Trilogía de Auschwitz
Primo Levi
Novela
Océano. México, 2005. 652 págs.
Primo Levi
Novela
Océano. México, 2005. 652 págs.
La clave pedagógica es la peor modalidad de la interpretación estética. Quizá la renuncia a cualquier enseñanza, que por ello cancela esa posibilidad de lectura, sea paradójicamente la lección excepcional como desgarradora de este volumen. Compuesto por los libros Si esto es un hombre, La tregua, y Los hundidos y los salvados el compendio bien puede servir para reparar el poco interés con que en nuestro país se atendió el 60º aniversario de la liberación aliada. Ante el olvido público nos resta sólo, mediante la lectura, la conmemoración privada.
Pareciera que las numerosas películas sobre el destino de los judíos durante la segunda guerra mundial han trivializado su persecución. Al contrario, estas páginas recrean sin concesiones la barbárica realidad de los campos de concentración nazis y la civilización herida que les precedió. La escritura de Levi evita con su punzante claridad moral la banalización melodramática. Aquí no me refiero a una especie de maniqueísmo sino a la visión del justo que no acepta relativismos, pero tampoco se vanagloria de su desdicha.
Podría decir que las dos primeras partes de la trilogía son cumbres de la narración testimonial de nuestro siglo. En una, el autor relata su estancia en Aushwitz donde gracias a su profesión de químico y a la fortuna, sobrevivió. En la otra, cuenta las peripecias y tribulaciones de un contingente de italianos liberados camino a la repatriación. Sin embargo, al hacerlo contradiría el núcleo latente del ensayo final: la imposibilidad misma del testimonio. No son los sobrevivientes, dice en Los hundidos.., los verdaderos testigos sino «aquellos que por sus prevaricaciones, o su habilidad, o su suerte, no han tocado fondo. Quien lo ha hecho (…) no ha vuelto para contarlo o ha vuelto mudo». Aun aceptando su estatus «privilegiado», resulta imposible reducir el horror de cuanto da fe: el ultraje hecho industria; la deshumanización, técnica. Esta obra constituye una severísima meditación sobre la condición humana que devela las sombras producto de la sinrazón. Aunque su luz sea la terrible luz de la incomprensión.
Pareciera que las numerosas películas sobre el destino de los judíos durante la segunda guerra mundial han trivializado su persecución. Al contrario, estas páginas recrean sin concesiones la barbárica realidad de los campos de concentración nazis y la civilización herida que les precedió. La escritura de Levi evita con su punzante claridad moral la banalización melodramática. Aquí no me refiero a una especie de maniqueísmo sino a la visión del justo que no acepta relativismos, pero tampoco se vanagloria de su desdicha.
Podría decir que las dos primeras partes de la trilogía son cumbres de la narración testimonial de nuestro siglo. En una, el autor relata su estancia en Aushwitz donde gracias a su profesión de químico y a la fortuna, sobrevivió. En la otra, cuenta las peripecias y tribulaciones de un contingente de italianos liberados camino a la repatriación. Sin embargo, al hacerlo contradiría el núcleo latente del ensayo final: la imposibilidad misma del testimonio. No son los sobrevivientes, dice en Los hundidos.., los verdaderos testigos sino «aquellos que por sus prevaricaciones, o su habilidad, o su suerte, no han tocado fondo. Quien lo ha hecho (…) no ha vuelto para contarlo o ha vuelto mudo». Aun aceptando su estatus «privilegiado», resulta imposible reducir el horror de cuanto da fe: el ultraje hecho industria; la deshumanización, técnica. Esta obra constituye una severísima meditación sobre la condición humana que devela las sombras producto de la sinrazón. Aunque su luz sea la terrible luz de la incomprensión.