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Carlos Linneo, científico, empresario, escándalo. En su tricentenario

La gigantesca obra científica de Linneo se centra en su esfuerzo por encontrar y plasmar en un sistema la ordenación de la naturaleza creada. Su trabajo le llevó a catalogar cerca de siete mil 700 plantas y cuatro mil 400 animales. Suya es la agrupación de los organismos afines en la categoría llamada género, que a su vez congrega en categorías superiores, basadas igualmente en sus semejanzas orgánicas.
Linneo inicia el camino de la nomenclatura binominal latina, seguido hasta la fecha en botánica y zoología; combina el nombre del género con otro específico, como el tulipán, Tulipa linifolia, el papiro, Cyperus papyrus, el perro, Canis familiares, o el que modestamente nos adjudicó: Homo sapiens… Cuando el lector encuentre un nombre científico latino seguido de una «L», esta significa Linneo-1
El hombre que mejor captó el orden en la naturaleza viviente –como Keppler y Newton dan cuenta de ese mismo orden en el cosmos– nació el 22 de mayo de 1707, todavía primavera en Rashult Suecia.
Desde niño le fascinaron las plantas, sus flores y los armoniosos nombres de cada una, que aprendió de su padre, Nils Linnaeus, ministro luterano, con gran afición por la botánica y que poseía el mejor y más admirado jardín de Rashult. Era su padre hombre de fe, igual que su esposa Christina, madre de Carlos.
«Bautizaron a su hijo con el nombre de Carlos y decoraron su cuna con flores, según cuenta la historia (ya filtrada por la retrospección mítica) del hombre que habría de convertirse en el botánico más importante del mundo», escribe David Quammen con ocasión del tricentenario.2
Linneo, sueco elegante –algunos lo califican de altivo– tenía una cabeza prodigiosa, como Aristóteles, capaz de meter en orden el aparente desorden natural. Junto al amor al orden, se muestra emprendedor y laborioso en la tarea de plasmar en su obra, Systema Naturae, el orden de la naturaleza, como tantos artistas han plasmando en sus lienzos la belleza del paisaje o han captado con la lente la desafiante belleza de las flores.
El orden y la belleza que descubre en la creación lo llevan al Creador, sabe que el Homo sapiens es el único ser creado, entre millones de especies, consciente de la Sabiduría creadora. Pero eso no es altivez. No sería humildad desconocer una verdad, sino amarga ceguera intelectual.

MÉDICO, CIENTÍFICO Y EMPRESARIO

El itinerario humano y profesional de Linneo es fascinante; hay mucho que admirar y aprender en él. Vale la pena leer la biografía escrita por Tomás Alvira Alvira.3
En 1727 comenzó los estudios superiores en la Universidad de Lund y en 1728 pasa a la de Uppsala. Aquí, el teólogo y aficionando a la botánica, Olaf Celsius, le ayuda en sus estudios y sostenimiento. Sabían lo que hacían y hacían lo que debían.4
En ese tiempo Linneo escribe un breve trabajo sobre la sexualidad de las plantas con el divertido titulo Praeludia sponsaliorum plantarum (1730) es profesor de Botánica en Uppsala y comienza su gran trabajo: Bibliotheca botanica, Critica botanica y Genera plantarum.
A partir de 1732, enviado por la Universidad, realiza viajes de investigación por Laponia, Finlandia y Dalarma; publica sus trabajos, viaja por Holanda y se doctora en Medicina en Harderwijk. Visita en Leiden al científico Boerhaave y lo nombran director del Jardín Zoológico y Botánico del banquero G. Clifford en Hartecamp. En 1735 publicó la primera edición de su célebre Systema Naturae, en Leiden, con ayuda económica de J. F. Gronovius; un folleto de doce páginas que creció en doce ediciones sucesivas, hasta llegar a cuatro volúmenes.
Viaja a Inglaterra, Hartecamp, Amsterdam y Leiden, Amberes y París. Ya en Suecia comienza la práctica médica en Estocolmo, publica Classes plantarum y en 1739 es nombrado médico del Almirantazgo. Entonces se casa con Sara Elisabeth Moræa y tienen siete hijos.
Obtiene una plaza de Medicina teórica y práctica en la Universidad de Uppsala, viaja a Öland y Götland y publica los resultados de sus observaciones en los viajes.
En 1742 y siguientes cambia su cátedra por la de Botánica que desempeñaba Rosen, se dedica con empeño a la formación de alumnos y es nombrado Médico Real.
Su vida en Uppsala es variada. Implicaba mucho más que escribir y dar unas clases que, por cierto, eran maravillosas por hablar claro y chispeante, a la vez, dotado de una excelente memoria. Rebosaban las salas en sus conferencias y obtenía buenos ingresos de sus clases particulares, patrimonio que fue necesario administrar como un buen empresario y que le dio también éxito económico.
Formó lo que hoy llamamos «equipo» con los alumnos más destacados, realizaron exploraciones, verdaderas aventuras profesionales alrededor del mundo. Desde Uppsala, su pequeño rincón de Suecia, seguía los hallazgos de sus más valiosos alumnos que enviaban datos y especímenes a su afamado maestro. Él sistematizaba aquella algarabía de datos; lo suyo era descubrir el orden implícito en la naturaleza.
El gobierno sueco lo nombró en 1752 caballero de la Orden de la Estrella Nórdica. Su escudo lleva por lema: Famam extendere factis (La fama se extiende con los hechos). Podría ser el lema de un empresario actual.
En 1758 compró por 80 mil táleros unas posesiones en Säfja y Hammarby y construyó en esta última, a las afueras de Uppsala, una casa de campo grande y sencilla, que fue la estancia familiar en verano. Hammarby siguió siendo propiedad de la familia durante un siglo. Después, el Estado sueco la compró para convertirla en museo. Aunque su casa cerca de la Universidad de Uppsala, donde vivió con su esposa e hijos, también se conservó y en fecha reciente se restauró, «Hammarby transmite un sentido más vívido de su carácter»… «hay retratos de sus cuatro hijas, de su hijo y su mono mascota», escribe Quammen, tras una reciente visita a esos lugares.
Ya no salió de Suecia; cruzaba correspondencia con científicos de todo el mundo y publicaba en latín, según era la costumbre. Nos quedan por anotar su Flora suecica (Estocolmo, 1745), Fauna suecica (Estocolmo, 1746), Clavis medicinae (Estocolmo 1766) y Systema vegetabilium (Götingen y Gotha, 1774).
Tras su muerte, sus colecciones fueron adquiridas por Sir James Edward Smith, que las llevó al Reino Unido, donde sirvieron para fundar la famosa Linnean Society o Sociedad Linneana de Londres.

EL ESCÁNDALO LINNEO

Linneo fue un escándalo científico; así como suena. No hizo trampas en su trabajo, como Ernst Häckel (1834-1919), que modificó a su antojo algunas láminas del desarrollo embrionario para favorecer lo que llamó la «ley biogenética fundamental».
El «escándalo Linneo» es su adhesión al fijismo. Es decir, Linneo en 1751 sostiene en su Philosophia botanica: «Tantas especies podemos numerar como diversas formas fueron creadas al principio». Que Linneo antepusiera su fe en la creación de las especies en pleno siglo XVIII –lo que después se llamará la evolución de las especies– era demasiado grave para que el sector preponderante de la ciencia del siglo XIX, el darwinismo ideológico –de Huxley y Häckel– se lo perdonara fácilmente.
A Häckel sí le perdonaron sus trampas. A Charles Dawson y a Smith Woodward les perdonaron que se inventaran un fósil humano, Eoanthropus Dawsonii u hombre de Piltdown, compuesto por un cráneo humano reciente y una mandíbula de simio, envejecidos y ajustados artificialmente y supuestamente hallados en el Plioceno de Piltdown en 1912.5
Las trampas de Trofim Denisovich Lysenko, biólogo ruso en tiempos de Stalin, fueron reprobadas por los científicos de occidente.6
A Linneo no le podían perdonar aquel desplante. El fijismo se opone a la evolución de las especies. Según enseña la evolución, las especies vivientes no son fijas, sino que han ido variando al paso del tiempo geológico. Fijismo o evolución no se oponen, no se pueden oponer a la creación, explicación filosófica del paso del no-ser al ser, utilizada en teología.
Con su típico humor nos confiesa Chesterton que le resulta muy difícil imaginar que la nada, evolucionando, haya llegado a hacerse algo.
Esta viene a ser la idea clave: No se crean obstáculos a partir de una fe rectamente comprendida en la creación o de una enseñanza, correctamente entendida, del evolucionismo: la evolución, en efecto, presupone la creación; la creación, en el contexto de la evolución se plantea como un acontecimiento que se extiende en el tiempo –como una «creatio» continua–, en la cual Dios se hace visible a los ojos del creyente como «Creador del Cielo y la Tierra» (Juan Pablo II, Conferencia, 26/IV/1985).
En su Metamorphosis plantarum de 1755, Linneo duda del principio de la inmutabilidad de las especies sostenido en sus escritos de 1743 a 1754; su Philosophia botanica es de 1751. En un trabajo publicado en 1759 para el premio de la Academia Imperial de San Petersburgo hace notar que nacen nuevas especies por cruce. Su hijo escribió una carta a Bäck, el mejor amigo de su padre, en la que dice que su padre era creyente y pensaba que las especies y los géneros eran obra del tiempo, pero que los órdenes naturales eran obra del Creador.
Linneo vivió y murió tranquilo. Rectificó cuando lo creyó necesario. Y tenía razón: el orden en la naturaleza creada –no el error o la casualidad– es una realidad objetiva y, por tanto, verificable. Un día nos hablarían de una creatio continua –una creación ininterrumpida– que abarca en un interminable presente el arco amplísimo en el tiempo de la evolución. Y el filósofo Xavier Zubiri expondrá su concepto de creación evolvente.7
Carlos Linneo, que trabajó incansable hasta 1774, enfermó y murió como todos moriremos. Primero perdió la memoria y sufrió una parálisis hemipléjica en 1776. Pero era hombre de fe con obras, y lo rodeaban su esposa, sus hijos, discípulos y amigos a los que les dio un admirable ejemplo, y acudirían tantos más a quienes Carlos les hizo el bien.
En un discurso ante la Sociedad Linneana de Londres (29/V/2007), publicado en la revista Nature, el emperador de Japón, Akihito, recordó a Carlos Linneo, padre de la «nomenclatura binominal». Fue además el primero en utilizar los símbolos del escudo y la lanza de Marte para señalar al sexo masculino y el espejo de Venus para el femenino. Maestro de Carl Peter Thunberg, el encargado, según Akihito, de llevar en 1775 la taxonomía a un Japón aislado de la cultura occidental. «La nomenclatura binomial establecida por Linneo (…) ha sentado las bases universales de la taxonomía y ha permitido a los taxonomistas de todo el mundo comunicarse con un lenguaje común sobre las cosas que existen en la naturaleza».

DAVID QUAMMEN. «Pasión por el orden». El botánico sueco Carlos Linneo amaba la naturaleza y, para nombrar las especies, nos dio un sistema que, a 300 años de su nacimiento, aún se utiliza. National Geographic, junio de 2007, pp. 87-100.

TOMÁS ALVIRA, ALVIRA. Karl von Linneo. GER, vol. 14. Rialp. Madrid , 1979. Entre las obras citadas por Alvira, cfr. H. GOERKE, Carl von Linnée. Artz-Naturforscher-Systematiker, 1707-1778. Stuttgart, 1966.
Ojalá se enteren algunos empresarios de hoy y se apresuren a invertir en apoyo de la educación y la cultura. Recuerdo agradecido…, la dueña de una farmacia en Bahía de Kino, Sonora, beca a pequeños escolares destacados de la localidad y construye vidas como la de Carlos Linneo.
Cfr. SILVANO BORRUSO. El evolucionismo en apuros. Criterio Libros. Madrid 2001, pp.177-187.
Cfr. E. PALAFOX, «Vavilov y Lysenko». istmo, 38. México, junio 1965.
Cfr. XAVIER ZUBIRI, «El origen del hombre». Revista de Occidente, II, 17. Madrid, 1964. Cfr. también los paleontólogos B. MELÉNDEZ (creación evolutiva), O. H. SCHINDEWOLF, etcétera.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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