dictamen que rinde un «lector» cuya profesión, consiste en asumir el rol de quien tiene el sentir y la reacción ante el texto, de la mayoría de los posibles clientes. André Gide fue «lector» de Gallimard y rechazó En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, hoy considerada monumento literario de todos los tiempos.
El presidente de una empresa española que tiene filial en México, rechazó El viejo y el mar de Hemingway porque «me pareció excelente y pensando en que mi gusto no correspondía al de la mayoría de los lectores, decidí no publicarla». Cuando se trata de autores en los que previamente «ya se ha invertido bastante, se les ha promovido y ya tienen fama», el texto va directamente a la tipografía. Aquí juegan su papel los agentes literarios.
Los «lectores» apenas pasan sus ojos por encima de los manuscritos, tienen «tanto que leer». Hacen una preselección apartando para una segunda etapa a los autores que han pasado por las escuelas de letras, los talleres de literatura, los libros que tienen un buen título o un buen principio. En una segunda revisión se ponderan las proporciones de violencia, sexo e intriga.
Cuando el libro se lanza al mercado cae, primero, en manos de los compradores de las cadenas comerciales y de las grandes librerías. Ellos tienen dos restricciones: si por razones estacionarias se prevén bajas ventas no hacen compras en firme ni aceptan consignaciones; la otra es que nunca hay suficiente espacio para la cantidad de libros que pretenden ser exhibidos.
Condicionados de esta manera los compradores dan preferencia a las novedades apoyadas con campañas de propaganda por parte de las editoriales, luego a las otras novedades y después a las reposiciones de libros antes recibidos en consignación o comprados. Las novedades no promocionadas se someten a un juicio sumario, se sopesan: la imagen de la editorial, si el nombre del autor es conocido o desconocido, si el título del libro es capaz de seducir y si la portada es atractiva.
Hay un mundo de compradores de libros, uno más pequeño de lectores. Es deseable que se lea más, particularmente ahora, en la «era del conocimiento», en la era del desbordamiento de la imaginación.
Para terminar permítanme reconocer que ninguna política ni programa de fomento a la lectura, podrá competir, en los próximos años, con los logros de J.K. Rowling, autora de la serie Harry Potter, quien ha creado entusiasmo por la lectura entre millones de niños en el mundo occidental.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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