Cada ciudad la hacemos la gente, ciudadanos y ciudadanas que habitamos una misma casa plural y diversa. Por eso podemos preguntarnos seriamente, ¿cómo me gustaría que fuera mi ciudad?, ¿está a mi alcance hacer algo para recuperarla y mejorar la convivencia social?
Para remontar los muchos nuevos retos que aquejan tanto a las metrópolis como a muchas otras ciudades, lo primero es aceptar que no sólo compete a los especialistas, sino a todos y cada uno de sus moradores.
Quisiéramos ciudades humanas, solidarias y seguras, donde los ciudadanos podamos participar y sentirnos como tales y donde la calidad de vida no consista en consumir más, sino en compartir colectivamente mayores niveles de bienestar, convivencia y sociabilidad.
En muchos países del mundo las megalópolis se caracterizan por una excesiva y desordenada concentración poblacional y por espacios poco acogedores e inseguros. La realidad crece demasiado rápido y los planes de desarrollo, más que preventivos, apenas operan como correctivos.
Por otro lado, el rol que escenificaba cada ciudad, en muchos casos ha dejado de ser válido porque la globalización implica competitividad y exige que cada país, región, ciudad o municipio reencuentre su lugar en el nuevo panorama, que identifique sus vetas de oportunidad y enfrente las nuevas amenazas.
Pese a los problemas, los urbanistas afirman que, a partir de la contribución activa de los ciudadanos y de una verdadera planificación democrática, cada ciudad cuenta con una enorme potencialidad para superar las condiciones desfavorables. Todas poseen recursos naturales y humanos que las pueden convertir en un complejo único de oportunidades.
Para reconvertir las ciudades es indispensable sumar voluntades -administración, sector privado y ciudadanía organizada- para hacerlas incluyentes, con escenarios para todos los grupos sociales, y solidarias, porque la calidad de vida no se da, se conquista y exige participación activa. Sólo el uso racional de los recursos y la movilización de todas las capacidades posibles contra la pobreza y exclusión social logrará ese modelo de ciudad al que aspiramos.